Capítulo 35

Chloé

Si Fer está en el ajo con lo de la cena, es que realmente no voy a tener escapatoria, que este es capaz de venir y sacarme de mi casa a rastras. No lo entiendo, nunca ha querido presentarme a sus amigos para que no me acercara a ellos de esta manera, y, ahora, él mismo me incita a que tenga un momento de intimidad con uno de ellos. Vale que a simple vista parece que le faltan marchas, pero convencida estoy de que le sobran maestros.

La última cena, que mal suena esto, y por arte de magia solo quedan dos sitios en el centro, uno frente al otro. Paso de meterme entre los dos Ramírez, sé de sobra que es lo que espera Fer para poder tenerme controlada, así que mi sitio será entre Pablo y Sergio, total, si ya me estoy ganando un sermón, vamos a pasarlo bien.

Están contando un poco sus planes para la vuelta, a la mayoría todavía les quedan vacaciones y, por lo visto, son incapaces de estar quietos. Cuando Lucas empieza a decir que se va a ir unos días a ver a sus padres a Las Canarias, no puedo evitar estirar el pie por debajo de la mesa y colocarlo entre sus piernas. Lleva pantalones, lo que fastidia el tacto, eso no implica que no pueda seguir la caricia por encima de sus tejanos y ir subiendo. Tendríais que verle la cara, a él, y la que me está poniendo Fer porque sabe perfectamente lo que estoy haciendo.

—Así que Canarias... —Me muerdo el labio inferior—. Siempre he querido ir, el acento canario me… —Intensifico mi caricia con el pie.

—Yo te llevo cuando quieras —me corta y, por un momento, creo que me está siguiendo el juego—. Voy a por otra cerveza, —se levanta de inmediato—, ¿alguien quiere?

—Chloé estate quietecita —me riñe Fer y veo como todos se centran en mí.

—Ahora entiendo su cara de nerviosismo —se ríe Pablo.

—Vale, vale, ya me comporto… entonces pásame el vino. —Cuando me lo acerca, bebo directamente de la botella mirando fijamente a Lucas que ya está volviendo de la cocina.

A su vuelta, retomamos la conversación mucho más aburridos, si no me dejan ponerle nervioso, ya no tiene gracia. Suerte tengo de la botella de vino, vamos a ser grandes amigos esta noche. Probablemente, debería controlarme, pero sabiendo que en esta casa no va a pasarme nada malo, tampoco tengo porqué.

Me da una pereza que mañana ya estén mis padres por aquí, no es que se metan mucho en nuestra rutina, sin embargo, no será lo mismo que la semana que acabamos de pasar. Es como cuando te ibas de campamentos, que en una semana vivías tantas emociones que, luego, volver a casa era realmente duro. Lo sé, a veces puedo ser una dramática, pero si os habéis ido de colonias, seguro que entendéis este sentimiento. Si es que en una semana siempre pasan tantas cosas y creas vínculos tan fuertes que luego parece que todo sea mentira.

Copa en mano, me desmarco del grupo porque me apetece tener un momento para mí y contestar los tantísimos mensajes que he ido posponiendo. No tendré tantos como mi hermana la popular, pero debo contestar a mis amigos si vuelvo la semana que viene. Que luego será tarde y me quedaré sin planes a mi regreso, algo que quiero evitar a toda costa. Odio estar en casa sin hacer nada y después de una semana en el monte, mejor tener una vuelta movidita. A veces nos abstraemos tanto con el móvil que el tiempo pasa volando y, sin darme cuenta, ha pasado más de una hora cuando Fer sale en mi busca.

—Aquí la anfitriona que tanto decía estar por sus invitados, ausentándose en su última noche.

—Perdón, he salido a contestar unos mensajes y se me ha pasado. —En definitiva, es la verdad.

—Y no tendrá nada que ver que te haya frenado el toque de cojones a Lucas, ¿no?

—Me has aguado la fiesta, este hombre se pone nervioso demasiado rápido. —Veo entonces que le escribe un mensaje para que salga—. ¿Qué haces?

—Ya sabes que a mí las medias tintas no me van.

—Fer, no estoy borracha —me quejo—. Al menos que me traiga otra copa.

—Aquí la tienes —me dice Lucas al llegar—. Suficientemente cargada según tu hermana.

—Si el barómetro lo ha puesto Lorena, esto es aguachirri — me sigo quejando.

