De las riquezas

 

 

 

No puedo llamar mejor a las riquezas que el bagaje de la virtud; la palabra romana es mejor, impedimenta; pues si el bagaje es para un ejército, así son las riquezas para la virtud; ni se puede evitar ni dejar detrás pero estorba la marcha; aún más, el cuidar de él, muchas veces hace perder o altera la victoria. No hay verdadero uso de las grandes riquezas salvo en su distribución; lo demás es pura imaginación. Así dice Salomón: Donde hay mucha hacienda, muchos son los que la comen, ¿y qué saca de ella el amo más que verla con sus ojos?. El goce personal en cualquier hombre no alcanza a sentir las grandes riquezas: hay la custodia de ellas, o la capacidad de hacer repartos y donativos con ellas, o su fama, pero no un verdadero uso por parte del dueño. ¿No veis qué falsos precios se les ponen a piedrecitas preciosas y rarezas? ¿Y qué trabajos de ostentación se toman porque pueden parecer determinado uso de las grandes riquezas? Pero entonces diréis, pueden utilizarse para que los hombres compren con ellas el verse libres de peligros y molestias; como dice Salomón: Las riquezas son como fortalezas en la imaginación de los ricos; eso está excelentemente expresado, que está en la imaginación, y no siempre en la realidad; pues, en verdad, las grandes riquezas han vendido a más hombres que los han comprado. Trata de que no te ensoberbezcan las riquezas, sino las que puedas alcanzar honradamente; úsalas con moderación, distribúyelas de buen grado y despréndete de ellas sin pena; sin embargo, no te desentiendas de ellas ni sientas por ellas desprecio frailesco, sino que has de distinguir, como Cicerón dice bien de Rabirio Postumo: In studio rei amplificandae apparebat, non avaritiae praedam, sed instrumentum bonitatis quaeri[21]. Escucha también a Salomón, y date cuenta del acumulamiento apresurado de riquezas: Qui festinat at divitias, no erit insons[22]. Los poetas dicen que cuando Pluto (que es rico) es enviado por Júpiter, cojea y va despacio; pero cuando le envía Plutón[23], corre y es ligero de pies; significado: que las riquezas alcanzadas por medios lícitos y trabajo honrado caminan despacio; pero cuando proceden de la muerte de otros (por herencias, testamentos y demás), se precipitan sobre el hombre. Pero análogamente puede aplicarse a Plutón, tomándole por el mal; pues cuando las riquezas proceden del mal (como por fraude y opresión y otros medios injustos), vienen con rapidez. Los caminos de enriquecimiento son muchos, y la mayoría, viles: la avaricia es uno de los mejores y, sin embargo, no es inocente; porque reprime al hombre de hacer obras de liberalidad y caridad. El mejoramiento del suelo es el más natural en la obtención de riquezas: porque es la bendición de nuestra magnánima madre, la de la tierra, pero es lento; no obstante, donde los hombres muy ricos se encorvan para la labranza, se multiplican las riquezas extraordinariamente. Conocí a un noble en Inglaterra que obtenía mayores rentas que ningún otro de aquellos tiempos, era muy importante como ganadero, pastor, maderero, minero, triguero y lo mismo respecto al hierro y numerosos productos análogos extraídos del suelo; así para él, la tierra era como un mar de inacabable extracción de productos. Uno comentó con acierto: que él mismo había alcanzado con mucho trabajo una pequeña riqueza y muy fácilmente grandes riquezas; porque cuando el prestigio de un hombre alcanza tal punto en que puede esperar acceso a los mejores mercados y dominar esos negocios a los que por su grandeza solo alcanza el dinero de unos pocos, y asociarse a las industrias de hombres más jóvenes, no puede menos que prosperar grandemente. Las ganancias del comercio corriente y de las profesiones son honradas, favorecidas principalmente por dos cosas: por la diligencia y por la buena fama en los tratos; pero las ganancias en los negocios ocasionales son de naturaleza más dudosa, cuando se ha de esperar la necesidad de otras: tratar con sirvientes e intermediarios que intervengan en ellos; desplazar con astucia a otros que habrían sido mejores vendedores y otros recursos que son habilidosos e inmorales. En cuanto a la intervención en negocios de ocasión, cuando se compra sin intención de conservar la mercancía sino para volverla a vender, en general es con doble ganancia, tanto en perjuicio del vendedor como del comprador. La participación en negocios suele enriquecer mucho si se eligen bien las manos en las que se va a depositar la confianza. La usura es uno de los medios de ganancia más seguros pero uno de los peores, ya que por él se come el pan In sudore vultus alieni[24]; y, además, tendrá que afanarse hasta en los domingos; a pesar de todos los pesares tiene sus fallos; por eso los prestamistas piden que los desconocidos sean avalados por alguien que responda por ellos. La suerte, que interviene la primera en todo descubrimiento, o en todo privilegio, produce, a veces, un asombroso acrecentamiento de las riquezas, como sucedió con el primer cultivador de azúcar en las Canarias; por tanto, si alguien puede actuar con verdadera lógica y tener a la vez juicio e ingenio, puede hacer grandes cosas, especialmente si los tiempos son apropiados. Los que se apoyan en ganancias seguras, difícilmente alcanzarán grandes riquezas; y los que ponen todo en la ventura, con frecuencia quiebran y llegan a la pobreza; por tanto, es bueno guardarse de las aventuras que tengan probabilidades de pérdida. Los monopolios y el acaparamiento de productos para su venta, donde no haya restricciones, son grandes medios de enriquecimiento, especialmente si se conoce qué cosas van a tener gran demanda y poderlas almacenar de antemano. Las riquezas alcanzadas por servicios, aunque sean del mejor origen, cuando se consiguen con adulación, complacencias y otros recursos serviles, pueden colocarse entre las peores. En cuanto a los pescadores de testamentos y albaceazgos (como dice Tácito de Séneca: Testamenta et orbos tamquam indagine capi[25]) es todavía peor, por los muchísimos hombres que al requerir un servicio se someten a personas peores que ellos. No se les crea mucho si aparentan desdeñar las riquezas, pues las desdeñan porque desesperan de ellas; y ninguno es peor que ellos cuando las alcanzan. No seáis tacaños; las riquezas tienen alas y algunas veces se echan a volar por su cuenta, y otras, hay que hacerlas volar para que se acrecienten. Las personas dejan sus riquezas o a sus parientes o al público; y las porciones moderadas en ambas cosas prosperan más. Los cuantiosos bienes dejados a un heredero son como un reclamo para todas las aves de rapiña que se cernirán para apresarlos si el heredero no tiene suficiente madurez y juicio; análogamente, las fundaciones y los legados ostentosos son como sacrificios sin sal y como sepulcros blanqueados de la limosna, los cuales muy pronto se pudrirán y corromperán por dentro. Por tanto, no midas tus progresos por la cantidad, sino que has de medirlos en su armazón y no difieras la caridad hasta la muerte, pues, en verdad, si se sopesa correctamente, el que lo haga así es más liberal con lo de otro que con lo suyo.