El proceso simple de trabajo (en su conjunto), y su equilibrio dinámico reproductivo
En el capítulo anterior se sentaron las bases para un punto de partida de una “Economía orientada hacia la Vida”: el ser humano como sujeto necesitado y la necesaria reproducción de sus condiciones materiales de vida. Y aunque partimos de lo que llamamos el “circuito natural de la vida humana”, iniciamos también un proceso de especificación de los elementos de este circuito, de manera que permita construir una teoría social de la racionalidad económica reproductiva. Planteamos así la especificación del trabajo en general en trabajo específico y de la necesidad en general en necesidades específicas, lo que nos permitió llegar al concepto de fines específicos y valores de uso (satisfactores). En este capítulo proseguimos con este proceso de especificación, ahondando en el análisis del trabajo y de los medios y objetos de trabajo. Esto nos permitirá pasar del concepto abstracto de “proceso de trabajo en general” al más específico “proceso simple de trabajo”, en el cual todos sus elementos han sido debidamente especificados en el marco de una economía social; pero sin situar todavía esta especificación en un contexto de relaciones mercantiles con división social y técnica del trabajo altamente desarrolladas. En buena parte de este recorrido nos apoyamos en los aportes teóricos de Marx, aunque llamando la atención sobre lo que consideramos son algunas de las principales limitaciones de su análisis.
El proceso de trabajo, tal como lo estudiamos en el capítulo anterior y en el que actúa la “naturaleza-hombre” sobre la “naturaleza-materia” (y viceversa) tiene una especificidad que lo distingue de las otras acciones de la naturaleza sobre la naturaleza{23}.
Según Marx, el hombre tiene la posibilidad de regular y controlar, mediante su propia acción, su intercambio de materias con la naturaleza:
El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción, su intercambio de materias con la naturaleza (1973, I: 130).
Es claro que este control de “su propia acción” se trata apenas de una posibilidad/necesidad, pero que no es algo inevitable, pues la crisis ecológica que sufrimos en la actualidad, y que en gran parte es resultado de la propia acción humana, indica que esta posibilidad/necesidad puede resultar en un proceso incontrolable y de consecuencias inciertas e irreversibles para el sostenimiento de las condiciones que hacen posible la vida en el planeta. La afirmación categórica de Marx en la cita anterior, resulta de su limitación por situarse preferentemente en una perspectiva del proceso de trabajo simple (individual, parcial). Si hubiese desarrollado un concepto de “sistema de división social del trabajo” más allá de la producción mercantil y capitalista, de seguro se hubiese percatado de que la factibilidad de un proceso de trabajo parcial no es simplemente técnica, sino que debe ser evaluada dentro de un equilibrio general que tenga en cuenta, entre otras, las condiciones de reproducción de la naturaleza{24}.
Sin embargo, como a Marx solía interesarle la especificidad de un fenómeno, y no solamente su denominador común, que abstrae de las especificidades, prosigue desarrollando esta idea. Define el trabajo como una actividad consciente, en el curso de la cual el hombre descubre sus potencialidades y las desarrolla, desarrollándose a la vez a sí mismo.
Y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina (ídem).
Con el trabajo como actividad consciente se concreta así la disciplina, potencia humana que durante el transcurso del esfuerzo orienta la fuerza creativa de la acción hacia un fin determinado.
Las características mencionadas (actividad consciente orientada a un fin y, por tanto, no instintiva; intercambio regulado con la naturaleza; disciplina, propulsor de potencialidades humanas) y otras que enseguida veremos (resultado preconcebido, mentalmente proyectado, supeditación, atención), hacen que el trabajo humano se distinga de la actividad animal en general sobre su entorno natural, y resulta mucho más desarrollado en la sociedad capitalista con respecto a las sociedades precapitalistas{25}. Con el trabajo se desarrolla el ser humano, y ese desarrollo hace del trabajo algo exclusivamente humano.
Marx contrapone después la actividad animal al trabajo específicamente humano:
Una araña ejecuta operaciones que asemejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, lo proyecta en su cerebro.
Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero, es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal (Ibid.: 130-31, énfasis nuestro){26}.
Esto tiene importantes consecuencias para la consideración del sujeto de trabajo:
El trabajador no se limita a hacer cambiar la forma de la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella un fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad. Y esta supeditación no constituye un acto aislado. Mientras permanezca trabajando, además de esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar esa voluntad consciente del fin al que llamamos atención, atención que deberá ser tanto más reconcentrada cuanto menos atractivo sea el trabajo, por su carácter o por su ejecución, para quien lo realiza, es decir, cuanto menos disfruta de él el trabajador como de un juego de sus fuerzas físicas y espirituales (Ibid.: 131, énfasis nuestro).
Esta es la definición amplia del proceso de trabajo. Es actuación de la naturaleza (humana) sobre la naturaleza exterior (medio ambiente), y tiene en común con la vida animal en general la realización de distintas operaciones vitales, en procura de la satisfacción de cualquier clase de necesidad. Empero, tiene como carácter específico el hecho de ser una actividad de la “naturaleza hombre” sobre la “naturaleza materia”, que se guía conscientemente por un fin (la producción de valores de uso aptos para satisfacer necesidades humanas); a partir de ello se constituye un proyecto, que requiere una existencia ideal del producto antes de ser realizado. De este modo, el ser humano desarrolla potencialidades que dormitan en su ser. La realización del resultado proyectado exige disciplina y atención, capacidades humanas que permiten realizar una secuencia de procedimientos que no pueden lograrse de manera instintiva.
