Capítulo 3

Chloé

Parece que las noches en el porche van a ser nuestro preciado momento. La temperatura para cenar en el exterior es mucho mejor que para pasar el resto del día y, como no se oye ni un ruido a nuestro alrededor, sabemos que van a ser noches tranquilas. Los cinco vamos a tener que acostumbrarnos a esto.

—¿Cómo te va con Sandro? —me pregunta Fer dejando el bol de ensalada en el centro de la mesa.

—Veo que hace un mes que no habláis. —Se ríe Melisa—. Le duró más de la cuenta. —Sigue riéndose.

—Ahora se llama Pol —añade mi otra hermana también entre risas.

—No le encuentro yo la gracia, tengo un problema muy serio...

Sí, mi hermana pequeña está loca por naturaleza, pero vive en los mundos de Yupi para todo. En mi caso, los hombres son mi perdición. Me gustan todos y me gustan demasiado. He creído enamorarme como unas quince veces durante el último año. Imaginaros como es mi calvario cuando llega otro y me demuestra lo equivocada que estoy. Será que tengo demasiado amor por repartir. Sandro me duró un mes, es lo que mis queridísimas hermanas han etiquetado como durar demasiado. Generalmente no paso de los cinco días, no es ninguna norma, pero en cuanto salgo de fiesta, encuentro uno mejor o me agobian con mensajes y llamadas. Sí, los tíos también pueden ser muy, pero que muy pesados. Y posesivos. Sin embargo, con él hasta me fui de fin de semana y casi caigo en la trampa de presentarle a mis padres. Era dos años mayor que yo, trabajaba en una farmacéutica y tenía tema de conversación. Parece una tontería, pero a la larga se agradece que un hombre te sirva para algo más que para echar un polvo. También sabía cocinar, un requisito imprescindible para mí, no tengo intención de entretenerme mucho en una cocina por precaución, evidentemente. Y era guapo. De esos que miras y duele. Era un chico rubio, con ojos azules, un clásico del norte, que se dejaba la barba de dos días y que tenía una seducción innata. Le gustaba el deporte y cuidarse, lo que permitía que practicásemos mucho deporte juntos. No solo en la cama, pervertidos. ¿Lo mejor de todo? Que lo conocí serena. Y tal como llevo mis conquistas, eso empieza a ser un factor clave. Pero entonces apareció Pol, el nuevo entrenador de spinning y la clase no terminó donde debía.

—¿Hay alguno al que no vayas a volver loco? —Jaime se ha apuntado a la fiesta.

—A tu hermano, por ejemplo. —Yo también quiero divertirme.

—No seas boba, —me coge Fer por el hombro—, a mí me tienes demasiado cautivado. —Me besa la mejilla—. Pero sufriría taaaanto… —ha intentado que su voz sonara dramática.

—Algún día caerás rendido a mis pies. —Me giro desafiándole con la mirada.

—Estoy convencido de ello, —me regala una sonrisa—, hasta entonces... ¿quién es Pol?

—El nuevo profesor de spinning —suelta la pequeña—, y por lo visto no solo da clases en la sala...

—¡Ooh, vamos! Solo fue una vez, y aún tenía energía para una clase privada…

—El primer día, la primera vez —la mayor siempre tiene que recalcar lo más importante.

—No dejarás nunca de sorprenderme —interviene Jaime—, tienes un peligro... ¿y esto cuándo fue?

—La semana antes de venir aquí —le contesta su gran enamorada.

—Veo que mi vida sentimental es buena tertulia para la cena, pero voy a estar un mes a pan y agua, agradecería compasión —decirlo en voz alta me acaba de provocar hasta retortijones, creo que no voy a ser capaz de aguantar y se me ha olvidado el vibrador… pobre de mí.

—Tú y todos —replica Fer.

—Porque quieres —le pico.

—Cómo te gusta… —prefiere dejar la frase a medias, Mel, antes de arrepentirse, está madurando por el camino—. ¿Qué plan hay para mañana?

Antes de todo, me gustaría aclarar que el tira y afloja entre Fer y yo siempre ha estado presente. Él es un hombre muy atractivo, con mucho público y muchas conquistas a la espalda. Un moreno con el pelo rapadito, una barba acorde y unos ojos de color chocolate que cautivan a cualquiera. Pero es un tira y afloja amistoso. A los dos nos gusta el juego, un juego prohibido del que somos totalmente conscientes. Nunca va a pasar nada, pero nos entendemos y lo pasamos bien con nuestras bromas.

El resto de la cena es un debate sobre sortear quién empezará con los planes. Cada día será uno el que deba proponer la actividad y nadie es voluntario para ello. No tenemos muchas opciones a nuestro alrededor, pero habrá que ser un poco creativos si no queremos morir antes de hora. Van a ser bastantes planes caseros, aunque, por suerte, algún partidito de vóley, bádminton, salidas a correr… vamos a poder practicar varios deportes y, sobre todo, momentos en la piscina, eso no puede faltar. Para ello, mañana deberemos empezar a llenarla y limpiarla, que parece que lleve cien años sin usarse.

Con una copa en la mano, el mundo se ve mucho mejor. Y estando Jaime y Fer con nosotros, sé que el alcohol está asegurado. Y será bien necesario. Aunque, por otro lado, de poco va a servir, pero un digestivo como este no se puede desaprovechar nunca. Con un gintónic cargadito, la brisa de la noche y todas las estrellas parece un escenario de película. Un claro panorama para estar en calma, para relajarse en el porche antes de meterse en la cama.

—¿Así que Pol Fandlon? —me sobresalta Fer saliendo a la terraza.

—No me jodas —me quejo, que sepa quién es no me apetece en absoluto.

—Nos lo presentó Claudio en la última fiesta —me informa casi a modo de disculpa—. Un buen tipo.

—¿Omitimos el tema? —su descripción se define a «Es un candidato adecuado». —¿Otro al que vas a partirle el corazón? —se burla—. Eso es que nuestro trato sigue en pie, me gusta.

—Me estoy reservando para ello. —Me apoyo en su hombro y seguimos disfrutando de la noche.

Nos prometimos hace dos años que si llegábamos a los cincuenta años solteros, nos casaríamos entre nosotros. No somos muy fans de las bodas, pero sí que tenemos una idea similar de cómo disfrutar de la vida, así que seríamos algo así como buenos compañeros de viaje o compañeros de vida. A esa edad ya consideramos que habremos disfrutado de todo el sexo posible y que seremos capaces de probarlo juntos. A veces pienso que ese es mi destino y que por eso no logro centrarme en ningún otro hombre, pero luego creo que es la tontería más grande que puedo mencionar. ¿Quién me dice que no estoy enamorada de él y por eso no hay otro que me llene? Realmente, desconozco lo qué es el amor en sí, no puedo compararlo, todos me hacen sentir cosas distintas.

¿Cómo demonios se sabe entonces quién es el adecuado? ¿Cómo se reconoce cuando llega? Son muchas las preguntas que me hago cuando leo mis novelas, puesto que todas las protagonistas son conscientes en el momento que han encontrado el amor de su vida. A veces pienso que no puedo entenderlas porque no ha aparecido para mí, pero también pienso que no sé si voy a ser capaz de distinguirlo cuando llegue. Me enseñaron una frase que decía, conoces a la persona adecuada en el momento inadecuado y la persona incorrecta en el momento correcto, o algo así. A lo mejor conocí a esa persona y, por no ser el momento, la perdí. Quién sabe. Supongo que el destino me resolverá todas estas dudas. Por el momento, mejor meterse en la cama e intentar que todo lo desconocido me permita dormir como si estuviera plácidamente en mi casa.