Aunque, como Yugoslavia, la resistencia griega desafió con éxito la ocupación alemana, el resultado no podría haber sido más diferente. Mientras los Aliados celebraban el triunfo de Tito, bombardeaban Atenas a fin de destruir el principal movimiento de resistencia, el EAM (Frente de Liberación Nacional) y su brazo militar ELAS (Ejército Popular de Liberación Nacional). Este acusado contraste se originó en las diferentes maneras en que el imperialismo interactuó con la guerra popular.
Hoy en día el petróleo ha convertido a Oriente Medio en el principal campo de batallas del mundo. En el siglo XIX y principios del XX eran los Balcanes los que presenciaron los conflictos más encarnizados. Era aquí donde se superponían las placas tectónicas de los imperios ruso, británico, austro-alemán y turco. En esta inestable zona, Grecia ocupaba un lugar único. En 1821, inspirados por las revoluciones liberales de América y Europa, los griegos obtuvieron una frágil independencia de Turquía. Sin embargo, para soportar la presión de sus vecinos eslavos, influidos por Rusia, siempre dependió de una estrecha alianza con Gran Bretaña. Ésta proporcionaba el apoyo con gusto porque Grecia era un punto de tránsito clave en la ruta hacia la India, de modo que Londres defendía una monarquía títere en Atenas incluso si ello suponía la opresión de su propio pueblo.1
En 1936 el rey griego designó a un dictador fascista, el general Metaxás, para anticiparse a una huelga general. Como otros gobernantes antes que él, procedió a arrestar a unos 50.000 simpatizantes del partido comunista2 (KKE). La autobiografía de un miembro del Comité Central durante el periodo de entreguerras registra 15 arrestos diferentes, a menudo acompañados de largas sentencias de cárcel, palizas y torturas.3 Metaxás imitó a conciencia al Tercer Reich con su impulso a la «Tercera Civilización Helénica», y mantenía que «si Hitler y Mussolini estuvieran realmente luchando por la ideología que predican, estarían ayudando a Grecia con todas sus fuerzas».4 Woodhouse, un oficial de enlace enviado a la Grecia en guerra para impulsar intereses británicos, defendía que Metaxás tenía «motivos benevolentes» y «de altura para hacerse con el poder absoluto». El dictador murió en 1941, para gran consternación de Woodhouse: «sus cinco años no fueron suficientes».5
Woodhouse debió de haberse sentido aliviado cuando el rey declaró que «todos los campos de actividad política y militar (...) continuarán en la misma línea que antes».6 Los británicos apoyaban la dictadura porque, como explicaba otro oficial de enlace en 1944, los griegos «son, fundamentalmente, un pueblo inútil y sin salida, sin futuro ni perspectivas de establecer ninguna forma sensata de vida en un plazo razonable. (...) No es posible salvarlos de sí mismos ni son dignos de hacerlo por sí mismos. Ésta es también la opinión unánime de todos los oficiales de enlace que llevan tiempo en el país».7
Pese a su gobierno fascista, Grecia entró en la segunda guerra mundial en el bando Aliado, porque Italia invadió lo que consideró un objetivo de fácil conquista. Aquí hay nuevas pruebas de que, pese a su retórica, los gobiernos no consideraban la segunda guerra mundial como una guerra entre fascistas y antifascistas. El general británico Wilson era consciente de la ironía. «Era realmente una paradoja que en nuestra lucha contra el totalitarismo apoyáramos a un gobierno fascista en contra de otro.»8 Sin embargo, en el primer gran contratiempo que ningún ejército fascista hubiera experimentado hasta entonces, las tropas de Mussolini fueron repelidas. Para evitar nuevas humillaciones, Hitler entró en escena,9 ante lo cual la monarquía griega huyó a El Cairo, bajo protección británica.
La ocupación nazi de Grecia produjo un sufrimiento comparable al de Rusia, Polonia y Yugoslavia. Costó la vida a un 8 por ciento de la población (550.000 personas) y el 34 por ciento de la riqueza nacional. Quedaron destruidas 402.000 casas y 1.770 aldeas, dejando a 1,2 millones de personas sin hogar. Además, el 56 por ciento de las carreteras, el 65 por ciento de los automóviles privados, el 60 por ciento de los camiones y el 80 por ciento de los autobuses quedaron inutilizados.10 Un episodio especialmente angustioso fue la hambruna de 1941-1942, que se cobró las vidas de 250.000 personas y golpeó a Atenas de manera especialmente cruenta.11 Dimitros Glinos, un portavoz del EAM, describía cuántos «se han convertido en esqueletos (...) de repente todos han envejecido y una negra preocupación y una agonía mortal asoman a sus ojos. El abismo entre sus ingresos y los gastos mínimos necesarios se ha vuelto espantoso. [Un] sueldo entero no llega para comprar comida...».12
La clase dirigente griega se encontraba dividida en su respuesta a la ocupación. Había colaboracionistas declarados,* como los primeros ministros Tsolákoglu y Rallis. Otros miembros más cautos de las clases dirigentes actuaban «asegurándose de financiar discretamente a todos los posibles ganadores».13 El rey y sus ministros practicaron una política de espera. Glinos escribió:
La interpretación más amable que podría achacarse a esos líderes es la de un fatalismo pasivo y la de dejar pasar el tiempo. «Dejemos que otros nos liberen (...)» [Pues] por encima de todo temen al propio pueblo. Temen que despierte, temen su participación activa, temen, quizás, conforme el pueblo toma sus libertades por sí mismo, que ya no serán los líderes de su futura vida política. Pues han estado acostumbrados, hasta ahora, a gobernar desde arriba...14
A diferencia de sus líderes, la gente común de Grecia no podía disfrutar del lujo de la contemplación pasiva, y surgieron los movimientos de resistencia. El más grande fue el EAM/ELAS. Halló, entre los británicos, incluso menos simpatías que Tito, a quien finalmente se permitió fundar una república independiente, pese a ser menos obediente que el EAM/ELAS. Esta discrepancia causa, a primera vista, perplejidad. Tito, un conocido líder del PC, nunca aceptó órdenes de los británicos. El liderazgo del ELAS, por otra parte, comprendía a tres personas de las que sólo una (el representante del EAM) tenía vínculos cercanos con el KKE.15 Los otros eran Stefanos Sarafis, inicialmente un oficial del ejército no comunista, y Aris Velujiotis, un kapetan. Los kapetanios eran un grupo de «[cabecillas] valientes, carismáticos y fieramente independientes que habían apreciado las posibilidades de resistencia armada antes que nadie».16 Aris era nominalmente comunista, pero pasó la guerra entera en rebeldía contra sus órdenes, y el secretario general del KKE lo llegó a describir como «un aventurero, una persona sospechosa [que] ayuda a las fuerzas de la reacción (...)».17 Además, a diferencia de los partisanos de Yugoslavia, el ELAS firmó un acuerdo por el que se ponía «a las órdenes del gobierno griego [y] del comandante supremo de las Fuerzas Aliadas».18
Gran Bretaña acusó al ELAS de brutalidad y lo ejemplificaba en Aris, a quien se había descrito como «un hombre sádicamente violento»19 que ejecutaba a la gente por robar gallinas,20 ganado21 o seducción y violación.22 En su defensa, sin embargo, un oficial británico de enlace reconoció que las tácticas de Aris instauraban una disciplina marcial y eran «su eficaz manera de dar vida al creciente movimiento de resistencia contra el enemigo».23 La guerra popular tenía, inevitablemente, su parte de excesos y crueldad, aunque éstos palidecían ante la inhumanidad de los imperialistas en Auschwitz o Hiroshima.
