El 3 de septiembre de 1939 los indios se despertaron y supieron que estaban en guerra. Londres no se molestó en pedirles su aprobación, a diferencia de lo que hizo con posesiones como Canadá o Australia.1 Cuando Churchill dijo en la Cámara de los Comunes que «la India tiene un gran papel que jugar en la lucha mundial por la libertad»,2 eso no incluía la independencia para los 400 millones de indios, una población que excedía el máximo número de personas conquistadas por el Tercer Reich.3
Una consecuencia de la «lucha por la libertad» fue la hambruna de Bengala de 1943. El virrey la calificó de «uno de los peores desastres que jamás han acontecido a ningún pueblo bajo gobierno británico».4 Causó entre 1,5 y 3,5 millones de muertos,5 pese a que los funcionarios habían descrito la cosecha anterior como «buena».6 Los informes de inteligencia del gobierno contabilizaban
las recogidas diarias de cadáveres de calles y casas. En Daca, los pobres viven gracias al agua de arroz que buenamente puedan conseguir, puesto que ni siquiera los ricos son capaces de obtener arroz. El cólera, la viruela y el hambre causan diariamente cientos de muertes en las aldeas colindantes. (...) Se ha informado de suicidios y venta de niños.7
Se trataba de la continuación de un récord vergonzoso: 12 grandes hambrunas desde que había comenzado la colonización.8 En la década de 1860 un economista indio descubrió la razón: cada año se sacaba de la India una suma mayor que el valor de la tierra del subcontinente, para financiar la ocupación británica y sus beneficios.9 Otro factor que contribuía era la costumbre de hacer pagar a la empobrecida India las aventuras asiáticas británicas, como con los dos conflictos anglo-afganos de finales del siglo XIX.10
La hambruna de 1943 estaba directamente vinculada a la implicación de la India en la segunda guerra mundial, puesto que, tras comenzar ésta, el número de soldados mantenidos a expensas del país se multiplicó por once.11 Un año entero antes de que la tragedia golpeara, funcionarios habían advertido a Londres de las consecuencias posibles. A fin de pagar a las tropas habría que aumentar exponencialmente el suministro de dinero,12 y «daría como resultado una posición inflacionaria. Existiría el peligro de una conversión del dinero en bienes, que daría lugar a acaparamientos. Esto, a su vez, daría lugar a hambrunas y motines».13 Esta predicción se cumplió entre mayo y octubre de 1943, cuando el precio del arroz se multiplicó por diez.14
La reticencia de Londres al racionamiento y su vergonzosa respuesta a la conquista japonesa de las vecinas Malasia y Birmania agravaron la situación. En palabras del Congreso Nacional Indio:
Funcionarios cuya tarea era proteger las vidas de la gente en sus zonas no cumplieron con sus responsabilidades, y, huyendo de sus puestos, buscaron su propia seguridad dejando a la gran mayoría de la gente desprovista de protección. Los arreglos para evacuaciones que se hicieron eran principalmente para las poblaciones europeas, y en cada paso se hacía evidente la discriminación racial.15
La pérdida de Birmania cortó una importante fuente de arroz, pero en lugar de colocar proveedores alternativos, en Bengala, la zona fronteriza, se instituyó una política de tierra quemada. Se destruyeron puentes y barcas de los habitantes de la zona pese a que, advirtió el Congreso, «la vida es imposible sin ellos (...)».16 Ahora era difícil transportar la cosecha al mercado local.