Este concepto del proceso de trabajo en general contiene en sí, aunque no de forma explícita todavía, la utilidad del producto hecho (“realiza en ella un fin”), la tecnología aplicada y su desarrollo en función de la naturaleza objetiva condicionante (“hacer cambiar la forma de la materia”), y, por tanto, los posibles medios de producción a emplear.{27} Además, contiene ya una ética del proceso de trabajo (“tiene necesariamente que supeditar su voluntad”), lo que sugiere que no existe el trabajo sin ética del trabajo. Esto también nos permite establecer desde ahora y con toda claridad, la diferencia entre el momento tecnológico-productivo y el momento o la instancia económica, que incluye asimismo lo social y lo ético.
No obstante, para hacer explícito este paso adicional es necesario un desarrollo ulterior del análisis que consideramos a continuación.
La especificación de la naturaleza en "tierra"o "medio de producción"
Al proceso de trabajo en general, definido en los términos anteriores, Marx contrapone, en la prosecución de su análisis, el objeto de trabajo y los medios de trabajo. El proceso de trabajo en general ya los presupone, pero existen a la vez fuera de él:
Los factores simples que intervienen en el proceso de trabajo son: la actividad adecuada a un fin, o sea, el propio trabajo, su objeto y sus medios (1973, I: 131).
Del proceso de trabajo en general (“condición general del intercambio de materias entre la naturaleza y el hombre”), Marx pasa ahora al “propio trabajo” o “actividad adecuada a un fin”, esto es, a un nuevo nivel de determinación del proceso de trabajo, que si bien contiene en su concepto todos los objetos y los medios de trabajo, ahora también se contrapone a ellos. Lo que en cuanto a su finalidad, su proyecto y su atención el trabajo ya contiene, existe a la vez fuera de él. Proyectándose sobre la naturaleza, se la apropia, pero a la vez ésta se le opone como objeto y exige comportamientos humanos de respeto hacia ella. Se trata de un paso importante del análisis, que de igual modo debe darse en relación con las necesidades (especificación de las necesidades, —ver capítulo II).
En cuanto finalidad, el trabajo ya incluye la necesidad, pero en cuanto producción en una economía social (sistema de división social del trabajo), la necesidad propia existe al mismo tiempo fuera del trabajo, en la necesidad del otro, y ambos tienen que coincidir. Lo mismo ocurre con la tecnología y con la atención. Sólo una definición del trabajo que también incluya este paso al “propio trabajo” puede servir después para fundamentar el análisis de la división social del trabajo, que ya no se ocupa apenas del trabajo en general, sino principalmente de los múltiples trabajos específicos, de las necesidades específicas, de los fines específicos y de sus mutuas y complejas interrelaciones{28}.
Sin embargo —y aquí observamos una limitación—, en el actual nivel del análisis, Marx opone exclusivamente al “propio trabajo” (en cuanto factor simple del proceso de trabajo, el trabajo específico), su objeto y sus medios, evitando en este momento una discusión sobre la división social del trabajo. Marx, por ende, pasa a analizar el objeto y los medios de trabajo en detalle. Sigamos los pasos de su argumentación.
El objeto de trabajo: la tierra como el objeto general
El objeto de este trabajo específico ya no es “la naturaleza”, sino “la tierra”, vale decir, la naturaleza especificada como un factor de la producción originario{32b}. La tierra, enfrentada ahora al trabajo, cumple las más diversas funciones económicas. Primero, por supuesto, el hombre la encuentra y no la produce: es la condición misma de su existencia.
El hombre se encuentra, sin que él intervenga para nada en ella, con la tierra (concepto que incluye también, económicamente, el del agua), tal y como en tiempos primitivos surte al hombre de provisiones y de medios de vida aptos para ser consumidos directamente, como el objeto general sobre el que versa el trabajo humano (Ibid.: 131).
Como objeto general, la tierra es el concepto del cual derivan todos los objetos exteriores al hombre (inclusive su propia corporeidad). Da origen al objeto de trabajo, el cual adquiere forma específica cuando se transforma en materia prima:
Todas aquellas cosas que el trabajo no hace más que desprender de su contacto directo con la tierra son objetos de trabajo que la naturaleza brinda al hombre... cuando el objeto sobre el que versa el trabajo ha sido ya, digámoslo así, filtrado por un trabajo anterior, lo llamamos materia prima... Toda materia prima es objeto de trabajo, pero no todo objeto de trabajo es materia prima... (Ídem).
Se puede añadir que el objeto de trabajo es siempre resultado de la tierra, pero que ésta no existe solamente como objeto de trabajo{29}.
Del objeto de trabajo se distingue el medio de trabajo:
El medio de trabajo es aquel objeto o conjunto de objetos que el trabajador interpone entre él y el objeto que trabaja y que le sirve para encauzar su actividad sobre este objeto. El hombre se sirve de las cualidades mecánicas, físicas y químicas de las cosas para utilizarlas, conforme al fin perseguido, como instrumento de actuación sobre otras cosas. El objeto que el trabajador empuña directamente no es el objeto sobre que trabaja, sino el medio de trabajo... (Ibid.: 131-32).
Aun así, Marx insiste en que el medio de trabajo arranca igualmente de la tierra:
...losproductos de la naturaleza se convierten directamente en órganos de la actividad del trabajador, órganos que él incorpora a sus propios órganos corporales, prolongando así, a pesar de la Biblia, su estatura natural. La tierra es su despensa primitiva y es, al mismo tiempo, su primitivo arsenal de medios de trabajo. Y la propia tierra es un medio de trabajo aunque exija, para su cultivo, para poder ser utilizada como medio de trabajo, toda otra serie de medios de trabajo y un desarrollo de la fuerza de trabajo relativamente grande... (Ibid.: 132).
La tierra resulta, así, el arsenal originario de medios de consumo, de objetos de trabajo y de medios de trabajo. No obstante, el desarrollo del proceso de trabajo y el avance de su socialización transformarán sustancialmente esos elementos originarios. El momento determinante de esta transformación es la fabricación de medios de trabajo.