Woodhouse interpuso otra objeción al ELAS. Aseguró que el principal objetivo del ELAS era destruir a los movimientos de resistencia rivales en una apuesta por monopolizar el poder de posguerra. Los métodos estalinistas, ciertamente, estaban ya muy asumidos, y el ELAS obligó a otros grupos de resistencia más pequeños como el EKKA (Liberación Social y Nacional) a unírseles o disolverse.24 Aun así, no habría que llevar esta crítica demasiado lejos. Con respecto a su mayor rival, el EDES, el ELAS propuso la unidad y ofreció a su líder el puesto de comandante en jefe compartido.25 Él rehusó. Ignorante de este hecho, Woodhouse llegó a la conclusión de que para el ELAS «combatir a los alemanes es una tarea secundaria, aunque impostergable (...)».26 La realidad era más bien diferente. La enemistad británica hacia el ELAS no procedía de una escasa eficacia ante los alemanes, sino de que era parte de una empresa mucho más grande.
Se trataba tan sólo del brazo armado del EAM, un movimiento político de amplia base fundado en octubre de 1941. Éste llevó la resistencia al corazón mismo de la sociedad. Glinos informaba de que «la lucha es diaria y abarca todos los niveles de la existencia. Tiene lugar en el mercado del pueblo, en el comedor social, en la fábrica, en los caminos y en los campos, en todo tipo de trabajo».27 Hacia el final de la guerra el EAM aseguraba tener dos millones de miembros,28 y el apoyo de cerca del 70 por ciento de una población de siete millones.29
Como ya hemos visto, sus detractores acusaban al EAM/ELAS de no ser sino una fachada del KKE. Aunque su asociación con el comunismo era menos directa que la de los partisanos yugoslavos, el EAM/ ELAS tenía relación, en efecto, con el KKE. Este Partido comenzó la guerra con tan sólo 5.000 miembros, pero al poseer una organización internacional, saber cómo moverse en la clandestinidad y, por encima de todo, creer en la lucha común, hacia 1945 los miembros del partido llegaban ya a 350.000.30 Sin embargo, sugerir que el KKE sencillamente manipulaba a la población para sus propios fines era injusto. El Partido, que comprendía sólo una pequeña fracción del total de miembros del EAM,31 sólo podía liderarlo si las masas libremente aceptaban su política. Además, el EAM comprendía a muchos otros partidos, como la Unión de Democracia Popular y el Partido Socialista Griego. Aunque el KKE constituía el componente mayoritario durante la fundación de EAM, en septiembre de 1941, hacia 1944 el Partido Agrario lo había superado.32
Por último, como explica un escritor, el EAM era una organización paraguas para una vasta red de cuerpos sociales «en cada aldea, ciudad, en cada huerto, al parecer».33 Esto daba como resultado un estado de resistencia colectiva que operaba directamente delante de las narices de los nazis. Una de estas entidades era el Frente Obrero de Liberación Nacional (EEAM). Woodhouse, que de ningún modo era un simpatizante, escribe que «donde quiera que hubiera población obrera, el EEAM la inspiraba a actuar contra las autoridades de ocupación».34 El ejemplo más dramático vino cuando Alemania intentó captar trabajadores a la fuerza para el Tercer Reich. Eudes capta el espíritu del momento: «el mar de Atenas fluía hacia el centro de la ciudad desde todas las direcciones (...) 200.000 hombres, una cuarta parte de la población de Atenas, marchando con las manos desnudas bajo una lluvia de balas (...) Los atenienses cargaron, algo estúpido pero irresistible, transportados hacia su objetivo con un demente ímpetu de batalla que no se veía afectado por la sangre, por los muertos aquí y allá (...)».35
Como resultado de la manifestación, Grecia fue el lugar en que el reclutamiento forzoso de trabajadores por los nazis sufrió su más amplia derrota.36 El EAM se ocupaba de otros asuntos de importancia inmediata relacionados con la resistencia a la ocupación. Según un testigo, «el primer objetivo que se había fijado el EAM era luchar por la supervivencia: contra el hambre (...) La primera canción que oí fue Por la vida y la libertad, pan para nuestro pueblo».37
