Capítulo 61
Cuando creo que no puede gustarme más, me doy cuenta de lo equivocado que estoy. Cada día estoy más enganchado a esta mujer y cada día los sentimientos son mayores. No deja de sorprenderme, y con ella no me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. Tengo la sensación de que empezamos mucho más avanzados que el resto de parejas, no me parece que llevemos tan poco tiempo juntos. Eso será debido a que mis sentimientos son mucho más grandes de lo que deberían ser. Tengo como la necesidad de decirle lo mucho que la quiero y temo su reacción, a pesar de que ya estamos utilizando los clásicos cariño, amor…
—Hermanito, espero que sea la última cena que te presentas solo —me saluda mi hermano en la entrada de su casa.
—Yo también me alegro de verte —le respondo entregándole la botella de vino.
Es una costumbre que espero que no perdamos, cada dos o tres semanas intentamos juntarnos los tres en alguna de las casas para cenar y pasar un rato en familia. A mí, como siempre, me toca traer el vino. Mis padres vienen este fin de semana y, a pesar de que sigo viviendo en su casa, Guille se ha ofrecido a preparar la habitación de invitados para ellos. Presentarles a Chloé ya va a ser un paso importante, pero me niego a tener que prescindir de un fin de semana con ella por la presencia de mis padres. Vienen para la apertura del restaurante, así que la presentación va a ser un tanto informal. La cuestión es que todavía no la he avisado a ella, lo que me puede traer problemas. Así pues, esta cena es porque toca, porque nos apetece y un poco por necesidad.
—¿Soy la única que no conoce a esa mujer? —pregunta Lara, la mujer de Alberto, cuando todos se han quejado de que no la haya traído.
—¿Y dejas a tu marido solo en casa con ella? —se ríe Nuria—. Al mío ha intentado más de una vez verlo en pelotas.
—Ahora entiendo muchas cosas… —se suma a la broma la otra.
—No la he traído porque tengo un problemón —más vale que saque pronto el tema—. Chloé no sabe que el sábado van a estar nuestros padres.
—Eso sí que va a ser interesante —bufa Guille—. Y ¿cómo pretendes hacerlo? Chloé te va a matar hermanito, y no sin razón…
—Lo sé, solo que no quería meterle presión. Ya la viste el día que te conoció a ti y lleva centrada en tus cuadros como si le fuera la vida en ello y no solo porque le entusiasme, sino porque quiere causaros buena impresión. Así que imagínate si le suelto que va a conocer a mis padres.
—¿Se lo has dicho a Fer? —me pregunta Alberto.
—Tampoco, este me corta las pelotas antes de que pueda justificarme.
—También es verdad… pero ni se te ocurra hacerle una encerrona. Lucas, esta chica es increíble, sabes ya lo que pienso al respecto y hablo yo porque soy el que más la ha conocido. Se muere por ti, ya no solo se lo ha dicho a las niñas, a mí mismo me confesó que tenía un nudo en el pecho y no porque tú le hicieses daño, sino por miedo a hacértelo ella a ti, de que no estuviese a la altura para ti…
—A la altura no está este imbécil —apunta Guille—. Tío, no la jodas, y menos con algo como esto. Le has dicho a mamá que se quede en mi casa porque tienes compañía y ¿esperas que mañana cuando bajen del avión no se presenten en tu puerta?
A mí no me ha dado tiempo de pensar tanto al respecto. Desconocía la conversación que tuvieron Alberto y Chloé ese día en su despacho. Con todo lo que pasó al final, se me olvidó comentárselo.
¿Ella con miedo de no ser suficiente para mí? Esta chica no dejará nunca de sorprenderme. Algún día tengo que hacerle entender que el que no está a la altura soy yo, que llego a ser, más bien, el pardillo de turno.
—Tranquilo, que de eso ya me voy a encargar yo, que para eso voy a recogerlos —responde mi otro hermano—, pero más te vale que el sábado la hayas informado.
—Sí, tenéis razón, es solo que no quiero pifiarla. Estamos yendo muy deprisa y no quiero asustarla. Yo puedo saber lo que siento yo y lo que a mí me gustaría, pero…
—Lucas —interviene Nuria—, estáis yendo al ritmo que los dos queréis, el día del local pude ver que Chloé está mucho más colgada de lo que te cuenta, solo que no está acostumbrada y vas a tener que guiarla tú. No te prives de nada porque, a veces, por querer esconderse de ciertos sentimientos, nos perdemos cosas maravillosas.
—Está bien, mañana hablaré con ella y os diré. ¿Queréis pasaros a tomar algo y así Lara la conoce y puede echarme un cable? —les digo a Alberto y a su mujer.
—Claro, dejaremos a los niños con mis padres y pasaremos a saludar.
