Expedición nocturna alrededor de mi cuarto
![Expedición nocturna alrededor de mi cuarto](/cover/-fIcjFgBt_YiMul6/big/Expedici%c3%b3n%20nocturna%20alrededor%20de%20mi%20cuarto.jpg)
- Authors
- Maistre, Xavier de
- Publisher
- Editorial Verdehalago
- Tags
- relato , otros
- ISBN
- 9782859201715
- Date
- 1825-01-01T00:00:00+00:00
- Size
- 0.30 MB
- Lang
- es
A fin de dar algún interés al nuevo cuarto en que he hecho una expedición nocturna, debo participar a los curiosos cómo había venido a mi poder. Continuamente distraído de mis ocupaciones en la ruidosa casa que habitaba, me proponía desde hacía algún tiempo procurarme en la vecindad un retiro más solitario, cuando cierto día, recorriendo un estudio biográfico acerca de Buffón, leí que este hombre célebre había elegido en sus jardines un pabellón aislado que no contenía otro mueble que el sillón y la mesa en que escribía, ni otro libro que el manuscrito en que trabajaba.
Las quimeras en que yo me ocupo ofrecen tanto contraste con los trabajos inmortales de Buffón, que el pensamiento de imitarlo, aun en este punto, jamás hubiera acudido a mi imaginación, sin un accidente que me determinó a ello. Un criado, sacudiendo el polvo de los muebles, creyó que lo había en gran cantidad sobre un cuadro pintado al pastel que yo acababa de terminar, y lo limpió tan bien con un trapo, que logró, efectivamente, quitarle todo el color por mí combinado con tanto esmero. Después de haberme encolerizado mucho contra este hombre, que estaba ausente, y de no decirle nada cuando volvió, según mi costumbre, me puse en seguida en campaña y volvía a mi casa con la llave de un cuartito que había alquilado en un quinto piso de la calle de la Providencia. El mismo día hice trasportar a él los materiales de todo aquello que constituía mis ocupaciones favoritas, y allí pasé en adelante la mayor parte de mi tiempo, al abrigo del ruido casero y de los limpiadores de cuadros. Las horas transcurrían para mí como minutos en aquel aislado recinto, y más de una vez mis deliciosos desvaríos me han hecho olvidar en él la hora de la comida.
¡Oh, dulce soledad! Yo he conocido los encantos con que embriagas a tus amantes. ¡Desgraciado el que no puede estar solo un día en su vida sin experimentar el tormento del fastidio, y que prefiere, si es preciso, conversar con los tontos, mejor que consigo mismo!
Confesaré, no obstante, que amo la soledad en las grandes ciudades; pero, a menos que me fuerce alguna circunstancia grave, como un viaje al rededor de mi cuarto, por ejemplo, no quiero ser ermitaño sino por la mañana; por las tardes, me gusta ver de nuevo caras humanas. Los inconvenientes de la vida social y los de la soledad, se destruyen así mutuamente, y estos dos modos de existencia se embellecen el uno por el otro.