Capítulo 4

Chloé

Ahora sí que podemos afirmar que empieza la aventura. Después de sobrevivir a la primera noche, podemos dar el pistoletazo de salida a nuestro particular campamento de verano. No seremos muchos, somos los necesarios para que esto funcione y el primer reto no es otro que llenar y limpiar la piscina, una tarea que no va a ser muy agradable, pero que es totalmente necesaria para estos días. Estoy convencida de que nuestra madre no ha contratado a nadie para hacerlo para que nos espabilemos un poco. Será su especie de venganza por tener las habitaciones peor ordenadas en la faz de la tierra. Como excusa añadiré que en mi desorden encuentro mi orden, pero aseguraría que ella no lo ve del mismo modo.

Al menos levantarse de la cama con una tarea como esta, no se hace tan pesado como suponía. No es la pasión de mi vida, cualquier entretenimiento servirá para afrontar los días con ganas, entusiasmo y energía. ¡Vamos a ello, pues!

—¿Preparada? —Le tiro un cojín a la cabeza a Mel para despertarla cuando entro en su habitación.

—¿Hay peor castigo que este? —le encanta quejarse por todo—. He tenido que hacer algo muy malo para que me sometáis a esto… —Si alguien de su circulo se enterara, se les caería un mito.

Melisa podemos decir que se considera del grupo de las populares, las chicas con glamour, a las que que les gusta estar siempre a la última y mostrarse seguras de sí mismas. Nadie puede pensar que, una chica como ella, se pondrá guantes, cogerá un desinfectante y se limpiará una piscina de más de veinticinco metros a lo granjera de campo. Pero no le queda otra que bajar un poco de su pedestal y sacar la currante que lleva dentro, que nos cuesta creer, pero que estamos seguras de que la guarda en algún sitio.

—No seas tan exagerada, te va a venir bien. —Lorena aparece con sus peores pintas dispuesta a la tarea.

Esperamos a que la peque esté lista y bajamos donde nos están esperando nuestros hombres para empezar. Me parece graciosa o, más bien, surrealista toda esta situación. Seguramente porque no me hubiese visto en este escenario en la vida y menos con estos dos. ¿Quién nos dice que no nos acabará fascinando todo esto y no querremos volver? Vale, un día aquí y ya estoy delirando más de lo debido, mejor ser positiva.

La tarea se hace mucho más amena con la música de fondo y porque, de vez en cuando, nos rociamos con la manguera, si no, el calor nos quemaría vivos. También ayuda que Jaime haya preparado un cóctel de los suyos, sin alcohol, ya que mi hermana no admite que bebamos antes de la hora de comer.

No sois conscientes de la mierda que se puede generar en un agujero así, y más cuando lleva casi unos diez años, prácticamente, abandonada.

—Después de esto no voy a salir de la piscina en todo el mes —comenta Mel estirándose a mi lado en el centro de la piscina limpia, pero vacía.

—De eso se trataba, ¿no? —pregunta Fer divertido acercándose a nosotras.

—Pues ve trayendo la sandía y los donuts —le respondo.

En nuestra última fiesta en la piscina, trajimos una sandía gigante y un par de donuts a modo de flotador que dieron mucho juego, sobre todo cuando se mosqueó porque Pedro, un amigo suyo, se pasó más de dos horas a mi lado en la colchoneta sandía y no creyó que solo conversáramos.

—Muy graciosa, ¿te traigo también la compañía esta vez?

—No esperaba menos, aunque podrías haber escogido a alguien más lanzado…

Pedro fue muy amable todo el rato, y es guapo, muy guapo. Como bien dice mi hermana: Dios los crea y ellos se juntan, porque no conozco ningún amigo de los Ramírez que sea feo. Eso sí, a pesar de todos los ojitos que le puse, no me rozó ni un pelo. Luego descubrí que los tenían a todos amenazados si se propasaban conmigo y el cabreo que pillé fue monumental. ¡Ya no soy una niña! Aunque Fer siempre me trata como tal y, según él, me protege de todos los buitres.

—Te prepararé la cama también. —Y justo después dispara la manguera con agua congelada.

—Yo a ti te mato. —Se levanta mi queridísima hermana, y no queráis verla enfadada.

A mí, la verdad es que me viene muy bien este chorro de agua fría porque, si me pongo a pensar en hombres, el calor se multiplica y no es muy agradable. ¿Por qué seré adicta a ellos? Mis amigas siempre me han dicho que no tengo remedio, que me lo tendría que hacer mirar, como si fuese un problema. Yo solo pienso que la vida es demasiado corta como para no disfrutarla y el sexo forma parte de uno de los mejores placeres que existe; si puedo hacerlo, ¿para qué privarme de ello?

Unas tres horas más tarde, la piscina está llena y nosotros ya estamos prácticamente durmiendo la siesta. Si ya empiezo tomando el sol tantas horas el primer día, puedo acabar el verano mucho más morena de lo que incluso yo estoy acostumbrada. Pero ¿a quién no le favorece el moreno? Es como cuando un chico se pone un traje, su atractivo, por lo menos, se triplica.

Debido a nuestro gran esfuerzo de hoy, preferimos descansar el resto del día, eso sí, la inauguración de la piscina es imprescindible para ello y, como no podía ser de otra manera, el primer chapuzón lo hemos hecho los cinco juntos. Y eso es noticia de portada, porque Lorena siempre ha sido incapaz de tirarse a la piscina de golpe. Ella y sus manías con el agua fría, los cortes de digestión, los cambios de temperatura… siempre tiene excusas para todo. A veces pienso que estudiar Medicina no le ha venido del todo bien, porque ahora es capaz de encontrarle un problema a todo. Es como cuando te pones a buscar en Google por un dolor en la barriga y te aparecen una serie de enfermedades, incluso, alguna de ellas terminales, y te empiezas a emparanoiar tanto qué da miedo. Pues no llega a este nivel, pero poco le falta. O está paranoica o la responsabilidad la tiene abducida a otros niveles.

—Chicas, hoy nos vamos a retirar pronto, queremos acabar de organizar algunas cosas para este mes —interviene Jaime al finalizar la cena. —¿No tenemos voto? —pregunta Lorena, seguramente, porque se muere de ganas de prepararlo con él.

—Hemos tomado nota de todas vuestras peticiones, pero Lore, sabes de sobra que nosotros añadiremos la diversión —se mofa Fer tocándole la nariz con su dedo índice.

—Siempre igual —se queja ella—, pero está bien… —se resigna.

—Pues a descansar se ha dicho, madrugar me mata. —Se levanta Mel.

—Para ti sería madrugar incluso a la una de la tarde. —Me río.

Y después de darnos las buenas noches, nos acomodamos todos en nuestras habitaciones. Como no tengo teléfono no puedo cotillear las redes o hablar con mis amigos, así que cojo un libro hasta caer rendida.