Capítulo 57
Lucas
Yo también tengo ganas de verte, por lo que no voy a retrasarlo mucho, ¿te parece si mañana les hacemos una visita a las peques y luego cenamos tú y yo?
Sé que está en casa de Jaime porque los chicos han anulado nuestra comida por emergencia Prieto, lo que mucho me temo lleva mi nombre en algún punto y no he querido preguntar más. Luego hemos quedado para tomar algo, así que ya vendrán las explicaciones.
Ayer, cuando me digo que le gustaba, no supe contestar, creo que me habían contado tantas cosas sobre ella que no me imaginaba que esas palabras pudieran salir de su boca. A veces tiene alguna salida o algún comentario que me dejan fuera de juego. Pero no mentí al decirle que quería descubrirlo con ella. Yo puedo tener una idea de lo que siento por ella, ya que todo lo que me provoca es mucho más fuerte que lo que sentí por Nerea en su momento, y entonces pensé que era la mujer de mi vida. Me aterra bastante, pero debo ser realista y afrontar lo que me pasa.
Chloé
¿Te importa si quedamos directamente ahí? Aprovecharé para ir a una tienda cerca de su casa y comprar un par de cosas de dibujo.
Lucas
Claro, a las 18h puedo estar ahí.
Chloé
Pues contando ya las horas para poder besarte.
Cuando tiene estos gestos, me roba más parte de mi corazón. Sé que es una de sus pasiones, pero, que sea tan atenta con mis sobrinas, me enternece. Nos conocemos de hace relativamente poco y no todo el mundo es capaz de mostrarse así de primeras. Además, no parece que le suponga ningún esfuerzo todo esto, lo que quiere decir que tampoco lo hace para ganarse una parte de mí o algo parecido, sino que le sale natural.
Lucas
Sé que volvéis mañana a casa, ¿puedo pasarme con Chloé por la tarde? Aina quería que le enseñara a dibujar…
Alberto
Más que invitados, así me vas a poder contar lo que pasó ayer, Guille me ha contado vagamente.
No me esperaba menos, el espectáculo fue sorprendente para todos y la conversación que tuve después con Guille mostró claramente su postura. En otra ocasión, estaría más jodido. Las primeras veces que me cruzaba con Nerea me costaba mantenerme distante y no caer en sus provocaciones. Supongo que, para mí, los sentimientos fueron mucho más reales que para ella. Ayer, no me despertó absolutamente nada, lo que me asegura que la tengo completamente olvidada y mentiría si no aceptara que, en parte, Chloé es la responsable.
—Yo quiero tu secreto —me dice Sergio cuando nos hemos sentado a tomar algo.
—¿Qué has hecho para acabar con una pava así? — se anima Quique.
—Lo que no entiendo es como aguantas, ¿tú la viste ayer? Yo me la hubiera tirado ahí mismo; joder, si es que además seguro que es de las fogosas, de las que no tienen fin, ¿a qué sí? ¿Ya lo habéis hecho no? —Sergio se está ganando una buena.
—Os recuerdo que estamos hablando de Chloé, y si queréis seguir con vida, tendréis que empezar a cerrar el pico —interviene Fer—. Hemos quedado para tomar algo, no para hablar de ella. — Me imagino que debe tener el tema ya hasta en la sopa.
—¿Tomar algo en silencio? —se mofa Jaime—. Vamos, hermanito, sabemos que es Chloé, pero tú también quieres saber qué cojones ha hecho este para ganársela de esta manera.
—Primero, no he hecho nada; segundo, no voy a hablar nunca de nuestra vida privada, y tercero, Fer tiene razón, hemos quedado para tomar algo. —Lo último que me apetece es que me taladren con el tema sexo.
—Ya está este haciéndole la pelota —suelta por lo bajini Quique y, por suerte, solo lo he oído yo.
