—Evangeline ha desaparecido —anunció Drake cuando todos sus hombres hubieron llegado al apartamento.
Se oyó un coro estridente de imprecaciones y de preguntas para saber qué había ocurrido exactamente. Drake alzó la mano y los mandó callar, con una mirada solemne y resuelta.
—Por lo que sabemos, este es el último sitio en el que ella tuvo contacto con alguien. Llamó a su madre desde el piso contiguo al de Silas esta mañana para decirle que cogería un vuelo que aterrizaría a las seis de la tarde. Nunca llegó a embarcar —añadió con seriedad.
Se oyó otra salva de insultos y Silas y Maddox intercambiaron miradas de enfado e impotencia.
—No tendría que haberla dejado sola —dijo Silas dolorosamente.
Drake le hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.
—Tenéis que saber otra cosa. —Levantó la prueba de embarazo y vio la sorpresa en los rostros de sus hombres—. Está embarazada. De mí —añadió, aunque no hacía falta—. Seguramente se ha hecho la prueba esta mañana, antes de llamar a su madre. Eso debe de ser lo que la ha llevado a tomar la decisión de marcharse.
—¿Y entonces qué narices le ha pasado? —quiso saber Maddox apretando los puños—. Si ha llamado a su madre para decirle que cogía un avión, estaba claro que se disponía a cogerlo. Dudo que quisiera preocupar a sus padres sin necesidad.
—Ya lo sé —repuso Drake en voz baja—. Lo que significa que hay un buen motivo por el que no llegara a tiempo para coger ese vuelo.
El miedo y la incertidumbre se reflejaban en las expresiones de todos ellos mientras se miraban los unos a los otros.
—Miraré en las cintas de seguridad de esta mañana, que es cuando la vi por última vez —propuso Silas—. Es improbable, pero si algo le ha pasado aquí, deberíamos verlo en las cámaras. Si no…
Drake no quiso plantearse ninguna alternativa. Sin un buen punto de partida, no había forma de saber dónde podía estar. Él tenía muchos enemigos y cualquiera hubiera podido explotar su punto más débil. Nadie sabía aún que Evangeline y él habían roto o que ya no significaba nada para él. O que pareciera que ya no significaba nada, vaya, porque lo era todo…
—Hazlo —le ordenó Drake—. No tenemos mucho tiempo. Cada minuto que pasamos sin encontrarla… —No acabó la frase; no quería pensar en las otras posibilidades.
—Matarla no beneficia a nadie —dijo Justice, con un deje de incertidumbre en la voz como si quisiera convencerse—. Nadie con dos dedos de frente la mataría. Si la han raptado, la usarán para extorsionarte, Drake. Para sacarte dinero, condicionarte o buscar protección.
Pero había algo que a todos les parecía más seguro, algo que Drake sabía que tenían muy presente. El dinero era la única posibilidad porque él nunca protegería o formaría ninguna alianza con nadie que asustara a Evangeline o le pusiera las manos encima. Secuestrarla sería una misión suicida.
Silas estaba frente al ordenador en el salón, tecleando varios comandos. Al cabo de un rato, llamó a Drake. Le señaló la pantalla, que estaba dividida en seis.
—Mira, aquí es cuando me fui esta mañana y Evangeline seguía en el piso. Si vemos algo, podemos aumentar la imagen de la cámara que la haya captado y seguir su actividad por el bloque. Tengo cámaras alrededor de todo el edificio y en ambos sentidos de la calle.
En la pantalla, Drake observó cómo Silas se subía al coche y luego transcurría una hora sin ningún tipo de movimiento. No había señal de Evangeline.
—Ahí está —dijo Silas, aumentando la imagen de la cámara que había fuera del piso, en el pasillo.
Llevaba una bolsa de gimnasio y el pelo recogido en una coleta. Estaba pálida y tenía una expresión de agobio y temor. Volvieron a captar su imagen cuando salía del ascensor y abandonaba el edificio con paso decidido; allí la grabó también la cámara de la calle.
A la misma entrada del bloque, dudó y miró en ambas direcciones. Entonces se fue hacia la derecha, hacia la esquina. ¿Habría llamado a un taxi? Si Silas pudiera obtener alguna información del vehículo que la había recogido, podrían localizar al taxista y averiguar a dónde la había llevado.
Silas soltó un improperio y Drake se fijó en la grabación.
Había llegado casi al final de la calle cuando un sedán oscuro se detuvo a su lado de golpe, como si llevara una gran velocidad. Evangeline retrocedió, cautelosa, y sorteó el vehículo cuando un hombre salió deprisa del asiento trasero y fue a por ella.
Ella opuso resistencia y Drake se quedó helado cuando vio que el hombre le asestaba un golpe en la cabeza con la culata de su pistola. Ella se quedó inmóvil, él la cargó en la parte trasera del coche y salió pitando.
En total habrían pasado unos segundos, pero los fotogramas pasaban a cámara lenta en la cabeza de Drake. Cada segundo de forcejeo de Evangeline y del hombre que la golpeaba antes de secuestrarla era como un minuto entero.
—Maldito cabrón —dijo Maddox, ciego de rabia—. Venga, Silas. Usa tu truco mágico. Quiero a ese cabronazo y lo quiero ya.