Tan pronto como el proceso de trabajo se desarrolla, incluso en sus fases iniciales, demanda la utilización de medios de trabajo fabricados (animales domesticados, piedra y madera tallada, huesos y conchas elaboradas, forja y mezcla de metales, construcción de molinos, etcétera), y éstos llegan a ser lo distintivo del trabajo humano específico.
El uso y la fabricación de medios de trabajo, aunque en germen se presenten ya en ciertas especies animales, caracterizan el proceso de trabajo específicamente humano, razón por la cual Franklin define al hombre como ‘a toolmaking animal’, o sea, como a un animal que fabrica instrumentos (Ídem).
A partir del desarrollo de estos medios de trabajo se transforman también el objeto y la finalidad. El objeto será siempre, en grado creciente, materia prima elaborada, y los medios de vivir, cada vez más productos, es decir, resultados de un proceso de trabajo específico. Respecto a los medios de trabajo, Marx distingue aquellos que sirven directamente para elaborar productos específicos, de otros que median entre el objeto de trabajo y su resultado.
Entre los objetos que sirven de medios para el proceso de trabajo cuéntase, en un sentido amplio, además de aquellos que sirven de mediadores entre los efectos del trabajo y el objeto de éste y que, por tanto, actúan de un modo o de otro para encauzar la actividad del trabajador, todas aquellas condiciones materiales que han de concurrir para que el proceso de trabajo se efectúe... Y aquí volvemos a encontrarnos, como medio general de trabajo de esta especie, con la tierra misma, que es la que brinda al trabajador el locus standi y a su actividad el campo de acción… Otros medios de trabajo de este género, pero debidos ya al trabajo del hombre, son por ejemplo, los locales en que se trabaja, los canales, las calles, etc. (Ibid.: 133).
Así, la tierra es despensa y (agregamos) depósito de residuos y desperdicios, objeto de trabajo y medio de trabajo, incluyendo la propia infraestructura del trabajo; de modo que el desarrollo del proceso de trabajo resulta ser una transformación de estas funciones originales de la tierra en productos materiales fabricados. De esta manera, el hombre se hace específicamente hombre, y el producto es resultado de una finalidad que penetra completamente el proceso de trabajo. Marx puede ahora resumir y sintetizar:
Si analizamos todo este proceso desde el punto de vista de su resultado, del producto, vemos que ambos factores, los medios de trabajo y el objeto sobre el que éste recae, son los medios de producción y el trabajo un trabajo productivo.
Tenemos entonces el siguiente esquema:
34. Es usual clasiἀcar los recursos naturales en tres tipos: a) renovables, b) no renovables, y c) continuos. Estos últimos son inagotables y corresponden a fuentes de energía cuya disposición no se ve afectada por la actividad humana, como la radiación solar y la energía eólica.
La productividad del trabajo a la que aquí nos referimos, es una en términos de valores de uso, o sea, de satisfactores de necesidades específicas que deciden sobre la vida (o muerte) del sujeto productor. La productividad del trabajo siempre se refiere al trabajo específico, a la cantidad de valores de uso creados durante un lapso determinado y con medios determinados. Con todo, al nivel de la producción en general y del proceso simple de trabajo, la referencia pertinente no es en relación con el tiempo de trabajo, sino con el tiempo de vida del sujeto productor. Y en referencia a un sistema de división social del trabajo en general, no se establece tampoco un sistema de intercambio en términos de “valores equivalentes”, sino en términos de las condiciones de reproducción de la vida humana. Únicamente con la generalización de la producción mercantil y del trabajo asalariado (en el capitalismo), las relaciones de complementariedad entre los productores en un sistema de división social del trabajo se transforman en relaciones de intercambio entre valores equivalentes; y el tiempo de vida del sujeto productor es reducido a tiempo de trabajo. Tales condiciones de reproducción de la vida humana incluyen la reproducción in natura del medio ambiente natural, lo mismo que las facultades físicas y espirituales, individuales y colectivas, de los seres humanos. Por otra parte, y con respecto a los objetos del trabajo y los medios de trabajo, Marx deja clara su posición: éstos no son productivos, no producen, sino que son “medios de producción”.
El esquema de la figura 3.1 expresa una dualidad —trabajo/tierra— (o en general, trabajo/medio ambiente), pero contenida en una identidad originaria: el ser humano en cuanto ser natural inserto en la Naturaleza. Sin embargo, el desarrollo del proceso de trabajo hace que los medios de vida y los medios de trabajo dejen de ser simplemente “encontrados” en la tierra. El vínculo directo con la tierra virgen, que en la sociedad ancestral se encuentra tanto en el objeto de trabajo como en los medios de vida y de trabajo, se restringe cada vez más al objeto de trabajo, que a partir de la materia bruta (recursos naturales) se transforma en materia prima. Los instrumentos de trabajo y los medios de vida son ahora y cada vez más, “productos”, vale decir, resultado de una actividad productiva; transformación del objeto de trabajo, con el apoyo de los medios de trabajo, en valores de uso específicos que satisfacen determinadas necesidades humanas. En el grado creciente y siempre más complejo en que esto ocurra, los productos son a su vez condición, y no sólo resultado, del proceso de trabajo.
Para engendrar un valor de uso como producto, el proceso de trabajo absorbe, en concepto de medios de producción, otros valores de uso, productos a su vez de procesos de trabajo anteriores. Y el mismo valor de uso que forma el producto de ese trabajo, constituye el medio de producción de aquel. Es decir, la condición del proceso de trabajo (Ídem).
Cuando se utiliza la materia bruta, ésta se transforma en materia prima y el medio de vida se transforma en producto. Desarrollándose ahora el medio de trabajo en cuanto que producto fabricado, se desarrollan igualmente las materias primas y los productos finales. El contacto con la naturaleza se efectúa a partir de la extracción de la materia bruta, la tierra como medio de trabajo directo (por ejemplo, en la agricultura y la pesca) y la tierra como espacio (locus standi, infraestructura como medio de trabajo).