Pablo, que debe ser el más sensato en estos casos, se ha encargado de retomar la conversación hacía la liga de pádel en la que participamos y que va a empezar en breve. Le agradezco la intervención, a pesar de que mi mente se ha quedado un poco anclada en el comentario de Sergio. Siempre que me besa, me besa con pasión, no son besos cortos ni comedidos. Ayer es verdad que se encendió en un momento y podía notar su excitación. Por nada del mundo hubiese hecho algo allá en medio, pero, ¿esperaba ella que encontráramos algún lugar para hacerlo? Tengo muy claro que en experiencia puede ganarme y no me gustaría que se llevara un chasco al respecto. Yo soy muy mío para esto y no estoy acostumbrado a toparme con mujeres así. Necesitaré encontrar la manera de saber lo que busca sin parecer un pardillo.
La tarde pasa sin más intervenciones de este tipo, va a ser un poco complicado gestionarlo todo si esto sigue adelante. Jaime puede hablar de Lorena en cualquier momento y nadie le dice nada. Yo tengo la impresión de que, si menciono algo de Chloé, Fer va a estar en modo alerta. Ya me comentó que quería mantenerse al margen y que hiciese como si el vínculo entre ellos no existiera, pero creo que voy a ser incapaz.
—Fer, sabes que no voy a hacerle daño, ¿verdad? —le digo al despedirnos.
—Claro que lo sé, solo cuídamela, creo que tenéis una conversación pendiente ambos.
—Mañana vamos a ir a cenar, pretendo explicarle bien el tema de Nerea.
—Ese me parece un buen inicio, pero repito, que ambos os debéis explicaciones. No dejes que se esconda tras su máscara y haz que te explique realmente lo que le pasa, sé que tú la entenderás. —Por el abrazo que me da, me quedo mucho más relajado.
Yo debo hablarle de Nerea, no lo he hecho con ninguna chica antes, pero ahora creo que ha llegado el momento de hacerlo. Si no hubiese pasado el incidente de ayer, no sé si me hubiera atrevido a hacerlo. Me imagino que en algún punto, si esta relación prospera, tendría que haberlo afrontado, sin embargo, lo veía mucho más lejos.
Un día de locos hoy en la oficina, mañana Alberto vuelve a incorporarse y tiene que estar al tanto de cómo están todos sus clientes, así que he tenido que supervisar los suyos y los míos y casi no he podido respirar. Un mísero sándwich me he comido al mediodía, no me apetecía alargar mucho, ya que quiero salir puntual. Le dije a Chloé que estaría ahí a las seis de la tarde y voy a cumplir con ello.
Poco me ha faltado para retrasarme, suerte que la oficina no queda muy lejos de casa de Alberto. Os juro que cada día está más espectacular y cada vez me resulta más difícil no perder la cabeza por ella. Al verme, sonríe y yo no puedo evitar devolverle el gesto. Esta vez soy yo el que se adelanta y la besa nada más tenerla en frente. Me da igual si es o no correcto o si necesitamos una etiqueta para ello, me apetece hacerlo y he decidido no privarme de nada de lo que me apetezca con esta mujer.
—Hoy que iba a darte dos besos —se ríe—, aunque creo que a esto me voy a acostumbrar —dice antes de volverme a besar.
Subimos y nada más abrir la puerta, vemos que viene una mocosa disparada.
—¡Chloé! —grita nada más verla—. ¡Evaaaaa ven! Ha venido el tito con su amiga. —Vemos como asoma la cabeza la otra por el pasillo.
—Hala, es superguapa, tito, es como una princesa —saluda cuando Aina le dice a la oreja: «Ella dijo que era su príncipe» y empiezan las dos a reírse.
Chloé saluda a Alberto y luego se dirige a las pequeñas:
—He traído pinturas, ¿os apetece?
Las dos la abrazan y gritan un sí entusiasmadas. Tanto que ya se la llevan a la habitación. Miedo me da lo que pueda ocurrir allí dentro.
—Se ha ganado a las niñas, a Guille, a Nuria… ¿algo qué decir?
—Estaría mal decir que la quiero tan pronto, pero sería hipócrita no hacerlo. —Es mi hermano, no tengo que esconder ningún tipo de sentimiento con él.