Drake se acercó a su oreja y le dijo con la voz helada:
—No me importa lo que cueste, a quién haya que sobornar o lo que tengas que piratear. Averigua quién narices se la ha llevado. Hace ya horas y sigue en sus manos.
—Dame cinco minutos —dijo este sin apartar la vista del monitor, tecleando rápidamente al tiempo que aumentaba la imagen del coche.
Drake entrecerró los ojos; tenía el estómago revuelto. El miedo le retorcía las entrañas sin cesar. Empezaba a sentir la frialdad del depredador en su interior, las ganas de matar necesitaban liberarse para derramar la sangre del hijo de puta que había hecho daño a Evangeline. Y al niño.
Joder, esperaba que su niño estuviera bien, que ambos lo estuvieran. Y entonces hizo algo que nunca pensó que podría hacer.
Se puso a rezar.
«Si solo puedes salvar a uno, que sea a Evangeline. Los quiero a los dos, pero siempre podemos tener otro hijo. Sin embargo, Evangeline solo hay una».
—Ya lo tengo —dijo Silas, furioso—. ¡Será cabronazo ese puto cobarde asqueroso! ¡Es Charlie McDuff!
Los demás empezaron a soltar todo tipo de tacos.
—¿McDuff? —preguntó Drake, incrédulo—. ¿Ese quiero y no puedo tan mariconazo? —Entrecerró los ojos—. ¿Crees que su padre ha tenido algo que ver con esto? Me resulta difícil de creer que haya tenido los huevos de hacer esto solo. O es muy gilipollas o está desesperado.
Silas sacudió la cabeza.
—Ni de coña, tío. Su padre tiene dos dedos de frente, no como él. Lo echó del negocio familiar hace mucho tiempo. Es demasiado inestable y tiene la mecha muy corta. Además, le falta un hervor. Me acaban de dar el chivatazo de que lo ha hecho para demostrar a su padre y al resto del mundo que es un hombre hecho y derecho. Está desesperado. Seguramente querrá dinero y un puesto en tu organización. Cuando Brian da la patada, la da de verdad, y en este caso le dijo que se buscara un curro porque no pensaba mantener a un manta como él. Y lo peor es que su madre no intervino como suele hacer. Es un niño de mamá. Normalmente, cuando su padre se cabreaba por alguna de sus meteduras de pata, mamá intervenía y calmaba los ánimos y convencía a papá para que le diera otra oportunidad. Se rumorea que hasta ella se cabreó con su última cagada y pasó de él, igual que el padre. Así pues, creo que lo hace porque está desesperado. Y porque es gilipollas, claro, pero lo hace por desesperación.
—Joder —murmuró Drake.
Tardó un rato en reordenar sus pensamientos, aunque el terror seguía atenazándolo. Los hombres desesperados hacen cosas desesperadas y son muy impredecibles. Miró a Silas y a sus hombres.
—Ponedme con su padre. Tiene que saber que tendré piedad solo si no ha tenido nada que ver con la última cagada de su hijo. Si me ayuda a localizar a ese capullo, seré más indulgente todavía. Lo único que importa es recuperar a Evangeline, pero como esté en el ajo o no coopere, la familia entera tendrá la culpa del secuestro de Evangeline.
Silas asintió.
—Como sabes, Charlie trabajó para los Luconi durante un tiempo —intervino Maddox—. Hará cosa de un año. Fue otro intento de demostrar lo macho que es y que tiene los cojones para hacer lo que sea.
—¿Dónde quieres llegar con eso? —preguntó Drake con impaciencia.
—Pasó una buena temporada con ellos, a eso me refiero —repuso él, tan impaciente como Drake—. Los Luconi conocen bastante bien sus hábitos, o deberían. Hace tiempo que quieren tu apoyo para acabar con los Vanucci. Seguramente harán cualquier cosa que les pidas para asegurarse tu respaldo. Haz un trato con ellos: que colaboren o no les vas a dar una mierda. Si te ayudan a encontrarla, tendrán tu apoyo. Si no, están solos en esto.
Drake se quedó mirando a su hombre un buen rato, dándole vueltas a lo que decía Maddox. Si los Luconi podían ayudarlo a encontrar a Evangeline, valía la pena intentarlo. Aunque fuera apoyándolos para acabar con los Vanucci cuando tenía planeado enfrentar a las dos organizaciones entre ellas y luego ver cómo ambas se desmoronaban y caían.
Pero esto era de un riesgo enorme. Aumentaba la amenaza no solo para él y Evangeline, sino también para todos y cada uno de sus hombres. Se convertirían en el objetivo de los Vanucci y de cualquiera que estuviera con ellos.
—¿Entiendes lo que estás diciendo? —preguntó a Maddox—. ¿Lo entendéis todos?
—Sí —dijo Zander—. ¿Y tú? ¿Estás dispuesto a correr ese riesgo?
—¿Cómo no voy a hacerlo si con eso recupero a Evangeline? —preguntó con voz ronca.
—Pues entonces ya tienes respuesta —dijo Jax.
Uno a uno, todos los hombres dijeron que estaban de acuerdo y aceptaban el riesgo que estaban a punto de correr.
Drake miró a Maddox.
—Organízalo tú. Tengo que hablar con McDuff. Que sepan que no hay trato hasta que no entreguen a Evangeline. Con vida.