Capítulo 26
—Lorena, no sabía yo esta faceta —le vacila Fer cuando la parejita aparece en la cocina.
—Si tú supieras, hermanito —le contesta Jaime—. Aunque creo que debes ir a por Chloé… —le suelta una mirada como si quisiera decirle algo concreto— o, a este paso, haremos el picnic a la hora de cenar —prefiere añadir.
Llamadme raro, pero algo me dice que el revolcón de esta mañana no ha sido entre estos dos. De no ser porque estoy convencido de que ni Sergio ni Pablo han salido de la habitación, juraría que uno de los dos habría triunfado por la puerta grande.
¿Fer? Sigo teniendo la mosca detrás de la oreja con el tonteo que se traen, pero no voy a seguir comiéndome el tarro con esta historia. Ayer ni siquiera me contestó el mensaje, por lo que lo mejor será alejarme de toda esta movida.
La teoría me la sé, más de una carrera tendría yo a este paso, pero, cuando la veo aparecer, he suspendido la práctica en tres, dos, uno. Hoy lleva el guapo subido, algo que reafirma mi teoría de que los gritos, que bien parecían de un orgasmo, podrían ser perfectamente de ella. Dudo que se dé placer sola sabiendo que tiene compañía, así que, llamadme brujo, pero blanco y en botella. Aquí hay algo que no se nos está contando y quedan cuatro días para averiguarlo.
—Vaya, vienes tú muy reluciente. —Parece que no soy el único que se ha dado cuenta.
—Ay, Pablito, es que aquí se duerme de maravilla, te cambia hasta el cutis. —Risueña como ella sola.
—Se duerme… —añade por lo bajini Sergio.
—Se duerme —finaliza Fer.
¿Y quién se atreve a debatir con él? Nadie, porque todos sabemos las consecuencias que puede conllevar y es mejor no arriesgarse.
La tengo delante todo el camino, va hablando con Mel y Pablo y parece muy entretenida. Jaime y Lorena se han vuelto inseparables, son una especie de pack. Los envidio bastante. Siempre he creído que llegaría esa persona para mí y verlos tan compenetrados me provoca ciertas sensaciones. Se nota que están con quien deben estar, solo espero que les dure el máximo tiempo posible. No había visto a Jaime así ni con Sofía, y, eso que estuvo tiempo con ella. Como buen amigo, yo me alegro. Del que no me alegro es del cafre que tengo a mi lado que no hace más que decir tonterías durante toda la caminata. El día que consigamos que este se centre, la fiesta será descomunal.
—¿Te pasa algo? Estás muy callado —me pregunta Fer cuando nos quedamos solos.
—Nada especial, no he tenido tan buena noche como tú. —Vamos a intentar sonsacar algo.
—No te montes películas, Lucas, aún tengo un castigo en mi poder.
—¿Qué querías imponernos? ¿Una orgía? —De estos me puedo esperar cualquier cosa.
—¡Qué es Chloé, joder! —Se le ha cambiado la cara al instante—. Ella se salva del castigo.
—Vaya, tenía entendido que querías apostar con ella.
—Voy a serte sincero, —bien, algo vamos a conseguir—, Chloé es mucho más que una hermana para mí, puede parecer otra cosa, pero jamás sobrepasaría ciertos límites. Nos encanta el juego, pero no vamos a quemarnos. Si te digo esto es porque he visto como te la comes con los ojos y, como no espabiles, vas a desaprovechar una noche de orgasmos múltiples.
—¿Era ella esta mañana?
—¡Yo no he dicho nada! —Se ríe mientras se acerca al resto del grupo.
Una de dos, o se tocaba sola o estaba soñando. ¿Pensando en? Esta es mi gran incógnita, pero las aclaraciones de Fer hacen que me relaje al instante. Conozco a mi amigo y no mentiría con algo así. No hay problema entre nosotros por compartir mujeres o para hablar abiertamente de ellas, así que, si él afirma que no han traspasado la friendzone, es que no lo han hecho. Me tranquiliza a medias. La otra mitad es culpa de que nunca he sido tan lanzado como ellos, y si ella está más en su equipo que en el mío, tengo que valorar muy bien mis palabras. Mostré una persona el primer día que quizá no era, aunque me salió todo de manera natural y fluida, así que tampoco puedo decir que no fuese yo. Necesito volver a acercarme a ella, ver si lo que a mí me transmitió sigue ahí y, sobre todo, si a ella le llegó lo mismo.
