Capítulo 49

Lucas

Me apetecía un montón ir a esa cena, tanto tiempo hablando de ello para nada. Tampoco me arrepiento de mi plan alternativo, la familia será siempre lo primero en mi lista de prioridades y está bien que mi sobrinita no tenga que estar todo el día en el hospital o con sus abuelos maternos, que pueda distraerse conmigo un rato, seguro que le alegra mucho. He tenido que esperar a que estuviera dormida y no sé cuántos cuentos le he contado para ello, creo que me ha faltado poco para quedarme frito yo también.

Así que, reponiendo un poco las fuerzas, he llegado bien a casa los Ramírez y solo con salir del coche ya puedo oír la que tienen ahí montada. Me adentro en el jardín después de saludar a un par de amigos y, como si de una conexión se tratase, no tardo nada en reparar en Chloé. Vale, una conexión y todo el barullo que hay a su alrededor. Me acerco para saber qué está pasando y no es otra que su hermana pequeña la que me pone al día.

—Sergio y Chloé en una partida de billar con premio. Además, apuestan Jaime contra Pablo y nosotras contra Álex y Quique.

—¿Chloé sabe que Sergio se ha tirado muchas horas al billar?

—Y ella precisamente no tiene mucha pinta, añadiendo que tal y como va vestida, más difícil lo tiene.

—Otro que va a favor de Sergio —salta de repente Mel y todas las miradas se giran hacia mí.

Veo que la mirada de Chloé repara en la mía y, por un momento, el resto de los presentes deja de existir.

—Yo acepto esa, voy con mi pequeña —interviene Fer.

Vaya, si Fer apuesta por ella, es que sabe lo que hace. De todas maneras, con solo como me está mirando, aceptaría cualquier cosa que me pidiera esta noche. Bueno, mientras, para el espectáculo, voy a necesitar una copa y cargadita a poder ser, porque como me vuelva a poner el culo en pompa en mi dirección, no solo me van a sobrar prendas.

En la primera tirada, Chloé está a punto de meter la bola blanca en el agujero y, a pesar de que se oye algún suspiro en el público, ella solo puede hacer que sonreír. Mucho me temo que lo tiene más controlado de lo que está mostrando. Parece, incluso, que le esté dando ventaja. Por el momento solo ha colado ella una bola y Sergio ya lleva cuatro. Se le ve muy orgulloso y lejos estoy de querer saber que va a pedir como recompensa. A los Ramírez los veo poco preocupados, lo que significa que no temen ni lo más mínimo. Seis bolas para Sergio, dos para Chloé y turno para ella.

—¿Te has divertido suficiente? —le suelta toda risueña.

—Me divertiré más cuando gane en el siguiente toque.

—En otra ocasión… —le dice antes de dar un golpe y colar dos bolas seguidas.

Poco hay que añadir cuando vuelve a colocarse y, al siguiente, vuelve a colar dos bolas. Empatados. Y me temo que no soy el único al que todas las posiciones de esta mujer le están volviendo loco. La séptima bola la cuela sin ningún esfuerzo, también es cierto que la tenía muy bien colocada.

—¿Quieres ponerte detrás de mí para observar mejor como se hace? —le dice ella toda seductora.

Sergio, en este momento, no da crédito, y él mismo sabe que colocarse detrás de esta mujer en posición de tiro sería toda una perdición, por lo que no responde y espera a ver como Chloé se entretiene un rato jugando con el pelo y seguidamente le da a la bola blanca para que rebote con el ocho y este acabe metido en un agujero. Vaya, casi sin palabras. Pone el taco en el suelo, medio apoyándose a él y le dice:

—Me pensaré esta noche que te pido, por el momento, voy a por una copa. Ha sido un placer.

No he visto mujer con más descaro. Y no miento si digo que lo que más me gusta es la manera que tiene de dejar a Sergio. A estos que a veces se creen que están tan alto, ya les va bien.

Pensaba que iba a venir a saludarme al terminar, equivocado estaba, se ha ido a tomar algo con sus hermanas.

—Me vas a deber una —me dice Fer—. ¿Nos tomamos algo?

—No hace falta ni respuesta.

—¿Dónde la tenías guardada? —pregunta Quique.

—Entiendo que sea tu amiga, pero no puedes conocer a una mujer así y quedártela para ti sin presentarla —añade Álex.

—Es hermana de la novia de Jaime —dice Fer como si nada.

—Claro, y la acabas de conocer… —lo chincha Álex.

—Es territorio prohibido —sentencia.

—No te lo crees ni tú, que sea ella quien decida —le contradice Quique.

—Yo que tú no lo intentaría —le advierte Pablo—. Sergio ya se ganó un puñetazo y es más que intocable.

—¿Pero es que os habéis vuelto todos locos? Este pibón de mujer va a dormir hoy acompañada y, Fer, déjame decirte que ya es mayorcita para poder decidir si le apetece o no. —Veo que el puño de Fer va a salir, pero, por suerte, lo freno antes.

—Si va a dormir acompañada, no será contigo y ten por seguro que lo habrá decidido ella misma.

—¿Y eso por qué?

—Quique, mejor deja el tema —intenta apaciguar Jaime—. Será que no hay mujeres en esta fiesta que tengas que meterte dónde no debes.

—De momento no he visto ninguna mujer como esta y a mí pegadme un tiro si no os ha encendido esa partida de billar.

