Capítulo 32
Maldito Fer interrumpiendo. No sé que más le hubiera dicho, ya que ya me había disculpado y, según mis grandes amigos, no ha habido festival esta noche, tampoco soy yo quien para preguntar eso, pero era una conversación para empezar bien el día. En fin, que ayer mucho ofrecerse a ayudar y hoy ya empezando a joder los planes antes de tiempo.
Mirándolo bien, si nos ha interrumpido para ir a la piscina, voto para que nos pasemos el día aquí y pueda tener estas vistas a todas horas. Quizás entonces me iré con una imagen bien clara para Barcelona de lo que es esta mujer. Confieso que hemos estado con mujeres espectaculares, ya no por mí, sino por todo el grupo que formamos, no nos faltan acercamientos con lo mejor de la noche, así que he visto, incluso, buenas modelos en paños menores paseándose por casa. Pero lo de Chloé me supera, ya no sé si es por lo guapa que es, el cuerpo que tiene o por lo que me transmite su presencia. Seguramente, sea el cómputo de todo junto, pero es impresionante.
—Yo me pido escoger el vino —decide Chloé—. El resto de la comida os la cedo.
—No pienses que voy a cocinar solito —le replica Jaime.
—Yo te ayudo —me ofrezco. Tampoco tengo ganas de más piques en nuestra presencia.
Hoy han decidido que no sea un día muy completo, puesto que mañana nos esperan horas en la carretera y tampoco es plan de empezarlas agotados. Tampoco sé si prevén que la noche sea larga o si tienen intenciones de hacer algo especial. Estamos acostumbrados a darlo todo el último día, pero, claro, aquí va a ser un poco complicado. Por el momento, es mejor que reine la paz y que aprovechemos las últimas horas de tranquilidad. Eso significa que, después de comer, tumbarse será el plan por excelencia.
En la mesa ya es la tercera vez que cambiamos los sitios, pero yo sigo teniendo a Chloé al lado, así que aprovecho cualquier momento para poder tener un roce con ella. No sé si me gusta o me inquieta que se tense un poco con ese contacto, pero, sea lo que sea, me conformo con producirle algo.
—Un brindis en la última comida ¿no? —propone Pablo.
—Ya brindaremos con las copas esta noche —le responde Mel.
—Que tocapelotas eres —le reprende la mayor—. Un brindis nunca está de más.
—Solo quería brindar por la buena semana que hemos pasado —anuncia.
—Y porque podamos volver a coincidir —sigue Sergio echándole una mirada a Chloé ahora que la tiene delante.
Brindamos todos y, cuando me giro para brindar con Chloé, le digo: «Pero mirándonos a los ojos, ¿no?». Puedo ver como traga con dificultad; eso sí, se ha bebido la copa de vino de golpe.
El resto de la comida es tranquila, los hermanos aprovechan para informarnos de cómo están los preparativos de la fiesta de fin de verano de su vuelta, que, al parecer, va a tomar el relevo Sergio. Esta fiesta es legendaria para nosotros. Pasamos una semana juntos en Tarifa, luego cada uno hace de su verano lo que le place, ahora bien, la última noche antes de volver a la rutina es sagrada y el fiestón que se monta lo corrobora. El otro día ya invitaron a las Prieto a venir y eso sí que va a ser digno de presenciar. Que Jaime presente a Lorena en sociedad ya puede ser un gran acontecimiento, pero conociendo a Alex, Carlos y Quique, no quiero ni pensar lo que dirán o harán cuando vean a Chloé. Mejor que Fer se vaya preparando por si las moscas, que estos sí que son capaces de sacarlo todo a relucir.
Jaime y Lorena han preferido retirarse a la habitación de ella. Mañana llegan sus padres y, como todavía no se han planteado cómo contarlo ni cómo se lo van a tomar, prefieren aprovechar sus últimos momentos, por si acaso. Ya son mayorcitos, pero es comprensible con la amistad que hay de por medio. Bueno, la verdad, creo que es más por el respeto de estar todos bajo el mismo techo, seguro que a su vuelta pueden disfrutar de su relación de lo más normal. Mel también se ha retirado, quería aprovechar para hablar con todos los suyos ahora que tiene el teléfono.
—¿Alguien quiere un digestivo? —propone Fer antes de que se quede solo.
—Yo —le responde Chloé—. Te espero en las tumbonas.
—¿Eso significa privacidad? —Suerte que Pablo piensa, a veces, como yo.
—En absoluto —contesta Fer—. ¿Os animáis?
—Un digestivo —es la respuesta de Sergio.
Mientras los prepara, es muy consciente de que Chloé quería más intimidad de la que nos ha vendido él, pero Fer es un buen amigo y sabe como soy. Sabe también lo que me cuestan ciertas situaciones y, aunque espero no tener que llegar nunca a los extremos que he presenciado de Jaime con Lorena, necesito empujoncitos. Por ello, me ha dado la copa de Chloé y me ha invitado a que sea yo quien se la lleve fuera, ellos van a tardar un poco más.
—Aquí tienes —le ofrezco sentándome en la misma tumbona donde ella ya estaba estirada.
—De Fer tienes poco, —se incorpora un poco—, pero gracias.
—Le da un sorbo.
—Antes nos hemos quedado a medias —empiezo.
—Yo nunca me quedo a medias… —suelta de repente—. Perdón perdón, era demasiado fácil. —No sé si me gusta más que las suelte sin pensar o que se ponga roja después.
—Me alegra saberlo… Repito, siento lo de ayer, las formas —le aclaro.
—¿Las preguntas no?
—No voy a mentir, me hubiese gustado saber si ibas a dormir con él o no. —Si se ha dado cuenta toda la casa, poco tengo que ocultar ya.
—Pues dormir he dormido mucho y bien… —contesta con una sonrisa queriéndome transmitir paz—. Yo quiero saber eso de las fantasías sexuales.
—Yo dije sí a que había entendido de quien hablaba, vosotros decidisteis que esa era la respuesta a su pregunta —esquivar siempre se me ha dado bien.
—O sea, que no las has tenido. —Parece un poco desilusionada.
—Yo no he dicho eso, ¿te interesa a ti «ese capullo»? — Hago el gesto de comillas con las manos, porque ni por asomo me considero tal persona.
—Si me presento a esa cena, podrás obtener tu respuesta —me dice mucho más cerca de lo que estábamos.
Acto seguido, vuelve a tumbarse en la tumbona y, a pesar de que me encantaría poder tumbarme en la misma que ella, he entendido el mensaje a la perfección. En cuanto me levanto, veo como va saliendo el resto, Chloé vuelve a intervenir.
—Podrías haberte estirado conmigo, si te quedas en la de al lado me vale. —Y vuelve a colocarse sus gafas de sol.
Estas cosas no hace falta que me las repitan dos veces, sé que en cuanto estemos todos, no voy a ser yo quien acapare la atención, pero, al menos, voy a poder mirarla de reojo de vez en cuando.