Después de un sueño (he extrapolado en el sueño la película que vi el día anterior) me digo que el otoño no puede ser otro sino el dinero.

El dinero como el cordón umbilical que te comunica con las muchachas y el paisaje.

El dinero que no tendré jamás y que por exclusión hace de mí un anacoreta, el personaje que de pronto empalidece en el desierto.