La mujer del coche, con gafas y un fusil

Pedir un coche prestado, sin que lo sepa el dueño, no es un acto encomiable, pero tampoco es muy grave. Sobre todo cuando se conoce al propietario y se sabe que no lo va a utilizar ni se va a enterar. Pero, claro, el coche era demasiado aparatoso: un inmenso Thunderbird norteamericano no puede dejar de llamar la atención por las carreteras francesas, principalmente si va conducido por una hermosa dama con gafas. ¿Y el fusil? El fusil, como la mano aplastada y el cadáver parecen exagerados castigos para tan escaso delito. Ella sólo quería ver el mar.