Aldeana
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Lejana vibración de esquilas mustias
en el aire derrama
la fragancia rural de sus angustias.
En el patio silente,
sangra su despedida el sol poniente.
El ámbar otoñal del panorama
toma un frío matiz de gris doliente!
Al portón de la casa,
que el tiempo con sus garras torna ojosa,
asoma silenciosa
y al establo cercano luego pasa,
la silueta calmosa
de un buey color de oro,
que añora con sus bíblicas pupilas,
oyendo la oración de las esquilas,
su edad viril de toro!
¡Al muro de la huerta,
aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y un triste alerta,
cual dos gotas de llanto,
tiemblan sus ojos a la tarde muerta!
Lánguido se derrama
en la vetusta aldea
el dulce yaraví de una guitarra,
en cuya eternidad de hondo quebranto
la triste voz de un indio dondonea,
como un viejo esquilón de camposanto.
De codos yo en el muro,
cuando triunfa en el alma el tinte oscuro,
y el viento reza en los ramajes yertos
llantos de quena, tímidos, inciertos,
suspiro una congoja
al ver que en la penumbra gualda y roja
llora un trágico azul de idilios muertos!