Capítulo 29

Chloé

No negaré que de primeras le hubiese plantado un beso, de esos que me reafirmaran que lo que busco es un puñetero revolcón y que los días de sequía me están volviendo loca. Pero ver a Lucas tan pasmado mirándonos fijamente me ha hecho detenerme antes de tiempo. ¿Por qué? Ni yo misma sabría responder a esa pregunta. Nunca he sido de las que se ve condicionada por nada ni por nadie, algo en mi interior me estará haciendo madurar. Sí, mejor llamarlo así que no asusta tanto.

—Así que tú eres el famoso Sandro. —Le tiende una cerveza Sergio.

—¿Alguien ha estado hablando de mí? —Si entramos en ésas, podemos tener un problema.

—No te creas tanto, nos hemos enterado esta mañana de que venías —anuncia la simpática de mi hermana mayor.

—De todas maneras, ¿no vas a presentar? —me incita Pablo.

—Oh, sí, claro, perdona. —Mis ojos siguen puestos en una única persona—. Sergio, Pablo y… Lucas —hago una pausa, porque tal y como me está mirando, me cuesta incluso pronunciar su nombre.

—¿Y él es? —puedo notar el resquemor en su pregunta.

—¡Sandro! —exclama Melisa intentando romper la tensión que se respira.

—Hasta ahí habíamos llegado listilla —se ríe Sergio.

—No hay más que saber, un amigo —aclara la otra de mis hermanas.

—Vaya, un amigo… —murmulla Sandro y, desgraciadamente, no solo yo he oído ese comentario.

Afortunadamente, la cena pasa sin altercados, una más entre bromas, risas y anécdotas. Podríamos escribir todo un libro con la de historias que se han contado esta semana. Pero, como todos sabemos, hay acontecimientos que no se pueden hacer públicos. Hemos vuelto a cambiar los sitios en la mesa, casi lo prefiero porque si llego a tener a Sandro a un lado y a Lucas al otro, soy capaz de beberme hasta el agua de los jarrones de las flores. Lucas se ha puesto en diagonal y, aunque tengo la sensación de tener su mirada clavada en mí, estoy convencida de que solo son suposiciones. Posiblemente, porque eso sería lo que me gustaría, lo admito.

Con Sandro todo es muy fácil, nos entendemos muy bien y me sigue mucho el rollo. Supongo que es consciente de que él espera más de lo que yo le daría, pero somos adultos y yo siempre he sido sincera con él. Me encantaría enamorarme de un chico como él, pero las cosas no nacen solas; quizá, con el tiempo, puedo aprender a quererlo así. Ha estado pendiente de mí todo el rato y se ha sentido cómodo con todos o casi todos, puesto que no me han pasado desapercibidas las pullas que le ha ido soltando mi otro amigo.

—Hoy vamos a jugar a la botella —se adelanta Melisa depositando una bandeja con copas en medio de la terraza.

—Claro, volvamos al instituto —se burla Sergio, que será gracioso a veces, pero dos tortas yo le daba.

—A ver, inteligencia, ¿tú crees que aquí mis cuatro hermanos me dejarían besar a un sapo como tú?

—¿Me has llamado sapo? —Va a tener que hacer terapia al volver, el resto no puede contener la risa.

—Entre nosotros jugamos confesando secretos —prefiere aclarar Jaime antes de que se avecine una guerra entre esos dos.

—Si tienen que ser secretos nuevos, Chloé y yo lo tenemos chungo —añade Fer.

—¿Pero secretos nuestros o pueden ser de otros? —indaga Pablo.

Up to you —le digo—. La persona que hace girar la botella puede decidir sobre quién quiere que confiese el otro o hacerle cualquier pregunta.

—Interesante —suelta Sandro.

Y nada más que añadir. A la vista está que a estos es fácil enredarlos con cualquier cosa, ya sea un partido de deporte como una partida de cartas, como una noche de sexo.

A mí este juego no me entusiasma demasiado. No es que guarde muchos secretos en mi vida y, quitando a los intrusos, podría afirmar que mis hermanas y los Ramírez están al corriente de todos los detalles de mi vida. Exceptuando, claro está, todo lo que me puede dar placer en la cama. Hay que preservar la intimidad en algunas ocasiones y no me apetece escandalizar a cierta puritana.

El primero en hacerla girar es Fer, le hemos dejado el privilegio por ser el mayor y porque tenía que dar ejemplo a toda su tropa ¿Gafe? Ese era un adjetivo que todavía no había considerado propio de mi descripción.

—Vaya, a ver que te pido yo con lo que puedas sorprenderme —me reta con la mirada—. No voy a ser cruel, de momento — aclara—. Así que, ¿follarías con más de uno de esta habitación?

—Obvio —suelto risueña, me lo ha puesto demasiado fácil.

—¿Con cuántos? —pregunta Sandro.

—¿Con quién? —Lucas a la vez.

—Señoritos, las reglas del juego, solo una pregunta o un secreto por turno —me hago la interesante.

