La historia de los cantos de protesta al inicio del siglo XX fue mucho más comprendida que estudiada: un crisol de baladas de actualidad, canciones sindicales, parodias, cantos espirituales e himnos. Antes del advenimiento del sonido grabado, las canciones se popularizaban por obra del boca a boca, pues la manera más rápida para propagar un mensaje de actualidad entre la gente consistía en aplicar nuevas letras a melodías bien conocidas, de modo parecido a como se gestan los cánticos futboleros hoy en día. En tiempos tan remotos como el siglo XIII, clérigos renegados conocidos como goliardos adaptaron himnos latinos a fin de satirizar a la Iglesia católica. Baladas medievales como «Song of the Husbandman» [la canción del labrador] satirizaban a las clases dominantes. La muestra certificada más temprana de una canción protesta es el pareado «When Adam delved and Eve span / Who was then the gentleman» [cuando Adán araba y Eva hilaba / ¿quién era pues el caballero?], que devino popular durante la Revuelta de los campesinos de 1381.
En los siglos XVI y XVII, la impresión barata permitió la difusión de cientos de miles de baladas sobre temas actuales, acopladas a melodías populares y bautizadas según el nombre de las hojas grandes de papel donde iban impresas en una sola cara: broadsides. La Guerra de los Treinta Años inspiró la balada antibélica «The Maunding Soldier» [el soldado pedigüeño], al tiempo que los prolegómenos de la Guerra Civil inglesa dieron lugar a «The Diggers’ Song» [la canción del cavador], un llamamiento a la unidad por parte de los agricultores radicales del mismo nombre, así como «The World Turned Upside Down» [el mundo al revés], que criticaba la ilegalización por parte de Oliver Cromwell de las tradicionales festividades navideñas. En una misiva de 1703 al marqués de Montrose, el político escocés Andrew Fletcher escribió:
Conocí a un hombre muy sabio… [que] creía que si a un hombre se le permitían hacer todas las baladas, ya no habría de preocuparse por quién se encargaría de las leyes de una nación, y sabemos que la mayoría de los antiguos legisladores pensaban que no podían reformar debidamente los usos de ninguna ciudad sin la ayuda de un poeta y, en ocasiones de un dramaturgo.
Si los broadsides parecían noticiarios, los cantos protesta del siglo XIX resultaban más bien sermones. Henry Russell escribió más de 800 canciones, en las que denostaba el esclavismo, el alcoholismo, la industrialización y las condiciones de vida en los manicomios. Algo después, los socialistas reconocieron el valor de la música para infundir ánimo y empezaron a aparecer cancioneros izquierdistas, repletos de melodías prestadas. Muchas canciones populares de la industria acerca de la vida en las minas de carbón («The Black Leg Miner») y en las fábricas («Poverty Knock») fueron recopiladas décadas más tarde por los coleccionistas de canciones Ewan MacColl y A. L . Lloyd. En 1889, en su reseña a los Chants of Labour de Edward Carpenter, Oscar Wilde escribió:
No son de un gran valor literario estos poemas diestramente musicalizados. Fueron compuestos para cantarse, no para ser leídos. Son crudos, directos y enérgicos, y sus melodías resultan familiares y emotivas. Sin duda, no hay multitud que no pueda canturrearlos con facilidad… Resulta evidente por el libro del señor Carpenter que, en caso de que la revolución estallara en Inglaterra, no nos contentaremos con toscos rugidos, sino que contaremos con cánticos y trinos garbosos y alegres.
La tradición se fue desarrollando al mismo tiempo en la otra orilla del Atlántico. Durante los años previos a la Guerra de la Independencia norteamericana se desplegó todo un mercado de broadsides; los mensajes antibritánicos de «American Taxation» y «Free Americay» se adaptaron directamente a la melodía de «The British Grenadiers». De hecho, el himno nacional estadounidense, «The Star-Spangled Banner», inició su andadura en 1814 como un broadside llamado «Defence of Fort McHenry», según la tonada del canto para borrachos británico «The Anacreontic Song». Durante los años cuarenta del siglo XIX, los Hutchinson Family Singers de New Hampshire realizaron una gira por el país cantando canciones en favor del abolicionismo y del sufragio femenino, a la vez que tomaban prestadas melodías de la iglesia. «¿Quién puede calibrar la influencia de sus canciones de libertad según los inmaduros criterios de los jóvenes de entonces?», escribió el periodista Frank Carpenter en 1896. Entre tanto, los esclavos negros expresaban su insatisfacción a partir del mensaje codificado de los espirituales. A finales de aquel siglo, en los panfletos sindicales se publicaban resmas de letras escritas por trabajadores acerca de las condiciones laborales, los políticos y otras cuestiones del día. Los wobblies y Joe Hill estaban ya a la vuelta de la esquina.