Canción de cuna
![Canción de cuna](/cover/WZSshUWl3oqPIR9L/big/Canci%c3%b3n%20de%20cuna.jpg)
- Authors
- Sierra, Gregorio Martínez
- Publisher
- PORRUA
- Tags
- teatro , otros
- ISBN
- 9789684521643
- Date
- 1986-01-01T00:00:00+00:00
- Size
- 0.24 MB
- Lang
- es
Conocemos por este título a la afortunada novela de Martínez Sierra, cuyo nombre, insinuado por el poeta Juan Ramón Jiménez, fue de buen augurio para la obra escrita sin grandes pretensiones a petición de una editorial barcélonesa. Y esa novela, que el autor calificó de circunstancias, lleva ya sus trece ilustros de haber aparecido y continúa fresca y atrayente con la simpatía de los lectores y su indiscutible popularidad, sucediéndose edición tras edición en todas las latitudes, ya que ha sido traducida a varias lenguas, y los jóvenes y los no jóvenes se sienten subyugados por su lectura y gozan con ella porque el tema que desarrolla es eterno, como eterno es el amor.
Ana María y Agustín, primos, cobijados bajo el mismo techo acogedor, a donde llegaron huérfanos, al lado de la abuala Doña Margarita, fueron recibidos por ella con toda la ternura de su corazón, ya que venían a llenar el vacío dejado por los que habían partido, unos, a tierras lejanas; otros, al viaje sin retorno, y forjó un mundo de felicidad para aquellos dos nietos que casi desde que se conocieron aprendieron a quererse, cariño que se transformó en amor al llegar la juventud, y en esos amores juveniles puso la abuela la mitad de su alma y se apresuró a quererlos juntos.
Apenas nacido aquel amor, Ana María, recta de criterio, planteó el problema de la separación, y Agustín lo aceptó porque deseaba ir por el mundo a aprender belleza, a trabajar, a soñar con la gloria; haciéndoles, al partir, la promesa a quienes quedaban, de recordarlas siempre, de escribirles con frecuencia. Y llegaron cartas al caserón plantado en la Sierra, y llegó después la gloria para el ausente; pero también el olvido; la infidelidad, provocada por una mujer en figura de bailarina se interpuso en el camino del artista; mientras la ingenua prima lo espera por largos años y aún tiene la generosidad inconcebible de escribir las cartas del olvidadizo nieto, para sostener la ilusión de cariño en la pobre abuela, que inválida y ciega cree todo lo que la nieta se propone hacerle creer.
Y regresa el nieto, no por compartir con ellas la gloria del triunfo, como Ana María hizo saber a la abuela; sino por la gravedad de ésta y el temor de la nieta de encontrarse sola; ante la presencia del infiel aún tuvo la olvidada la dignidad y la entereza de recibir con serenidad y sonrisas al que, como hombre, no tuvo el valor suficiente de conservar su corazón libre de las flaquezas humanas.
La novela continúa con el relato de la presencia de la intrusa en el propio lugar donde la novia es reina y señora, en un ambiente de paz donde hay un inmenso jardín con árboles que comienzan a cubrirse de verdor porque es primavera, con revuelo de pájaros en las ramas y una alameda de señorial rectitud que lleva a sus lados una doble fila de álamos y en donde termina hay un parterre con profusión de flores: alhelíes, jacintos y violetas que comienzan a abrir sus corolas y a esparcir sus perfumes; en medio una fuente donde canta su canción el agua; más allá, un estanque con cisnes blancos, y dominándolo todo, un palacio con grandes ventanales al jardín por donde se escapan los dulces sones de una música bella y tranquila que manos expertas hacen brotar de un elegante piano.
Allí no hay lugar para escenas trágicas de celos con gritos y lamentos. Allí no puede ni debe triunfar la mala mujer que ha venido a turbar la paz y a tratar de torcer el verdadero y recto destino del artista. Y en un final de optimismo, a pesar de todas las desventuras, triunfa el amor de la novia, porque ella sabe perdonar las veleidades del amado que vuelve a su lado arrepentido, y se casan y son felices como en los cuentos.