CAPÍTULO 31

Becca Eckersley

Universidad George Washington

31 de diciembre de 2011

Un mes antes de su muerte

Becca y Jack regresaron de Green Bay el día después de Navidad. Su estancia allí transcurrió sin que revelaran su gran secreto, como habían planeado. Jack presentó a Becca como su novia, no su esposa, y el embarazo permaneció oculto. El asunto del casamiento y del bebé a pocos meses de nacer había derivado en un ocultamiento tan grande que cada día se tornaba más difícil revelarlo. A Becca la ponía nerviosa tener que dar detalles tan íntimos a los padres de Jack la primera vez que los conocía, sin siquiera haber hablado antes con su madre. La Navidad llegó, pasó, y ambas familias continuaban sin saber la verdad.

Había pasado más de una semana desde su encuentro con Thom Jorgensen y Becca sentía tal mezcla de emociones que no se atrevió a compartirlo con Jack. Tampoco incluyó en el relato de su festejo en O’Reilly’s la hora entera que Richard Walker había dedicado a reconfortarla. Decidió quitar a Thom y a Richard de su cabeza para pasar cinco días tranquilos con Jack en Summit Lake antes de que él retomara sus viajes después de Año Nuevo. Las primarias se iniciaban con la asamblea de Iowa en enero, y podían ser intensas y prolongarse hasta el verano, si bien ya se sabía que Milt Ward no tendría que pelear demasiado para ser elegido candidato presidencial una vez que hubiera pasado el Supermartes de marzo, que era el día en el que se celebraban las elecciones primarias en más cantidad de estados. Incluso después de que finalizaran las primarias, Jack tendría que continuar de gira durante más de un mes. Era necesario visitar todos los estados, aun aquellos que no estaban en juego, concurrir a los mítines y pronunciar discursos. Jack contaría ocasionalmente con una o dos noches libres, pero pasar una semana entera juntos sería imposible por algún tiempo.

Los padres de Becca le entregaron a su hija las llaves de la casa del lago antes de partir hacia Venice, en el estado de Florida, por una semana. El señor y la señora Eckersley tenían la intención de esquiar en Summit Lake después de Año Nuevo, pero tuvieron que cambiar de planes a causa de un cliente de Florida que necesitaba atención inmediata.

Los días en Summit Lake, desde la Navidad hasta el Año Nuevo, transcurrieron en calma para Becca. Ella y Jack solo salían para cenar o ir al cine y regresaban con prisa a la casa; encendían el fuego y se deslizaban bajo las gruesas mantas de algodón del sofá. Había caído una fuerte nevada en Navidad y las aceras y las calles estaban sucias con sal y aguanieve. Las montañas se mostraban tentadoras por la gran cantidad de nieve en polvo que había sobre caído sobre ellas, y Becca hablaba a Jack sobre las bondades de esquiar allí. Como ella no estaba en condiciones de hacerlo, se contentaba con dejar de lado los libros durante un par de semanas, feliz de permanecer sentada y relajada mientras Jack escribía en la computadora y le pedía que revisara sus trabajos. En la víspera de Año Nuevo, almorzaron tarde en el pueblo y evitaron las aglomeraciones. Alquilaron tres películas y pasaron la noche en el sofá junto al fuego. Cinco minutos antes de que dieran las doce, encendieron el televisor para mirar la cuenta regresiva en Times Square y vieron cómo miles de personas se congelaban en las calles de Nueva York. Jack estaba tendido de lado sobre el sofá y Becca, de espaldas, con la cabeza bajo el brazo izquierdo de él. Jack la besó mientras de fondo se escuchaba la canción Auld Lang Syne.

—Quiero que sepas que, aunque nada de esto estaba en nuestros planes, para mí solamente hemos adelantado el futuro —dijo Jack—. Planeaba casarme contigo algún día y también pensábamos tener hijos en algún momento. Solo sucede antes de lo esperado. No me arrepiento de nada, me emociona saber que este año seremos padres y estoy orgulloso de ser tu esposo.

—Ay, Jack —dijo Becca con lágrimas en los ojos—. Tú sí que sabes cómo hacer que una chica embarazada se sienta especial.

—Te amo —dijo él.

—Lo sé. Y voy a echarte terriblemente de menos cuando te vayas.

—Solo será hasta mediados de febrero y, mientras tanto, regresaré esporádicamente. Por una o dos noches, pero estaré en casa.

—Dime la verdad, ¿de acuerdo?

—Sí, claro.

—¿Piensas que un bebé podría perjudicar tu carrera?

—¿De qué manera podría nuestro bebé perjudicar mi carrera?

—Tu jefe será candidato a presidente y te necesitará a su lado. ¿Y si sucede de verdad? ¿Y si Milt Ward triunfa en las elecciones dentro de un año? Ambos hemos escuchado las historias de terror de los que trabajan para el presidente. La cantidad de horas que trabajan hace que los abogados recién egresados que consiguen empleo en los bufetes de Nueva York parezcan vagos.

—De acuerdo, sí, trabajaré muchas horas. Si necesito tiempo libre, lo pediré.

—Vamos, Jack. Todo el mundo querrá pasar más tiempo con su familia, pero tú tendrás un niño pequeño y trabajarás veinte horas diarias.

—No creo que vaya a ser tan grave.

—Aun así, ¿cómo harás? Tendrás que ver al bebé, y yo necesitaré ayuda. No puedo hacer todo sola.

—Te ayudaré.

—¿Pero no te causará complicaciones en el trabajo?

—Puede ser. No lo sé aún. Pero pienso ver a mi hijo.

—A eso me refiero. ¿Y si por tomarte tiempo para tu familia pierdes tu puesto en el equipo de Milt?

—Él no es así. Milt es un hombre de familia, lo entenderá.

—¿Y si no lo hace?

—Algo se me ocurrirá.

Becca respiró hondo.

—Sé que este trabajo es tu sueño. No quiero ser yo quien te lo estropee.

—No estropearás nada. Tú eres parte de mi sueño. Ahora escúchame bien: comienza un nuevo año y tenemos muchísimas cosas lindas en el horizonte.

La besó. Miraron la fiesta de Nueva York durante unos minutos más y luego volvieron a su película. Se durmieron juntos sobre el sofá. Comenzaba un año nuevo.