Otra característica que, por comparación, puede parecer una sorprendente distracción en medio de una conflagración mundial, fue la transformación de las relaciones de género. Antes de la segunda guerra mundial se veía a las mujeres virtualmente como esclavas.38 Sus vidas estaban estrictamente reguladas (con asesinatos de honor a escondidas) y en las zonas rurales tres cuartas partes eran analfabetas.39 Una participante recordaba, en la década de 1990, que gracias a la resistencia «nosotras las mujeres estábamos, socialmente, en una posición mejor, en un escalafón más alto que ahora (...) Nuestra organización y nuestro propio movimiento (...) dieron tantos derechos a las mujeres que sólo mucho más tarde, décadas más tarde, se nos concedieron».40 Por primera vez las mujeres votaron y tomaron parte en la elección de un gobierno provisional para la Grecia Libre.41 Este organismo anunció: «Todos los griegos, hombres y mujeres, tienen los mismos derechos políticos y civiles».42 Se eligieron mujeres como diputadas y jueces y se decretó la igualdad de salarios.43
Esto era política práctica. El EAM/ELAS no podía permitirse pasar por alto la contribución de la mitad de la población, y una vez implicadas, las mujeres cambiaron:
No podía ir a ningún lugar sin que mis padres supiesen a dónde iba, con quién, cuándo volvería. Nunca iba a ninguna parte sola. Es decir, hasta que llegó la ocupación y me uní a la resistencia. Entre tanto, como estábamos justo en medio del enemigo, teníamos una prensa clandestina en casa. (...) Era muy peligroso, pero [mis padres] tuvieron que apoyarnos.44
La equidad no era un regalo paternalista:
En el momento en que os enfrentáis al mismo peligro que un chico, en que vosotras también escribís eslóganes en las paredes, en cuanto vosotras también distribuís panfletos, en cuanto también vosotras asistís a manifestaciones con los chicos y en cuanto los tanques también matan a algunas de vosotras, ya no pueden deciros «Tú, tú eres una mujer, así que quédate sentada en casa mientras voy al cine». Ganasteis vuestra igualdad cuando demostrasteis que podíais soportar dificultades, peligros, sacrificios, tan valientemente y con el mismo grado de astucia que un hombre. Las viejas ideas cayeron. Es decir, la resistencia siempre intentó colocar a la mujer junto al hombre, no detrás de él. Ellas realizaron una doble lucha de liberación (...)».45
Por tanto, los partisanos (llamados, en griego, andartes) incluían un regimiento de mujeres.46 Esto perturbaba a Woodhouse, que se quejó a Londres de que «se malgastan muchas armas en manos de mujeres (...)».47 Pero el nuevo papel de la mujer en Grecia reflejaba una característica recurrente de la guerra popular. También se había visto en Yugoslavia, como en muchos otros lugares, porque la guerra no era sólo contra el nazismo, sino también por un mundo diferente.
La resistencia griega generó un activismo masivo también en otras áreas. Las zonas bajo control del EAM organizaron autogobiernos a gran escala. Los aldeanos escogían a los consejeros municipales y a los jueces en asambleas masivas. Un movimiento muy popular fue obligar a los tribunales a prescindir de abogados caros: ambas partes presentaban su caso y prevalecía la justicia natural.48 En la administración de la Grecia Libre, el demótico (el lenguaje empleado por la gente corriente) sustituyó al formal griego de la élite culta, el katharevousa.
Uno de los logros más espectaculares fue una elección general que movilizó a un millón de votantes49 y que se llevó a cabo ante las narices de los ocupantes nazis. Mazower advierte contra una «idealización» de este acontecimiento, dado que «los procedimientos de voto guardaban escasa relación con la práctica en tiempos de paz».50 Los colegios electorales y las urnas eran imposibles, de modo que los votos se recogían puerta a puerta. Pero los comicios fueron, sin embargo, notables. Crearon el Comité Político de Liberación Nacional (PEEA) que, a diferencia de los parlamentos oficiales de preguerra, representaba transversalmente a toda la población. Sus 250 delegados incluían dos obispos y dos sacerdotes, 22 trabajadores, 23 granjeros, 10 periodistas, 10 científicos, 9 maestros de escuela, etc.51
La lucha de resistencia era costosa en términos de comida e impuestos. De modo que no hay razones para dudar de la aseveración de un escritor de que «bajo el dominio de los andartes, a muchos les debe de haber parecido que una forma de Estado había reemplazado a la otra en la lucha por el control del suministro de alimentos»; y que «uno no discute cuando se enfrenta a hombres armados».52 Sin embargo, incluso Woodhouse admitía: «el éxito del movimiento rebelde va ligado al apoyo de las aldeas: si las aldeas no fueran leales al movimiento, éste no podría haber tenido un comienzo con éxito (...)».53 Los beneficios eran recíprocos. Las reformas del EAM impulsaban a los aldeanos a equipar al ELAS, su ala militar, con lo necesario para subsistir, y esto soportaba el escudo defensivo que permitía al EAM implantar las reformas.
