Empleas toda la energía que te queda para propulsar la nave hacia el agujero negro. Cuanto más te acercas, más cosas extrañas te ocurren. Primero, todas las lecturas que aparecen en el cuadro de mandos retroceden hasta cero. Se te eriza el pelo: lo tienes tan tieso como un cepillo de alambre.Las luces que desprenden tus sistemas se alejan hacia el agujero negro dejando un rastro visible. La sangre te fluye hacia las manos y los pies, y una sensación vertiginosamente aterradora se apodera de ti.
A través de una de las ventanillas, ves palpitar una masa aterciopelada más extensa que el cielo, o eso te parece.
—Regresa antes de que sea demasiado tarde. ¡Regresa ahora mismo! —grita alguien con una voz aguda y ensordecedora.
No tienes ni idea de dónde procede esa advertencia. Quizá todavía puedas retroceder.Tal vez no sea demasiado tarde. Puede que aún te quede energía suficiente para escapar del potente campo gravitacional del agujero negro.
La advertencia no se repite y no sabes qué hacer a continuación.