Hoy se la ve relajada. Realmente los Ramírez tenían razón cuando decían que es de los nuestros porque bromas no le faltan y la autoestima parece que la tiene por las nubes. Mel es otra historia, pero sus ocurrencias nos sorprenden a todos y, para ser tan pequeña, se nota que ha tenido buenos maestros. Y a Lorena, se la ve mucho más centrada, pero también tiene sus buenos comentarios. Parecemos un grupo unido, que lleva años haciendo esta clase de cosas. Algo de lo que me alegro porque nos permite no notar la diferencia entre estar con o sin ellas.
Pasamos la tarde jugando a las cartas, creo que los juegos en esta casa deben de ser como una tradición porque tienen algo para cada día. Ya me las he ingeniado para poder sentarme a su lado en el sofá. Si quiero retomar cierto feeling, debo empezar ya o se me acabará la semana. Probablemente, después de estos días no volvamos a coincidir, a pesar de que he repetido varias veces que no soy como ellos en cuanto a los polvos esporádicos, en esta ocasión no me importaría. Chloé lo vale, creedme.
—Tres reyes más. —Pongo las tres cartas en la pila, con esos tres, habría once reyes en el montón.
—Eso es mentira. —Me mira a los ojos—. Tú a mí no puedes engañarme.
—¿Segura? —Le mantengo la mirada.
—Dos más —acaba por decir, sigue sin ser capaz de aguantármela.
Al final, es Pablo quien se acaba de comer todo el montón porque Chloé sí que decía la verdad. No sé qué es lo que le habrá hecho echarse para atrás, pero sigo pensando que la pongo nerviosa.
Cuando nuestras piernas se rozan o coloco la mano demasiado cerca de ella, veo como se tensa al instante. No sabría decir si es bueno o malo. Prefiero pensar que lo que le provoco es que se le revolucionan las hormonas.
Parece que nos pesen los días, a las doce es hora de retirarse. Sorprendentemente, no necesitamos un fiestón o alcohol en las venas para tumbarnos en nuestras camas. Fer y Chloé se han quedado abajo, hablando en el porche. Me imagino que no es la primera vez que comparten estos momentos. A veces he tenido la sensación de que se entienden perfectamente con una mirada. Y tened por seguro que no se necesita tener la misma sangre para ello. Lo que me sorprende es que no se hayan dado la oportunidad de tener algo. Cero que si no lo pruebas, no puedes saber como saldrá, y viendo como se comportan el uno con el otro, tengo mis dudas sobre si saldría mal.
Dos horas más tarde no he conseguido dormirme. Pablo y Sergio no paran de contar absurdeces y hace poco he visto como Fer se iba a su habitación, pero subía solo. Es mi oportunidad, me digo. Y con esta seguridad que no acostumbro a tener, me decido a bajar a su encuentro. Está sentada en el balancín de la terraza con un bote de helado en la mano. Parece que ya se ha puesto el pijama, puesto que va vestida igual que el día que nos recibió, y parece estar pensando en sus cosas, ni siquiera le hace caso al teléfono móvil.
—¿Molesto? —me apresuro a preguntar.
—Mmm… —La he pillado un poco desprevenida—. No, en absoluto. ¿Quieres? —Me enseña el bote de sus manos, pero mi nuevo yo, come directamente la cucharada que tenía preparada bajo su mirada de asombro.
—Delicioso. —Me relamo los labios que es donde tiene puesta su vista.
—Como tú —suelta de pronto—. Mierda, lo he dicho en voz alta. —Intenta taparse la cara con una mano.
—No respondiste a mi mensaje. —No quiero que se sienta incomoda.
—Podrías tener una foto de perfil que anunciara que eras tú.
—Cierto. ¿Me hubieses contestado?
—Claro, tengo una educación brillante. Hasta hubiera revelado con quién de los tres. —Se está sintiendo más relajada.
—Soy todo oídos.
—Ah, no, listillo. Perdiste tu oportunidad, ahora vivirás con esa duda eternamente.
—¿Qué puedo hacer para volver a ganármelo? —Pongo mi mejor cara.
—¿Estás intentando seducirme?
—¿Lo conseguiría? —Cada vez estoy más cerca de ella, mi nerviosismo no para de crecer.
—Averígualo —me tienta casi rozando sus labios con los míos. Acto seguido se levanta y se va hacia dentro exagerando su movimiento de culo con esas braguitas que encenderían a cualquiera.
¿Qué ha querido decir con eso? ¿Quiere que vaya detrás de ella? Ahora mismo me ha dejado a mil. Necesito poder tocarla, besarla, acariciarla, hacerla mía.