Las alegrías de los padres son secretas y así lo son sus penas y temores; no pueden manifestar las unas ni manifestarán las otras. Los hijos endulzan los trabajos, pero hacen más amargos los infortunios; acrecientan los cuidados de la vida pero mitigan el recuerdo de la muerte. El perpetuarse por la generación es también común a las bestias; pero la memoria, el mérito y las obras nobles son propias de los humanos; y seguramente se comprobará que las obras y creaciones más nobles proceden de hombres sin hijos que han procurado expresar las imaginaciones de su mente en aquello en que su cuerpo ha fallado; por eso el cuidado por la posteridad es mayor en aquellos que no la tienen. Quienes son los primeros creadores de sus casas son más indulgentes con sus hijos, teniéndolos como continuadores no sólo de su estirpe sino de su obra; y así son a la vez sus hijos y su creación.
La diferencia en afecto de los padres hacia sus diversos hijos es muchas veces desigual y algunas otras inmerecida, especialmente en la madre; como dijo Salomón: El hijo sabio alegra al padre; y el hijo necio es tristeza de su madre. Se podrá ver que donde hay una casa llena de niños, uno o dos de los mayores son respetuosos y el más pequeño es travieso; pero a los medianos se les olvida y, sin embargo, muchas veces, demuestran ser los mejores. La tacañería de los padres con respecto a sus hijos es un error dañoso; les hace ruines, les obliga a recurrir a arterías, que busquen malas compañías y que quieran más cuando ya tienen mucho; y por tanto, es mejor método cuando los padres conservan la autoridad sobre sus hijos, pero no la bolsa. Los hombres (tanto los padres como los maestros y criados) tienen una forma tonta de crear y fomentar una emulación entre los hermanos durante la niñez, que muchas veces se torna en discordia cuando se hacen hombres y altera las familias. Los italianos hacen pocos distingos entre los hijos, sobrinos y parientes cercanos; así forman un conjunto, sin preocuparse de más, aunque no pertenezcan propiamente a la familia; y, a decir verdad, en la naturaleza sucede de modo análogo; por eso vemos que algunas veces un sobrino se parece más al tío o a un pariente que a sus propios padres, como ocurre en la herencia de la sangre. Dejemos que los padres elijan a tiempo la profesión y los medios que sus hijos han de seguir, porque entonces serán más flexibles; y no les dejemos dedicarse demasiado a disponer de sus hijos creyendo que aceptarán mejor lo que han pensado más. Cierto es que si el afecto o inclinación de los hijos es extraordinario, entonces conviene no interferirlo; pero, en general, el precepto resulta bueno. Optimum elige, suave et facile illud faciet consuetudo[1]. Los hermanos más jóvenes generalmente son afortunados, pero rara vez donde el mayor es desheredado.