Prefacio a la primera edición{*}

Esta generación afronta dos caminos: el camino de la vida y el camino de la muerte. ¡Esperemos que la humanidad escoja la vida!

Herman Daly y John Cobb

Las últimas décadas del siglo XX fueron testigo de un cambio dramático en el curso de la humanidad. A medida que los “problemas modernos” se fueron transformando en verdaderas amenazas globales sobre la existencia misma del planeta y la sobrevivencia de los seres humanos —la exclusión económica y social, la subversión de las relaciones humanas, la destrucción del medio ambiente—; en esa misma medida se afianzaba un pretendido pensamiento único, ciego ante tales amenazas y ebrio de un eficientismo abstracto fundado en el mercado, el laboratorio y la racionalidad medio-fin.

Con el colapso del socialismo histórico, este sistema anuncia su triunfo definitivo, celebra el “fin de la historia” y se propone aplastar toda opción que no sea la solución única y homogénea que pretende implantar en el mundo entero. Ya no podrán haber muchos mundos ni pluralismo de sistemas, sino un sólo mundo que es el capitalismo globalizado.

Este “nuevo” orden se impone y se legitima tautológicamente, gracias al implacable poder que lo sostiene. No puede prometer y ya no promete un lugar para todos, sino que exalta la ideología de la competencia a muerte y la eficiencia abstracta: el mundo es de winners y losers. Pero al afirmarse sobre un poder total e indiscutido, este orden prescinde de toda referencia a los seres humanos concretos como fuente de legitimidad, afirmando su legitimidad por la legalidad y por la fuerza. Se autoconcibe creado, organizado y posibilitado por el imperio de la ley y de las armas, en una sociedad en guerra competitiva permanente por la sobrevivencia de los capitales, los Estados, las naciones, los pueblos, los seres humanos y el medio ambiente.

Las ciencias sociales, y particularmente la economía, se han adaptado rápidamente a esta ideología del capitalismo total. La economía ahora se conduce como si se tratara de una guerra económica, en la cual se busca conseguir y mantener ventajas competitivas que hagan posible salir de la misma como vencedores. El economista, y en especial el administrador de empresas, se ha convertido en el asesor militar en esta guerra económica, llegando a ser su función primordial, no la producción de teorías o el entendimiento de lo que significa esta manera de enfocar la economía, sino, cómo contribuir al triunfo en esta confrontación bélica: la competencia a muerte.

Pero este estado de guerra desatado por el eficientismo racionalista, conduce no solamente a una destructividad cada vez mayor, sino a una autodestructividad también creciente que socava las propias condiciones de posibilidad de la vida humana, natural y social. ¡El asesinato es suicidio!

Todos estos procesos de destructividad, alienación y fetichización se derivan de la pérdida de un referente crucial para todo acto o producto humano y para el análisis de la realidad: el criterio del sujeto vivo, corporal, concreto, necesitado. Al prescindir del sujeto en tanto ser humano corporal y concreto, y del análisis de las condiciones materiales de su vida natural y social, es decir, corporal, las formas culturales del capitalismo globalizado pierden el criterio de realidad y de verdad y avanzan a ciegas hacia crecientes estilizaciones abstractas y a menudo vacías, o hacia mitificaciones sacrificiales. En pocas disciplinas este proceso ha avanzado tanto como en la economía, misma que se vanagloria de ser “economía pura”.

Por eso, la demanda de la recuperación del sujeto, de la vida humana concreta, de la vida para todos, en las instituciones sociales y en las construcciones culturales —ciencia, filosofía, teología, etc.—es la demanda más urgente en el mundo de hoy. Si como creemos, no puede construirse una nueva sociedad sin imaginarla, entonces la construcción de alternativas pasa por una renovación radical de nuestros actuales marcos categoriales, marcos que no solamente predeterminan nuestra percepción de la realidad, sino que limitan, además, las metas de la acción humana que podemos concebir.

En este libro proponemos un horizonte —y sólo eso—, para la reconstrucción teórica de la economía, ciencia que desde sus orígenes se ha debatido entre el arte del lucro (crematística) y el arte de gestionar la producción y distribución de los bienes necesarios para abastecer a la comunidad y satisfacer las necesidades humanas (oikonomía). En esta última dirección es que pensamos debería reformularse la economía, como una ciencia de la reproducción o sustentabilidad de las condiciones materiales que hacen posible la vida, esto es, como una Economía para la vida.

Esta obra puede considerarse una continuación de nuestro libro anterior, Coordinación social del trabajo, mercado, y reproducción de la vida humana (DEI, San José, 2001); en relación al cual hemos agregado nuevos temas, suprimido algunos y reformulado otros. Nuestro especial y fraterno agradecimiento al equipo de investigadores del DEI y a nuestros amigos y amigas del Foro de Economía Crítica de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional (Heredia, Costa Rica), por los comentarios y aportes recibidos durante la larga elaboración de esta obra.

Franz J. Hinkelammert

Henry Mora Jiménez

San José, Costa Rica

Abril de 2005.