En un párrafo muy citado, Woodhouse escribía, más tarde, con admiración a regañadientes, que:
La iniciativa del EAM/ELAS justificaba su predominio, si bien no su tiranía. Tras hacerse con el control de casi todo el país, excepto las principales vías de comunicación empleadas por los alemanes, le dieron cosas que nunca antes había conocido. Las comunicaciones en las montañas, sin hilos, por correo y teléfono, nunca habían sido tan buenas, ni antes ni después. (...) Las ventajas de la civilización y la cultura llegaron a las montañas por primera vez. Escuelas, gobierno local, tribunales y servicios públicos, que la guerra había destruido, funcionaban otra vez. (...) Se podían contemplar todas las virtudes y males de tal experimento; pues cuando la gente a la que nadie jamás ha ayudado comienza ayudarse a sí misma, sus métodos son vigorosos, y no siempre agradables. Las palabras «liberación» y «democracia popular» llenaban el aire con sus especiales connotaciones.54
Si el EAM representaba la lucha política, la tarea del ELAS personificaba el lado militar de la guerra popular. Un informe alemán sobre «la situación política en Grecia» de julio de 1943 describía al ELAS como «el máximo responsable de todo el movimiento de resistencia contra las potencias del Eje [y] representa el mayor peligro para las fuerzas de ocupación».55 Woodhouse estaba de acuerdo:
[E]ntre octubre de 1943 y agosto de 1944, además de represalias puramente punitivas, [Alemania] lanzó nueve operaciones suficientemente serias como para recibir nombres en clave, todos en el norte de Grecia. Con la excepción del último caso (en agosto de 1944) todas estas operaciones (...) se dirigían principalmente contra el ELAS, porque los comunistas ignoraron la orden de los Cuarteles Generales [británicos] de Oriente Medio de abstenerse de operaciones ofensivas.56
El ELAS sufrió cuatro quintas partes del total de víctimas infligido por el Eje.57 Los propios nazis sufrieron 19.000 muertos y tuvieron que comprometer un 10 por ciento de sus fuerzas contra la resistencia sólo para el ELAS.58 Esto era incluso más impresionante si se tiene en cuenta que el ELAS recibía muy poca ayuda. Su comandante afirmaba que podría haber doblado sus 50.000 andartes si estuviera bien equipado,59 y el predecesor de Woodhouse como jefe de oficiales de enlace, Myers, calculó que Londres proporcionaba menos de una sexta parte de las armas del ELAS.60 Escribió que pese a «no recibir, en la práctica, ningún suministro de guerra», el ELAS liberó cuatro quintas partes de la Grecia continental.61
Londres esperaba encontrar en el EDES (Liga Republicana Nacional de Grecia) un movimiento de resistencia alternativo que ayudara en la guerra. A diferencia del ELAS, el EDES despreciaba el socialismo radical y la movilización de masas, y aseguraba ocuparse tan sólo de la lucha militar. Así evadía la cuestión fundamental de la monarquía y su pasado fascista. Según el asesor político del EDES, los intentos de formular un programa se encontraban siempre con «una tenaz oposición. (...) Nada se oía excepto el eslogan “Fe en el líder. Todo por el líder. Todo desde el líder”».62 El líder era Napoleón Zervas, quien, según la Misión Militar Británica, requería «persuasión» para acudir al combate. Cuando 24.000 soberanos de oro63 resultaron insuficientes, se tuvieron que emplear tácticas «cercanas al chantaje» para hacerle luchar.64
Los 12.000 efectivos del EDES dependían por completo de la generosa ayuda de Gran Bretaña.65 Cuando el ELAS se quejó del tratamiento poco equitativo, un oficial británico le respondió: «es natural que reforcemos a Zervas, dado que él es nuestro sirviente».66 Aunque el EDES montó algunas operaciones serias contra los alemanes,67 al igual que los chetniks de Yugoslavia, estaban deseosos de colaborar con el ocupante. Una carta a la Wehrmacht rezaba: «No estamos combatiéndoos a vosotros, alemanes, estamos combatiendo a los comunistas. Nosotros somos auténticos fascistas»,68 y Woodhouse halló que el EDES albergaba «colaboracionistas declarados» en Atenas.69 Así que no es de sorprender que el EDES realizara escasos avances contra los alemanes. Para cuando el ELAS los expulsó de Grecia, el EDES poseía tan sólo «una minúscula franja de treinta y cinco millas de largo por veinticinco de ancho (...) un San Marino en Grecia».70 Pese al respaldo Aliado al EDES, al ELAS le llevó tan sólo un par de semanas vencer al ejército de Zervas en una corta guerra civil. Sus tropas finalmente se retiraron a Corfú en barcos británicos.71
La diferencia en el tratamiento dispensado por Londres a los partisanos de Tito y al ELAS tiene su origen en el «acuerdo de los porcentajes» entre Stalin y Churchill.72 Éste asignaba una influencia de británicos y rusos, respectivamente, de 50/50 en Yugoslavia, y otra del 90/10 en Grecia. De modo que su propia fuerza como movimiento de resistencia determinó a Londres para aplastar al ELAS. ¡Era demasiado eficaz! La estrategia se llevó a cabo en dos fases: al principio se trató en igualdad de condiciones a ELAS y EDES. Cuatro agentes británicos, 45 andartes del EDES y 115 del ELAS llevaron a cabo una espectacular operación para volar el viaducto y vía férrea sobre el río Gorgopotamos en noviembre de 1942.
Cortaron la línea de suministros a Rommel durante seis semanas, privándole de suministros esenciales durante la batalla de El-Alamein.73 El nivel más alto de cooperación tuvo lugar en verano de 1943, durante la «Operación Animales», una ofensiva de la resistencia que engañó a los alemanes, haciéndoles creer que habría desembarcos aliados en Grecia en lugar de Sicilia.
Sin embargo, la actitud británica estaba gobernada por un cálculo cínico, tan bien descrito por el brigadier Barker-Benfield que vale la pena citarlo entero:
Nuestra política a largo plazo con respecto a Grecia es mantenerla como esfera de influencia británica, y que una Grecia dominada por Rusia no encajaría con la estrategia británica para el Mediterráneo oriental. (...) Nuestras actuales doctrinas política y militar son, a primera vista, contradictorias. Aquélla está diseñada para, mediante propaganda y discursos públicos, señalar nuestra desaprobación hacia el EAM. Por tanto, podemos esperar que si el EAM llega al poder, será antibritánico. Las consideraciones militares, sin embargo, exigen que demos el máximo apoyo al ELAS, que son la única organización de la resistencia en posición de apoyar seriamente nuestros intentos de acoso al enemigo. Por tanto, nuestra doctrina militar apoya al EAM.
Aunque estas dos políticas parecen ser diametralmente opuestas, ése no es el caso, puesto que se trata tan sólo de una cuestión de cálculo de tiempo.
