Escribir un libro sobre el origen de algunas canciones clásicas sirve para recordar que nada se crea del vacío. Hasta los cantautores verdaderamente geniales necesitaron las influencias adecuadas, las oportunidades adecuadas y las personas adecuadas para alcanzar el éxito. Un libro como éste lleva un solo nombre en la cubierta, pero le debe su existencia a muchos otros.
El fallecido Pat Kavanagh creyó en mí antes de siquiera tener yo la idea de escribir este libro, lo cual me dio suficiente seguridad en mí mismo para continuarlo. Su amiga y colega Sarah Ballard estuvo implicada en el proyecto desde el principio y me alegra contar con ella como mi agente. Mi agente de Nueva York, Zoe Pagnamenta, se aseguró de que el libro encontrara su audiencia en Estados Unidos. Lee Brackstone, Angus Cargill, Lucie Ewin y todo el equipo de Faber me prestaron su experiencia y su energía.
Ciertas amistades fueron indispensables durante este proyecto leyendo borradores, ofreciendo consejos o, simplemente, levantando los ánimos con su interés y entusiasmo: Joshua Blackburn, Sarah Donaldson, Tom Doyle, Dan Jolin, Lucy Jolin, Steve Lowe, Caitlin Moran, John Mullen, Pete Paphides, Alexis Petridis, Jude Rogers, Bob Stanley y Matt Weiner.
Algunos compañeros periodistas me ayudaron con consejos, contactos y datos útiles: Ian Aitch, Daryl Easlea, Dave Everley, Rob Fitzpatrick, Barney Hoskyns, Ian McPherson, Alex Ogg y Simon Reynolds. También doy las gracias a todos los escritores que me permitieron citar sus obras, a Fred Courtright por acordar otros permisos, a Miriam Rosenbloom y Miles Donovan por diseñar la sobrecubierta, a Simon Leigh por la fotografía de autor, a Trevor Horwood por su vista de lince en las correcciones y al personal de la British Library, donde tuvo lugar la mayor parte del trabajo de escritura y documentación.
Algunas de las entrevistas de este libro se hicieron para revistas y periódicos, pero otros entrevistados fueron generosos con su tiempo y sus recuerdos sencillamente porque el proyecto les gustó (algunos lo hicieron por ambas razones): Tony Allen, Jello Biafra, Bono, Billy Bragg, Peter Buck, Guy Carawan, Adam Clayton, Dennis Coffey, Chuck D, Jerry Dammers, Robert Del Naja, The Edge, Pee Wee Ellis, Amde Hamilton, Lol Hammond, Liam Howlett, Steve Ignorant, Holly Johnson, Linton Kwesi Johnson, Don Letts, Country Joe McDonald, Tom Morello, Larry Mullen Jr., Damien Randle, Martha Reeves, Penny Rimbaud, Tom Robinson, Max Romeo, Chris Rowley, Red Saunders, Gary Walker, Otis Williams, Nicky Wire y Allison Wolfe.
Muchas de estas entrevistas no habrían sido posibles sin el esfuerzo de publicistas y mánagers: Billy Bannister, Joolz Bosson, Brady Brock, Mike Champion, Barbara Charone, George Chen, Nadja Coyne, Charlotte Crofton-Sleigh, Ruth Drake, Sarah J. Edwards, Heather Finlay, Liz Gould, Terri Hall, Dundee Holt, Claire Horton, Tony Linkin, Frances McCahon, Kevin O’Neil, Andy Prevezer, Sally Reeves, Chris Stone y Jo Wiser.
Escribiendo este libro advertí la enorme deuda que tengo con varios editores, cuyos consejos y enmiendas me han convertido en un escritor mucho más capaz durante los últimos 15 años: John Aizlewood, Matthew Collin, Maddy Costa, Paul Du Noyer, Danny Eccleston, Mark Ellen, Charlie English, Gareth Grundy, Claude Grunitzky, Michael Hann, John Harris, Andrew Harrison, Tina Jackson, Ted Kessler, Andrew Male, Craig Marks, Merope Mills, Kate Mossman, Andy Pemberton, Dom Phillips, Rob Tannenbaum y Frank Tope.
Finalmente, quiero darles las gracias a mi madre, Tola, a mi hermana, Tammy, y a mi padre, Dave, ya fallecido, por apoyar siempre mi afición a la música y pacientemente tolerar mis enardecidos discursos políticos de adolescente. Quiero pensar que a mi padre le habría gustado este libro. Vaya todo mi cariño y mi eterna gratitud a mi esposa, Lucy, y a mi hija, Eleanor. Gracias a ellas es posible todo lo que hay en este libro y en mi vida.