CARTA A CÁNDIDO MARÍA TRIGUEROS[87]

 

Madrid, 20 de mayo de 1784.

 

Mi más estimado amigo: He recibido y empezado a leer con singular gusto el poema épico sobre la Arriada de Sevilla, que usted me ha dirigido por el correo de hoy, y están entregados al Ilustrísimo Campomanes[88] y a don Francisco de la Concha los dos ejemplares que le acompañaban para este fin. Cada día me tiene más admirado la portentosa facilidad con que usted domina todos los ramos de seria y agradable literatura, pasando desde la economía a las musas, y de las musas a la física, y jugando igualmente con la lira de Apolo que con el compás de Minerva. Esto me hace temer que usted se afane y ataree mucho más de lo que conviniera a una constitución delicada como la suya, y desear verle colocado en una situación en que, seguro de una fortuna acomodada a sus modestos deseos, no corriera a la gloria con pasos tan acelerados y penosos.

Usted culpa, y acaso con razón, mi silencio; pero nunca culpará con ella mi amistad. Voy a dar razón de mi persona y procederes acerca de los encargos de usted.

El señor Llaguno[89] ha leído el discurso sobre la industria lanar, y aunque no aprueba alguna que otra cosa de lo que contiene un proyecto tan vasto, ha creído que convendría mucho publicarle, y ha facilitado con el señor conde de Floridablanca[90] que se haga en la imprenta de la Gaceta a costa del Gobierno. Cuando esto se acordaba, llegó el discurso sobre la industria labrantil: leíle yo, y pasó después al señor Ortega, que le leyó también; pero en todo esto se pasó más tiempo del que debiera; de forma que cuando se pasó a la Sociedad y a la Junta de revisión, había examinado y calificado ya las Memorias, aunque no adjudicado el premio; pero instando el tiempo de hacerlo, y siendo la obra de usted muy larga, y tanto que para el reconocimiento se necesitaba de largo tiempo, se la declaró excluida del concurso, y pasó a examen particular de un tal Espinosa, que es de hacia esas partes, el cual, aunque repetidamente instado por mí, y comprometido con cien palabras, no la ha despachado todavía. Esta detención influyó en la de la impresión del discurso sobre la industria lanar, pues mi ánimo es que entrambos se publiquen juntos, como espero que se hará; y entonces hablaremos de ellos, y diré a usted mis ideas acerca de estos escritos.

En medio de estas cosas vino el memorial de usted para pensión, que pasó a manos del señor Llaguno, y de éstas a las del señor conde, quien ratificó su deseo de atender a usted con pensión eclesiástica. En los intermedios de la residencia de la corte en Madrid, he renovado siempre la memoria de usted con el señor Llaguno, y este buen amigo ha repetido sus ofertas, y asegurádome sus deseos de cumplirlas. Vea usted aquí lo que hay: Quid ultra debui facere, et non feci? Es verdad que no he escrito; pero mis ocupaciones son muchas, y sólo esperaba una ocasión de decir algo bueno para hacerlo con mayor gusto.

Reservadísimo. Esta ocasión había llegado ya aun antes que el poema épico sobre la Arriada (porque no me acomodo con la voz Riada, que me parece inventada de poco acá).[91] Sí señor, había llegado, y hace días que yo me saboreo con ella.

Ha de saber usted que soy presidente de la junta nombrada para examinar los dramas remitidos al concurso propuesto por la villa. Hace un mes que sudamos gota a gota en el examen de cincuenta y cinco que han venido al concurso, la mayor parte de ellos malos, malísimos, como usted puede considerar. Por fortuna, hay entre ellos tres que se han juzgado dignos de entrar en competencia para el premio, y uno de éstos es, oiga usted con cuidado, Los Menestrales.[92] Cuando la letra de la divisa no hubiera sido conocida por mí, hubiéralo sido toda la composición, y yo sin un gran mérito hubiera descubierto al autor. La junta ha arreglado ya su juicio, y señalado las dos piezas más sobresalientes del concurso, que se remitirán a la villa, por mano del señor gobernador del Consejo, en toda la semana entrante. El premio se adjudicará por la villa, pero con arreglo a nuestro dictamen; con que tendrá usted el gusto de ser laureado, y por fortuna lo será también otro amigo mío.[93]

¡Pero con cuánta razón! Los Menestrales es una pieza de las mejores que se han producido para nuestro teatro, la más acomodada a nuestro genio y costumbres, y la más proporcionada al objeto y a las ideas del día. Algo será menester retocar en la poesía, especialmente en la lírica y cantable, que acaso no tiene toda la armonía y toda la hermosura y suavidad que pide la música; pero éste es un defecto de fácil remedio. Conozco que el verso endecasílabo no es muy acomodado para nuestros cómicos; pero a pesar de esto, creo que la pieza podrá hacer un maravilloso efecto en el teatro. Yo anticipo a usted esta noticia con toda la reserva imaginable, y usted debe pagar con otra igual esta confianza, que es hija de mi amistad, y acaso reprueba secretamente la razón. En cuanto a la justicia, nada temo, porque se ha cumplido exactamente con ella, pues las obras premiadas, aunque de amigos míos, acreditarán por sí mismas a los ojos del mundo literato que las ha de juzgar, que son lo mejor que ha producido nuestro siglo. Me parece que si usted ha de dar por acá una vuelta alguna vez, sería el tiempo que se acerca el más oportuno; pero en esto no me incluyo. Tu videtis.

Vea usted aquí una carta que vale por muchas. Si las ocasiones de repetir otras igualmente agradables fuesen más frecuentes, sería menos prolongado mi silencio. Cúlpele usted enhorabuena; pero nunca caiga en la tentación de dudar de la fina y constante amistad de su afectísimo

 

Jovellanos