CAPÍTULO 44

Kelsey Castle

Montañas de Summit Lake

15 de marzo de 2012

Día 11

La cabaña estaba situada en donde comenzaba el bosque, y la luz moribunda del final del día la iluminaba con un brillo inquietante. Un arroyo corría desde la parte posterior y caía por tres escalones de rocas antes de formar un pequeño estanque a un lado de la vivienda. Las espadañas se movían en la brisa suave y, salvo por el murmullo del agua y el canto de algunos pájaros, el sitio estaba envuelto en silencio.

—Parece vacía —dijo Rae, mirando por el parabrisas.

No se veían luces encendidas ni vehículos.

Con la puerta del pasajero abierta, Kelsey meneó la cabeza, pulsó la pantalla del móvil y volvió a escuchar el mensaje. Puso el teléfono en altavoz. En el apartamento de Rae, Kelsey había hablado con el padre de Brad Reynolds, que le informó que no estaba en contacto con su hijo y que este ya no formaba parte de su vida. Pero enseguida después de cortar, y mientras intentaba comunicarse con Richard Walker, llamó la madre de Brad y dejó un mensaje. Kelsey y Rae lo volvieron a escuchar.

"¿Hola? Soy Dianne Reynolds, la madre de Brad. Acaba de hablar con mi esposo. Me disculpo por lo descortés que fue con usted. Él y Brad están pasando por un momento difícil, nada más. Brad sigue siendo parte importante de nuestra familia, cómo no va a serlo. Y sí que conocía a la chica que murió. Iban juntos a la universidad y estoy seguro de que querría hablar con usted sobre Becca. Vive en nuestra cabaña de caza, a una hora de Summit Lake. Si lo ve, por favor, dígale que lo amamos y que nos llame."

Kelsey y Rae volvieron a escuchar las instrucciones de la señora Reynolds. Estaban seguras de que esa era la cabaña. Bajaron del coche y fueron hasta el porche de entrada. Kelsey subió despacio los tres escalones. En los rincones del porche se acumulaban hojas secas que antes habían sido coloridas y brillantes, pero estaban negras y quebradizas.

—¿Brad Reynolds? —llamó Kelsey—. ¿Estás aquí?

Kelsey cruzó el porche y vio que la puerta principal estaba abierta. Entornó los ojos y se asomó dentro.

—¿Hay alguien?

Al no recibir respuesta, abrió la puerta de par en par. La luz azul del atardecer entraba por las ventanas y bañaba el interior en una penumbra granulada. La cabaña era un caos de desorden. Vio un sofá junto a la chimenea y un televisor antiguo con antena en forma de orejas de conejo. Un escritorio y una silla cubiertos de papeles. Periódicos por todas partes. Kelsey ladeó la cabeza cuando lo vio. El bolso de mujer de cuero suave, con el emblema de la marca Coach, que estaba sobre una mesita, parecía fuera de lugar en esa cabaña rústica.

Obedeciendo a sus instintos, cruzó el umbral y se adentró en la cabaña oscura.