El Secretario para la India era Leo Amery, al que se ha descrito como «un apasionado partidario del imperialismo británico [y de las] políticas de derechas».17 Su reacción a los primeros informes de muertes por hambre queda bien expresada en una carta al virrey que se retiraba, Lord Linlithgow. Amery daba la bienvenida a esta distracción con respecto al movimiento de independencia. La gente «está ahora absorbida por cuestiones como la comida y el coste de la vida», que podían «infundir un tinte de realismo en la política (...)».18
Sin embargo, cuando la gravedad de la crisis se hizo patente, Amery también apoyó importaciones urgentes de alimentos. Se calculó el mínimo necesario en el equivalente a un millón de toneladas de cereal a lo largo del año.19 ¿Era coincidencia que ésta fuera exactamente la misma cantidad que consumía el ejército en la India?20 Las súplicas de Amery cayeron en oídos sordos. Londres insistía en que «las demandas de los Servicios de Defensa deben tener prioridad ya sea en el grano indígena o en el importado».21
La fraseología de la respuesta del Gabinete de Guerra a las frenéticas peticiones de Amery resultaba chocante:
Tras cumplir con los requerimientos de Ceilán y Oriente Medio sería extremadamente difícil encontrar barcos que enviar a Australia para recoger cereal [para la India]. Si, pese a todo, el gabinete decidiera que se llevara a cabo alguna medida (...) deberían tomarse medidas ahora para importar no más de 50.000 toneladas a modo de envío simbólico. Éste, sin embargo, no debería embarcarse hacia la India sino a Colombo, y aguardar allí instrucciones.22
A aquellos que se atrevieran a acusar al gobierno de desear «deliberadamente matar de hambre al pueblo adquiriendo toda la cosecha para el ejército» se los debía perseguir y llevar a juicio.23
El mariscal de campo Wavell, que sustituyó a Linlithgow como virrey, estaba también exasperado: «es escandaloso que no hayamos realizado ningún progreso con respecto a las importaciones de alimentos tras seis meses de discusión (...)».24 Señaló «la actitud extraordinariamente diferente hacia alimentar a una población con hambre cuando la hambruna se da en Europa».25
Churchill continuó imperturbable. A la administración británica se la vería como «una Edad de Oro con el paso del tiempo»26 y enviar alimentos se interpretaría como un «apaciguamiento» hacia el Partido* del Congreso.27 El registro oficial señala que el primer ministro canadiense tenía 100.000 toneladas de cereal cargadas en un barco con destino a la India, pero «una llamada personal de Winston le disuadió» de enviarlo.28 Cuando el comandante militar británico para el sudeste asiático ofreció emplear el 10 por ciento de su capacidad de envío para ayudar a Bengala, Churchill le recortó su asignación de carga en un 10 por ciento.29 Por último, tampoco llegaría ayuda alguna de Gran Bretaña, porque, en palabras de Churchill, desviar barcos a la India podría afectar «las importaciones de alimentos a este país».30
Lo que subyace tras todo esto es un racismo muy arraigado. Amery, por ejemplo, creía que el país necesitaba «una transfusión cada vez más fuerte de sangre nórdica, ya sea mediante establecimiento, mediante matrimonios mixtos o de cualquier otra manera (...) a fin de criar un tipo de gobernante nativo más viril».31 Aun así, los prejuicios del Secretario para la India no eran nada comparados con los del primer ministro. Éste se quejaba de que los indios «se reproducen como conejos» y dijo: «odio a los indios. Son un pueblo animal, con una religión animal». Amery le llegó a decir a la cara que había adoptado «una actitud comparable a la de Hitler».32
La guerra imperialista fue desastrosa para la India, y era evidente que no tenía nada que ver con los objetivos humanitarios públicamente declarados. En palabras de Jawaharlal Nehru, miembro dirigente del Congreso Nacional Indio, Londres simplemente estaba «defendiendo el Imperio británico».33 Churchill no se habría mostrado en desacuerdo, al decir: «No me he convertido en el Primer Ministro del Rey para contemplar la liquidación del Imperio británico».34 Este enfoque no era exclusivo de los tories. La actitud del Partido Laborista apuntó ya en esta dirección durante su primera administración, en 1924. Al tomar posesión de su cargo, el Ministro Colonial pronunció palabras sorprendentemente similares a las de Churchill: «estoy aquí para vigilar que no se cometan tonterías con el Imperio británico».35 Durante la segunda guerra mundial, la línea del Partido Laborista con respecto a la India fue indistinguible de la de los conservadores.36
Lo irónico de la declaración de guerra que Gran Bretaña realiza por la India es que, si se hubiera pedido ayuda para ella, ésta hubiera llegado. Políticos como Nehru tenían un historial antifascista que superaba con creces el del gobierno británico. Mientras Londres, en la década de 1930, se dedicaba a apaciguar, Nehru había visitado y expresado su apoyo a las Brigadas Internacionales en España, a Checoslovaquia y a la China bajo ataque japonés.37 Pese a la despótica actuación de Gran Bretaña, continuó abanderando la causa antifascista dentro del Congreso Nacional Indio. Por tanto, decidió no «aprovechar las dificultades británicas. (...) En un conflicto entre democracia y libertad, por una parte, y fascismo y agresión por la otra, nuestras simpatías han de recaer, inevitablemente, en el bando de la democracia».38
Lamentablemente, la disposición de un movimiento independentista a cooperar era lo último que deseaba Londres. En lugar de ello, y aprovechando la capa de la segunda guerra mundial, instituyó la Ordenanza de Defensa de la India, que restringía las libertades civiles y atacaba al Congreso.39
Sin embargo, no todo el mundo compartía el enfoque de Nehru. Había colaboradores como sir Ramaswami Mudaliar que se jactaba de «haber trabajado duro (...) para instituir un sentimiento de lealtad» a Gran Bretaña.40 Se lo recompensó permitiéndole el acceso al Gabinete de Guerra británico (aunque excluyéndolo de los debates acerca de la India, por supuesto).41 Sorprendentemente, el PC de la India (PCI) se encontraba en el mismo lado. Ilegal hasta 1939, era el único partido que abogaba por la línea de Frente Popular según la cual «la victoria británica es un fin en el que todo ciudadano debería estar interesado (...)».42 En el extremo opuesto del espectro se encontraba Subhas Bose cuyo Ejército Nacional Indio, como veremos, luchó codo a codo junto con las tropas japonesas.
