De la sospecha

 

 

 

Las sospechas entre los pensamientos son como los murciélagos entre los pájaros, siempre vuelan en el crepúsculo. En verdad, deben ser reprimidas o, por lo menos, bien guardadas; porque nublan la mente, hacen perder los amigos, e interrumpen nuestros asuntos, con lo cual los asuntos no pueden marchar bien y con constancia. Predisponen a los reyes hacia la tiranía, a los esposos hacia los celos, a los sabios hacia la irresolución y la melancolía. Son defectos, no del corazón sino del cerebro; pues se asientan en las naturalezas más fuertes como en el caso de Enrique VII de Inglaterra. No hubo un hombre más suspicaz ni tampoco más fuerte; y en tales organismos producen poco daño; porque, generalmente no los admiten, sino después de examinarlos, sean verosímiles o no; pero en las naturalezas medrosas ganan terreno muy rápidamente. Nada hace sospechar más a una persona que el saber poco; y, por tanto, los hombres suelen remedar las sospechas procurando saber más y no dejar que se asfixien las sospechas. ¿Qué han de hacer? ¿Deben pensar que aquéllos a los que dan empleo y con quienes tratan son santos? ¿No deberán pensar que ellos tienen sus propios fines y ser más veraces consigo que con ellos? Así es que no hay más medio de moderar las sospechas que tomarlas como verdaderas, y no obstante, refrenarlas como si fueran falsas; pues mientras un hombre deba hacer uso de las sospechas para precaverse, como si fuera cierto que sospechase, eso no le hará daño. Las sospechas creadas en la propia mente no son más que zumbidos; pero las sospechas nutridas artificialmente y metidas en la cabeza de una persona por cuentos y chismes de otras, escuecen. En verdad el mejor medio de abrirse camino en ese bosque de sospechas es comunicarlas francamente a las personas de quienes se sospecha, pues con eso se sabrá con seguridad más de la verdad sobre ellas de lo que se sabía antes; y al mismo tiempo se hará que esas personas sean más circunspectas para no volver a dar motivos de sospechas. Pero eso no debe hacerse con personas de baja condición, porque ésas, si ven que se sospecha de ellas, nunca serán veraces. Los italianos dicen: sospetto licentia fede[19]; como si la sospecha diese un pasaporte a la fe; pero más bien debe inducir a su rehabilitación.