Capítulo 39

Chloé

Sé de sobra que me he comportado como una niña pequeña, no hace falta que nadie venga a darme lecciones de ningún tipo. Que mi hermana se cree con mucho derecho cuando fuimos nosotros quien tuvimos que ponerla en un aprieto para que diera un paso hacia delante. Yo no soy así, no me escondo nunca de mis actos, el problema es que nunca tengo este tipo de actuaciones. Me guío mucho por impulsos y soy bastante inconsciente a veces, no le hago mal a nadie, sin embargo, la actitud que tuve ayer no es la mía y, por eso mismo, esta mañana no me apetecía dar la cara. ¿Que no tendría que haberme quedado en mi habitación? Pues claro que no, pero a lo hecho, pecho y se acabó.

Además, la sonrisa que se me acaba de poner sabiendo que la cena sigue en pie no tiene precio. Si ya estoy así por una cena, no quiero imaginarme el resto. Y si este quiere seguir cenando después de lo que ha presenciado, está mucho más loco de lo que creía.

—¿Has terminado ya con tu comportamiento infantil? — invade Fer mi privacidad.

—Sabes… nunca dejamos de ser niños, solo aprendemos a actuar en público.

—Pues a ver si aprendes rapidito, que al final voy a arrepentirme de presentarte a según quién.

—Tranquilo, esto es el maldito aire del campo, al volver se me habrá quitado toda la tontería. —O eso quiero pensar yo.

—No espero menos, te voy a presentar en sociedad. Es la primera vez que venís a la fiesta final de verano, ahora, te voy a tener controlada.

—No me tientes, voy a espantar a todas tus fans…

—Más te vale que yo no tenga que espantar a nadie y, ahora, deja de hacerte la remolona y levanta tu bonito culo para ayudar a recoger.

—¿Has dicho bonito culo? ¿Desde cuándo me lo miras tú? —le digo entre risas mientras salimos de la habitación.

Tiene razón, podría haberme hecho un poco más la tristona y quedarme más tiempo aquí encerrada. Salir cuando ya estuviera todo en orden o, incluso, cuando mis padres estuviesen de vuelta. Será que me siento demasiado culpable por todo que ni me apetece rechistar ni oponerme ni nada. Somos un equipo y un equipo para todo, por lo que si hay que limpiar, también limpiamos juntos. No es que la casa estuviese hecha un desastre, no nos ha dado para tanto y menos aún cuando tampoco éramos multitud, pero no está de más tenerla presentable para que cuando vuelvan nos evitemos un sermón. Que mi madre es capaz de encontrar polvo donde no lo hay. También es cierto que queda solo una semana, así que, si hoy ya dejamos ciertas cosas listas, en cinco días va a ser menos duro recogerlo todo.

No visualizo el día de poder salir de aquí, de poder volver a casa de verdad. Un mes se hace demasiado largo y, aunque la compañía ha sido realmente buena, podríamos haberlo concentrado en dos semanas. En definitiva, no nos ha cambiado la vida, por lo que no era necesaria tanta desconexión. Entre hermanas ya estamos suficientemente unidas, si piensan que ahora vamos a volver siendo más uña y carne y haciendo todos los planes juntas, es que tampoco nos conocen. Las quiero mucho, de eso no hay ninguna duda, pero respetamos el espacio de cada una. De todas maneras, si lo pienso, alguna que otra fiesta sí que vamos a compartir, y si Lorena sigue con Jaime a su vuelta, a ver si se anima y podemos tomar algo más a menudo los cuatro o los cinco, que la pequeña ya está en proceso de crecimiento.

Como soy muy lista, me he apropiado recoger el comedor. Teniendo en cuenta que hemos comido y cenado todos los días en el porche y que casi no hemos estado dentro, seguro que es el sitio donde menos mierda hay. Y suerte la mía que ninguno ha querido replicar.

A las dos del mediodía está todo listo y nuestros padres están entrando por la puerta. Agradezco que se haya apartado mi tema y que lo único que hayamos oído esta mañana haya sido la lista de reproducción de Jaime. Hemos aprovechado también para preparar la comida, era evidente que hoy íbamos a comer todos juntos. Bueno hemos, los queridísimos hermanos Ramírez se han ofrecido a ello.

—Vaya, sabiendo que nos recibís así, nos vamos a ir más a menudo —comenta mi madre al vernos a todos en la entrada.

—No te confíes, que aquí estamos abducidas —le responde la pequeña de la casa.

Dejamos que se instalen un poco y nos sentamos a comer. Espero no ser yo la que meta la pata, pero, como tarden mucho en soltar el bombazo, sé de una que también pondrá las cartas sobre la mesa. Nos cuentan un poco el viaje, tampoco mucho, ya que se supone que en algún momento nos van a poner las trescientas mil fotos que habrán hecho. Sí, a mi padre le encanta fotografiarlo absolutamente todo cuando sale de la ciudad. En parte, puedo entenderlo, luego es una manera de revivir la experiencia o de poder ser conscientes de todo lo que se presenció, pero podría abstenerse de algunas de ellas.

—Y vosotros ¿qué tal? —pregunta Carmen, la madre de los Ramírez—. Conocisteis a Sergio, Pablo y Lucas, ¿no?

—Chloé los conoció muy bien —suelta Melisa y se gana una colleja de las buenas—. Es broma papá, quita esa cara. —Saben que no soy una santa, aunque tampoco hay que recordarlo.

—Son muy buenos chicos. —A veces alucino con lo engañada que está Carmen con sus hijos en es aspecto solo.

—Mamá, por favor —se queja Fer que sabe cómo puede acabar esto—. Ha estado bien, las chicas van a venir a la fiesta de fin de verano.

—¿Y las vas a controlar tú? —interviene su padre.