Con este resultado, el análisis marxiano del proceso simple de trabajo llega a su límite. Marx lo resume así:
Como vemos, en el proceso de trabajo la actividad del hombre consigue, valiéndose del medio de trabajo correspondiente, transformar el objeto sobre que versa el trabajo con arreglo al fin concebido de antemano. Este proceso desemboca y se extingue en el producto. Su producto es un valor de uso, una materia dispuesta por la naturaleza y adaptada a las necesidades humanas mediante un cambio deforma. El trabajo se compenetra y confunde con su objeto. Se materializa en el objeto, al paso que éste se elabora. Y lo que en el trabajo existía en forma de inquietud, aparece por el lado del producto como quietud, en la forma del ser (Ídem) {30}.
En todos aquellos casos, en que recae sobre productos y se ejecuta por medio de ellos, el trabajo devora productos para crear productos, o desgasta productos como medios de producción de otros nuevos (Ibid.: 136).
Con base en este resultado, Marx debería pasar a analizar el proceso de trabajo en su totalidad, partiendo de la constatación de que tanto los medios de producción —excepción hecha de la industria extractiva—, como los medios de vida, son productos producidos. Se trata, parafraseando a Sraffa, de una “producción de productos por medio de productos”. No obstante, al menos en el tomo I de El Capital, no da este importante paso.
Valores de uso para otros y uso múltiple de los productos
Hasta este momento del análisis, Marx ha considerado a los productos del proceso de trabajo sólo como resultado, no a su vez como condición del mismo. Eso conlleva una importante simplificación tocante al tratamiento de la satisfacción de las necesidades. El producto específico es tratado como un fin para satisfacer necesidades. Sin embargo, en el grado en que la generalidad de los productos se producen por medio de productos, esta finalidad resulta mediatizada por las diversas etapas intermedias y las muchas interdependencias de la producción; de modo que, en el marco de un sistema de división social del trabajo, la satisfacción de las necesidades pasa a ser finalidad en última instancia, más no ya, simple y directamente realizable{31}. En este nivel del análisis, esta mediación de la finalidad se explica por dos razones.
1. Primeramente, porque la producción de valores de uso ya no satisface las necesidades específicas directas del mismo productor que lo produce, sino que se trata ahora de valores de uso que ingresan como medios de producción en otros procesos específicos de trabajo; o como medios de vida en el consumo de otros productores. Ya no se produce simplemente valores de uso, sino valores de uso para otros. Y de esta forma, la satisfacción de la necesidad de cada productor pasa a depender de la satisfacción de la necesidad del otro.
2. Y en segundo lugar, por el hecho de que los productos en general no se clasifican como medios de producción o bienes finales, o como objetos de trabajo y medios de trabajo, con base en su carácter físico; sino que en ello interviene una decisión del sujeto del proceso de trabajo que contribuye a determinar si un valor de uso específico se destina como bien final, medio de trabajo u objeto de trabajo. La propia materia prima tiene aplicaciones muy diversas:
Como todas las cosas poseen numerosas calidades, siendo por tanto susceptibles de diversas aplicaciones útiles, el mismo producto puede entrar como materia prima de los procesos de trabajo más diversos. El trigo, por ejemplo, es materia prima para el fabricante de harina y para el fabricante de almidón, para el destilador de aguardiente, para el ganadero, etc. Además, es, como simiente, materia prima de su propia producción. El carbón es producto de la industria carbonífera, y a la par medio de producción de la misma rama industrial (Ibid.: 134){32}.
En resumen:
Como se ve, el que un valor de uso represente el papel de materia prima, medio de trabajo o producto, depende única y exclusivamente de las funciones concretas que ese valor de uso desempeña en el proceso de trabajo, del lugar que en él ocupa, al cambiar este lugar, cambian su destino y función (Ibid.: 135).
La clasificación refleja decisiones conscientes y es el resultado de una voluntad consciente de un determinado fin.
De manera que el valor de uso, como producto, es de uso múltiple (sujeto a fines alternativos), y en tal calidad su finalidad depende del productor del proceso de trabajo en que se utiliza como objeto o medio de trabajo{33}. Esta multiplicidad el producto la pierde recién cuando ingresa en otro proceso de trabajo o en el acto de consumo. Mientras que la finalidad del productor individual no puede ser sino la producción de un determinado producto específico, la finalidad específica del mismo ya no se determina en el proceso simple de trabajo en que el mismo se produce, sino en el conjunto de todos los procesos de trabajo en los que actúa como condición; se trata por consiguiente, de una determinación social39.
Más aún, un producto cualquiera no sirve como tal por el hecho de ser producto de un proceso de trabajo anterior, sino exclusivamente por el hecho de que es útil para el proceso de trabajo en el que es aplicado. Para este efecto, da lo mismo si se trata de un resultado de un trabajo anterior o de una materia bruta de la tierra. Son las condiciones de operación de cada proceso de trabajo lo que determina la utilidad del medio de producción que se usa en ese proceso de trabajo.