—¿Recuerdas la chica con la que fui a cenar? —si empiezo por aquí, quizás me evito muchas cosas—, pues era ella, y si me permites, tengo intención de saber a dónde va. Ahora bien, si quieres tomarte algo con ella, adelante, así me dejas ver si yo le intereso también o no. Eso sí, mejor que no te propases porque no solo te caerán hostias por parte de los Ramírez.

—Eso se dice antes, otro que se lo tenía calladito. Y me parece bien, voy a ir a tomarme algo con ella, luego, si me la llevo, no os alarméis.

—¿Estás seguro? —me pregunta Jaime por lo bajini.

—Completamente.

No, realmente, no. Pero, ¿qué le voy a decir? Conozco perfectamente a Quique y tengo ojos en la cara para saber cómo está. Sé que tiene muchos números de encajar en lo que a ella le gusta y que, seguramente, si se encontraran de fiesta, una noche cualquiera, habría papeletas de que acabaran juntos. Juego con ventaja, sé de sobra que aquí no se atreverá a hacer nada y menos bajo la vigilancia de estos dos. Así que, por ese lado, no me importa. ¿Qué busquen algo después de una copa? Eso ya es otra historia, ahora mi instinto me dice que no va a ser así. Y uno tiene que creer en esas cosas. Si tiene ganas de verme a mí, lo despachará amablemente y, si no es así, seré yo el que deba replantearme que espero de esto.

Poco le ha faltado para ir a acercarse, ya se han conocido en la cena y, por lo que me dice Jaime, Chloé no ha mostrado ningún interés por ninguno. Claro está que, está tan enamorado que últimamente, no mira más allá de Lorena. Quique le coloca la mano en su espalda al aire, que poco le falta para ponerla en el culo, y pide un par de copas. A este ritmo me voy a convertir en todo un acosador, sin embargo, no puedo dejar de mirarla. De lejos se puede observar complicidad, y más teniendo en cuenta que él aprovecha cualquier momento para acercarse más, susurrarle al oído y hacerla reír.

—Si no la tienes aquí, es porque Chloé sabe que esta no es su fiesta —Fer me saca de mis pensamientos.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Se han prometido como una noche de hermanas. Ellas saben que están como en su casa, pero que no tendrían que estar aquí, por así decirlo. Respetan que esta es nuestra noche y no quieren influenciar en nada de lo que podamos hacer. Para que lo entiendas mejor: Lorena no quiere fastidiar la noche de Jaime y quiere que él disfrute como si ella no estuviera. Lo que significa que arrastra a las otras dos a esa decisión, en no querer perjudicarnos la noche.

—Pues yo solo venía por ella hoy. —La fiesta está muy bien, pero las ganas de verla eran más grandes.

—Entonces ve tú a por ella. Ve a comprobar que la jugarreta te ha salido bien.

Entiendo que no quieran inmiscuirse en nuestros planes, pero una cosa es no querer entrometerse y la otra hacer como si no existiéramos. Ella se está decantando más por lo segundo con este comportamiento y, aunque agradezco que quiera darme este espacio, después de la semana que he pasado, es lo último que necesito. A decir verdad, lo que me vendría bien es poder tener un rato como el de la semana pasada, tener ese momento de intimidad, de complicidad y que volviera a ayudarme a evadirme del mundo. Así que me da igual lo muy entretenido que esté Quique, él mismo ha dicho que sea ella quien decida, y así va a ser.

—¿Molesto? —pregunto por cortesía al acercarme. Por la cara de él, me imagino que mucho.

—¡Lucas! —me saluda ella dándome un abrazo—. ¿Cómo está tu sobrina?

—Pues mejor, vengo de estar con la otra que está empeñada en que quiere un cerdito para cuando tenga dolores —me la sopla que Quique esté aquí.

—No tengo otro tan especial, pero seguro que encuentro alguno en casa. ¿Quieres que tomemos algo dentro?

—Por mí no os cortéis —interviene mi amigo.

—Ay, perdón, Quique, ha sido realmente un placer, ¿te importa si nos ponemos al día? Luego te busco y nos tomamos otra copa. —Ella no tiene ningún tipo de pudor.

—Toda tuya —me susurra Quique antes de darle dos besos e irse.

—Un poco descarada tú, ¿no?

—Me apetecía más estar contigo. —Le da un sorbo a su pajita—. Solo que no quería molestarte.

— ¡Qué vas a molestar tú! Va, que te acepto esa copa en mejores condiciones —la invito a que podamos acomodarnos en uno de los salones del comedor.

La fiesta fuera está muy bien, pero a mí me va mucho más esto. Y después del último día, creo que sabe que no hay ningún peligro por mi parte en tener un poco más de intimidad y no estar tanto en el meollo.

—Creo recordar que no me has saludado —me dice tirándome de la mano antes de entrar—. De hecho, creo recordar que ni te despediste… —Se acerca más a mí.

Y uno ni es de piedra, ni es estúpido. Así que en nada y menos, nos estamos fundiendo en un beso como los que tuvimos hace exactamente una semana. Me importa un comino quién pueda vernos o dónde estamos. Este contacto me acaba de llenar de una manera descomunal. No sabía que me había gustado tanto hasta que se ha apartado de mí.

—Ahora sí, podemos ir a tomar algo, y tranquilo que no te voy a pedir más. —Y vuelve a darme un tierno beso que acaba mordiéndome el labio inferior.

Quizás ella no me pida más, yo a este ritmo no sé si podré prometer lo mismo.