Entre estos dos extremos se situaban el Congreso Nacional Indio y la Liga Musulmana, cuya rivalidad era fruto de la clásica maniobra imperialista de «divide y vencerás»: el Raj británico* había alimentado deliberadamente las tensiones comunitarias entre la mayoría hindú y la minoría musulmana de 90 millones de personas. Sin embargo, ambas organizaciones veían la guerra como una oportunidad para sacar concesiones a los amos coloniales, aunque divergían completamente en cuanto a sus objetivos. La Liga Musulmana esperaba conseguir la aprobación británica para la creación de Pakistán en la posguerra. Por ello se mantenía a distancia de las campañas del Congreso por una India unificada e independiente.
Como la mayor organización anticolonialista, el Congreso Nacional Indio reunía a muchas capas sociales diferentes bajo su programa nacionalista y socialmente transversal. Era menos comunitarista que la Liga Musulmana (su presidente durante la guerra era musulmán) y buscaba la libertad a corto plazo. El Congreso comprendió la dualidad de la segunda guerra mundial y en 1941 aprobó una resolución que expresaba su solidaridad «con los pueblos que han sido agredidos y que luchan por su libertad» contra el Eje, pero afirmaba de igual modo que «una India ocupada no puede ofrecer voluntariamente ni con ganas ayuda a un arrogante imperialismo que es indistinguible con respecto al autoritarismo fascista».43
En 1942 Churchill envió a sir Stafford Cripps para resolver un problema de relaciones públicas. El Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense quería que la India obtuviera autonomía, «de otra manera, los Estados Unidos estarían luchando tan sólo para salvar el Imperio británico» y los indios morirían «a fin de prolongar el dominio británico sobre ellos».44 Por tanto, el 10 de marzo Roosevelt envió un telegrama a Churchill proponiendo un gobierno indio representativo en la línea de los «procesos democráticos de quienes luchan contra el nazismo». Por cierto, el presidente añadió una reveladora cláusula adicional secreta: «por el amor de Dios, no me meta en esto (...)».45 A fin de apaciguar a los EE.UU., se envió a Cripps a la India al día siguiente. El primer ministro veía las conversaciones sobre autonomía como un mal necesario: «la misión de Cripps es indispensable para probar lo honesto de nuestros propósitos. (...) Si los partidos indios para cuyo beneficio se ha redactado la rechazan se demostrará al mundo nuestra sinceridad».46 Pero en cuanto pareció que la propuesta de Cripps para un estatus de Dominio* se aceptaría, Churchill le obligó a establecer nuevas cláusulas para garantizar su fracaso.
El Congreso se encontraba dividido en cuanto a qué hacer a continuación. Su líder, Mahatma Gandhi, propuso una campaña de desobediencia civil no violenta a favor de la independencia inmediata. Un debate del Comité de Trabajos, el cuerpo supremo directivo del Congreso, muestra la complejidad de la situación:
Nehru: Japón es un país imperialista. La conquista de la India se encuentra en sus planes. Si se acepta el enfoque [de Gandhi] nos convertiremos en socios pasivos de las potencias del Eje.
Achut Patwardhan: El gobierno británico se comporta de forma suicida. (...) La actitud [de Nehru] nos llevará a la abyecta e incondicional cooperación con la maquinaria británica (...).
Vallabhbhai Patel: (...) ha quedado claro que la puerta está abierta y nuestras simpatías están con los Aliados. Es hora de cerrar finalmente la puerta ante los repetidos insultos que se han vertido sobre nosotros. Estoy de acuerdo con la propuesta que [Gandhi] extiende ante nosotros.47
Gandhi obtuvo la victoria y se aprobó su resolución Abandonen la India el 8 de agosto. Aun así ofrecía apoyo a Gran Bretaña en una genuina guerra por la democracia y los derechos humanos.
Una India libre [pondrá] sus vastos recursos en la lucha por la libertad y contra la agresión del nazismo, el fascismo y el imperialismo. (...) Tras la declaración de independencia de la India se formará un gobierno provisional y la India Libre se convertirá en un aliado de las Naciones Unidas [los Aliados] compartiendo con ellos las dificultades y tribulaciones de la empresa conjunta que es la lucha por la libertad. (...) La libertad de la India debe ser el símbolo de, y el preludio a, esta misma libertad para todas las demás naciones asiáticas bajo dominación extranjera. Birmania, Malasia, Indochina, las Indias holandesas, Irán e Irak han de conseguir también su completa libertad.48
El movimiento para conseguir hacer realidad la resolución Abandonen la India no se diseñó para resultar provocativo. Se realizaría en «una línea no violenta a la mayor escala posible, a fin de que el país pueda emplear toda la fuerza no violenta que ha reunido durante los últimos 22 años de lucha pacífica. (...) La no violencia es la base de este movimiento».49 Se puso oficialmente a Gandhiji, el profeta de la ahimsa («no violencia») al mando.