Hemos visto que ningún objeto es de por sí medio de vida, medio de trabajo u objeto de trabajo. Lo es por decisión del sujeto productor que lo usa en el proceso de trabajo correspondiente. Por otro lado, si bien el trabajo humano suministra productos, para el uso de los mismos es indiferente si éstos son productos del trabajo o no, y de qué tipo de trabajo. Como medios de vida los bienes se transforman en consumo individual, y como medios de producción en consumo productivo. Pero en cuanto medios de producción, es indispensable que los mismos entren en contacto con el trabajo vivo:
Una máquina que no presta servicio en el proceso de trabajo es una máquina inútil. Y no sólo inútil, sino que además cae bajo la acción destructora del intercambio natural de materias... El trabajo vivo tiene que hacerse cargo de estas cosas, resucitarlas entre los muertos, convertirlas de valores de uso potenciales en valores de uso reales y activos. Lamidos por el fuego del trabajo, devorados por este como cuerpos suyos, fecundados en el proceso de trabajo con arreglo a sus funciones profesionales y a su destino, estos valores de uso son absorbidos de un modo provechoso y racional, como elementos de creación de nuevos valores de uso, de nuevos productos, aptos para ser absorbidos a su vez como medios de vida por el consumo individual o por otro nuevo proceso de trabajo, si se trata de medios de producción... su incorporación al proceso de trabajo, es decir, su contacto con el trabajo vivo, es el único medio de conservar y realizar como valor de uso estos productos de un trabajo anterior (Ídem).
En este pasaje Marx ofrece elementos para considerar, desde el punto de vista del valor de uso, lo que podemos entender por “producción eficiente”, sin implicar por ello “maximización”. Se trata, en primer término, de un criterio de empleo pleno de los recursos (objetos y medios de trabajo, fuerza de trabajo). Pero con respecto a los medios de producción, dado que “su contacto con el trabajo vivo es el único medio de conservar y realizar como valores de uso estos productos de un trabajo anterior”, en última instancia se trata entonces de un criterio de empleo pleno de la fuerza de trabajo. A través del trabajo, el medio de producción en potencia pasa a ser medio de producción real. Como tal, su valor económico está en función del trabajo vivo, y se convierte así en un valor de uso real. Para que un bien sea un valor de uso, tiene que ser usado o destinado al uso (ver capítulo XVII).
Vemos aquí cierta coincidencia o reconocimiento de la llamada Segunda Ley de la Termodinámica, o Ley de la Entropía.
...según esta Ley, la materia y la energía se degradan continua e irrevocablemente desde una forma disponible a una forma no disponible; o de una forma ordenada a una forma desordenada; independientemente de que las usemos o no. Así pues y desde el punto de vista de la termodinámica, lo que confiere valor económico a la materia y energía, es su disponibilidad para ser utilizada, por contraste con la energía y materia no disponible o ya utilizada, a la que debemos considerar como residuo en un sentido termodinámico (Aguilera y Alcántara, 1994: 28, énfasis nuestro).
Esto contrasta con el valor ecológico, el cual más bien puede estar en función del no uso de la materia, es decir, de su preservación; como ocurre con los servicios de soporte de la vida que suministra la biosfera. Si el consumo es la “destrucción del producto”, esto sugiere la posibilidad de distinguir entre el “valor de uso” y el “valor ecológico”.
...valor ecológico... es una determinación que se corresponde a la cosa como tal, por ser real, natural, momento del cosmos... fruto de la naturaleza (Dussel, 1993: 56-57).
El análisis del proceso simple de trabajo, tal como Marx lo presenta en el capítulo V del tomo I de El Capital, no llega a conformar una totalidad integrada. Ciertamente, reconoce que hay muchos procesos de trabajo que se entrelazan, no obstante Marx no analiza la manera en que ocurre este entrelazamiento. Nada más destaca —adelantándose al ecologismo moderno— que cada uno de los procesos de trabajo, y todos en su conjunto, se inscriben en una relación del hombre con la naturaleza, y como tal, se trata de una condición eterna de la vida humana. Pero sólo en este sentido de totalidad —ciertamente fundamental— dicha relación es reconocida en ese capítulo{34}.
Por eso, para exponerla, no hemos tenido necesidad de presentar al trabajador en relación con otros. Nos bastaba con presentar al hombre y su trabajo de una parte, y de otra, la naturaleza y su materia (Ibid.: 136, énfasis nuestro).
El problema con este procedimiento, es que no reconoce la vigencia, necesariamente, de una división social del trabajo. Todos los conceptos desarrollados también son válidos para una economía tipo “Robinson Crusoe”. Todos los conceptos mantienen su vigencia en los dos casos; con o sin división social del trabajo. No hay tampoco ninguna discusión sobre el uso alternativo de los recursos, sobre la selección de los métodos de producción (selección de técnicas), o sobre la composición y la distribución de la canasta de consumo.
Ahora que, una interpretación tal del proceso de trabajo humano en general ya está implícita en el análisis que hace Marx del proceso simple de trabajo. Por un lado, abstrae de las relaciones sociales entre los productores; por otro lado las implica, siempre y cuando el proceso de trabajo se lleve a cabo en una red de división social de trabajo. Cuando en la producción se entrelazan objetos y medios de trabajo, lo que denominamos “producción de productos por medio de productos”, necesariamente se entrelazan también los productores de estos productos. Estos productores tienen que evaluar sus actividades en función de los costos relativos implicados, ya que cada proceso de trabajo existe ahora en interdependencia con otros.
En ese momento, el producto ya aparece con dos caras o facetas: por un lado, es producto específico que sale de un proceso de trabajo específico y satisface una necesidad específica. Por otro lado, es un producto que se produce en el conjunto de muchos otros productos, realmente producidos o potencialmente producibles y que se producen con medios de producción que existen igualmente en el conjunto total de los medios de producción. En su análisis del proceso de trabajo, Marx deja de lado este segundo aspecto. Elaborarlo significaría reconocer que en toda economía social, tanto el trabajo como el producto en cuanto valor de uso, ya ostentan un doble carácter, que en la producción mercantil aparece como desdoblamiento entre el valor de uso y el valor de la mercancía. Este doble carácter del trabajo (trabajo específico — trabajo en general), no es accidental al valor de uso y al proceso de trabajo, sino que le es inmanente. Accidental es, que surja como relación mercantil (trabajo concreto — trabajo abstracto){35}.
