26 de marzo de 1961
ANTES DE EXAMINAR LA VIDA de Eichmann anterior a 1938 —el año en que fue enviado a Viena— y sus vicisitudes después de 1945 (los siete años intermedios se tratarán en Jerusalén), todavía nos queda tiempo para estudiar su cara. Para ello puede ayudarnos un pequeño truco.
La figura 1 es una fotografía de Eichmann tomada el 8 de junio de 1960, poco después de su secuestro para ser trasladado a Israel. Las figuras 2 y 3 son retratos de hombres que nunca existieron y que nunca existirán. Nacieron al dividir el rostro de Eichmann verticalmente por la mitad y uniendo después cada mitad con su reflejo.
El primer impulso es: ese es el auténtico Eichmann, el de la figura 3: el rostro cruel de gesto crispado de un asesino de masas. En cambio, la figura 2 resulta sumamente humana: un rostro sereno de mirada seria y una leve sonrisa en los labios. Pero si uno examina ambas fotos durante más tiempo, empieza a dudar de esta interpretación simple. Por ello, primero es preciso tomar en consideración algunas correcciones técnicas.
Figura 1
Figura 2
Figura 3
Figura 4
La luz en la fotografía de Eichmann viene de la parte superior izquierda y de detrás a la derecha. El resultado es que las partes sombreadas de la mitad derecha de la cara se duplican en la figura 3, donde la luz parece venir principalmente de detrás hacia arriba, lo que le confiere un aspecto siniestro. Además, el fondo es totalmente negro. Por motivos análogos, la figura 2 parece bañada en la luz del sol sobre un fondo iluminado.
La cabeza de la figura 3 es considerablemente más pequeña que la de la figura 2, y este hecho hace que nos fijemos en la parte derecha hundida y dislocada de la cabeza de Eichmann. El año pasado, después de secuestrarlo en plena calle en Buenos Aires, los agentes israelíes lo trasladaron a una casa a las afueras de la ciudad. Allí lo desvistieron y primero comprobaron si llevaba el distintivo de las SS debajo de la axila izquierda (en ese lugar había una cicatriz: Eichmann había intentado eliminar por sí mismo el tatuaje con un cuchillo). Después le pusieron una gorra de las SS, para compararlo con una foto suya de uniforme, y finalmente, con ayuda de antiguas radiografías, detectaron una fractura en la clavícula y el cráneo (tras lo cual pudieron decirle: «Es usted Adolf Eichmann»). Supongo que esta vieja fractura del cráneo es la que hace que la cabeza de la figura 3 sea tan pequeña. También la fea oreja de soplillo de la derecha se desdobla en la figura 3. La mueca de la boca hacia la derecha, el párpado derecho caído, todo se reproduce despiadadamente.
Figura 5
Pero ahora viene la pregunta: ¿Cuál de ellas se parece más a Eichmann, la figura 2 o la 3? A mi entender no cabe duda, es la figura 2. Aunque eso socava la teoría de que 2 es el hombre y 3 la bestia. ¿Los asesinos modernos tienen de verdad esos rostros de muecas tan horrendas? Y eso me recuerda algo. En 1956 visité el campo de concentración de Buchenwald, cerca de Weimar. Poco después de la guerra habían quemado los barracones contaminados por el tifus, pero los edificios principales seguían allí: el portal con la verja con las palabras en hierro forjado JEDEM DAS SEINE,1 las celdas de castigo, el edificio donde se hallaba el equipo para el tiro en la nuca (una pequeña habitación pintada de rojo en la que se «medía» al detenido: le colocaban el listón sobre la coronilla y una pistola escondida detrás de un orificio en la pared le apuntaba justo a la nuca, mientras los altavoces emitían música alegre por todo el campo para disimular los disparos), el sótano de hormigón con decenas de ganchos en las cuatro paredes, donde obligaban a los presos a colgarse unos a otros; el pavimento que, como en los cuartos de baño, se prolongaba formando un zócalo: para la sangre; un ascensor de hierro llevaba directamente al crematorio. El hombre que me guiaba no bajó conmigo al sótano. Aunque llevaba ya once años siendo vigilante del campo, se quedó esperando fuera. Ese hombre se parecía como dos gotas de agua a la figura 3. Solo que además tenía la nariz aplastada. No era un ex verdugo del campo, sino uno de los presos más antiguos: llegó a Buchenwald en 1938, año de la creación del campo, lo internaron allí por ser comunista y él lo vio todo.
Por eso creo que nos acercaremos más a la verdad si vemos en la figura 3 al testigo. La figura 3 es el rostro que ve lo que hace el hombre de la figura 2. La figura 2 es el rostro impecable, impasible y despiadado del asesino, mientras que la figura 3 es el rostro que lo mira horrorizado. O dicho de otro modo: si la figura 2 fuera Eichmann, entonces la figura 3 sería el rostro del mundo, que lo ve en acción. Volviendo a la cara auténtica de Eichmann: la mitad derecha es la parte en la que sus actos han tenido efecto en él, la parte del corazón, mientras que la parte izquierda es la que los cometía.
Si la figura 2 hubiese sido el rostro de Eichmann, podrían haberlo matado en Argentina sin ningún tipo de juicio. Pero puesto que su rostro también tiene otro lado, encarnado en la atormentada mueca de horror de la figura 3, no seré yo quien tire la milésima piedra. Este es el enigmático rostro del hombre que en 1939 promulgó la orden de castigar duramente a todo aquel que profanara la tumba de Theodor Herzl en Viena. Herzl fue el fundador del sionismo. Durante la conmemoración del treinta y cinco aniversario de su muerte, los judíos se quedaron perplejos al ver una solitaria figura vestida de paisano junto a la tumba. Era Eichmann.