Descubrí tu libro y me lo robé. Yo, perplejo, yo, sudando y soñando, perplejo arriba de un sauce escupiendo tus poesías escritas en inglés, o francés yo qué sé. Descubrí un sol corrompido, un ala en mi café, seda bajo mi cama. Yo te recuerdo en el desierto, desnudo y con una metralladora. Y en tu frente calcinada brillaba como mierda de oro la esperanza.
Je, je, Capitalismo Niño.
Verdinegros campos del Olvido, con cipreses
y eucaliptos, caminos amarillos
que a ninguna parte conducían
si de conducir se trataba, si de cantar
sagas infantiles
—con el bombín de Oliver Twist, con la boina del Che
Guevara hasta la nariz—
se trataba. Y no,
nada de eso.
Ji, ji, Capitalismo Adolescente
(Casa de la Tijera)
¿Ahora yo?
Yo me paré en la punta de un poto recitando
cachos de la «Oda a la hipotenusa Carmen Lazo»
Yo tomé chicha en cueros grabados
con la imagen de los doce amigos.
Y viajé por los mares amorosos
Y callé el hocico de muchacho
Dieciocho abriles, literato en camiseta
contemplando al niño que era un moco.
Yo fui un moco solitario y barroco
en una inmensa pared.
Descubrí tu libro y me lo robé. En el horizonte las manchas azules de la policía son promesas de Bluebirds, de primaveras civilizadas.
Vive feliz. Vive feliz.