Luego, tenemos que enfocar el propio proceso de trabajo en su desdoblamiento: por un lado, es proceso de trabajo de bienes específicos que satisfacen necesidades específicas; y por otro lado es tan sólo el eslabón de un complejo conjunto interdependiente, dentro del cual un proceso de trabajo se entiende únicamente en el conjunto de todos los procesos de trabajo. En el primer aspecto, el proceso de trabajo se refiere a una relación parcial entre el producto y los medios para producirlo. En el segundo aspecto, se refiere a la interrelación de los productos entre sí y de los medios para producirlos, una interrelación en la cual lo que es producto de un proceso de trabajo es a la vez medio de producción de otro proceso de trabajo, y la satisfacción de las necesidades es ahora la reproducción del ser humano como sujeto de todo el proceso.
En el primer aspecto, se producen valores de uso; en el segundo, se producen valores de uso para otros. En el primer aspecto, el trabajo es un trabajo específico; en el segundo, es un trabajo humano, general. En el primer aspecto, hay diversos procesos individuales de trabajo que concluyen cada uno en un producto; en el segundo, existe una división social del trabajo42. El cuadro siguiente expresa los contenidos de este desdoblamiento que hemos comentado, sin embargo en ningún caso se presupone la existencia de relaciones mercantiles.
Podemos, entonces, hablar de la transformación del proceso de trabajo en proceso de producción por la mediación del sistema de división social del trabajo, mediación fundamental entre el proceso de trabajo individual y una economía social. O de otra forma, hablamos de un desdoblamiento del proceso de producción en “proceso simple de trabajo” y “sistema de división social del trabajo”, el cual no es un hecho distintivo de la producción mercantil. Marx sin embargo efectúa este desdoblamiento sólo en relación con distintos niveles de la producción mercantil. Por un lado, la “producción mercantil simple”, que desdobla el proceso de producción en proceso de trabajo y proceso de creación de valor, y por el otro, la producción capitalista, que lo desdobla adicionalmente en un proceso de producción de plusvalía.
De manera que en la presentación que hace Marx, el proceso de trabajo social en su conjunto no llega a constituirse en una unidad básica de análisis.
Para analizarse como un conjunto ordenado (aunque complejo), tiene que ser visto como un proceso de producción, en cuanto que sistema interdependiente y dinámico de división social del trabajo. Recién a partir de esta ampliación sería posible hablar del concepto mismo de las “fuerzas productivas”, pues los elementos referentes al proceso simple de trabajo no lo permiten. Se trata de una limitación del análisis de Marx que, creemos, incluso tiene consecuencias para su teoría de valor{36}.
De lo expuesto anteriormente es claro que la naturaleza, en cuanto contraparte del trabajo humano y en cuanto fundamento material del cual el mismo ser humano es parte, tiene un “proyecto” sólo en la medida en que forma parte del proyecto humano.
En este punto nos distanciamos de algunas corrientes de la Economía Ecológica, que tienden a asignarle a la naturaleza un proyecto propio, independientemente del proyecto humano. Así por ejemplo, Daly y Cobb, al criticar la primacía del sujeto que se deriva del desdoblamiento cartesiano entre sustancia mental y sustancia material, escriben:
Para la reflexión ética, esto ha significado que el disfrute o la virtud humanos constituyen lo que es valioso en sí mismo. Todo lo demás es un medio para ese fin... el valor se encontrará sólo en la satisfacción de los deseos humanos (Daly y Cobb,1993: 103).
Esta crítica es válida cuando atañe a la racionalización de las apariencias por parte del pensamiento neoclásico, no obstante ello no debe ocultar que al nivel esencial, el ser humano es sujeto de necesidad, “subjetividad necesitada”, y que la reproducción de la naturaleza es condición, fin y medio, de la reproducción de la vida humana. De la misma necesidad de reproducir la vida humana material, se deriva la necesidad de asegurar la reproducción de la naturaleza. El medio ambiente no es un fin en sí mismo, sino la mediación material imprescindible de la reproducción de la vida humana corporal.
Como materia natural fuera del ser humano —y eso incluye su propio cuerpo biológico—, la naturaleza no tiene proyecto, no anticipa su acción. Además, a pesar de que ella es el medio privilegiado para obtener los valores de uso, no reivindica valores de uso para sí, no participa en la distribución del producto, no obtiene un ingreso, no es sujeto de la producción. Ahora que, la naturaleza sí reacciona frente a los efectos del proceso de trabajo; se trata de una reacción que, sin embargo, puede ser de tal envergadura y con tales consecuencias para la vida en el planeta, que muchas veces pareciera corresponder a un proyecto propio de la naturaleza. Podemos reconocer dos tipos de reacciones de la naturaleza sobre las acciones del proyecto humano:
1. Reacciones que son el resultado de la no comprensión, por parte de los seres humanos, de que las acciones humanas pueden tener, y por lo general tienen, consecuencias parciales sobre el medio ambiente natural, como por ejemplo, la erosión del suelo, la destrucción de los bosques, la contaminación del agua, etc., sobre todo a escala local.
2. Reacciones que se derivan de la no comprensión humana de la naturaleza como totalidad interdependiente. Se trata en este caso de la crisis ecológica actual.
Estas reacciones, aunque complejas y en gran medida inciertas, exigen respetar el ritmo de la naturaleza en el proceso de obtener de ella los productos de la tierra. Luego, hay que considerar cuatro momentos de la relación del proyecto humano con la naturaleza:
1. El proyecto parcial de producir un determinado valor de uso, en determinado lugar y en determinada cantidad.
2. La reacción pasiva de la naturaleza frente a las diversas producciones particulares.
3. La integración de todos los proyectos humanos parciales en un equilibrio entre la vida humana y la naturaleza en su conjunto.