Nuestra política inmediata debería ser la puramente militar de proporcionar apoyo a las organizaciones guerrilleras para permitirles colaborar en la liberación de su país y asegurar que Grecia siga siendo una esfera de influencia británica. Esto debería dar lugar a la doctrina política de no apoyar al EAM en cuanto se consiga la liberación.
El cambio de una a la otra será una causa segura de oposición por parte del ELAS, y sólo se podrá llevar a cabo con éxito si se envía tropas británicas a Grecia en el momento adecuado. Estas tropas tendrían dos roles: en primer lugar, el de golpear a los alemanes donde son más débiles, y en segundo lugar, asegurar un control militar británico de todo el país.74
El «cambio radical» de «doctrina militar» a «doctrina política» se puede fechar en mediados de 1943. Hasta ese momento, el general Wilson agradecía la ayuda del ELAS, con un «¡Bravo* por la guerrilla!». Después de ese momento ordenó que «todas las operaciones cesen de inmediato [y] todos los guerrilleros guarden silencio (...)».75 El cambio de actitud de Churchill fue igualmente notorio. Una vez había descrito al ELAS como «galantes guerrilleros que contienen a treinta divisiones enemigas». Ahora eran «en muchos casos indistinguibles de bandoleros».76
En abril de 1944 se sometió a una nueva política al gobierno griego en el exilio. Gran Bretaña y los EE.UU. insistieron en que el rey debía ser repuesto, aunque sabían bien que aparte de los republicanos no había «en Grecia otras organizaciones visibles sin ayuda de un microscopio».77 Cuando la Segunda Brigada protestó,78 Churchill los acusó de «una indigna, incluso escuálida exhibición de indisciplina, que muchos atribuirán a un indigno miedo a ser enviados al frente».79 La realidad era lo opuesto. Hacía mucho que pedían ser enviados a la acción, y en su lugar ahora se los amenazaba con desarmarlos. Respondieron: «Sostenemos nuestras armas para liberar nuestro país. No deseamos rendir las armas que glorificamos con nuestra sangre en Albania, en Macedonia, en Creta y en El-Alamein. Exigimos que se rescinda la orden de desarmarnos y que se nos envíe de inmediato al frente a combatir».80
Sin embargo, la política imperialista importaba más que derrotar al fascismo. Churchill ordenó que la Brigada fuese «rodeada por la artillería y fuerzas superiores, y que el hambre haga su parte».81 Sometidos por la inanición, hasta 20.000 hombres acabaron enviados a campos de concentración en el norte de África.82 Después se purgó al resto del ejército griego de disidentes.83
Los esfuerzos que Gran Bretaña realizaría para asegurar la derrota del ELAS se revelaron con el comienzo de la retirada de la Wehrmacht, en 1944. Neubacher, el máximo oficial alemán en Grecia, se quedó perplejo ante la estrategia que adoptaron los Aliados:
[H]asta ahora han permitido que nuestras fuerzas se trasladen de las islas al continente sin casi oposición en el mar ni por aire, pero movilizan a las hordas rojas contra nuestras rutas de escape en el continente. Así, aparentemente, pretenden mantener fuerzas alemanas en la isla griega hasta el momento en que su propia operación sea posible, y de este modo pretenden evitar una revolución general.84
El comandante del Grupo F del ejército alemán informó de «repetidas ofertas de negociación con respecto a la evacuación de Grecia».85 En lo que Mazower califica de «uno de los episodios más extraordinarios y potencialmente explosivos de toda la guerra»86 un oficial aliado, con pleno conocimiento por parte del SOE-El Cairo, se reunió con el jefe de la Policía Secreta Militar alemana para evaluar posibles acciones conjuntas (aunque no salió nada del encuentro).
Frases de oficiales británicos corroboraban los informes alemanes: «sería inconveniente que los alemanes en Grecia quisieran rendirse de inmediato, dado que no queremos que se derrumben hasta que estemos preparados para enviar tropas a Grecia. De otro modo, habrá una pausa que el EAM aprovechará plenamente».87
Finalmente este plan estuvo a punto de fallar porque los alemanes realizaron una ignominiosa retirada. Hacia septiembre de 1944, el ELAS controlaba grandes áreas, mientras que los británicos llegaron a Atenas recién el 14 de octubre.