—Y ¿cómo justificas no salir a por ella ayer?
—Tenía razón, Guille lo ha puesto al día.
—No tengo justificación, pero estoy aterrado, hermano. Si Guille te lo ha contado todo, te habrá dicho también que Chloé es Fer, tal para cual. Nos costó a nosotros entender que no tenían nada y que solo son amigos… ¿Tú ves a Fer sentando la cabeza? Nadie. Pues eso es lo que todos pensaban de Chloé. Me sé el cuento de siempre hay una primera vez, que no se sabe hasta que llega y tal, pero me cuesta creer que sea posible. No quiero asustarla si voy demasiado deprisa o… yo que sé, no me entiendo ni yo mismo.
—Esta mujer está pintando con tus sobrinas en su cuarto y hace una semana les hizo un regalo sin apenas conocerlas, ¿en serio piensas que no está interesada en ti? Todos conocemos a Fer y me puedo hacer una idea de lo que es Chloé, le ofreció en broma acostarse con Guille y luego se lo contó a Nuria, pero tanto que sabes cómo son tus amigos, si Chloé quisiera eso de ti, mucho me temo que ya lo ha conseguido, ¿por qué sigue aquí entonces? Puedes tener miedo por lo que te pasó, aunque nosotros te advertimos mucho antes, pero no dejes que eso frene lo que pueda pasar con esta mujer porque a mí me parece una mujer increíble.
—Seguramente tengas razón, ¿te apetece si vamos a espiarlas un rato?
Mi hermano se ríe por el comentario. Sabe bien que lo único que tengo es ganas de verla, a mis sobrinitas, también, pero creo que he conseguido alguien que me robe más el sueño que ellas. Nos acercamos a su dormitorio y la estampa no es otra que las pequeñas sentadas en sus minúsculas sillas en la mesa y Chloé sentada en el suelo. Les ha traído una libreta de dibujo a cada una y toda una caja con ceras de colores. Puedo observar que también hay una caja con pinceles y pinturas, pero que todavía está cerrada. No quiero imaginar lo que saldrá de ahí, suerte que el piso es suyo, mucho me temo que en breve va a estar tremendamente decorado. Las dos niñas parecen superconcentradas y Chloé parece estar dándoles instrucciones.
Me encanta la devoción que está mostrando y la sonrisa que aparece en su rostro. Así parece una mujer tan relajada, más sexy de lo habitual, si cabe, y creo que podría ser perfectamente la estampa que me gustaría ver en un futuro, ya me entendéis.
—¿Te gusta, Chloé? Sois el tito y tú en vuestro castillo. Él también quiere que seas su princesa —le dice Aina.
—Mira el mío —le enseña Eva—. Aquí estamos todos, los papis, el tito Guille y Nuria y el tito Lucas y tú, toda la familia.
—Son preciosos —les dice ella—. Vuestro tío es el mejor de los príncipes seguro, me vais a tener que ayudar a ser una buena princesa. —Les sonríe.
—Claro, papá seguro que puede ayudarnos. —La felicidad de Aina es lo nunca visto.
—¿Y si hacemos que sea nuestro secreto? —les sugiere Chloé mientras las dos le dicen que sí como si fuera su mayor aventura—. Os he traído galletas también, pero id a pedir permiso, no quiero que luego me riñan a mí…—Y las dos salen disparadas hasta toparse con nosotros para pedirle a su padre si pueden comer, el cual accede más que encantado.
—¿Vas a volver? —pregunta Aina—. Nosotras queremos seguir aprendiendo.
—Pequeñas, Chloé seguro que tiene muchas cosas que hacer, vamos a dejar que sea el tío Lucas el que la traiga cuando pueda, ¿sí?
—Jooo, papi —se queja Eva—, el tío Lucas no puede venir siempre, además tenemos que conseguir que sea su princesa. —Bendigo el momento en que Chloé pensó que era buena idea confesarse con las niñas, su cara roja lo dice todo—. Ups —se tapa la boca—, eso era un secreto, papi no se lo digas al tito. —Y sale disparada por lo que pueda pasar.
