Aby Warburg coincidió en su estadía en Bellevue, la clínica de Ludwig Binswanger en Kreutzlingen, con otro que había sido testigo de la pérdida de los gestos (del pathos, del movimiento, de la potencia) de la burguesía, Vladimir Nijinsky[180]. Los dos buscaban, cada uno a su manera, recuperar lo mismo, la cualificación y la potencia de las imágenes o figuras. Durante su hospitalización, Warburg acusa a Binswanger de sostener una “política de la catástrofe” y profetiza “una destrucción que amenaza con reconducir el planeta al caos”[181].
Preocupado por ese y otros exabruptos similares (Warburg aseguraba, mientras conversaba con las mariposas que entraban en su cuarto, que un complot antisemita se estaba desarrollando en Alemania), el médico había convocado a interconsulta a otro célebre psiquiatra.
Emil Kräpelin (1856-1926), el fundador de la psiquiatría comparada, caracterizó a la paranoia como el “desarrollo insidioso, dependiente de causas internas y en evolución continua, de un sistema delirante, duradero e imposible de quebrar, que se instaura con conservación completa de la claridad y el orden en el pensamiento, la voluntad y la acción”. El paranoico se piensa como profeta, monarca, reformador.
Heredero crítico de esa tradición, Sigmund Freud (1856-1939) asimiló “la paranoia crónica en su forma clásica” a un “modo patológico de defensa, como (…) los estados de confusión alucinatoria. Las personas se vuelven paranoicas porque no pueden tolerar ciertas cosas”. En su lectura de 1911 de las Memorias de Daniel Paul Schreber, Freud intentó demostrar que la paranoia funcionaba como mecanismo de defensa contra “ciertas cosas” como la homosexualidad. El coronel Freud, que consideraba que el conocimiento teórico, a diferencia del conocimiento paranoico, estaba libre de ese pánico, escribía en 1910 a un amigo: “He triunfado allí donde el paranoico fracasa”.
En 1936, Lacan pensó que es la “dialéctica social”, sencillamente, la que “estructura como paranoico el conocimiento humano” y que el juego de lo imaginario es revelador de una “estructura ontológica del mundo humano que se inserta en nuestras reflexiones sobre el conocimiento paranoico”. Por eso el lacanismo llegó a proponer el psicoanálisis como una paranoia controlada.