Capítulo 23
Como era de imaginar, hoy me he levantado la primera y he ido a despertar a Fer porque si tenemos que ir a por los tortolitos, tenemos que ir juntos. Si alguien ha aguantado toda esta historia, hemos sido nosotros, así que nos merecemos las primicias por descontado.
A Fer no le ha costado ni dos segundos levantarse de la cama, ponerse una camiseta, porque sí, su torso está de muy buen ver, pero no hace falta ir provocando al personal, que ya suficiente necesitado está. Y en menos de tres minutos estábamos a punto de abrir la puerta mágica.
—¿Pensabais abrir sin mí? —Creo que ya he tenido una sorpresa por hoy. Melisa está despierta antes de las nueve de la mañana, imaginaos lo importante que es esto para nosotros.
—Lo hubiera grabado para ti. —Le enseño el móvil que está más que listo.
Le dejamos hacer los honores y no sé si reír o llorar por lo que ven mis ojos. ¿Creéis que una cama de matrimonio de 1,40 es pequeña? Pues, con el panorama que tengo delante, parece kilométrica. Creo que hay menos espacio entre América y Europa que entre estos dos. Vamos, que una cosa es tenerse respeto y otra pasarse. Volvemos a cerrar la puerta y ahora sí que necesito café.
—Yo la verdad es que me la cargo —digo cuando Fer posa la taza delante de mí.
—¿A quién quieres matar? —Viene toda cantarina mi queridísima hermana mayor.
—¡A ti! —grito más que enfadada—. Encima te ríes…
—No te creerás que soy tan tonta, ¿no? —Puedo empezar a ver un poco de brillo especial.
—Eres tontísima que es diferente.
—¿A caso piensas que no sabía que vendríais lo más pronto posible?
—Creo que voy a pedir explicaciones —se excusa Fer saliendo de la cocina.
—Empieza a contar —interviene Melisa que ya parece haber despertado del todo.
Si hubiese sido yo, después de tanto tiempo esperando este momento, fuegos artificiales era lo mínimo que hubiese ocurrido, hasta para escribir un libro erótico me hubiesen faltado páginas, pero estamos hablando de Lorena. De la reina del romanticismo, de su cuento de princesas y de su amor eterno. Sorprendida estoy de Jaime, dentro del grupillo parece que sepa comportarse, pero, tanto, es de admirar. Según ella, dejaremos todo en duda, solo ellos dos saben lo que realmente han pasado esta noche y o mi hermana no es de gritar mucho o lo que nos cuenta tiene bastante sentido. Besos, eso fue lo máximo que hicieron, y hablar, por supuesto. Tuvieron tiempo para decir lo que pensaban de toda esta historia y de por qué no habían dado el paso antes, pero creen que no pierden nada por intentarlo. Se conocen perfectamente y, después de tantos años, no temen porque puedan acabar mal. El miedo lo tienen a comentarlo a la familia, en cómo se lo tomarán y, más, sabiendo que Jaime vive solo y no le importaría compartir ese pisito. Pero vamos, que con Lorena paso a paso, que como la montes en la montaña rusa ya la has liado.
Me alegro, me alegro de que al menos se vayan a dar una oportunidad. Me alegro por ellos y por nosotros que vamos a poder dejar de ver todo lo que se quieren en silencio y en la distancia, un peso menos.
—Ni cara de recién follado me traes —le digo a Jaime cuando lo veo aparecer.
—Una mucho mejor —me responde con la mejor de sus sonrisas y ya poniéndole ojitos a Lorena.
—Aaah, no —intervengo—, como empecéis de este plan yo me piro.
—No sabía yo que eras un romanticón —se burla Melisa.
—Solo con tu hermana, pero, shhht, no se lo digas.
—¡Fer pon orden! —grito—. Como tenga que aguantar el amor que se respira, me doy a la bebida a la de ya.
Suerte que nos lo tomamos con humor, pero yo hablo bien en serio con esto. No voy a aguantar todo el santo día muestras de amor, ya veo que se quieren mucho, pero no hace falta restregar. Hay que tener compasión hacia los demás.
—Esta noche te dejo dormir conmigo si quieres —me contesta mi gran salvador.
—Yo también puedo ofrecerme. —Aparición estelar de Sergio.
—Sola estoy a gustito, pero gracias por la invitación —nunca hay que perder la educación.
Una hora más tarde, salimos de excursión. Sandro nos recomendó unas rutas y a los chicos les pareció buena idea. No se ha unido a nosotros porque tenía ciertos compromisos, pero prometió pasarse un día de esta semana, ya que la próxima estarán ya los papis y no será plan. De todas maneras, ahora que Lorena pasará a dormir acompañada, no creo que puedan poner pegas a que yo también lo haga, así que es mi oportunidad para alegrar mis partes.
Después de dos horas de caminata, aparecemos frente a un lago inmenso. No sé si os ha pasado alguna vez que vais andando entre montañas, caminatas que parecen no terminar nunca y, de la nada, aparece un espacio relleno de agua que no sabes ni de dónde ha salido ni cómo cabe ahí. Donde el agua está más limpia que en ningún otro lugar, más fría también, todo hay que decirlo, pero en la que te encantaría perderte durante horas. Y ahí estoy yo, que ni siquiera me he hecho la bolsa esta mañana porque volvíamos para comer y no he cogido bañador mientras observo como todos ellos se van sacando prendas para irse al agua. Si es que esto me pasa por estúpida, debía estar pensando en Sandro o en el amor que se respiraba, tenía más la cabeza en partes desnudas que en lo necesario.
—Ooh vamos, no llevo bañador —me quejo cuando Pablo y Lucas se dedican a tirarme agua helada.
—¿Cuándo te ha importado eso? —me pica mi hermana pequeña.
«Cuando llevo braguitas de la Minnie» pienso. Y es verdad que las llevo. Recordáis que dijimos que iba a ser el peor verano de nuestras vidas, el más aburrido de todos, pues, en ese momento, yo pensé coger todo lo que tenía al fondo del armario.
—Puedo asegurar que tus braguitas son mucho mejor que un bikini —Fer me chincha… «Si él supiera», pienso.
—Tengo una idea mejor —prometí que sería yo misma—. Chicos, no os importará que me meta en pelotas, ¿no?
Puedo ver la cara de sorpresa de los tres, pero no sabría descifrar con exactitud qué es lo que están pensando. Dudo que sea la primera vez que ven una mujer desnuda y yo no tengo por qué avergonzarme de mi cuerpo. Así que allá voy, me quito primero la parte de arriba porque mi sujetador sí que es de lo más glamuroso, en mi defensa diré que no tengo otros, pero, cuando voy a bajarme los pantalones y las braguitas a la vez, aparece Jaime con una toalla y me tapa.
—Acabo de dar un paso importantísimo, si no hago esto, tu hermana me mata. —Y llegó mi salvación.
—Jaime, eres un aguafiestas —se queja Sergio.
—Tú deja de pensar con la polla —le suelta Lucas que, por la cara que pone, no está muy satisfecho de sus palabras.
Acto seguido, veo que Sergio le murmura algo, se le une Pablo, pero están muy lejos de mi alcance. El resto ya ha decidido dar el baño por terminado. Teniendo piscina en casa y a mucha mejor temperatura, es un desperdicio estar aquí. Admito que. en otras circunstancias yo sería la última en querer irse, pero, después del casi espectáculo, es mejor retirarse con dignidad.