Cine entre los pinos del camping de Mar, los espectadores miran la pantalla y con las manos espantan los mosquitos. Rostro amarillo surge de improviso entre las rocas y pregunta ¿a ti también te persigue Colan Yar? (Rostro amarillo cruzado de anchas cicatrices oscuras, árboles quemados, sillas blancas de plástico duro abandonadas frente a los bungalows, una bicicleta en medio de la maleza.) Colan Yar, por supuesto, y placas iluminadas tenuemente por la luz de la luna. Abandoné el puesto, con pasos lentos me dirigí al restaurante aún abierto a esas horas de la noche. «Colan Yar detrás de mí, justo detrás de mí», escuché que decían a mis espaldas. Al volverme no vi más que siluetas de árboles y tiendas oscuras. En el cine uno de los actores dijo «nos persigue un volcán». Otro personaje, una mujer, en determinado momento afirma: «es difícil llegar a ser mayor del Ejército inglés». Perseguidos por los Nagas, guerreros diabólicos con cascos de cuero negro; adoradores del volcán, tal vez sacerdotes y no guerreros; en todo caso, eliminados pronto. La actriz: estoy cansada de luchar contra estos seres horribles. Un actor le responde: ¿quieres que te lleve en brazos hasta el avión? Cinco figuras corriendo a través de un valle en llamas. Un rompehielos de la Armada los espera a las 20.30 horas, ni un minuto más. El capitán: «si seguimos aquí después no podremos salir». El capitán tiene el pelo completamente cano y lleva uniforme azul de invierno. Modula con lentitud: «no podremos salir». Aparté la mirada de la pantalla. A lo lejos las luces de las pistas de tenis se asemejaban a un aeródromo clandestino. Desde allí el que huye de Colan Yar escribe una carta sentado en una banca al aire libre. Aeródromo clandestino. Espejos. Otros elementos.