—No, tu hermana Mel. Y bueno, ya has recortado el tiempo de nuestra cena y, encima, mi última noche y ni la pasas con nosotros. —Pero ¿este es tímido o lanzado?

—Eso le estaba diciendo, que mucho intentar ponerte nervioso, pero luego… —Vaya, que Fer está graciosillo esta noche.

—Sí, tiene una pierna muy larga —bromea el otro.

—Oye, ya, que ya veo que me echáis mucho de menos, será que soy el alma de la fiesta —voy a empezar por tirarme flores a mi misma—. ¿Una buena semana? —y seguiré por hacer de correcta anfitriona.

—Tú dirás —se adelanta Fer—.Le debes un retrato desnudo, él a ti, un viaje a Canarias, y entre los dos una cena…

—Veo que tengo muchos planes organizados. —Si quiere le doy mi agenda y que vaya anotando.

—De hecho, ambos me debéis un castigo, perdisteis al Party.

—Algo le ha picado a este hoy.

—Dijiste que sería para los tres chicos —interviene Lucas al fin.

—Sí, si quieres me monto una orgía con los tres, porque ya me dirás tú que tenías pensado si no.

—Con que cenes con uno me vale, no quieras que me dé un infarto antes de tiempo. —Suerte tengo que aún le quede alguna neurona—. Os dejo a solas un rato.

Si Fer intenta hacer de celestina, mal vamos. A mí se me daría realmente mal, pero él me gana con creces. Cuando no se sirve para algo, es mejor no ponerle mucho empeño y, ahora mismo, lo último que era necesario es que nos dejara a solas. No tenemos nada que decirnos o, quizás, nos diríamos muchas cosas, pero no en este momento, no en este lugar. Además, ya he visto que no le ha sentado muy bien que tenga planes poscena, vamos, no me jodáis, ¿quién no lo ha hecho nunca? Siempre hay que tener un plan B por si las cosas salen mal o no salen como esperabas. Eso es como la primera regla en un círculo de amigas, que sepan sacarte de un apuro. Si no me siento cómoda, puedo retirarme con la excusa de que tenía planes. Ahora bien, parece que no le ha sentado como esperaba. Ya veremos. Que todavía queda mucho para ello y aún estoy a tiempo de rajarme.

—¿Vamos dentro? —Yo así, con esta tensión y mis nervios no puedo.

—¿Por qué siempre intentas evitarme? —Vaya, ahora le ha dado por ser directo.

—No es eso… es que… —¿En serio ahora me voy a quedar sin palabras?

—¿Puedes no estar nerviosa? No sé qué te he hecho, tenía entendido que no eras así.

—¿Puedes no intimidarme? Espera, ¿cómo que tenías entendido? ¿Fer os ha hablado de mí?

—Claro, la niña de sus ojos.

—Dudo que él haya dicho eso. Como mucho, su hermana pequeña.

—Para nada te ve él como una hermana. —Este rumbo no acaba de convencerme.

—¿Cómo qué no? ¿Y cómo me ve? —La curiosidad mato al gato.

—¿Te interesa? ¿Y qué gano yo confesando sus pecados? — Parece que tampoco es tonto.

—Claro que me interesa, empieza a soltar, ganas lo que quieras.

—Información sobre Fer es mucho más que poder.

—Vaya, cualquiera diría que te gusta Fer…

—Aaaah, no, no, en absoluto, no me líes ahora, ¿qué sabes?

—¡Chicos queréis hacer el favor de entrar! —grita mi oportuna hermana Lorena.

—Lo siento, nos reclaman. —Me suelta con una sonrisa pícara antes de levantarse y dirigirse dentro.

Yo os juro que me la cargo. No sé si era mentira, si se estaba riendo de mí o de verdad había algo, pero, que ella no pudiera mantener una conversación decente con Jaime, no quiere decir que yo tenga que jorobarme de un momento a solas con Lucas. Mira que se lo había puesto fácil, le había ofrecido lo que él quisiera a cambio de esa información, y ni así me ha dicho nada relevante. Cada vez tengo más claro que vamos en direcciones demasiado distintas. Sin embargo, algo me dice que no puedo quedarme con todas las dudas que me ha provocado su presencia, debo investigar un poco qué significa todo esto, por mucho que me parezca menos sano que la dieta que llevo, tengo que saber qué me quieren decir todas estas sensaciones en mí. Al levantarme, creo que el alcohol está empezando a hacer efecto, entre las cervezas precena, el vino cenando y el par de copas que llevo ya, esto no pinta muy bien.