—¡Señor Donovan! ¡Señor Donovan!
Drake casi gruñó por la interrupción mientras se acercaba al ascensor. Eran las tres de la mañana y sus hombres y él se habían pasado el día peinando la ciudad; otro día infructuoso buscando a Evangeline.
Se dio la vuelta para mirar al portero y seguramente este notó lo que se le reflejaba en el rostro, porque retrocedió y se quedó inmóvil a pocos metros de donde estaba Drake, frente al ascensor del que justo se abrían las puertas.
—Sea lo que sea, puede esperar —le espetó—. No quiero que me molesten.
El portero se quedó indeciso un momento y Drake, molesto, se giró y entró en el ascensor. Entonces el hombre dio un paso al frente y sujetó la puerta para que no se cerrara.
—Es sobre Evangeline, esto… la señorita Hawthorn.
Al oír mencionar su nombre, Drake salió del ascensor y cogió al hombre por las solapas de la chaqueta.
—¿Qué pasa con Evangeline? —bramó—. ¿Sabe algo?
El hombre mayor se había quedado pálido y bajó la mirada sintiéndose culpable. ¿Pero qué…?
Entonces recordó que el portero lo habría visto salir poco después de llegar a casa con los Luconi. Inspiró hondo. Dios, ¡qué imbécil había sido! El portero habría visto salir a Evangeline y el estado en el que estaba al marcharse.
Al hombre le caía bien Evangeline, siempre había tenido una palabra amable para ella, igual que ella para él. Entre ambos había habido un afecto auténtico, pero él nunca le había prestado demasiada atención porque Evangeline inspiraba eso en todas las personas que conocía.
Pero ¿y si…?
El temor iba calando en su interior mientras agarraba a aquel hombre con más fuerza; al instante lo soltó y el portero retrocedió algo tambaleante.
Nunca había caído en preguntarle a él. Había estado demasiado obcecado en buscar por toda la ciudad como un loco. ¿Y si la respuesta había estado allí desde un principio? ¿Y si Evangeline estaba allí fuera sola, desesperada, hambrienta y desolada, mientras Drake perdía el tiempo siguiendo unas pistas erróneas?
—¿Se preocupa por ella? —preguntó el portero en un tono acusador.
Sí, este hombre sabía algo y estaba cabreado por lo que él le había hecho a ella. Y ahora debía andarse con mucho cuidado, porque si le daba algún motivo para creer que quería hacer daño a Evangeline, no recibiría ninguna información de este hombre que ella había protegido, como hacía con todas las personas con las que se relacionaba.
—Mucho —dijo Drake en voz baja y con tono amenazador—. ¿Sabe usted dónde está?
—La vi aquella noche —respondió el portero con un deje amargo.
En su mirada aún se reflejaba la acusación, como si le responsabilizara de la marcha de Evangeline. Y así era, era el único culpable. Pero ¿qué sabía este hombre exactamente? ¿Sabía dónde estaba ella ahora?
—Hubo un gran malentendido —dijo Drake con la voz entrecortada por tener que exponer sus asuntos personales a un completo desconocido. Sin embargo, por Evangeline, para tenerla otra vez entre sus brazos, haría lo que fuera—. Ella no tuvo culpa de nada, pero no tendría que haber estado en casa.
No pudo contener el dolor y la agonía en la voz y reparó en cómo la expresión del hombre se ablandaba un poco.
—Le había preparado una sorpresa —le hizo saber el hombre con voz queda—. Y después, se quedó destrozada. Quise ayudarla, lo intenté, pero me dijo que si lo hacía, me echaría usted a la calle como a ella.
Drake hizo una mueca de dolor y el pesar que sentía en el pecho le cortaba la respiración. El portero había tratado de ayudarla y Evangeline se había negado, porque le preocupaba que Drake lo despidiera si se enteraba. Por un momento había albergado la esperanza de que tuviera respuestas, que pudiera decirle dónde encontrarla.
El hombre se pasó una mano por el pelo; de repente parecía inseguro y receloso.
—Que Dios me perdone si me equivoco, que me perdone ella.
Drake se puso alerta.
—¿Qué? ¿Qué sabe? —preguntó, cambiando de táctica porque conocía la disyuntiva en la que estaba el hombre. No estaba seguro de cuáles eran las intenciones de Drake hacia Evangeline y, por lo tanto, se mostraba reacio a darle información que lo ayudara a encontrarla. Ahora, a menos que pudiera convencerlo de que estaba haciendo lo correcto y que no traicionaría a Evangeline al facilitarle la información, no pensaba sonsacársela a las malas, ni siquiera amenazándolo con perder el trabajo—. Es muy importante que la recupere —añadió en voz baja—. Estoy incompleto sin ella. Quiero pedirle que me perdone, pero no puedo hacerlo hasta que la encuentre y la traiga a casa, que es donde debe estar.
