CAPÍTULO 2

Kelsey Castle

Revista Events

1 de marzo de 2012

Dos semanas después de la muerte de Becca

El regreso al trabajo de Kelsey Castle fue sin aspavientos ni ceremonias, justo como ella quería. Aparcó en la parte posterior para que nadie viera su coche y, como no deseaba arriesgarse a utilizar el elevador, entró sigilosamente por la puerta trasera y subió por la escalera. Todavía era temprano y la mayoría del personal estaba batallando contra la hora punta o robándole minutos al reloj despertador. No podría mantenerse invisible para siempre. Iba a tener que hablar con alguien. Pero Kelsey esperaba mantener la puerta de su despacho cerrada y poder ponerse al día durante unas horas, sin que la interrumpieran sonrisas tristes ni miradas que preguntaran cómo estaba.

Cuando asomó la cabeza desde la escalera, vio que los cubículos estaban vacíos. Caminó con paso liviano por el corredor, manteniendo la mirada fija en la puerta de su despacho: un caballo de carrera con anteojeras. La puerta del despacho de su editor estaba abierta y las luces, encendidas. Kelsey sabía que no había forma de llegar antes que él a la redacción, nunca lo había hecho. Tras varios pasos más, llegó a su despacho, se deslizó por la puerta y la cerró de inmediato tras ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Penn Courtney con una mirada reprobadora—. No tienes que volver hasta dentro de dos semanas.

Estaba sentado sobre el sofá de Kelsey, con los pies sobre la mesa baja, hojeando borradores de artículos que se publicarían en la edición de esa semana.

Kelsey respiró hondo y se volvió.

—¿Por qué estás en mi despacho? Cada vez que necesitas algo esperas aquí.

—Yo también me alegro de verte.

Kelsey fue hasta el escritorio y guardó el bolso en la última gaveta.

—Lo siento. —Volvió a inspirar profundamente y sonrió—. Me alegro de verte, Penn. Y gracias por todo lo que has hecho por mí. Eres un buen amigo.

—De nada. —Tras una pausa, continuó—: ¿Cómo estás?

—Madre santa, no termino de pasar por la puerta y ya empezamos con eso. Hemos hablado del tema. No quiero que todos vengan corriendo cada dos minutos a preguntarme cómo estoy.

—¿Por eso el regreso sigiloso antes de que lleguen las tropas? Apuesto a que subiste por la escalera.

—Me viene bien hacer ejercicio.

—Apuesto a que aparcaste detrás del edificio.

Ella se quedó mirándolo.

—No puedes esconderte de todo el mundo. Todos se preocupan por ti.

—Lo comprendo. Es que no quiero nada de sensiblería, ¿sabes?

Penn hizo un movimiento con la mano.

—No volveré a preguntártelo. —Ordenó los papeles delante de él para mantener las manos ocupadas—. Pero de verdad: ¿qué haces aquí?

—Estoy por enloquecer en casa, sin hacer nada, así que no voy a tomarme seis semanas. Aguanté un mes, y ya está. Entonces, volvamos a mi pregunta original: ¿por qué estás en mi despacho?

Penn se puso de pie, con el montón de papeles en las manos, y fue hasta el escritorio.

—Pensaba hacer esto dentro de dos semanas, pero supongo que puedo pedírtelo ahora.

Kelsey se sentó detrás del escritorio. La pantalla de la computadora ya había captado su atención; desplazó el cursor por el correo electrónico.

—Mira todos estos mensajes. Cientos de ellos. ¿Ves? Por eso quería trabajar desde casa.

—Olvídate de los mensajes —dijo Penn—. Son pura basura. —Le permitió leer durante un minuto antes de continuar—: ¿Has oído hablar de Summit Lake?

—No. ¿Qué es?

—Un pueblito en las montañas Blue Ridge. Pintoresco. Hay mucha gente de fuera que tiene allí sus casas de fin de semana. Deportes acuáticos cuando hace calor, esquí y vehículos de nieve cuando hace frío.

Kelsey le dirigió una mirada, luego volvió a fijar la vista en la computadora.

—¿Necesitas loción para el crecimiento del cabello? Tengo como cincuenta mensajes de publicidad.