El resto de la cena es más bien tranquila. Nadie sabe cómo serán los cuadros de Chloé para el restaurante de Nuria y tampoco han intentado investigar. No ha querido ni enseñármelos a mí, así que no hubieran conseguido nada preguntando. Quizás tengan razón y sea la última vez que tengamos esta pequeña reunión los cinco, espero que para la próxima podamos ser seis. Porque, a pesar de la diferencia de edad que puedan tener con Chloé, que es mayor de la que tengo yo con ella, ella se desenvuelve en todos los escenarios y no tiene ningún problema para adaptarse. Es otra de las cosas que admiro de ella y que me demuestra que, sin duda, he sido el hombre más afortunado del mundo.
El viernes se me ha hecho eterno y eso que he estado bastante liado con el trabajo. A pesar de ello, mi cabeza está en otro mundo y no deja de darle vueltas en cómo le voy a dar la noticia a Chloé. Cuando paro en frente del nuevo restaurante de Guille y Nuria, veo que ya está fuera hablando con mi hermano, el cual sonríe de manera encantadora. Si no fuera imposible, de lejos parecería que están tonteando. Claro que raro sería que Chloé no tonteara con alguien. Lo que me recuerda que también hay que abordar el tema de Fer en algún momento. No he tenido ni que darle al claxon, enseguida ha localizado mi coche. La espero fuera porque me apetece darle un abrazo, hace un par de días que no nos vemos, pero para mí hace demasiado.
—A tu hermano le han encantado, es decir, le han gustado mucho, no sabes lo feliz que soy, incluso le he traído algunos para casa y le ha costado decidirse porque le encajaban todos ellos, ¿crees que van a gustar a los demás? —Cuando está nerviosa, habla incluso más que de por sí, y mirad que es complicado.
—Pues, teniendo en cuenta que no los he visto… —Me echa una mirada a modo de reprimenda y no puedo evitar reírme, porque sé que lo que esperaba era que le dijera un piropo—. No tenía dudas en que le encantarían y estoy convencido de que nos van a cautivar a todos.
—Mucho mejor —sonríe satisfecha—. Podemos ir a celebrarlo.
Hoy le prometí que tendría pizza para cenar. No ha parado de reprocharme que ella nunca podrá cocinar nada de lo que yo le hago, aunque me he ofrecido, muy amablemente, a darle clases cuando quiera. Dice que no es normal que coma tan elaborado cada día y que, en su honor, tendríamos que hacer un día a la semana de comida basura, así que, como soy incapaz de negarle nada, me comprometí a pedir pizzas para la cena de hoy. Lo admito, ha sido más porque necesito que esté más que contenta para lo que quiero comentarle.
—Tenemos dos temas pendientes —le informo ofreciéndole un botellín de cerveza—. ¿Empiezo por el malo o el menos bueno?
—Con esta cena, ninguno puede ser malo, a no ser que quieras dejarme. —Pone cara de asustada—. ¿Ya?, ¿tan pronto?, ¿me ha dado tiempo a cagarla?
—Chloé, frena, creo que, llegados ese día, me dejarías tú a mí.
Empezaré por Fer que será más fácil.
—De ese no hay nada que decir. Lucas, Fer es como mi hermano y nunca dejará de serlo. Entiendo que cueste aceptar nuestra relación, pero ambos conocemos los límites. Fer era el hombre más guapo que había conocido, digo era porque delante tengo uno mejor. —Me sonríe picarona—. Pero nunca he tenido la necesidad de hacer nada con él. He compartido la cama, lo he visto en pelotas y no, no me lo tiraría nunca. A ver, no es que no esté bueno, está mejor que eso, pero no, no es esa nuestra relación. Así que, muy a tu pesar, vamos a seguir manteniendo todo lo que tenemos.
—Veo que no tengo muchas opciones, solo que para mí no es muy agradable. Puedo entender vuestro rollito, hace muchos años que lo conozco a él y también confío plenamente en ti, pero… ¿hace falta que compartáis la cama?
—Solo porque te quiero mucho, voy a plantearme ese aspecto.
—Aunque no está ella muy convencida.
—¿Acabas de decir que me quieres?
—¿Cuál era el otro tema? —y vuelve a ponerse nerviosa.
—De esta no te salvas, cariño, ¿has dicho que me quieres?
—Lo he dicho sin pensar, jolín, no sé qué hay que decir y que no —resopla.
—Vaya, será que no me quieres entonces… —intento parecer afectado.
—En cuanto hablemos de lo otro, que no me gusta que me dejen con la intriga, te enseñaré cómo lo hago.
—Pues… —si lo digo de golpe, costará menos—: Mañana estarán mis padres presentes.