4. La factibilidad de cada proyecto parcial, no en función de su factibilidad técnica particular, sino a partir del equilibrio general entre todos los proyectos parciales que sustentan la vida humana a través del proceso de producción de valores de uso y la reacción de la naturaleza{37}.
Al igual que el cuerpo de una persona se agota de forma acelerada si no se respeta su ritmo natural (esfuerzo excesivo, subalimentación, descanso insuficiente, maltrato físico o psicológico), la naturaleza —“el cuerpo ampliado del hombre” (Marx)—, también se expolia y destruye si el proceso de trabajo es llevado más allá del ritmo de reproducción natural de la misma.
Este análisis del proceso de trabajo está ciertamente presente en El Capital, aunque sin hacer hincapié en el equilibrio general entre la vida humana y la reproducción de la naturaleza. Con todo, hoy en día se trata de un problema real y apremiante. En los siglos XV y XVI los españoles y portugueses viajaron alrededor de la tierra conquistando, cristianizando y esclavizando; el capitalismo de los siglos XVIII y XIX se repartió el planeta, y en el siglo XX lo socavó ambientalmente, por la propia manera de organizar su proceso de trabajo bajo la primacía de las relaciones mercantiles y la lógica instrumental medio-fin.
La visión del proceso simple de trabajo debe por tanto ser ampliada, puesto que una visión más amplia implica:
1. Un sinnúmero de proyectos de producción de valores de uso.
2. La necesaria globalidad de estos proyectos parciales por el equilibrio con la naturaleza, en cuanto que condición sine qua non para la reproducción de la vida humana.
Existe por consiguiente, ya en el mismo proceso de trabajo, un proyecto integrador y englobante que Marx no destacó. Este proyecto no es místico —“la diosa naturaleza” como sujeto de adoración—, sino que se deriva estrictamente de la necesidad de la reproducción de la naturaleza, que es a su vez condición de la reproducción de la vida humana{38}.
Y cuanto menos sepamos acerca de la enorme complejidad de las condiciones globales que permiten la reproducción de la naturaleza en su conjunto, más hay que insistir en aquellos valores cuyo estricto respeto permitiría disminuir el peligro de una catástrofe ecológica. Se trata de los valores del respeto a la naturaleza, al bosque, a la diversidad biológica, a la supervivencia de las distintas especies animales, y a la reproducción biológica del ser humano. Pero todos estos valores, sin excepción, sólo bajo condiciones especiales aseguran la reproducción de la naturaleza. La continua renovación de estos valores no se logra a partir de estos mismos valores (ecologismo), sino interpretándolos en función de las condiciones históricas de la reproducción de la naturaleza y de la vida humana. Ningún valor específico es valedero en sí mismo, sino únicamente en función de la necesidad de garantizar la reproducción de la naturaleza, condición indispensable para la reproducción de la vida humana.
Sin duda, esta integración de los proyectos parciales en el equilibrio vida humana/naturaleza tiene que ser parte, y una parte muy importante, del objeto de estudio de una economía política crítica, si se pretende comprender y asegurar las compatibilidades (formales y materiales) requeridas para garantizar la coordinación social del trabajo y la reproducción de la vida humana. Más aún, a través de esta integración de los proyectos parciales, la naturaleza, por su reacción ante los efectos ecológicos de la actividad económica, ya establece una relación social entre los seres humanos, incluso antes de que exista división social del trabajo entre ellos. En esta relación social surgen leyes sociales mediatizadas por leyes naturales, que dominan al hombre “a sus espaldas”{39}. Resistir a esta dominación de la naturaleza sobre el hombre —que desde ya es una dominación del hombre sobre el hombre—, no significa denunciarla como contraria al proyecto humano; sino que significa anticipar, en la medida de lo posible, y en el mismo proceso de producción de los valores de uso, la necesaria reproducción de la naturaleza y su transformación. Tal liberación ya implica la acción en común, que somete y subordina (aunque sin anular) la acción parcial orientada por el interés particular.
El hecho de que Marx diera poca importancia a este tipo de fenómenos, se explica porque él todavía visualizaba la dominación de la naturaleza sobre el hombre tal como ésta existía en la sociedad precapitalista, esto es, en la forma de catástrofes parciales (desastres naturales, epidemias, hambruna). Se trata de fenómenos que la sociedad ha llegado a dominar progresivamente durante los dos últimos siglos, al menos en los países centrales. En su época, sin embargo, la globalidad de los proyectos parciales de producción por su relación con la naturaleza aún no descollaba como en la actualidad. El dominio sobre la naturaleza parecía establecido o en vías de establecerse, y el desafío entonces era “dominar las relaciones sociales”. No obstante, en el siglo XX —y en especial durante su segunda mitad— se ha producido a escala global una crisis del equilibrio entre la reproducción de la vida humana y de la naturaleza. La falta de dominio sobre las relaciones sociales entre los seres humanos ha reproducido a escala ampliada el dominio de la naturaleza sobre el hombre por la reacción de ella frente a la acción humana{40}. Por tanto, las relaciones entre los seres humanos adquieren ahora una triple dimensión, y en esta triple dimensión (pero principalmente en las dos primeras) deben ser estudiadas por la economía política crítica.
1. La relación social entre los seres humanos, mediatizada por la globalidad del equilibrio reproductivo con la naturaleza.
2. La relación social global, expresada por el equilibrio de la división social del trabajo.
3. La relación social directa, es decir, la comunicación humana en sus múltiples facetas, el diálogo y el encuentro sensual entre los seres humanos.
Aun así, en el fondo se trata de una sola meta-relación socio-natural que tiene su fuerza motriz en el desarrollo de la socialización del proceso de trabajo y que con el transcurrir de los siglos y milenios ha ido conformando las tres dimensiones mencionadas. La acción humana se desenvuelve en todos estos niveles a partir de un proyecto de globalidad de todas ellas48.
