El Pequeño Monje Budista

No importa si el proyecto de vida que uno tiene es alocado e irrealizable, lo importante es tener uno. Depende como se mire, puede suponer una ventaja: entonces las peripecias serán más abarcadoras y prolongadas. Esto es lo que afirma el narrador de El pequeño monje budista.

El proyecto del fotógrafo francés Napoleón Chirac es colocarse en el centro de un círculo que crearán sus fotografías de espacios arquitectónicos de todo el mundo. El proyecto de su Mujer Jacqueline Bloodymary es crear velozmente los diseños que después la paciencia de los tejedores convertirán en tapices. El proyecto del tercer protagonista. Un monje budista de pequeñez insólita, es abandonar su natal Corea y emigrar al Occidente. El pequeño monje budista, que necesita un mecenas, encuentra a los franceses cuando se dirigen a ciertos templos que el fotógrafo desea retratar. Para todos parece la oportunidad perfecta de cumplir sus proyectos. Los turistas encuentran en el pequeño monje al mejor de los guías y a la más extraña y sorpresiva compañía. Lo que al monje le falta en estatura le sobra en elocuencia y encanto; embelesados con su discurso y sus conocimientos. La pareja de franceses sigue a su pequeño intérprete en un viaje cada vez más extraordinario en el que se topan con un tren de pasajeros embrujados, un caballo suicida, una perra en celo psicológico, un templo budista donde sólo se escuchan los éxitos del pop adolescente y donde los monjes cenan Coca-Cola y papas fritas.