En este punto es fundamental comprender la frágil figura del Mahatma («gran alma»). El nacionalismo progresista de Gandhi reunía clases sociales muy diversas bajo el objetivo común de la independencia. Se trataba del punto de apoyo que equilibraba a campesinos, clases medias, ricos industriales y trabajadores. Para presionar a Gran Bretaña había que movilizar a grandes masas de indios pobres; pero esto implicaba correr el riesgo de desatar un radicalismo social que pudiera amenazar a sus compatriotas ricos, minando la unidad del Congreso. Gandhi halló una salida a este cul-de-sac a través de una política basada en el propio sacrificio y la satyagraha (desobediencia civil) masiva, como la huelga de hambre a título de protesta.
Con su propia persona como centro de los asuntos podía abrir el grifo de la acción popular y cerrarlo en cuanto la militancia se volviese excesiva. Un ejemplo fue la campaña contra la opresiva Ley Rowlatt de 1919. Cuando las manifestaciones masivas que él había impulsado fueron atacadas y contraatacaron, Gandhi «persuadió a la multitud a que se dispersase, reprendiéndoles severamente y amenazando con llevar a cabo una satyagraha personal contra ellos si no se comportaban debidamente».50 Aunque el énfasis en la integridad moral y espiritual de un líder era poco habitual, el gandhismo era en realidad un ejemplo típico de nacionalismo reformista que empleaba el activismo masivo pero temía la lucha de clases y la revolución. Aunque se oponía a la guerra imperialista, se quedaba a una distancia de la guerra popular.
Éste era el espíritu con el que Gandhi se aproximó a «Abandonen la India». En cuanto se adoptó esta política dijo: «la verdadera lucha no comienza en este momento». Ahora tocaba «esperar al virrey y negociar con él (...) Ese proceso probablemente se demorará entre dos y tres semanas».51 Los británicos tenían otras ideas: arrestaron a los líderes del Congreso a la mañana siguiente. En el caso de Nehru, la encarcelación duró 1.040 días.52 Cuando violentas protestas tuvieron lugar por la liberación de los líderes, Gandhi se distanció de ellas. Desde la cárcel condenó «los tristes acontecimientos», la «deplorable destrucción» y las «calamidades» causadas por «personas enajenadas por la rabia hasta el punto de perder el autocontrol».53
Pero él era el que estaba perdiendo el control. La precaución estaba cediendo lugar a un movimiento popular de resistencia a favor de la democracia y la libertad. La fase inicial se dio en centros urbanos. Estallaron huelgas en Bombay, Calcuta y Delhi. Hacia el 12 de agosto sólo 19 de los 63 molinos de Bombay se hallaban en funcionamiento.54 Los trabajadores de la gigantesca planta de Tata Steel en Jamshedpur declararon que «no regresarán al trabajo hasta que se forme un gobierno nacional», mientras que la huelga textil de tres meses de duración en Ahmedabad se ganó el apodo de «el Stalingrado de la India».55 Las clases medias y los estudiantes también jugaron un papel importante. En Patna se ametralló a una multitud en las calles después de que ésta tomara la ciudad.56 Fue la primera de seis ocasiones en que se empleó de esta manera a la RAF.57 Esta masiva represión se complementó con los argumentos del PC indio que, como en Gran Bretaña, promovía la máxima producción para ayudar a Rusia. Juntos, restauraron el orden en las grandes ciudades.
