[Gutenberg 47287] • El libro de las mil noches y una noche; t. 1
- Authors
- Anonymous
- Publisher
- Prometeo
- Tags
- fairy tales -- arab countries , tales -- arab countries , folklore -- arab countries , arabs -- folklore , fairy tales
- Date
- 2014-11-23T00:00:00+00:00
- Size
- 0.87 MB
- Lang
- es
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LA OBRA DE MARDRUS
Por E. GÓMEZ CARRILLO
HE aquí Las mil noches y una noche, que ya no son aquellos buenos cuentos de niños, arreglados por Galland, en los cuales los visires llevaban cuellos de encaje á lo Luis XIV y las sultanas se arreglaban la cabellera cual Madame de Maitenón, sino otros cuentos más serios, más crueles y más intensos, traducidos literalmente del árabe por el doctor Mardrus y puestos en castellano por uno de nuestros grandes escritores. «Vosotros los que no habéis leído sino el antiguo arreglo—nos aseguran los entusiastas de la literalidad—no conocéis estas mágicas historias.» Pero los entusiastas de la tradición clásica contestan: «En la versión nueva hay más detalles, más literatura, más pecado y más lujo, es cierto. Lo que no hay es más poesía y más prodigio. Por cantar más, los árboles no cantan mejor, y por hablar con superior elocuencia, el agua no habla con mayor gracia. Todo lo estupendo que aquí vemos, las pedrerías animadas, las rocas que oyen, los odres llenos de ladrones, los muros que se abren, los pájaros que dan consejos, las princesas que se transforman, los leones domésticos, los ídolos que se hacen invisibles, todo lo féerique, en fin, estaba ya en el viejo é ingenuo libro. Lo único que el doctor Mardrus ha aumentado es la parte humana; es decir, la pasión, los refinamientos y el dolor. La nueva Schahrazada es más artista. También es más psicóloga. Con detalles infinitos, explica las sensaciones de los mercaderes sanguinarios durante las noches de rapto y las locuras de los sultanes en los días de orgía. Pero no agrega un solo metro al asalto del caballo de bronce, ni hace mayores las alas del águila Rock, ni da mejores talismanes á los príncipes amorosos, ni pone más pingües riquezas en las cavernas de la montaña. Y esto es lo que nos interesa.»
Los que hablan así se equivocan. Las «noches» de Galland eran obrillas para niños. Las «noches» de Mardrus son todo un mundo, son todo el Oriente, con sus fantasías exuberantes, con sus locuras luminosas, con sus orgías sanguinarias, con sus pompas inverosímiles... Leyéndolas he respirado el perfume de los jazmines de Persia y de las rosas de Babilonia, mezclado con el aroma de los besos morenos... Leyéndolas he visto el extraño desfile de califas y de mendigos, de verdugos, de cortesanos, de bandoleros, de santos, de jorobados, de tuertos y de sultanes, que atraviesa las rutas asoleadas, entre trapos de mil colores, haciendo gestos inverosímiles. Y como si todo hubiera sido un sueño de opio, ahora me encuentro aturdido, sin poderme dar cuenta exacta de lo que en mi mente es recuerdo de escenas admiradas en Ceylán, en Damasco, en El Cairo, en Aden, en Beirut, y lo que sólo he visto entre las páginas mardrusianas. Porque es tal la naturalidad, ó, mejor dicho, la realidad de los relatos de Schahrazada, que verdaderamente puede asegurarse que no hay en la literatura del mundo entero una obra que así nos obsesione y nos sorprenda con su vida inesperada y extraordinaria. ¡Y pensar que al abrir la obra de Mardrus figuréme que iba sencillamente á encontrarme con Las mil y una noches de Galland, que todos conocemos, un poco más completas sin duda, pero siempre con un añejo saborcillo de discreta galantería exótica! «Entre esta traducción nueva y la traducción clásica—pensé—debe de haber la misma diferenc