—Alberto, no quiero meterme donde no me llaman, pero no me importaría venir a dibujar con las niñas cuando puedan. —Cada vez tengo más claro que esta mujer es lo mejor que me podría haber pasado—. Es decir, ahora mismo voy a empezar a buscar trabajo, así que tiempo libre tengo de sobra y tienes unas hijas que son adorables. Además, puedo encargarme de que no te destrocen las paredes con garabatos, en eso fui una experta. Prometo mantener las distancias con el papi —se ríe ella y provoca que mi hermano suelte una carcajada.
—Chloé, déjame que lo gestione con mi mujer. No quiero que lo hagas por compromiso ni que lo hagas por Lucas…
—¿Por Lucas? A tu hermano ya lo tengo más que ganado, no tengo que sumar puntos. —Alberto vuelve a reír con gusto.
—Sin duda, a la familia la tienes en el bolsillo. Hablaremos pronto seguro. —Le da dos besos para despedirse—. Recuerda que no hay muchas como ella —me dice a mí al abrazarme.
Salimos por la puerta y le suena el teléfono, por lo que le dejo espacio suficiente para que no piense que estoy escuchando. Ya he visto que es Fer, así que tampoco me preocupo demasiado, creo que ese bache ya lo tengo superado. Lo que me importa es que ella sonríe y parece que le cuenta algo realmente animada, así que si está contenta, no tengo por qué alarmarme.
Mi hermano tiene razón, como ella no hay muchas, por no decir ninguna más. Y suerte tengo de que no haya otra como Chloé, porque con que una me vuelva loco, tengo más que suficiente. Que demasiado peligro tiene esta como para tener un clon. Sé que mi hermano cederá porque no sabe hacer otra cosa con sus hijas, como yo tampoco sé negarles nada. Me imagino que se ha mantenido más a raya porque no quiere que pueda interferir en lo que tengamos nosotros, pero como ya dije en su momento, no imagino que Chloé pueda acabar mal con nadie y a mis sobrinas ya las tiene más que ganadas, no sirve de nada poner tierra de por medio. Me alegraría mucho de que le cogieran un cariño especial y sé que Alberto está encantado con lo que ha visto hoy.
Cuando por fin ha colgado, se sube al asiento copiloto y procedo a dirigirme a mi casa.
—Eso no se hace —se queja de repente—. Utilizas tus armas en la cocina para conquistarme, y luego yo me tengo que marchar porque tú trabajas mañana. Deberíamos escoger un sitio neutral, así sería menos duro despedirse —intenta poner cara de enfadada.
—¿No quieres ir a mi casa? Yo que tenía el menú ya escogido…
—Claro que quiero, lo que no voy a querer es irme.
—Pues entonces ya veremos, la noche es muy larga y tenemos varios temas que tocar. —Conozco el mío, no sé lo que nos va a llevar el suyo.
El resto del trayecto lo hacemos en silencio, no es que sea muy largo, pero suficiente para tener curiosidad de que hablaba tan contenta. Y es pura curiosidad, nada de celos ni cosas por el estilo. Puedo ser consciente de la larga lista de amigos de esta mujer, y seguro que muchos de ellos me podrían provocar dolores de cabeza.
Bajamos del coche y entramos en casa. Como hoy ya contaba con que vendría a cenar, he dejado las cosas medio preparadas, hasta he aprovechado para escoger yo el vino y dejar la mesa lista. Uno tiene que ser previsor. Me dispongo a poner la sartén en el fuego cuando Chloé me coge por detrás.
—¿Crees que la cena puede esperar? —Hace que me dé la vuelta—. He querido portarme bien hasta llegar —me dice desabrochándome la camisa—, ahora, en casa, creo que ya no hace falta… — De un brinco se sube en la encimera y me acerca a ella.