Una segunda fase comenzó a finales de agosto con «una auténtica rebelión campesina».58 La lucha era por algo más amplio que la independencia, como demuestran estudios locales. En Satara, un gobierno paralelo (que duró hasta 1946) publicó un periódico quincenal, inauguró escuelas, redistribuyó la tierra, multó a los prestamistas y se dotó de un ejército.59
Durante septiembre de 1942, 2.500 personas del distrito de Medinipur se unieron para evitar que los propietarios de molinos embarcaran las reservas de arroz. Después de que la policía matara a tres manifestantes se fundó otro gobierno paralelo, con departamentos de defensa, finanzas, justicia, educación, etc.60 Se prohibieron las exportaciones de cereal, se impusieron precios fijos a los comerciantes y parte de los suministros se requisaron y redistribuyeron entre el pueblo.61 Hasta dónde habría superado Medinipur la no violencia de Gandhi queda patente ante los gritos de los estudiantes: «Cortaremos la cabeza de[l rey] Jorge y acabaremos con Inglaterra a espada y fuego».62 El objetivo era «saquear los bancos, tesorerías y oficinas postales del gobierno», mientras que «comisarías de policía y tribunales también serán arrasados».63 Sin embargo, la influencia del gandhismo no había desaparecido del todo. El Mahatma había lanzado un mantra en relación a Abandonen la India: «hacedlo o morid». Habitualmente se suele hacer énfasis en la primera palabra, que se toma como un militante desafío hacia el dominio británico. Sin embargo, un líder local del Congreso, el Dr. Shivpujan Raj, reveló su otro aspecto cuando reprendió a la multitud: «no es matando sino muriendo que lograremos nuestro objetivo. El líder de la nación así lo ha ordenado. No podemos violar sus deseos». De modo que, dejando las armas, la multitud marchó a manos desnudas hacia las oficinas gubernamentales. Cuando llegaron a ellas siete murieron tiroteados, entre ellos el mismo Dr. Raj. Los demás decidieron «hacer» antes que «morir» y al día siguiente volvieron para saquear el edificio, una comisaría de policía, un almacén de semillas y una estación de ferrocarril (mientras vitoreaban el nombre de Gandhi).64
Pese a las apariencias el movimiento había abandonado definitivamente la doctrina de Gandhi y se deslizaba hacia la guerra popular bajo el mando de J. P. Narayan, el «líder único y destacado que surgió del movimiento Abandonen la India».65 En septiembre de 1942 informes secretos británicos aseguraban que el Partido Socialista del Congreso, de Narayan, «se mantiene firme (...)».66 Narayan expresó claramente la idea de las guerras paralelas.
En 1939 escribió: «No podemos esperar que esta guerra, que en sus orígenes es una guerra de rivalidades imperialistas, cambie, conforme progrese, su carácter imperialista a uno a favor de la democracia y de la paz mundiales». La respuesta a la resolución Abandonen la India le confirmaba esto. India se encontraba ahora «bajo un tipo británico de infierno nazi [y bajo] las salvajes tiranías de los fascistas británicos (...)».67 Por lo tanto, era necesaria una guerra diferente:
La lucha india por la libertad es a la vez antiimperialista (y por tanto también antifascista, pues el imperialismo es padre del fascismo) y un impulso para acabar con la guerra por parte del hombre corriente. (...) Trabajamos para la derrota tanto del imperialismo como del fascismo por parte de la gente corriente del mundo, y mediante nuestra lucha mostramos el camino para acabar con las guerras y la liberación de negros, blancos y amarillos.68
En respuesta a acusaciones británicas de que el movimiento ayudaba al enemigo, preguntaba:
¿Por qué razón debería la liberación de una quinta parte de la humanidad interponerse en su camino? Si [los Aliados] realmente están luchando por los objetivos que aseguran, la lucha de los indios por la libertad no debería perjudicarles, sino ayudarles. Si les perjudica, tan sólo prueba que la base para su guerra es falsa.69
Narayan criticaba el enfoque oficial del Congreso, que dejaba la resolución Abandonen la India en poco más que una herramienta de regateo con las autoridades. Había habido una deliberada falta de planificación para un movimiento de masas70 y ahora, «tras fracasar en su objetivo», «se dan la vuelta y desmerecen los sufrimientos y trabajos del pueblo (...)».71 Con el objetivo de tapar el vacío de poder, Narayan ofreció consejos detallados acerca de cómo organizarse y librar una guerra de guerrillas contra los británicos, reconociendo que «si esto no es acorde con los principios de Gandhiji, no es mi culpa».72 Una de las consecuencias fue el surgimiento de los Azad Dastas, conscientemente creados a semejanza de «las guerrillas europeas (...) o los partisanos rusos».73