El recelo del portero menguó mientras este miraba a Drake, pensativo.
—Mire, señor Donovan, lo creo.
—Solo espero que ella también —susurró él.
El portero suspiró:
—La subí a un taxi y la envié a un hotel en Brooklyn donde trabaja mi hermana. A Evangeline… la señorita Hawthorn, quiero decir.
—No pasa nada —dijo Drake, interrumpiéndolo un momento—. Entiendo lo especial que es para usted, igual que lo es para los demás. No es una falta de respeto llamarla Evangeline. Déjeme adivinar, seguro que ella insistió.
El hombre esbozó una sonrisa.
—Eso hizo, sí, señor Donovan.
—Bueno, ¿y a qué hotel la envió? —preguntó este, tratando de controlarse.
—No tenía adonde ir —dijo el portero arrugando el ceño—. No tenía dinero y no llevaba nada consigo salvo una muda. No podía dejar que se marchara así, sin ningún sitio al que ir y donde pudiera estar bien.
—Hizo usted lo correcto, y le estoy eternamente agradecido por preocuparse de su seguridad. Le recompensaré por ello.
Al oír eso, el hombre adoptó un semblante serio.
—Mi recompensa será volver a tenerla aquí, a salvo y feliz de nuevo.
Drake frunció el ceño.
—Pero de eso hace cinco días. ¿Sabe si Evangeline sigue allí? No es de las que… quiero decir, ella nunca aceptaría caridad. Es demasiado orgullosa y nunca se alojaría en ningún sitio que no pudiera pagarse de su bolsillo.
—Mi hermana le dio trabajo en el servicio de limpieza, aunque Evangeline fue muy sincera con ella y le dijo que no pensaba quedarse mucho tiempo, solo hasta que ganara el dinero suficiente para poder seguir con su vida.
Drake se quedó helado. «Seguir con su vida». Estaba a punto de perderla para siempre, si es que aún estaba allí…
—Su turno empieza dentro de una hora —dijo el portero en voz baja. Entonces levantó el mentón y lo miró fijamente a los ojos—. No haga que me arrepienta de haber traicionado su confianza, señor. No querría hacerle daño, que ya ha sufrido bastante.
—En eso estamos de acuerdo —afirmó Drake, poniéndole una mano en el hombro—. Muchas gracias. Nunca podré agradecerle lo suficiente lo generoso que ha sido con Evangeline cuando más lo necesitaba y por ayudarme a encontrarla para enmendar las cosas. No me lo merezco.
—Con traerla es suficiente, señor Donovan —manifestó el portero con voz sombría—. Esto no es lo mismo sin ella.
Esas palabras le calaron hondo, justo al corazón, porque eran absolutamente ciertas. Nada era lo mismo sin Evangeline.
Iba a darse la vuelta y salir corriendo de allí en cuanto el portero le dio el nombre y la dirección del hotel, pero tenía que darse una ducha, cambiarse y llamar a Silas y a Maddox. Ellos eran los que más la querían y más interés tenían en su búsqueda. Maddox aún se sentía culpable por dejar que se le escapara, y Silas… Drake no estaba seguro de qué conexión había entre ambos, pero era la amistad más curiosa que jamás había visto.
Pero una cosa era segura, Silas se mostraba muy protector con ella, y viceversa; Evangeline no permitía que nadie lo ninguneara ni lo calumniara de ninguna manera. Lo más sensato, pues, era que Maddox y Silas lo acompañaran a traerla de vuelta para garantizar su seguridad… y la de él.
Silas soltó un exabrupto cuando el coche que los llevaba a los tres se detuvo frente a ese hotel cochambroso, cinco minutos después de que empezara el turno de Evangeline. Drake lo miró anonadado y con una ceja arqueada.
Pero Silas no dijo nada más. Se limitó a fruncir el ceño, algo que también hizo Maddox. A ninguno les hacía gracia ver dónde Evangeline había estado viviendo y trabajando mientras ellos recorrían las calles de la ciudad buscándola.
No obstante, el portero había sido lo bastante considerado para cerciorarse de que Evangeline tuviera un sitio al que ir. Solo por eso se había ganado su eterna gratitud.
—Esperadme aquí —dijo Drake mientras abría la puerta para salir—. Y espero que pueda convencerla para que vuelva conmigo.