La mencionada reacción de la naturaleza sobre la humanidad, es claramente resultado del desarrollo de las fuerzas productivas. Estas reacciones ocurren en el grado en el cual el ser humano, desconociendo, ignorando o despreciando el impacto de las actividades económicas sobre las funciones de la biosfera, prosiga con su proyecto de “arrancarle los productos a la naturaleza”; y se pueden aminorar en el grado en el cual esta incertidumbre es reducida, controlada o aceptada.
La producción puede verse como el lado positivo de la relación entre el ser humano y la naturaleza, y del grado de dominación que aquél ejerce sobre ésta; mientras que la reacción de la naturaleza es el lado negativo, el resultado del hecho de que esta dominación es arriesgada, incierta o simplemente irresponsable e irracional (en términos de una racionalidad reproductiva){49b}.
Esta dominación de la naturaleza, que encuentra su lado positivo en la producción de los valores de uso, pasa por la división social del trabajo. La historia del desarrollo de las fuerzas productivas es la de una complejidad creciente de tal división social del trabajo. El mismo equilibrio reproductivo entre la vida humana y la naturaleza se ha puesto en peligro en el momento en que la división social del trabajo se constituye en una red alrededor del planeta entero, penetrando el nivel productivo de los procesos de trabajo, lo que ocurre recién en el siglo XX. En el siglo XIX, dicha red se constituyó más bien con base en el intercambio de productos y a la propiedad privada de los medios de producción. Se trataba entonces de una “supeditación formal” de todo el mundo bajo las relaciones capitalistas de producción. En el siglo XX esta supeditación se hace real y penetra progresivamente las entrañas mismas de todo el proceso de trabajo, el proceso de consumo, la biosfera entera y la propia vida humana.
Con todo, el desarrollo histórico de la división social del trabajo es al mismo tiempo el desarrollo de la tecnología empleada en el proceso de trabajo. El ascenso de esta creciente complejidad podemos describirlo esquemáticamente en tres momentos históricos fundamentales:
1. Primer momento. El conjunto de los distintos procesos de trabajo entrelazados es de una magnitud muy reducida, por ende, transparente para cada uno de los miembros de la sociedad, entre los cuales se divide el trabajo según sus necesidades y sus habilidades (no hay relaciones mercantiles).
2. Segundo momento. El conjunto de los procesos de trabajo adquiere mayores dimensiones, y los procesos de trabajo particulares son desconocidos para el conjunto de los sujetos productores. Ahora que, al ser la tecnología relativamente estática, la costumbre y la tradición pueden orientar las necesidades y las posibilidades de producir. Surge la producción simple de mercancías dentro de sociedades estructuradas en clases.
3. Tercer momento. Los procesos de trabajo particulares son también desconocidos, pero la tecnología avanza muy rápidamente, con el resultado de que la costumbre ya no permite orientar las posibilidades de producir ni las necesidades. La constante “innovación” se vuelve la norma. Aparecen la producción capitalista de mercancías, y los proyectos de planificación socialista.
Es este tercer momento el que aquí nos interesa, de modo particular en función del desarrollo de las relaciones mercantiles, que ahora mediatizan por completo el sistema de producción y lo absorben y someten de manera progresiva. Primeramente emergen como un mecanismo de apropiación de las condiciones de producción (medios de producción y medios de vida), pero cuanto más se desarrollan, queda claro que son a la vez mecanismos de “asignación de los recursos”, mecanismos de “coordinación de fines y medios”. Como tales mecanismos, permiten la “calculabilidad” y “computabilidad” del sistema de producción, y en torno a ellos se completa la teoría de las relaciones mercantiles.
Nuestro análisis crítico de Marx puede resumirse recurriendo a la figura 3.3. Los dos primeros momentos de la misma fueron debidamente reconocidos por Marx, teniendo en cuenta el horizonte histórico de su época. Los dos momentos siguientes, sin embargo, así como el círculo que los cuatro en su conjunto engloban, apenas fueron entendidos de forma parcial, e incluso precaria, presentándose una clara limitación en el análisis del cual el mismo Marx había partido, o sea, las condiciones y posibilidades de reproducción de la vida humana y de la naturaleza.
Podemos ahora ensayar una representación gráfica del proceso de trabajo en su conjunto (figura 3.4), en cuanto proceso que parte de un acervo de fuerzas productivas, y que aplica un determinado nivel de productividad del trabajo para obtener un producto{41}, que puede ser medio de consumo, bien intermedio o medio de producción. Ahora que, hay asimismo un lado negativo de este proceso productivo, representado por el desgaste de los recursos humanos y materiales involucrados; por los costos improductivos{42}; y sobre todo, por los efectos indirectos que agotan los recursos, contaminan el suelo y la atmósfera por un flujo excesivo o peligroso de residuos, y causan daños (eventualmente inciertos e irreversibles) sobre las funciones de soporte a la vida que lleva a cabo la biosfera del planeta{43}. Estos aspectos influyen (de manera negativa), tanto sobre el acervo de fuerzas productivas, como sobre la productividad del trabajo (lo que se indica con las líneas de trazos discontinuos).
Para no complicar su representación, la figura 3.4 no incluye la disipación de la energía y la degradación de los materiales que señala la segunda ley de la termodinámica, ni el proceso de reciclaje de una parte del flujo de entropía, a partir de la energía solar y de los ciclos biogeoquímicos. Se trata, desde luego, de la relación central entre la termodinámica y la economía apuntada por la Economía Ecológica (cfr. Simón Fernández, 1997: 105-107; Martínez Alier y Roca Jusmet, 2000: 15).
En los siguientes dos capítulos profundizaremos en el análisis del sistema de división social del trabajo, sus necesarias normas de coordinación y los criterios para su evaluación desde la perspectiva de una Economía para la Vida.