¿Constituía el movimiento Abandonen la India una guerra popular? Las autoridades coloniales constataron que algunos intereses industriales clave, como los emporios Tata y Birla, apoyaron Abandonen la India hasta el punto de pagar a sus empleados por hacer huelga, en algunos casos durante meses. Sin embargo, los funcionarios británicos creían que con la invasión japonesa como posibilidad clara, los capitalistas indios estaban creando «una póliza de seguros por riesgo de guerra».74 El cálculo era que, en caso de victoria [de los japoneses] «podemos esperar su gratitud y que las fábricas se mantengan intactas. Si, sin embargo, ganaran los británicos, no perderíamos nada».75 Evidentemente este plan funcionó, y un periodista señalaba: «es desconcertante saber hasta qué punto destacados magnates financieros con afiliaciones al Congreso han cerrado contratos de guerra con el Departamento de Suministros de Delhi».76
Más importante aún era, como han señalado varios escritores, que Abandonen la India tenía «el apoyo visible de las clases pobres y trabajadoras, las más afectadas por la inflación y escasez de alimentos de la guerra».77 En Patna, un testigo presencial describía el efecto de radicalización que esto tenía. Tras el tiroteo contra una manifestación de estudiantes,
Todos los símbolos de dominio británico desaparecieron de Patna. No circulaban rickshaws ni ekkas.* Los estudiantes ya no eran los líderes; el liderazgo había pasado a los conductores de ekkas y a los corredores de rickshaws, y a gente similar, cuyos conocimientos políticos llegaban sólo hasta aquí: que los británicos eran sus enemigos.78
Abandonen la India buscaba una guerra real. A finales de agosto de 1942, el virrey Linlithgow escribía a Churchill:
Estoy enfrentándome a la rebelión más seria, de lejos, desde la de 1857, la gravedad y extensión de la cual hasta ahora hemos ocultado al mundo por razones de seguridad militar. (...) Si la pifiamos en este asunto dañaremos de modo irreparable la India como base de futuras operaciones aliadas (...).79
Las estadísticas corroboraban sus palabras. Sólo en la primera semana se atacaron 250 estaciones de tren y 150 comisarías de policía, y se descarrilaron 59 trenes.80 Al cabo de un año se habían destruido 945 oficinas postales y se habían colocado 664 bombas.81 Las autoridades británicas desplegaron una cantidad ingente de policías armados y 30.000 soldados en 112 batallones.82 Abrieron fuego en 538 ocasiones; sólo en Bombay más de 100 veces.83 Los métodos empleados fueron chocantes. Un oficial de alta graduación de las Provincias Centrales «se jactaba por la tarde en el club de haber matado a tiros, personalmente, a veinticuatro negratas».84** En la aldea de Chimur arrestaron a todos los hombres adultos y después «los soldados ultrajaron a todas las mujeres hasta quedarse satisfechos. (...) Ninguna mujer se salvó, ni siquiera las embarazadas ni las niñas de 12 o 13 años».85
En total hubo casi 100.000 detenciones y entre 4.000 y 10.000 muertos.86 Era una guerra, pero una guerra asimétrica. En comparación con las bajas sufridas por los indios, sólo murieron 11 policías y 63 soldados.87 Subhas Chandra Bose se dio perfectamente cuenta esta disparidad en poder militar.
El Ejército Nacional Indio (ENI)
Bose era un destacado partidario de la independencia. Escogido dos veces como presidente del Congreso (1938 y 1939) había cumplido once condenas de prisión. La primera respuesta de Bose a la segunda guerra mundial fue similar a la de Narayan: «no podíamos plantearnos apoyar a ningún bando en la guerra europea, dado que ambos eran imperialistas luchando por posesiones coloniales».88 En 1940 organizó una masiva manifestación en vistas a una inmediata lucha por la independencia, llamando a Gandhi a «dar el paso y lanzar su campaña de resistencia pasiva. (...) Era el momento de que la India jugara su papel en la guerra».89 Su argumentación tuvo impacto. Los historiadores han especulado con la posibilidad de que una razón de que Gandhi iniciara Abandonen la India era «evitar los males que percibía en la creciente fuerza de las ideas revolucionarias [y actuar como] válvula de escape para la energía de la juventud».90
Tras volver a ser encarcelado, Bose comenzó a dudar del potencial de las fuerzas internas de su país sin ayuda exterior: «no creemos que la India pueda conseguir su libertad sin el empleo de las armas. (...) Debemos luchar contra el enemigo con métodos modernos y con armas modernas».91 Continuaba: «no es necesario señalar que, si pudiéramos hacerlo sin ayuda exterior, sería el mejor camino para la India. (...) [Pero] todo movimiento de liberación, a lo largo de la Historia, ha tenido que buscar algún tipo de ayuda exterior antes de conseguir el éxito».92 ¿De dónde obtener tal ayuda?
Bose no era remilgado. Escapó de su confinamiento y se dirigió a Moscú. Cuando los soviéticos ignoraron sus súplicas de ayuda contra los británicos se dirigió a Berlín, asegurando que «las potencias del Eje son los mejores amigos que tenemos hoy en día en el mundo».93 Hitler era un socio inverosímil. El propio Bose se había puesto furioso ante el discurso de Hitler de 1935 declarando que los blancos estaban destinados a reinar sobre los negros,94 y tal era el racismo del Führer que al principio lamentó las victorias japonesas: «supone la pérdida de todo un continente, algo que es de lamentar, pues es la raza blanca la que lo pierde».95 Fue con Tokio, en guerra contra los Aliados desde diciembre de 1941, que Bose cerró el trato.