Suerte que acto seguido me dan un poco de tregua. Hay preguntas varias y secretos oscuros de algunos de los chicos, no de los que a mí me interesan, pero es entretenido. Lorena y Jaime han tenido que confesar muchas cosas, y ponerlos en ese aprieto me encanta. Demasiados años nos han hecho sufrir ya como para que ahora se mantengan calladitos. Luego, si para mí Fer era el Dios de las mujeres, creo que en su séquito tiene competencia porque vaya cola traen Pablo y Sergio, lo que daría yo por unas vacaciones en una casa con tíos como estos.

Pablo gira la botella y por primera vez en la noche repara en Lucas.

—Por fin —suelta su amigo—, podría pedir un secreto, pero los conoceré casi todos. ¿Pediste la cena con Chloé con otras intenciones que cenar? —Pam, se abrió la caja de Pandora.

—Eres un capullo —le contesta—, quiero conocerla.

—¿Íntimamente? —indaga Fer.

—Creía que era solo una pregunta. Me toca.

Yo quería conocer esa respuesta. Mierda. Eso me hace saber que la cena va a tener lugar. Tengo todavía días para escaquearme y más cuando no solemos cumplir siempre estos estúpidos juegos, pero paso a paso. La botella para en Sandro. No si toda la noche tranquilita para esto.

—¿Vas a dormir en esta casa hoy?

—¿Dormir? Espero que hayas traído tapones, no veáis como grita Chloé en la cama. —El alcohol está haciendo demasiado efecto.

—¿No podías limitarte a contestar sí o no? —me enfado.

—Vamos, peque, estamos en confianza —se acerca a mí.

—¿La peque no era yo? —intenta quitar hierro al asunto la pequeña.

—No te enfades, ya te teníamos por una leona —sigue Fer.

—Te toca —le tiendo la botella.

Que sí, que está muy bien, los borrachos dicen la verdad, pero con estos juegos de por medio hay que saberse controlar. No hacía falta ningún detalle sobre mi vida sexual. Es más, la pregunta era para él y se la han puesto muy fácil, era una respuesta cerrada, no una abierta que daba paso a una redacción de Chloé y el sexo. Pero no os preocupéis, que la cosa sigue.

—Tendría demasiadas, ¿por qué te molesta mi presencia?

¿Qué es eso de la cena con Chloé? ¿Qué te importa si duermo o no aquí?...

—Pues elige una rapidito, que no tenemos toda la noche.

—Podrían estar tirándose cuchillos si quisieran.

—¿Has tenido fantasías sexuales con mi chica?

—¿Mi chica? —saltamos las tres Prieto a la vez.

—Es un decir, seguro que ha entendido de quien hablo —se defiende él.

—Sí —contesta Lucas.

—¿Cómoooo? —Me giro directamente hacía él.

—Chloé, solo una pregunta —me riñe Fer.

Claro está que ellos se lo están pasando en grande, esto es mejor que cualquier programa de prensa rosa de la tele. Pero y dale, que no hemos tenido suficiente.

—¿Te lo vas a tirar esta noche? —me pregunta Lucas.

—¿Es que no hay otro tema posible? —me quejo.

—No más interesante que este —se ríe Pablo.

—Ya contesto yo, cariño. Te la han puesto muy fácil. Claro —dice tan ancho y lo único que tengo ganas es de estrangularlo, por el «cariño», por el vacile, por la respuesta… por todo—. Te robo el turno de contestar.

—Esta botella esta amañada, podéis sacarla de esta zona. —No es posible que solo juguemos los tres.

—¿Te interesa este capullo? —me pregunta Sandro señalando a Lucas.

—¿Cómo me has llamado? —Se levanta el aludido.

—Mira que querer meterse en una relación… —Se pone de frente el otro.

—Se acabó —pone orden Fer—, hemos bebido demasiado. Ni vosotros tenéis una relación —le aclara a Sandro—, ni él es un capullo —señala a Lucas.

—No me ha contestado —sigue Sandro.

—Ni falta que hace, no hay ningún capullo presente. —Hasta aquí hemos llegado.

Después de eso es mejor dar por finalizado el tinglado aquí montado porque, a este ritmo, no solo nos encontraremos en medio de una pelea, sino que no me hago responsable de todo lo que pueda salir por la boca de cada uno. Hay quien prefiere estar al margen de todo esto, yo prefiero desaparecer cuanto antes. Y eso hago, con la mala suerte de que, efectivamente, le dije a Sandro que se quedara a dormir.

—Vamos a dormir —le advierto cuando cierra la puerta de mi habitación.

—Lo que tú quieras amor —me suelta intentándome dar un beso en los labios.

—¿Por qué estás tan cariñoso?

—Porque quiero estar contigo, eso ya lo sabes.

—Sandro, sabes que no vamos a tener más de lo que teníamos, que a mí ya me parece bien, pero hoy necesitas dormir la mona.

—Te gusta más que yo, ¿verdad? —Sí, estará borracho, pero tonto no es.

—No lo sé —no tengo porque mentirle—, no lo conozco.

—Avísame si no te da lo que necesitas.

Puede aparentar ser muy machito, pero es un trozo de pan. Ha querido marcar territorio, bien sabe que estoy a gusto con él, pero lo intentamos y no funcionó, así que sabe asumir la derrota. Me encantaría poder conservar cierta relación, y visto que me voy a quedar sin el polvo esperado, es mejor acurrucarse y dormir, que también es necesario.