En cuanto al diccionario…
En 1971, participé en un concurso patrocinado por la National Football League (NFL), la Liga Nacional de Fútbol Americano. El autor del ensayo ganador sobre el tema «Por qué quiero ir a la universidad» obtendría una beca de varios miles de dólares. Los cien finalistas recibirían un diccionario. Yo quedé en segundo lugar. Mi diccionario, The American Heritage Dictionary of the English Language, 1969, venía acompañado de una carta con sello dorado del presidente de la NFL, J. Robert Carey, en la que me agradecía mi interés por el fútbol profesional. Resultó que mi verdadero interés residía en la escritura profesional. Aunque en aquel momento no sabía aún lo importantes que terminarían siendo las palabras para mí, llevé este (pesado) diccionario encuadernado en tela a la universidad, a un trabajo de verano en la cafetería Blacksmith House de Boston, de vuelta a Dakota del Norte, donde fui poeta en el centro penitenciario del estado, y en centros educativos de todo el territorio de Dakota del Norte. El diccionario volvió conmigo a la costa este, donde trabajé en el Consejo Indio de Boston. Me acompañó durante mi matrimonio, estuvo allí cuando llevé a mis hijas recién nacidas a casa, se convirtió en un consuelo para mí en los momentos difíciles y acumuló en sus páginas recortes de periódicos, flores prensadas, fotos de William Faulkner, Octavia Butler y Jean Rhys, marcapáginas de librerías desaparecidas y otros recuerdos. Es el diccionario que consulté para escribir este libro.
Así que, en primer lugar, quiero dar las gracias a este diccionario. Después, quiero agradecerle a Terry Karten el que tomara las decisiones necesarias aunque difíciles para que esta novela viera la luz y el que creyera que yo sería capaz de escribirla. Sobre todo, Terry, gracias por compartir conmigo tu pensamiento crítico. Trent Duffy, he agotado los superlativos. Gracias por leer literalmente entre líneas y por utilizar tus formidables habilidades para mejorar este libro. Jane Beirn, aprecio mucho tu orientación infalible y tu amistad durante tantos años.
Andrew Wylie, gracias por apoyar mi insoportable necesidad de escribir. Jin Auh, por tu fría inteligencia, tu amistad y tu fiable buen ánimo en circunstancias difíciles, gracias. Me alegro mucho de que vinieras a la espeluznante lectura de tarot en el sótano de la librería.
A mis primeras lectoras, Pallas Erdrich, Greta Haugland, Heid Erdrich, Angie Erdrich, Nadine Teisberg: estoy en deuda con todas vosotras. Me ayudasteis a ver esta novela como lo que podía ser. Habéis ampliado mi horizonte de comprensión. Gracias a Persia Erdrich, por comprobar el ojibwemowin; a Kiizh Kinew Erdrich, por hacerme comprender a mis personajes jóvenes y por bailar la danza de los cascabeles; y a Aza Erdrich Abe, por diseñar la majestuosa, sugerente y original portada [de la edición estadounidense].
El asesinato de George Floyd despertó la conciencia de una ciudad de un modo que espero que signifique una rendición de cuentas continua. Esta novela es solo el intento de un personaje de ficción de desentrañar lo que estaba sucediendo en aquellos momentos. Quiero mostrar mi agradecimiento a los numerosos periodistas a los que detuvieron o hirieron por hacer su trabajo cubriendo las protestas aquí y, en la actualidad, en el norte de Minesota, en la Línea 339. Gracias también a las múltiples personas que me hablaron de los sucesos que aparecen reflejados en esta novela, personas como Heid Erdrich, Al Gross, Bob Rice, Judy Azure, Frank Paro, Brenda Child y, en particular, Pallas Erdrich, que hizo un seguimiento de todo lo que ocurría y también me proporcionó información sobre los clientes y la venta de libros (todas mis hijas y muchos de sus primos han trabajado en la librería). Gracias también, Pallas, por escuchar atentamente las interminables variaciones de la trama y por solucionar los problemas durante un año tan convulso.
Gracias a todos los que han trabajado alguna vez en Birchbark Books o han entrado por nuestra puerta azul. Un enorme agradecimiento a nuestro personal actual y a los que nos ayudaron a superar el año 2020, incluyendo a Kate Day, Carolyn Anderson, Prudence Johnson, Christian Pederson Behrends, Anthony Ceballo, Nadine Teisberg, Halee Kirkwood, Will Fraser, Eliza Erdrich, Kate Porter, Evelyn Vocu, Tom Dolan, Jack Theis y Allicia Waukau. Me gustaría hacer constar un especial agradecimiento a Nathan Pederson, cuyo cometido como comprador le da a la librería su singular perspectiva; su trabajo como técnico de la web ofrece a la librería un alcance extraordinario; y que aparece (ficticiamente) solo una vez en la novela, como Nick.
Me gustaría expresar mi agradecimiento al Proyecto literario colectivo de la cárcel de mujeres de Mineápolis.
En El fantasma de las palabras, los libros son asuntos de vida y muerte, y los lectores traspasan reinos desconocidos para mantener alguna conexión con la obra escrita. Lo mismo ocurre con la librería. Desde el principio, la gente se entregó sin reservas al proyecto, y durante los últimos veinte años los amantes de los libros han trabajado uno tras otro con pasión para mantener abierta la librería o apoyarla como clientes. No hay palabras suficientes para agradecer lo que esto significa.
Para asombro de todos, Birchbark Books ahora marcha bien. Si vas a comprar un libro, incluido este, acude a tu librería independiente más cercana y apoya su singular visión.
Saludos librescos,
LOUISE
39 Line 3: se refiere a las fuertes protestas contra un tramo del oleoducto que atraviesa tierras y aguas sagradas de reservas tribales de Minesota.