Mararí­A

El viajero había sentido su sombra y su presencia gravitando sobre todos los caminos que le habían conducido a Femés, el pueblecito costero de la isla de Lanzarote.

¿Quién era Mararía? ¿Una bruja? ¿Una alucinada? Como si formara parte de la tierra y del paisaje, como la piedra o el drago, la bellísima Mararía, convertida en fantasma de sí misma, intemporal, hecha leyenda, parecía estar viviendo —¿o muriendo?— en la linde misma que separa la realidad de lo irreal.

Y el viajero, obsesionado en su deseo de reconstruir aquella vida, había comenzado a indagaar. Así había sabido, a través de los hombres que la habían amado —Isidro, el hacendado, Sebastián, el alcalde, don Ermín, el médico...—, la trágica historia de aquella mujer demasiado hermosa, y la del árabe con quien ella había decidido casarse y a quien el día de su boda habían asesinado los mozos del pueblo, despechados y celosos, los rechazados por Mararía, que nunca había llegado a saber por qué su hombre la había abandonado...

Pero todo eso era una historia verosímil, aunque dramática, y en torno a Mararía nada parecía real...

Mararía, que enfurecía con su sola presencia a los habitantes de Femés, o los aterraba...

Mararía, que decían que se aposaba de noche en los caminos, silbaba a los hombres y, cuando éstos se acercaban...

¿Quién era Mararía?