—¿Qué? ¿Tú estás loco? ¿Y qué les vas a decir? Bueno, sí, podría presentarme como la autora de los cuadros y que por eso estoy invitada, porque, si no, contando que todo el mundo es cercano, así que imagino que los van a conocer, yo no pinto nada ahí. ¿En serio?
¿Estoy a tiempo de decirle a Guille que no voy? También puedo ir como pareja de Fer, no sería la primera vez que fingimos serlo y se nos da muy bien. ¿Pero qué mierdas digo? No voy a ir. —Ya está de pie moviéndose por todo el comedor.
—Chloé, —le cojo de las manos para intentar tranquilizarla—, son mis padres, dos personas normales y corrientes. No tienes que fingir ser otra persona ni escudarte en lo que has hecho en el restaurante. No voy a dejar que no vengas y no voy a esconderte. Saben que estás aquí, ellos se han ido a dormir a casa de Guille, así que ya saben que existes.
—Encima eso, no han podido venir a su casa por mi culpa, me van a odiar, Lucas, lo que me faltaba…
—Es imposible que nadie te odie amor, y fui yo quien decidió que se quedaran con Guille. Te voy a presentar como quieras que lo haga, pero yo no tengo nada que esconder, tengo muy claro lo que siento y me encantaría que ellos supieran lo que hay —le digo antes de besarla.
Necesitamos este contacto. Ella más que yo. Y he aprendido que es la mejor manera para que se relaje del todo. En nuestra intimidad, con nuestros besos, nuestras caricias y nuestros susurros es cuando es más ella que nunca. He tenido que parar dos segundos para avisar a Alberto de que no vinieran, solo me faltaba que se presentaran ahora aquí y nos jodieran el momento.
Hoy me apetece hacerle el amor, llevo dos semanas teniendo más sexo que en todo el último año. Chloé es insaciable y yo no me quejo por ello. Es capaz de sorprenderme en cualquier rincón de mi casa y provocarme suficiente como para follármela en ese mismo momento. Me encanta su fogosidad y empotrarla tan fuerte como me pide, me lleva a otro planeta. Sin embargo, hoy necesita que la mime, porque sé de sobra lo que le aterra tener que pasar por ciertas presentaciones.
La deposito en la cama y la advierto:
—Hoy vas a tener que dejarte llevar tú, no quiero que te muevas, pequeña, hoy quiero hacerte disfrutar a mi manera.
No se opone. Sabe que vamos a poder disfrutar los dos de ello. No es la primera vez que me entretengo con todo su cuerpo, me gusta saborear cada parte de ella. Aunque el otro día ya lo anunció, hay una parte de su cuerpo que todavía no he probado. Me he divertido mucho con mis dedos allá abajo, pero no he tenido el placer de poder comérmelo en condiciones. Hoy creo que es el día perfecto. Recorro su cuello con mis labios, su cuerpo se arquea como respuesta; ya hace días que anoté que era uno de sus puntos débiles. Voy recorriendo su cuerpo con mi lengua al tiempo que me detengo en sus pezones mientras mis manos agarran sus pechos con fuerza. Sigo bajando hasta encontrarme con mi gran objetivo. Empiezo a acariciarlo con la punta de mi lengua y su cuerpo vuelve a arquearse.
—¿Te gusta cariño?
—Cómo lo hagas bien, puedo morir en dos minutos. —Un buen aliciente.
Succiono un poco antes de meter dos de mis dedos dentro de ella. Uno se queda corto por lo mojada que está, y a mí me enloquece pensar que siempre que me acerco a sus partes está terriblemente mojada y lista para mí. Empiezo a jugar con la lengua al mismo tiempo que mis dedos entran y salen de ella. Intercalo también el juego de mi lengua con su clítoris y mis succiones. No tarda mucho en avisarme.
—No te portes mal y acaba dentro de mí.
—Alguien me enseñó que es mucho mejor portarse mal —le digo antes de acabar de comérmelo del todo y oír como grita un «Joder» que podrían haber oído todos los vecinos—. ¿Satisfecha? —le pregunto con una sonrisa volviéndome a colocar a su lado.
—Esta me la voy a cobrar —me amenaza colocándose encima de mí.
Y tanto que se la cobró, pero valió la pena. Si algo me pone más que verla gemir y gritar mientras lo hacemos, es verla cabalgar encima de mí. Esa imagen vale demasiado. Así que para nada me arrepiento de haberla desobedecido. ¿Y sabéis?, los dos asaltos que vinieron, sin contar el de la ducha que me tuve que pegar para bajar mi temperatura corporal, y a la que ella, evidentemente, me acompañó, sirvieron para que pudiera dormir como un bebé. Cuando me he levantado esta mañana y era ella la que me estaba cogiendo a mí, he sentido una felicidad extrema.