Que los británicos, sin embargo, consiguieran su objetivo es revelador acerca de la política del EAM/ELAS y del KKE. Como muchos movimientos en aquella guerra, habían movilizado grandes cantidades de hombres para luchar, no sólo contra la ocupación, sino también por un mundo de posguerra diferente. ¿Por qué, si habían triunfado en lo primero, sus líderes fracasaron a la hora de implementar lo segundo? La respuesta estaba en Moscú, donde la política exterior se moldeaba de acuerdo a la alianza angloamericana, y los partidos comunistas locales lo sabían. El líder del KKE, Zachariadis, veía Grecia entre «dos polos: los Balcanes europeos, con la Unión Soviética en su centro, y Oriente Próximo, con su centro en Gran Bretaña. Una política correcta sería unir ambos polos».88 Cuando enviaron a Zachariadis al campo de concentración de Dachau, recayó en Siantos implementar la política actualizada de reparto de influencia 90/10. «Grecia pertenece a una región de Europa en que los británicos asumen todas las responsabilidades (...)».89 Tras su liberación en 1945, Zachiariadis asumió nuevamente el mando y se enorgulleció en declarar: «desde el primer día, el movimiento de liberación popular ha realizado sinceros esfuerzos e intentado llegar a un entendimiento y cooperación con Gran Bretaña (...) para ayudar a esa nación a superar sus grandes dificultades, la crisis por la que estaba pasando en el Mediterráneo».90
De modo que los líderes de la guerra popular griega estaban mentalmente desarmados ante el imperialismo británico. El PEEA, el cuerpo creado mediante las elecciones clandestinas, es un perfecto ejemplo de ello. Hablaba en términos conciliadores, declarando su apoyo a la Carta del Atlántico y a la Conferencia de Teherán de los Aliados, y sólo pidió ser incluido en un futuro gobierno griego de coalición.91
En este punto los encuentros cara a cara entre el gobierno monárquico en el exilio y los guerrilleros se hicieron posibles cuando un aeródromo en las montañas comenzó a permitir a los representantes de la resistencia realizar viajes al exterior. Cuando se encontró con el gobierno en el exilio, la resistencia griega (incluidos tanto EAM/ELAS como EDES) descubrieron que habitaban en mundos diferentes.92 El primer ministro griego estaba «muy inseguro con respecto a la existencia misma de la resistencia. (...) Sería mejor urgir a los guerrilleros a regresar a sus aldeas [y] cultivar la tierra».93 Los oficiales británicos presentes se mostraron de acuerdo: «nunca ha habido ninguna duda con respecto a que nuestros intereses políticos a largo plazo se beneficiarían de una política de sabotaje inactiva».94 Tras oírse esto se despidió abruptamente a la delegación de la resistencia. Incluso el delgado del EDES se mostró ultrajado: «Nos transportaron como prisioneros al aeropuerto... Como perturbábamos la política británica y los planes del rey, éramos unos “indeseables”».95
El EAM/ELAS debía ahora escoger entre continuar con su gobierno de la Grecia Libre, basado en las aspiraciones del pueblo durante la guerra, o la cooperación con Gran Bretaña. Escogió esto último.96 Un cambio marginal en la monarquía suavizó el cambio: para recuperar algo de apoyo en casa, tendría que trabajar temporalmente con los guerrilleros. El resultado fue el acuerdo de Caserta, por el cual miembros del PEEA se unieron al gobierno en el exilio (ahora rebautizado como «Gobierno de Unidad Nacional»). A cambio, la resistencia tenía que acordar que «todas las fuerzas guerrilleras que operan en Grecia se ponen a las órdenes del Gobierno Griego de Unidad Nacional, [el cual, a su vez] pone estas fuerzas a las órdenes del general [británico] Scobie, quien ha sido designado Comandante General en Jefe de las Fuerzas en Grecia».97
Para demostrar su sinceridad, el EAM/ELAS prohibió «todo intento, por parte de cualquier unidad bajo su mando, de tomarse la justicia por su mano. Tal acción será tratada como un delito y se castigará como tal».98 Rusia jugó su papel. El EAM/ELAS había esperado ansiosamente una misión militar soviética, no sólo por sus aparentemente compartidas creencias políticas, sino como fuente alternativa de ayuda militar.99 Cuando llegó, la misión asestó un «abrupto golpe».100 No ofreció ningún apoyo, sino que ordenó a la resistencia entrar en el gobierno del detestado rey.101
El sacrificio de la guerra popular se criticó desde dentro de la propia resistencia. En una reunión de crisis en verano de 1944 incluso el secretario comunista del EAM denunció la traición.102 Woodhouse cuenta que: «dentro del KKE, quienes apostaban por la acción directa, liderados por Aris Velujiotis, hablaban abiertamente de una nueva lucha; quienes apostaban por la infiltración política, liderados por Siantos, se preguntaban si perseverar con el gobierno en el exilio».103
En la narración de los hechos de Eudes, la discusión se ha interpretado como una división entre imaginativas tácticas partisanas o una política de lucha urbana doctrinariamente correcta. Los andartes y kapetanios eran «poco ortodoxos (...) comparados con el ideal estalinista» y «rechazaban espontáneamente ante el centralismo y la organización cuasi-industrial de la ortodoxia revolucionaria».
El Comité Central del KKE estaba «preparado para renunciar [a la guerrilla] en el momento decisivo a fin de conservar una abstracción».104 Puede haber habido algo de esto en juego. Una de las tensiones incluidas en toda guerrilla de resistencia era la que se daba entre sus fuerzas motrices sociales y las exigencias de la estrategia militar. Aunque el axioma de Clausewitz es correcto, la política y su expresión militar no son idénticas. En muchas partes de Europa, la organización comunista tenía sus bases en la clase trabajadora urbana, pero, hasta el momento final, la guerrilla partisana evitó las concentraciones de la Wehrmacht, localizadas siempre en ciudades. De modo que había una disyuntiva entre las dos, lo que significaba que la resistencia guerrillera no seguía un modelo proletario. Esto era cierto en la Grecia continental, donde los andartes operaban en zonas montañosas.105
Sin embargo, esta división campo/ciudad no era capital. Un factor más importante era la contradictoria posición de los líderes del KKE, atrapados entre la guerra popular y la guerra imperialista. Esto demostró ser una debilidad fatal llegado el momento de la retirada de los nazis.
Cuando los británicos llegaron a Atenas, sólo 48 horas después de la partida de los nazis, el gobierno monárquico carecía virtualmente de representación sobre el terreno. Más allá de un pequeño enclave controlado por el EDES y zonas fronterizas disputadas, «el resto de Grecia estaba en manos del EAM/ELAS, que ocupaba las ciudades, pueblos y provincias».106 El desmoronamiento nazi había sido un tanto precipitado para los Aliados. Sin embargo, habían planeado meticulosamente este momento. Ya desde mayo de 1944 Churchill estaba organizando el envío de miles de soldados británicos, oficialmente «para restaurar la ley y el orden».107
Georgios Papandreu, el primer ministro griego, deseaba participar en esta empresa. Escribió a Churchill que estaba «seriamente preocupado» por el éxito del EAM/ELAS. «Sólo la inmediata aparición de una impresionante fuerza británica en Grecia, y hasta la frontera con Turquía, sería suficiente para alterar la situación».108 Este telegrama se envió sólo tres semanas después de la formación del «Gobierno de Unidad Nacional», ¡con miembros del EAM incluidos como ministros!