Penn se pasó una mano por la cabeza calva.

—Creo que es demasiado tarde para eso.

—¿Viagra? ¿Estos idiotas no saben que soy mujer? Sí, casi todos estos correos son basura.

—Quiero que vayas allí —dijo Penn y dejó caer las páginas sobre el escritorio de Kelsey.

Ella dejó de mover el cursor. Su mirada pasó de la pantalla a los papeles y luego a los ojos de su editor.

—¿Qué vaya a dónde?

—A Summit Lake.

—¿Por qué?

—Por una historia.

—No empieces con esto, Penn. Acabo de decírtelo.

—No empiezo con nada. Hay una historia allí y quiero que la cubras.

—¿Qué historia podría haber en un pequeño pueblo turístico?

—Una importante.

—Pésima respuesta —dijo ella—. Quieres deshacerte de mí porque piensas que no estoy preparada para volver.

—No es cierto. —Hizo una pausa—. Quiero deshacerme de ti porque pienso que lo necesitas.

—¡Vaya, Penn! —Kelsey también se puso de pie—. ¿Así es como va a ser de ahora en adelante? ¿Vas a andar de puntillas a mi alrededor como si fuera una muñeca de porcelana, me vas a dar historias bobas y vacaciones porque piensas que no puedo hacer mi trabajo?

—Para ser franco, no creo que puedas hacer tu trabajo en este momento y tampoco pienso que debas volver tan pronto. Y no, no va a ser así de ahora en adelante. —Penn bajó la voz, apoyó las palmas sobre el escritorio y se acercó para mirarla directamente a los ojos. La doblaba en edad, tenía dos hijos varones y una vasectomía, por lo que Kelsey Castle era lo más parecido a una hija que tendría en su vida—. Pero así es como va a ser en este momento. Hay una historia en Summit Lake. Quiero que la investigues. ¿Es casual que la ciudad tenga una vista magnífica de las montañas y un hermoso lago azul? No. ¿La revista normalmente te mandaría a un hotel cinco estrellas con todos los gastos pagos? Mil veces no. Pero soy el dueño de la revista, tú has ayudado a construirla y quiero que esta historia salga bien. Irás a Summit Lake durante el tiempo que te tome resolverla. —Penn se sentó en una silla delante del escritorio de Kelsey y soltó una larga exhalación para calmarse.

Kelsey cerró los ojos y se dejó caer en su asiento.

—¿Resolver qué cosa? ¿Sobre qué es la historia?

—Sobre una chica muerta.

Ella levantó las cejas y lo miró con sus grandes ojos castaños.

—Continúa.

—Es el único homicidio registrado en la historia de Summit Lake y actualmente es de lo único que se habla allí. Sucedió hace un par de semanas y comienza a aparecer en los titulares nacionales. El padre de la chica es un abogado reconocido. Familia adinerada. La policía no tiene pistas todavía. No hay sospechosos ni personas de interés. Solo una chica que un día estaba con vida y al día siguiente estaba muerta. Algo no cierra. Quiero que hagas ruido y remuevas el avispero. Que descubras lo que todos están pasando por alto. Y que después escribas un artículo que la gente quiera leer. Quiero la cara de esta pobre chica sobre la portada de Events, no solo con una historia sobre su muerte, sino también con la verdad. Y quiero hacerlo antes de que los otros buitres la huelan e invadan Summit Lake. Una vez que ese pueblo se llene de reporteros y de prensa amarillista, nadie va a querer hablar.

Kelsey recogió las páginas que Penn había dejado caer sobre su escritorio y las hojeó.

—No era tan tonta la historia.

Penn arrugó la cara en una mueca de fastidio.

—¿Crees que enviaría a mi mejor periodista de noticias policiales a escribir sobre tiendas y galerías pintorescas? —Se puso de pie—. Te tomas un par de días ahí para investigar el asunto y luego te marchas. Averigua si hay una historia interesante detrás de los sucesos y, si la hay, escríbeme un artículo fabuloso. No necesito que vuelvas pronto. La quiero para la edición de mayo. Eso significa que, aun si descubres toda la historia y la escribes el día que llegas, el hotel está pago por todo el mes.

Kelsey sonrió.

—Gracias, Penn.