Sus besos son peor que cualquier droga y solo con uno de ellos es capaz de ponerme a cien. Y no solo a mí, sino a mi amiguito de abajo lo tiene totalmente ganado. La saluda demasiado rápido cuando se pone de este plan.
—Vamos arriba —hago intención de cogerla, pero me frena.
—Ni se te ocurra, Lucas —me advierte—. Me pone terriblemente un hombre en la cocina y es aquí donde vamos a apagar este fuego. —Mierda.
—Chloé, yo… —Me calla con un beso y ella misma se saca su camiseta—. Vamos a la cama. —Necesito estar dentro de ella ya.
—Lucas, déjate llevar —me susurra—, disfruta.
—Chloé… nunca lo he hecho fuera de la cama. —Que se haya frenado de golpe no sé cómo interpretarlo.
—Tiene que ser broma. —Y ahora mismo me quiero morir—. Lucas, no sé dónde has estado todo este tiempo, solo sé que no voy a privarme de ti en ninguna circunstancia, lo que conlleva que el día que no vayas a tener una cama, más te vale que me satisfagas igual. Ahora haz el favor de dejar descansar a tu cabecita de arriba y pensar con la de abajo, yo me encargo del resto.
Me vuelve a acercar a ella y guía mis manos a sus pechos. Ella misma se quita el sujetador para dejarlos libres y, acto seguido, me detengo a jugar con ellos. Los he visto desnudos antes, aunque nunca les he dedicado el tiempo que se merecen. Ahora no va a ser mucho, pero, desde donde estoy, se aprecian realmente bien. Ella me baja los pantalones y los calzoncillos a la vez. Desde su posición es complicado que pueda jugar mucho en ella, estamos más bien colocados de manera que con que yo me acerque un poco al mármol, sería suficiente para entrar en ella. Coge un condón de su bolsillo, esta vez viene bien preparada, y me lo tiende al mismo tiempo que se baja su short junto a sus braguitas.
—Póntelo, pero no dejes de mirar cómo me toco —me ordena.
No recuerdo la última vez que una mujer me dio órdenes en la cama y esto parecen más bien bendiciones. Chloé se reclina un poco hacia atrás y baja su mano a su clítoris, donde empieza a jugar con un dedo y veo como su rostro empieza a reclamar más placer. Es increíble, ninguna mujer se había masturbado para mí y creo que es el mejor espectáculo al que he asistido jamás. Oír sus gemidos a esta distancia podría provocar que me corriera sin tocarla.
—Ven, —me tiende la mano para acércame a ella—. Déjame tu dedo.
Coge mi dedo índice y se lo mete en la boca, lo chupa de la manera más sensual que he visto y luego lo baja hasta llegar a donde tenía el suyo. Me guía en los movimientos y vuelve a gemir de placer. Cuando ve que ya puedo seguir solo, veo como se coloca las manos en sus pechos y empieza a jugar con ellos. Parece más bien una fantasía. Introduzco un dedo en su interior y compruebo lo mojada que está, introduzco un par y todo su cuerpo se arquea.
—Fóllame, Lucas, fuerte —me vuelve a ordenar cogiendo mi miembro para llevarlo a su entrada.
Entra de primeras, y el gemido que produce con mi embestida permite que me olvide de cualquier cosa. Esta mujer me tiene loco y yo quiero que se vuelva loca conmigo. De pie, en medio de mi cocina y con la mujer más espectacular que he visto en pelotas sentada en el mármol, una estampa que ni en mis mejores sueños hubiese conseguido. Así que, como ella dice, la de abajo será la que mande hoy. La cojo de las caderas y la embisto con fuerza. Su cuerpo reacciona a cada una de mis entradas y sus gemidos me llevan a otro lugar. Lo que me he perdido todo este tiempo.
—Fuerte, Lucas, no tengas miedo, no vas a romperme —me dice entre gemidos.
Y le hago caso, la penetro con todas mis fuerzas y, muy lejos de quejarse, se excita más y más. Una tras otra y poco tardo en oír su grito de placer y poder desvanecerme dentro de ella. Ha sido increíble, toda ella lo es.