El recuerdo de Lisa se descuelga otra vez

por el agujero de la noche.

Una cuerda, un haz de luz

y ya está:

la aldea mexicana ideal.

En medio de la barbarie, la sonrisa de Lisa,

la película helada de Lisa,

el refrigerador de Lisa con la puerta abierta

rociando con un poco de luz

este cuarto desordenado que yo,

próximo a cumplir cuarenta años,

llamo México, llamo DF,

llamo Roberto Bolaño buscando un teléfono público

en medio del caos y la belleza

para llamar a su único y verdadero amor.