—Por eso no os preocupéis —dice seguro Fer—, yo me encargo de Mel y Chloé.

—¿Y Lorena? —Al menos su padre es consciente de lo que puede pasar en una fiesta como esa.

—De ella me puedo encargar yo —aclara Jaime—, que hay algo que os tenemos que contar. —Y yo que pensaba que las riendas en esto las iba a coger ella.

—Vosotros diréis —les invita Carmen.

—Pues… vamos a darnos una oportunidad. —Nunca hemos sido de andarnos con rodeos.

—¡Ya era hora! —nos sobresalta de repente mi padre—. No sabéis cuánto tiempo hace que esperábamos estas palabras. —A Mel y a mí ya se nos escapa la risa.

—¿En serio, papá? —se medio enfada la mayor.

—A ver, hija, que hemos tenido vuestra edad, y lo vuestro era mucho más que evidente, ya no sabíamos ni cómo hacerlo —hasta mi madre está a favor.

—Al parecer, aquí, los únicos idiotas eráis vosotros —les suelta Mel.

—Ahora sí que hay motivo por el que brindar —sentencia el Sr. Ramírez.

Después del notición, no han querido indagar mucho en cómo ha sido todo. Al parecer, tenían más ganas ellos de que pasara que los propios tortolitos. Y pensar qué mi hermana lleva tanto tiempo frenada en parte por lo que pudieran pensar en casa… Yo estaba convencida de que la inteligencia se la había quedado toda ella, a día de hoy, estoy empezando a tener mis dudas. Ahora Mel y yo nos lo pasamos en grande, porque todas las pullas que les están tirando son dignas de una comedia. Y Fer, por su parte, tiene que aguantar la risa por el respeto que le tiene a su hermano, porque ver a Jaime de esta guisa sí que no tiene precio. Entendedme, Jaime siempre ha sido muy seguro de sí mismo, conoce perfectamente su potencial y siempre se ha sacado partido, pero, ahora, lo tenéis aquí que parece más un perrito inofensivo que otra cosa. Ya dicen que el amor atonta, no pensaba que tanto, sin embargo, aquí tengo el claro ejemplo. Si me tengo que volver como él, prefiero quedarme eternamente soltera y seguir disfrutando todo lo que pueda.

De todas maneras, esta relación va a avanzar a pasos agigantados, tienen que recuperar todo el tiempo que han perdido por estúpidos y, además, no necesitan pasar por las trescientas mil etapas que supone conocer a una persona, se han visto en pañales, no hay mucho más que añadir. Lorena siempre se empeña en tomarse las cosas con calma, pero mis padres ya le han invitado a irse de casa en cuanto han tenido la oportunidad. Jaime encantado de poder compartir piso con ella, quiere respetar lo que ella prefiera, pero ganas no le faltan. Así que mucho me temo que esto va a ir viento en popa con la quinta puesta. Tanto es así, que ya les han dejado compartir habitación esta última semana. No es que sean padres antiguos, pero estando todos juntos quizás hubieran preferido cierta distancia. Ahora bien, si les dan permiso, no van a ser ellos los que se opongan.

—Han llegado bien —me comenta Fer ahora que nos hemos retirado para tumbarnos un rato.

—No empieces. —Sé lo que va a suponerme esta semana si ya me hace este tipo de comentarios.

—Vamos, Chloé, tengamos una conversación seria —me dice con una sonrisa—. De verdad que quiero entender qué has sentido.

—Deja de reírte de mí, —le tiro el cojín—, y ayúdame a encontrar mi cordura.

—No, en serio, ¿te ha gustado?

—Claro que me ha gustado. ¿Tú lo has visto?

—Sabes que no me refiero a eso, la lista de chicos que te gustan es infinita, aunque espero seguir estando en el número uno.

—Me guiña el ojo—. Nunca pensé que caerías tan pronto.

—No he caído en ningún sitio —me defiendo—, y siempre vas a ser el número uno. Visto cómo se lo han tomado, ¿qué tal si les damos otra noticia? —Me incorporo levantando varias veces las cejas.

—Lo nuestro sería más un susto —se ríe—. Así que no te molesta si le presento otra amiga…

—Puedes presentarle a quien quieras. —Si piensa que conmigo le va a funcionar esto, mal vamos.

—Lo haré, una vez haya pasado esa cena —me informa.

—¿Voy a tener que ir? —Le pongo mi cara de niña buena.

—No hay opción, si luego no quieres nada, no insistiré más, pero tu comportamiento con él es distinto y quiero saber por qué.

—A mí también me gustaría saberlo, si me pierdo, espero que me hagas encontrarme siempre.

—Eso es que se te remueven las mariposas y, tranquila, yo siempre voy a estar ahí.

De eso no tengo ninguna duda, como tampoco la tengo de que mi comportamiento hacia ese hombre no es el que estoy acostumbrada a tener y debo encontrar el motivo. Lo mejor será ponernos un maratón de The good wife y que podamos desconectar un rato.

¿Creéis que es por mi falta de sexo? Es decir, a veces tu cuerpo se acostumbra tanto a algo que, cuando no lo tiene, debe generar otras hormonas que le provocan reacciones distintas. Quizás, en mi caso, eso es lo que ha sucedido, que me ha llevado al otro extremo al dejar de darle mambo. Pensaré en ello el viernes cuando vuelva, quizás estoy a tiempo de solucionarlo antes de enfrentarme cara a cara con Lucas. Y no, hacerlo sola no es una opción. Claro que me gusta darme placer y más si imagino alguna situación que me excita, pero, en este caso, no resolvería el problemón con el que me estoy imaginando, eso creo que solo lo arregla una sesión de sexo del bueno, con un gran empotrador, a poder ser.