Lástima que no ha durado mucho. Se ha pasado el resto de la mañana atacada. Me ha obligado a ir de compras porque consideraba que lo que había traído no era apropiado para conocer a mis padres, y eso que no eran más que unos pantalones pitillos negros y una camiseta negra escotada con un poco de encaje. En fin, el mundo de las mujeres y la moda sigue siendo desconocido para mí.
Cuando, por fin, ha encontrado un vestido rosado de manga corta que le combinaba con la americana negra que ya tenía pensada y los tacones, ya era prácticamente, la hora de quedada. Antes de que llegara todo el mundo, Guille me prometió que Nuria y yo seríamos los primeros en ver la decoración. Algo que seguro que relajará un poco a Chloé.
Al llegar al local, Nuria ya lo ha visto todo y no sabe ni como agradecérselo. La verdad es que empiezo a entenderla cuando me voy deteniendo en cada marco. Hay fotos de nosotros tres con mis padres alrededor de una mesa, también sale la familia de Nuria en alguna. También hay fotos de algunos amigos, de mis sobrinas. Todas las fotos están ambientadas en comidas o sale alguno de nosotros cocinando. Todo está enfocado al mundo de la restauración. Sin embargo, hay un par de dibujos que me dejan hipnotizados. Uno de ellos trata de mi retrato cocinando en mi casa y ella sentada al mármol de al lado. Esa estampa me trae buenísimos recuerdos. En el otro estamos los dos sentados en el salón y hay un mantel con todos los platos que le he cocinado estas dos semanas. Empiezo a pensar que ayer quería pizza para no dejarse ni uno de ellos. Esto es increíble.
—Solo necesito saber que te han gustado —murmura casi aterrada a mi lado.
—Chloé, no necesitas saber que le han gustado. Si a nosotros nos han fascinado, él no tiene nada que añadir —le informa mi hermano uniéndose a nosotros.
La abrazo por detrás, puesto que no puedo dejar de mirar esta maravilla y, antes de que pueda decir nada, me acerco a su oído y susurro:
—Hay algo que tengo clarísimo, el mejor dibujo somos nosotros.
Se gira hacia mí y me besa. A veces le cuesta más expresar lo que siente y prefiere contestarme con estos gestos. Me gustaría que pudiera decirme todo lo que piensa, pero me imagino que para ello tendré que esperar un poco más.
—Voy a necesitar vino, Guille —le dice cuando nos separamos—. ¿Quedará muy mal si aparecen vuestros padres y estoy borracha? —Guille y Nuria no pueden evitar reírse.
—Chloé, vamos a tomarnos algo tú y yo —la invita Nuria llevándosela a la cocina.
Imagino que lo habrá dicho en broma, capaz sería de beberse la botella entera antes de que llegaran. Espero que no suelte nada inapropiado que, a pesar de que mis padres son muy modernos, no quiero que imaginen según qué.
—¿Cómo se lo tomó? —me pregunta entonces Guille.
—Estuvo a punto de decirte que no venía, me preguntó, incluso, si podía fingir ser la novia de Fer…
—Pues ahí tienes al novio postizo, le he dicho que viniera antes por si acaso.
—Así que pensabas hacer presentaciones sin decírmelo… — me saluda al entrar—. Yo esto no me lo pierdo. Aunque te perdiste el día que Chloé le dijo a su madre que eras amigo mío, casi le da algo —se mofa.
—Claro que sí, facilitándome el terreno tú —me quejo—.
¿Nosotros no nos merecemos ni una cerveza? —le reprocho a mi hermano.
—Uno que también está nervioso —se burla él—. Voy a por ellas.
—Tranquilo, tío, si Chloé ha accedido a esto, es que la tienes ya enamorada, ¿y yo no puedo ver a mi pequeña? —comenta Fer.
—Sobre eso, ayer hablamos de ti… —Veo que frunce las cejas—. Mejor que te lo cuente ella, espero que se hayan acabado vuestras nochecitas, suficiente tengo con los comentarios…
—Eso ni hablar, es la única mujer con la que puedo dormir abrazado y va a seguir siendo así. Lucas, combate tus celos, con Chloé no te llevaran a nada bueno y yo seré el primero en ayudarte en la terapia. ¿Dónde está la mujer más fascinante del mundo?
Puede que sean celos, pero pocos serían los que aguantarían esto. De todas maneras, hoy no es día para que me oponga a que se muestren cariñosos. Suerte que sigo teniendo delante el mejor dibujo de la sala. Y antes de que pueda seguir riéndose de mí, prefiero ser yo quien vaya a buscarla. No queda mucho para que abran las puertas y Alberto ya ha avisado de que están de camino. Cuenta atrás para un paso de fuego.