CARTA A CÁNDIDO MARÍA TRIGUEROS [94]

 

[Madrid, junio de 1784]

 

Amigo y señor: Precisamente llegó a mis manos la última de usted a tiempo que estaba en Aranjuez, donde la hice leer a nuestro amigo y señor Llaguno,[95] que toma mucha parte en sus cosas. Por lo mismo hablamos largamente del nuevo proyecto para el poema La España; proyecto que este amigo no aprueba, ni yo tampoco, solamente porque creemos a usted capaz de escribir cosas más útiles, y a la nación más necesitada de ellas. Y en efecto, en una de las cartas en que me habla de la misma materia, se explica: «Si yo hubiese de aconsejar a don Cándido, le diría, que pues se ha hecho tan sevillano, hiciese un buen servicio a aquel país escribiendo unas Memorias de la agricultura, artes y comercio de él, a la manera de las que hizo Capmani[96] de Barcelona, y que ínterin juntaba los materiales, concluyese la traducción y notas de Columela,[97] cuya obra latino-española me encargaría yo de hacer imprimir».

Muchas veces he hablado yo con este amigo de esta traducción, y muchas nos hemos lastimado juntos de que usted la abandonase; muchas más he hablado con el señor conde de Campomanes[98] de ellas, y siempre me ha rogado que instase a usted por su conclusión. Ánimo, pues, amigo mío. Renuncie usted a las musas, a lo menos por un tiempo, y abrace estas dos útiles empresas. ¿Quién podrá desempeñarlas igualmente? ¿Qué otras obras serían más útiles al público? ¿Qué otras darían a usted más gloria, y extenderían a mayores espacios su nombre? Yo he de ser importuno en este punto. Deje usted que los extranjeros nos muerdan; deje usted que otros nos apologicen bien o mal; escriba usted obras útiles, que éstas serán nuestra mejor apología. Cuando los pocos hombres de genio que poseemos se ocupen en obras dignas, en obras que sirvan al mejoramiento de nuestro gobierno, nuestras leyes, nuestras máximas y nuestras ideas, no serán menester mayores esfuerzos para hacer callar a la envidia y a la maledicencia.

Por otra parte, el único hombre que puede mejorar la fortuna de usted quiere que se trabaje en esta especie de obras con preferencia; y el señor Llaguno, que ha de ser Mecenas ante aquel Augusto,[99] lo desea, y se lastima de que no se cumpla. Por esto me pongo yo de su parte, y conjuro a usted por nuestra amistad, que abandone el pensamiento en cuestión, que continúe y concluya la traducción e ilustración de Columela, y que entre tanto vaya recogiendo memorias para la historia del comercio, artes y agricultura de la Bética. Acaso en este punto podré yo dar a usted algunas noticias. ¡Cuántos otros se complacerán en ayudar a usted en tal empresa!

No puedo dilatarme más. Pero sí añadiré, que usted no debe destinar el premio ganado con Los Menestrales a otra cosa que al socorro de sus necesidades literarias. No se meta usted a Quijote; este fruto de su ingenio le debe ser más sabroso que si le hubiera ganado en el coro de Carmona. En cuanto a la impresión de la comedia, creo que podré tener alguna parte, y entonces crea usted que se hará una cosa buena, buena. Entre tanto mande usted con entera confianza a su afectísimo amigo

 

Jovellanos