Sin embargo, tal era su desprecio por todos los griegos que los británicos decidieron llevar a cabo el golpe de estado solos. La opinión de Churchill era que «es más deseable golpear de repente, sin ninguna crisis previa aparente. Es la mejor manera de adelantarse al EAM: el gobierno griego no sabe nada de este plan y bajo ningún concepto se le debe decir nada».109 Aunque Churchill plantó una pantalla de humo de retórica democrática para justificar la «Operación Maná», el general Alan tenía claro que el papel de las fuerzas Aliadas era «asegurar el establecimiento de un gobierno que consideremos el más idóneo, pero no hay garantías de que el pueblo griego sea de la misma opinión».110
No se trataba de una simple operación política, como se decía, sino de imperialismo clásico. Los británicos querían dominar físicamente una tierra extranjera. Los comandantes Aliados habrían deseado emular los métodos de los nazis, pero temían la oposición de sus propios soldados. Como uno de ellos dijo, «podríamos haber ido más rápidos si nos hubiéramos abierto paso por las calles con los tanques y “rotterdamizado”* barrios enteros bombardeando desde el aire, como habrían hecho seguramente alemanes y rusos en la misma posición. Pero, además de las desventajas de tal política, nuestras tropas se hubieran negado a hacerlo».111
Sin embargo, Churchill comentó al general Scobie: «no dude en disparar a cualquier hombre armado en Grecia que ataque a las autoridades británicas o griegas (...) actúe como si estuviera en una ciudad conquistada experimentando una rebelión».112 Incluso el primer ministro griego estaba indignado113 y amenazó con dimitir. Churchill dijo a su embajador en Atenas: «fuerce a Papandreu a mantenerse en su puesto. (...) Si dimite, enciérrelo hasta que recupere su sentido común».114
Para consolidar su dominio, las fuerzas británicas y sus colaboradores griegos emplearon «Batallones de Seguridad». Una de las razones por las que el ELAS aceptó el desarme fue el acuerdo de Caserta: «Los Batallones de Seguridad se considerarán como instrumentos del enemigo y se los tratará como a formaciones enemigas».115 Nunca se cumplió. Estas fuerzas represoras provenían directamente de la época de la ocupación nazi. Reclutadas por el gobierno colaboracionista, las habían equipado y dirigido los alemanes. El juramento de lealtad del Batallón rezaba: «Realizo por Dios el sagrado juramento de que obedeceré totalmente las órdenes del comandante supremo del Ejército alemán, Adolf Hitler».116
La opinión privada de Churchill de estas milicias era extraordinaria: «Me da la impresión de que los colaboracionistas griegos hicieron todo lo posible, en muchos casos, para proteger a la población griega de la opresión alemana...».117 En público no se mostraba menos comunicativo, diciendo al Parlamento: «Los Batallones de Seguridad se crearon (...) para proteger a los aldeanos griegos de las depredaciones de algunos de aquellos que, disfrazados de salvadores de su país, vivían entre sus habitantes y hacían muy poco por luchar contra los alemanes».118 En otras palabras, ¡prefería a los colaboracionistas que a los antifascistas, y a los colaboradores de los nazis antes que a la resistencia popular! Otras fuerzas reaccionarias empleadas incluían lo que quedaba del ejército griego tras su purga: la ultraderechista Sagrada Compañía y las Brigadas de Montaña.119 Aunque estas fuerzas crearon el terror, se ordenó al ELAS disolverse por ser una «milicia privada» (a la que por casualidad apoyaba el 70 por ciento de la población).
El líder del EAM suplicaba: «los británicos deben dar a los griegos al menos la impresión de que son un pueblo libre (...)»,120 pero el KKE comprendió que el nuevo gobierno estaba movilizando «fascistas, fascistas encubiertos y simpatizantes de la dictadura de Metaxás».121 Sin embargo, aún esperaba poder evitar la confrontación, y ante la abierta violencia de los gobiernos británico y griego dijo a sus miembros: «Comunistas: os distinguisteis como campeones del alzamiento nacional y popular. Erigíos ahora en (...) patriotas, unidos en la finalización de la liberación de Grecia junto al ELAS y a nuestros aliados bajo nuestro Gobierno de Unidad».122
La Operación Maná se desató completamente cuando una masiva manifestación protestó por la violación de los términos acerca de las nuevas fuerzas de seguridad. La policía disparó contra al menos diez personas, y entre las víctimas había incluso niños desarmados.123 En el tumulto, el ejército británico actuó, efectivamente, como si se hallara «en una ciudad conquistada bajo una rebelión». Durante las primeras 24 horas disparó 25.000 proyectiles hacia las áreas residenciales de Atenas, causando 13.700 víctimas.124 Scobie lanzó octavillas como ésta:
Todos los civiles quedan informados de que a partir de las 9 A.M. de mañana toda arma rebelde que dispare, esté en la ciudad o en sus alrededores, será objetivo de todas las armas a mi disposición (es decir, artillería terrestre, artillería naval, aviones, cohetes y bombas). Este ataque continuará hasta destruir las armas. Por su seguridad personal, todos los civiles de las áreas afectadas deben alejarse a una distancia de al menos 500 metros (545 yardas) de la posición de cualquier arma rebelde. No se darán más avisos.125
Para cuando los «acontecimientos de diciembre» acabaron, Scobie había hecho honor a su palabra. Hubo 50.000 muertos griegos y 2.000 víctimas británicas.126 Aunque parezca increíble, Churchill proclamó que «nuestras tropas están actuando para evitar el derramamiento de sangre».127
