Capítulo 53

Lucas

Pensaba que me diría algo al despertarse, pero no fue así. Luego Fer me dijo que estaba un poco mosca porque me hubiera ido sin decirle nada y que era ella quien esperaba mi mensaje, que puedo entender que fuese lo correcto. Sin embargo, nunca he sido muy bueno para esto. Cuando he tenido líos de una noche es porque ellos me embaucan y ellas saben realmente a lo que vienen. Cuando he tenido intentos de relaciones o me voy y ellas lo saben o ellas se van porque no les doy pie a quedarse. Era la primera vez que me encontraba con una mujer dormida después de un encuentro y no supe muy bien cómo actuar.

Y eso me lleva a que no sé por qué ha querido que viniera con mi sobrina a buscarla, no es que me moleste, solo que creo que necesitábamos una conversación para aclarar un poco las cosas. Claro, que no estaba en condiciones de poner mis términos por delante de los suyos después de lo ocurrido y, de todas maneras, si quiero que venga el sábado, voy a tener que presentarle a Alberto y a Guille en algún momento.

—Tito, ¿dónde vamos? Pensaba que iríamos a merendar chocolate —me dice la pequeña cuando la meto en la sillita del coche.

—Hoy vamos a merendar con una amiga, ¿te parece bien?

—¿Una amiga del tito? Pero, tito, yo quiero escoger a donde ir…

—Claro que sí, y si te portas bien, te voy a dar un premio —sé que no debo comprarlas con eso, pero si me da miedo lo que pueda decir Chloé, esto se triplica a lo que pueda contar esta renacuaja.

Poco tardamos en llegar a su casa y como ya la he avisado, Chloé nos espera en la entrada, está cada día más guapa. Me saluda con dos besos, no sé si por educación, por la personita que nos acompaña o porque realmente considera que debe ser así. Yo, por mi parte, me muero por darle un beso. No es que hayamos definido lo que es nuestra relación, si es que se puede llamar así, solo nos estamos conociendo.

—Te he traído esto. —Me tiende un paquete envuelto—. Bueno, en realidad es más para ella que para ti —se gira hacia mi pequeña.

—Tito, ¿un regalo? Corre, abre —lo que le gusta que la compren…

Lo abro y ni con mil intentos hubiese acertado lo que ven mis ojos. Es un cuadro con cuatro dibujos, cuatro dibujos de mis sobrinas jugando, cuatro dibujos donde aparecen las dos en momentos felices del último año y son realmente asombrosos.

—¡Halaaa si soy yo! —grita entusiasmada sacándome el lienzo de las manos—. Que guay, ya veras cuando lo vea papi. ¿Te gusta, tito? ¿Lo colgarás en mi habitación? —Yo sigo demasiado fascinado.

—Me alegro de que te haya gustado, espero que a tu hermanita también le haga sonreír, ¿un helado en el Tibidabo para celebrarlo? —le propone Chloé.

—Yo quería un dónut, pero me parece bien, —ha costado poco convencerla—, si el tito quiere, claro.

—¿Le parece bien al tito? —me da un codazo Chloé sacándome de mi ensoñación.

—Mmmm… Sí, claro, lo que las princesas manden —suelto antes de arrancar el coche.

La verdad es que estoy totalmente sin palabras. Si lo piensas bien, el gesto ha sido realmente increíble y ni siquiera somos nada. Además, en algún momento voy a tener que preguntarle cómo ha conseguido las fotos para poder hacer esto.

Nunca les había presentado a ninguna chica, y si me lo llegan a preguntar, no hubiera apostado en que Chloé tuviera este trato con ellas. No han parado de hablar en todo el trayecto, parecen incluso amigas, a pesar de la gran diferencia de edad. Chloé tiene ese lado tierno, ese lado que me conquista mucho más que la faceta a la que nos tiene acostumbrados, y miedo me da porque es justo el lado del que me puedo enamorar. Parecen dos cotorras hablando y no sé cuál de las dos hace más el tonto.

—Tito, Chloé es lo más, ¿por qué no viene todos los días?

—Lo que me faltaba, que fueran aliadas.

—Lo intentaré —le digo mientras la saco del coche, mejor no prometer cosas que no sabemos si serán posible.

