Capítulo 12
No estoy acostumbrado a que el silencio ronde dentro de mi coche. Será que llevo demasiados kilómetros acumulados con esa tribu, que ya no sé lo que es rodar escuchando música o disfrutando del aire que entra por la ventanilla. O, quizás, es que tener a Chloé al lado me desconcierta.
Cuando la he visto abrir la puerta con esa camiseta tan corta, el ombligo al aire y sus braguitas negras de encaje, creía que nos estaba tomando el pelo o que Fer ya había organizado alguna de las suyas. Cuando se ha puesto nerviosa, no he podido evitar hacerle la broma del café, diremos que he tenido buenos maestros de la seducción a mi lado, lo extraño es que me haya salido natural. El hombre al que llaman el más soso del mundo, parecía que se estaba empezando a soltar.
Temo también la vuelta, ya que no me ha pasado desapercibida la mirada de Fer cuando le he propuesto, sin tapujos, que me acompañara, pero es un tema que ya trataré después. Ahora tengo que intentar comportarme como se suelen comportar ellos, porque, por lo visto, eso es lo que les gusta a las mujeres, y no me gustaría parecer un pardillo.
—Entonces nada de Colins… —Se me da bastante mal, sí—.
¿Cómo lleváis los días por aquí? —Necesito ser un poco más básico para no salir de mi zona de confort.
—Bien, mejor de lo que esperábamos. —La noto nerviosa, ni siquiera mira en mi dirección, y conociendo lo que los Ramírez habían apuntado de ella, me sorprende mucho.
—¿Estás bien? —me atrevo a preguntar.
—Mentiría si dijera que sí. —se muerde el labio inferior—. es que me intimidas. —Así, directa, pero cortada, se hace un ovillo en el asiento y, por primera vez desde que conduzco el jeep, no me importa que alguien ponga sus pies en el asiento.
—¿Te intimido yo? —No puedo evitar mostrar sorpresa.
—Mmmm… sí —su tono es tan tímido que no puedo evitar enternecerme—. ¿Puedo poner música? —Antes de que pueda contestar ya ha encendido la radio.
Por suerte, el silencio no tiene que reinar mucho más porque no tardo en estacionar delante del supermercado. ¿Y si se ha visto en un aprieto al venir ya que no le apetecía? Generalmente, suelen ser el resto los que se llevan a las chicas y no sé muy bien cómo gestionar todo esto. Los comentarios con ella me habían surgido de forma natural, para mi sorpresa, pero no sabía si eso iba a durar mucho.
—¿Algo más aparte de cerveza? —Ya he cargado suficiente cerveza para toda la semana, conozco nuestros límites y cuento con mucho margen.
—Para el fin de semana está bien, el lunes nos toca a nosotras hacer la compra. —Al fin parece un poco más relajada.
—¿Seguro qué no te apetece un capricho? —Le dedico una sonrisa acercándome un poco a ella.
—¿Condones? —suelta de pronto—. Es broma, es broma —añade poniendo cara de apuro, por lo que deduzco que mi cara debe ser todo un poema.
—¡Cógelos! —me animo—, seguro que alguno les sacará partido. —Ahora es ella la que habla con la cara.
No añadimos mucho más, y me sorprende positivamente que se atreva realmente a cogerlos. No estoy seguro de cómo se van a tomar esto los Ramírez, ya que sé perfectamente que todos ellos tendrán el tema controlado, pero solo por ver la cara que ha puesto ella, ha valido la pena. Estoy convencido de que no se esperaba mi respuesta. Se mosquea un poco cuando no la dejo pagar, pero es lo mínimo que podemos ofrecer, los gastos de esta semana, ya que ellos se encargan del resto. Por mucho que insiste en que, si venimos de invitados, hay que ser totalmente invitados, no he perdido el saber comportarse ni he cedido a su encanto con la compra. Es una mujer bastante testaruda por lo que puedo ver, seguro que no le pone las cosas fáciles a nadie, por eso debe tener ese feeling con Fer.
El camino de vuelta es mucho más tenso. Se respira una tensión en el ambiente que me pilla de nuevo y, probablemente, ella me intimida más a mí que al revés. No nos dirigimos la palabra y, al llegar a casa, baja tan rápido que me deja aún más descolocado.