Rayos X

 

 

Si miramos con rayos X la casa del paciente

veremos los fantasmas de los libros en estanterías silenciosas

o apilados en el pasillo o sobre veladores y mesas.

También veremos una libreta con dibujos, líneas y flechas

que divergen y se intersecan: son los viajes en compañía

de la muerte. Pero la muerte, pese al soberbio aide-mémoire,

aún no ha triunfado. Los rayos X nos dicen que el tiempo

se ensancha y adelgaza como la cola de un cometa

en el interior de la casa. La vida aún da los mejores

frutos. Y así como el mar prometió a Jaufré Rudel

la visión del amor, esta casa cercana al mar promete

a su habitante el sueño de la torre destruida y construida.

Si miramos, no obstante, con rayos X el interior del hombre

veremos huesos y sombras: fantasmas de fiestas

y paisajes en movimiento como contemplados desde un avión

en barrena. Veremos los ojos que él vio, los labios

que sus dedos rozaron, un cuerpo surgido

de un temporal de nieve. Y veremos el cuerpo desnudo,

tal como él lo vio, y los ojos y los labios que rozó,

y sabremos que no hay remedio.