La dama de la furgoneta

Desde finales de los años 60, los vecinos del barrio de Camden tenían entre sus transeúntes habituales a la peculiar Miss Shepherd, una señora de cierta edad que vivía en su furgoneta y que, entre otros menesteres, sobrevivía gracias a objetos religiosos que vendía en los mercadillos.

Después de varios incidentes violentos, en 1974, Alan Bennett ofreció a Miss Shepherd que, provisionalmente, aparcara su furogneta dentro de su jardín.

Aunque, afirma el escritor, él jamás se engañó pensando que su impulso obedecía a razones puramente caritativas; aquel sadismo le había perturbado demasiado, se pasaba el día vigilando a Miss Shepherd, y así no podía escribir. Y éste fue el comienzo de una convivencia que duraría quince años, hasta la muerte de la excéntrica, reservada y digna Miss Shepherd, una persona y una presencia muy reales, y con más de una identidad y una vida, como descubrió Bennett después de su muerte.

«El hipnótico retrato de una marginada con un espíritu indomable, un texto sostenido a partes iguales por la fascinación y la compasión. Y también por algunos de los estallidos de comicidad más inteligentes que ha producido la escritura del siglo XX» (The Village Voice)