Me hace un puchero como respuesta. Por el momento, tendrá que conformarse con eso. Debo dejarle claro que es una amiga, que luego, cuando hay familia de por medio, se pueden malinterpretar muchas cosas. Aunque la estampa con la que he pasado toda la tarde me gusta, me gusta más de lo que sería capaz de admitir. Mis dos pequeñas me robaron el corazón hace años y han sido lo más importante en mi vida desde entonces, y ver que alguien las trata de esta manera me roba demasiado el corazón. Lo que también me joroba un poco, parece que tengan más complicidad de la que tienen ambas conmigo y eso es algo que mi orgullo no va a ser capaz de tolerar del todo.

Después de un par de horas, debemos volver. Tengo que pasar por el hospital a recoger a mi hermano, su mujer se quedará esta noche a dormir. Mi fuerte sobrinita está mejorando a pasos agigantados.

Chloé ha insistido mucho en que la dejáramos en casa antes, pero ni la tozuda de la pequeña me ha permitido que lo hiciese ni yo mismo he querido hacerlo. Tenemos una conversación pendiente y quiero tener un rato de intimidad con ella antes de despedirme. Así que, al llegar a nuestro destino y bajar del coche, la peque sale disparada corriendo hacia su padre con el regalo de Chloé en las manos.

—Papi, mira que me han regalado, es superbonito, ¿puedo enseñárselo a la tata?

—Vaya, para eso eran las fotos —responde mi hermano—. Ahora ya está durmiendo, mañana prometo enseñárselo yo —dice antes de cogerla en brazos.

—¿Qué fotos? —es lo que se me ocurre preguntar, al tiempo que mi hermano dice:

—¿No nos vas a presentar?

—Sí, perdona, esta es mi amiga Chloé y él mi hermano Alberto.

—Un placer —dice mi hermano—. Cuando Sergio me pidió esas fotos, lo último que me esperaba era que las quería para esto, es increíble de verdad.

—Gracias, dibujar es mi pasión y si con ello consigo sacar sonrisas, me doy por satisfecha. Por cierto, espero que realmente esté mucho mejor y podáis volver a casa pronto.

—Seguro que sí y, ahora, mejor que te vayas con mi hermano o si sigo hablando me va a caer una buena… que eso de amiga para mis pequeñas está muy bien —le guiña un ojo—. Hermanito, esta vez te has superado, hablaré con Guille, nos debes una explicación —me dice al despedirse.

—No hay mucho que contar, voy a invitarla el sábado, así que ya nos tomamos algo ahí —le respondo—. Y tú, pequeñaja, ¿le das un beso a tu tío o hoy ya me has abandonado?

—Tito, no digas eso, pero Chloé tiene que volver, yo quiero ser como ella —espero que lo diga por lo guapa, no me imagino a Alberto sufriendo por ciertos temas—. ¿Vendrás mañana también? —le pregunta.

—Mañana no puedo, pero si tu tío me invita, volveré, no todos los días puedo acompañar a un hombre tan guapo y a su preciosa sobrinita por ahí —le contesta toda risueña.

—Tito, te ha dicho guapo, ¿a que ella también es guapísima?

Verás cuando se lo cuente a la tata.

—Claro que lo es, pero no se lo digas, es un secreto. —Pone cara de sorprendida, antes de que vaya a decirle algo a la oreja a Chloé y ella le responda de la misma manera—. Qué guay, tito, ve, que tenéis que iros juntos —me empuja para que me acerque a ella.

Nos acabamos de despedir y me voy con la sensación de que ha sido la mejor tarde de todo el verano y eso que yo ya he vuelto a la rutina. Me ha encantado descubrir esta faceta y lo que realmente me apetece ahora mismo es compensárselo.

—¿Cenamos? Tengo muchas preguntas que hacerte, señorita… empezando por los secretitos que te traes con una de las mujeres de mi vida —le digo cuando nos dirigimos hacia el coche.

—Soy una muy buena confidente —me sonríe de manera picarona—. Mientras haya vino de por medio, responderé a lo que quieras.

—¿A lo que quiera?

—Aprovecha que hoy estoy generosa —me da un beso en la mejilla antes de subirse al asiento copiloto—. A donde quieras.

—De eso no tenía duda.