Si lo que llevó a Bose a esta decisión fueron razones pragmáticas, sobre la base de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», nunca se supo. En público aceptó la apuesta de Tokio de establecer «un nuevo orden en el este de Asia basado en la libertad, la justicia y la reciprocidad»,96 pese a conocer las atrocidades cometidas en China. Las declaraciones ideológicas de Bose demostraban un oportunismo sorprendente: «nuestra filosofía política debería ser una síntesis entre el nacionalsocialismo y el comunismo. (...) No veo ninguna razón por la que no podamos lograr una síntesis de los dos sistemas que encarne los puntos buenos de cada uno».97 Coherente en su incoherencia, tras respaldar a las potencias del Eje, en 1945 volvió a mirar hacia Stalin, «el único hombre en Europa que tiene en su mano el destino de las naciones europeas (...)».98
La postura pública de Bose hacia el fascismo hace problemática la inclusión de su Ejército Nacional Indio en un libro acerca de la guerra contra el Eje. Sin embargo, su aseveración de que « todo movimiento de liberación, a lo largo de la Historia, ha tenido que buscar algún tipo de ayuda exterior» tiene un cierto mérito. Durante la primera guerra mundial, los partidarios del Alzamiento de Pascua* en Dublín buscaron armas de la Alemania imperial. Un año después Lenin causó una gran controversia cuando aceptó una oferta (de la misma fuente) de un tren sellado para atravesar los frentes de guerra desde Zúrich hasta Petrogrado (San Petersburgo). Sin embargo, y a diferencia de Bose, estos revolucionarios evitaron rendir ningún tipo de homenaje al imperialismo.
El ENI merece tenerse en cuenta porque su historia no se limita al colaboracionismo. El Ejército existía antes de que Bose llegara y sus soldados se presentaron voluntarios por el mismo sentimiento de injusticia política y social que los de cualquier otro movimiento de resistencia. El ENI reclutaba voluntarios de entre los 60.000 soldados indios retenidos como prisioneros de guerra tras la conquista de Singapur por Japón, un acontecimiento que Churchill denominó «el peor desastre y la mayor capitulación de la historia británica».99
Para comprender lo dispuestos que estuvieron a firmar en el ENI es necesario examinar los regimientos indios de Gran Bretaña. Amery los describía como «un ejército mercenario»,100 porque era la miseria lo que llevaba a muchos a alistarse. «Divide y vencerás» era el método empleado para mantener el control. Las unidades se creaban con miembros de «partes distantes del país, preferentemente que hablasen lenguas diferentes tanto entre ellos como con respecto a la población local. Allá donde era posible cada regimiento indio se dividía en unidades hindúes, musulmanas y sikhs».101 A esto se añadía una fractura adicional entre las llamadas «razas marciales», de entre las que se reclutaba, y las demás.
Estas tácticas comenzaron a entrar en desuso en la segunda guerra mundial. El reclutamiento se debía realizar más allá de las «razas marciales» y las diferencias comunitarias empalidecían ante el grosero racismo que se encontraba. Los ingresos de un soldado indio raso (un cipayo) eran un tercio de los de un soldado británico, y pese al enorme crecimiento del ejército, en las secciones combatientes los oficiales británicos aún superaban a sus equivalentes indios en proporción de 12 a 1 y recibían el doble de paga.102 Sólo un indio comandaba una brigada, y ninguno mandaba sobre una división. En el famoso juicio mediático de posguerra a soldados del ENI en Delhi un acusado preguntó por qué, si los indios luchaban con tanto coraje como los británicos, «había tanta diferencia en su salario, suministros, alimentos y condiciones de vida».103
Eran los soldados rasos, más que los oficiales, los que tendían a firmar por el ENI.104 En la posguerra, bajo interrogación, los prisioneros capturados confesaban varias razones para unirse. Evitar los campos de prisioneros japoneses (Tokio ofrecía liberar a quienes se unían al ENI) y la expectativa de una inminente derrota británica jugaban un papel. El ENI era también «manifiestamente no comunitario»;105 en los juicios de Delhi se pudo ver a un hindú, un musulmán y un sikh sentados lado a lado en el banquillo de los acusados. Según un oficial, la oposición al imperialismo de cualquier lugar del mundo era el motivo más importante:
La única solución que pudimos idear para los problemas de nuestro país fue la formación de un cuerpo armado fuerte y bien disciplinado que lucharía por la liberación de la India del dominio extranjero, fuera capaz y estuviese dispuesto a proporcionar protección a nuestros compatriotas contra cualquier posible agresión por parte de los japoneses y pudiese resistir cualquier intento de estos últimos de establecerse como gobernantes del país en lugar de los británicos (...).106