El choque entre las dos guerras fue tan crudo que causó un clamor popular en Gran Bretaña. Un congresista señaló que «soldados británicos y patriotas griegos yacen muertos lado a lado, cada uno de ellos con una bala aliada en su corazón [porque] la política británica parece inclinada a apoyar a muchos de los antiguos regímenes de Europa, incluso contra las fuerzas populares que han surgido». Otro sugería que el gobierno «respaldaba a elementos reaccionarios e incluso colaboracionistas para postergar el reconocimiento a los genuinos movimientos democráticos de Europa».128 Incluso The Times opinó que era «inconcebible que los ejércitos de liberación británicos (...) sean obligados a coaccionar o conquistar a una sección de un pueblo liberado y aliado que, sólo hace unas semanas, estaba implicado en la activa y galante resistencia contra los alemanes». La represión de Atenas llegaba «a expensas de la guerra contra Alemania» porque sus fuerzas estaban, en ese momento, realizando un peligroso avance en las Ardenas durante la «Batalla del Saliente».129* Mientras que el ataque de Gorgopotamos había ayudado a la lucha británica en el norte de África, el ataque a Atenas desvió numerosas tropas de Italia y castigó la ofensiva Aliada allí.130
Los americanos adoptarían posteriormente el papel de árbitro imperial en Grecia, pero en aquella época estaban horrorizados. En Atenas, el embajador McVeagh acusó a Churchill de tratar «a este país fanáticamente amante de la libertad (que nunca ha soportado los dictados con resignación) como si estuviera compuesto de nativos del Raj Británico (...)». También entendía que tras el conflicto estaban aquellos «con posesiones, por una parte» y aquellos «sin posesiones, pero hambrientos, sin casa y con armas por la otra».131
La batalla por Atenas no fue tan sencilla como Churchill hubiera deseado. El 21 de diciembre The Times informaba de cuarteles de la RAF «arrasados tras una batalla que duró toda la noche (...) por una fuerza que, según se ha anunciado oficialmente hoy, incluía mujeres, chicos y chicas completamente armados».132 Según Woodhouse, «en algún momento el ELAS poseyó la mayor parte de Grecia salvo unas pocas millas cuadradas en Atenas».133 En casa, un asediado Churchill se lamentaba: «no conozco ningún otro caso (...) en que un gobierno británico haya sido tan calumniado y sus motivos, tan tergiversados, en su propio país, por importantes órganos de la prensa o entre su propio pueblo».134 Ante la perspectiva de una moción de confianza en el Parlamento, se volvió retóricamente hacia Stalin, su única fuente de apoyo restante, sugiriendo que Gran Bretaña estaba atrapada «en una lucha para evitar una terrible masacre en el centro de Atenas, en el que todas las formas de gobierno habrían sido barridas y despojadas, instalándose, triunfal, el trotskismo».135
Finalmente Churchill tuvo que volar en persona a Grecia para evitar el desastre. Aun así, el EAM no aprovechó su ventaja militar. Un complot al estilo Guy Fawkes* para volar su hotel finalmente se abandonó y los batallones del ELAS entregaron sus armas.136 El Comité Central del EAM envió este servil mensaje al primer ministro británico: «Su Excelencia, el pueblo griego ha experimentado, con la feliz ocasión de su visita, un sentimiento del más profundo alivio (...) El pueblo griego no ha dejado ni por un momento de mirar con fe inamovible y gran cariño a nuestros aliados y, en especial, a Gran Bretaña...».137
A diferencia de Yugoslavia, en Grecia la cuestión de las dos guerras se saldó decisivamente a favor del imperialismo. Es cierto que los británicos pospusieron por un tiempo el regreso del rey, y que por el acuerdo Varkiza del 12 de febrero de 1945 prometieron un régimen de «libertad de expresión», «amnistía para los crímenes políticos», una «purga» de colaboracionistas y un «plebiscito y elecciones» que se «llevarían a cabo con total libertad». Pero, a cambio, «las fuerzas armadas de resistencia de desmovilizarán, en especial las del ELAS, tanto regulares como reservistas (...)».138 El ELAS cumplió con su promesa, y rindió más armas de las que estipulaba el acuerdo.139 El otro bando no hizo lo mismo. En el año siguiente a Varkiza, un reinado del terror ultraderechista asesinó a 1.289 personas, hirió a 6.671, arrestó a 84.931 y torturó a 31.632 griegos.140 Las promesas de elecciones libres se convirtieron en una broma sin gracia. Una delegación de ministros británicos informó de que:
A lo largo de nuestra visita hemos constatado que, con excepción de los ultraderechistas, todo el mundo decía que las elecciones se habían llevado a cabo mediante trampas, perjurio, terrorismo, asesinatos y toda forma posible de prácticas corruptas. (...) [L]a asignación de puestos oficiales en el Estado, la gendarmería y la policía a notables colaboracionistas con el enemigo [implica] que nada similar a unas elecciones limpias es posible.141
Las mujeres, que habían vislumbrado la liberación en las filas del EAM/ELAS, ahora se enfrentaban a violaciones, torturas y la muerte. Por ejemplo, entre 1948 y 1950 se ejecutó a 17 de ellas por subversión, la más joven, de sólo 16 años de edad.142 Otras estuvieron encarceladas hasta bien entrados los años sesenta. Sus acusadores, ahora trabajando con las fuerzas estadounidenses de contrainsurgencia, habían florecido bajo dominio británico, y previamente bajo el Eje. Un senador de los EE.UU. describió lo que estaban haciendo: «En Grecia tuvimos que apoyar no a los buenos, sino a los malos, para ponerlo lisa y llanamente. No apoyamos al pueblo».143 Sobre el terreno, una mujer de la resistencia lo confirmaba: «Tras la liberación (...) nosotros, que luchamos contra la ocupación, nosotros éramos los malos, y aquellos que habían colaborado con los nazis, eran los buenos. El gobierno los recompensó y nos castigó a nosotros».144 Eventualmente la guerra civil costaría 158.000 vidas griegas,145 pero significó que en 1947 un periódico americano pudiera informar de que: «la victoria de Churchill es completa (y limpiamente subrayada por cientos de millones de dólares americanos). ¡Tan sólo sería ligeramente más completa si hubiera sido del mismo Hitler!».146
Lo que ocurrió en Grecia no fue una diferencia de opinión dentro de un solo conflicto mundial. Fue dos tipos de guerra chocando entre ellas hasta tal punto que las bombas, los tanques, la tortura, las violaciones y las prisiones decidieron el resultado.