Esta actitud independiente se manifestó en las tensas relaciones entre el ENI y los japoneses. Por ejemplo, se necesitaron cinco días de intensas negociaciones para convencer al capitán Mohan Singh, el primer comandante del ENI, de organizarlo. Sospechaba de las intenciones de los japoneses107 y se negó a permitir el despliegue del ENI en la conquista japonesa de las Indias Orientales Holandesas, insistiendo en que sólo podía luchar contra Gran Bretaña.108 El asunto llegó a enfrentamiento cuando Mohan Singh exigió una garantía por parte de Japón de que no albergaba designios propios hacia la India. Cuando esta garantía no llegó, se ordenó la disolución del ENI y fue arrestado.109 Un oficial japonés explicaba la raíz del desencuentro: «como pueblo colonizado, con un largo historial de opresión, han desarrollado algún tipo de prejuicio, y cada vez que se les ha propuesto la liberación han intentado establecer una igualdad con otras naciones que estaba más allá de su poder (...)».110
El capitán Singh carecía de la talla política de Subhas Bose, quien estaba en una mejor posición para obtener cierto grado de independencia para el ENI. A su llegada en 1943 relanzó el movimiento, movilizando el apoyo de la comunidad de indios del sudeste asiático, de tres millones de personas, como contrapeso a la preponderancia japonesa.111 Por último, más que depender de la conquista japonesa de la India para lograr su objetivo, Bose concibió el ENI para que actuara de catalizador de una revolución desde dentro:
Vamos a organizar una fuerza de combate suficientemente poderosa como para atacar al ejército británico en la India. Cuando lo hagamos estallará la revolución, no sólo entre la población civil, sino también en el ejército indio que de momento está bajo mando británico. Cuando el gobierno británico se vea, así, atacado por ambos lados, desde dentro y desde fuera de la India, se derrumbará (...).112
Los imperialistas de ambos bandos, en la segunda guerra mundial, mostraban el mismo desprecio hacia la guerra popular, de modo que Japón maltrató al ENI. Singh había deseado una tropa de 200.000 hombres, y aun cuando Bose rebajó la cifra a 50.000, los japoneses tan sólo proporcionaron armas ligeras para unos 30.000.113 La brigada Subhas, por ejemplo, no contaba con artillería, morteros ni equipo de comunicaciones, y su suministro de ametralladoras era insuficiente.114 Bose pidió un papel dirigente en el ataque al Raj, para que «la primera sangre vertida en suelo indio sea de un soldado del ENI».115 Pero un oficial describió esta «función de primera línea» en la incursión a Imfal como «a) construcción de carreteras o preparación; b) reparación de puentes; c) extinción de incendios en la jungla, y d) conducción de carretas cargadas con raciones para el ejército japonés».116 Había tan sólo 8.000 soldados del ENI desplegados, contra 230.000 japoneses, y cuando la ofensiva japonesa fracasó, se abandonó a los soldados del ENI y se los dejó morir de hambre; 6.000 hombres se rindieron o fueron capturados por los británicos.117
Hacia el final de la segunda guerra mundial parecía como si la guerra popular hubiera fracasado. Sin embargo, esto era engañoso. La escala de la campaña Abandonen la India de 1942 convenció a Gran Bretaña de que la libertad de la colonia era inevitable, y el virrey advirtió a Churchill que evitara problemas futuros con el Congreso: «sería inteligente, en realidad, iniciar negociaciones antes de que el fin de la guerra traiga la liberación de prisioneros y disturbios (...)».118 La predicción de Bose de que el ENI podría prender la mecha de una revolución se cumplió tan sólo tres meses después de su muerte en un accidente de aviación. Las protestas contra el juicio al ENI superaron las barreras comunitarias y en lugares como Calcuta, partidarios de Bose, del Congreso, la Liga Musulmana y comunistas marcharon juntos en masivas manifestaciones que las autoridades apenas pudieron controlar. En palabras de Sarkar:
El ENI nunca logró mucho en términos puramente militares (...) pero no debemos infravalorar el impacto en la imaginación patriótica de un verdadero ejército combatiendo, aun sin éxito, por la liberación del país (...) el probable vínculo entre la experiencia del ENI y la ola de desafecciones en el Ejército Indio Británico durante el invierno de 1945-1946, que culminó en la gran huelga naval de Bombay de febrero de 1946 fue probablemente la razón más importante tras la decisión británica de realizar una rápida retirada.119
En Europa y América las dos guerras se libraron sobre todo en paralelo porque ambas combatían contra el mismo enemigo, incluso si poseían motivos muy diferentes para ello. Tuvieron conflictos en diferentes grados de intensidad, pero se necesitó tiempo para ello. La geometría de la metáfora de las guerras paralelas se rompe en cuanto al caso de la India, porque, aunque había a la vez una guerra popular y una guerra imperialista, las dos se encontraron enfrentadas desde el comienzo. Aun así, los acontecimientos que sacudieron el subcontinente fueron producto de la segunda guerra mundial, tanto como en cualquier otro sitio, y como tales se los debería tratar.