Las palabras tienen un poder extraordinario. Con ellas podemos construir o destruir, animar o desanimar. Fue por medio de la palabra que Dios creó el mundo. Y dijo Dios: «¡Qué exista la luz! Y la luz llegó a existir» (Génesis 1.3). Así también creó la noche, el firmamento, la tierra, el mar, la vegetación, el sol, la luna, las estrellas, los animales y su obra cumbre, el ser humano: hombre y mujer los creó. Todo lo hizo perfecto, usando la herramienta poderosa de la palabra.

Por otro lado, vemos el ejemplo triste de la esposa de Job, quien al darse cuenta de cómo su esposo sufría en medio de su enfermedad y de todas las pérdidas físicas, materiales y emocionales, le reprochó, diciendo: «¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!». Y dice el relato bíblico que Job le contestó: «Mujer, hablas como una mujer necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?» (Job 2.9–10). ¡Qué poder tiene la palabra! Tanto la maravillosa creación del mundo, como la triste maldición de una mujer hacia su esposo, se hicieron a través de una emisión de voz.

Cada ser humano tiene la responsabilidad de decidir cómo va a usar ese gran poder que tiene a su disposición en su boca: la lengua. Ese miembro tan pequeño que puede crear o destruir todo lo que toca a su paso con una simple articulación. Lo que dices traza el destino de tu vida. Fíjate si es importante el poder de la palabra, que todo el mundo, en mayor o menor grado, necesita escuchar o recibir elogios, palabras de afirmación, sonidos de motivación y esperanza. Sin embargo, a pesar de la necesidad del buen uso de las palabras, las diferencias fisiológicas, el ajetreo de la vida, los compromisos, el exceso de trabajo y a veces hasta el desconocimiento de la importancia del elogio, han sumido a las personas en perpetuos ayunos de halagos y reconocimiento, tanto en el hogar como en los diferentes escenarios de trabajo. Se ha llegado a tal extremo que ya no solo están los llamados vagos que hacen el mínimo esfuerzo físico para ganarse la vida, sino que ahora también se añaden los vagos lingüísticos, esos que a diario comentan: «Y ¿para qué hablar tanto?».

Los vagos lingüísticos argumentan que es mejor señalar solamente las acciones incorrectas y permanecer callados cuando todo está bien. A fin de cuentas, según ellos, esa es la mejor señal de que todo anda muy bien. Son muchos los caballeros que pertenecen a ese grupo en que los halagos escasean. Se dice que el hombre habla unas 12,000 palabras al día y la mujer habla 25,000. Otros dicen que la mujer habla 50,000 palabras y el hombre 24,000, pero lo más importante no es cuántas son. Lo significativo es que las mujeres hablamos más que los hombres y ofrecemos detalles precisos en las conversaciones. Ellos tienden a ser muy económicos lingüísticamente, porque en su formación fisiológica tienen una inclinación a usar más el hemisferio izquierdo del cerebro, que es el responsable del pensamiento lógico y racional.

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Todo el mundo, en mayor o menor grado, necesita escuchar o recibir elogios, palabras de afirmación, sonidos de motivación y esperanza.

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El doctor Thomas Whiteman, un reconocido psicólogo estadounidense, explica en su libro Hombres que aman muy poco cómo el cerebro de los hombres es diferente al de las mujeres.1 El cerebro humano está dividido en dos secciones: el hemisferio izquierdo y el derecho. El cuerpo calloso es el responsable de unir esos dos hemisferios. El hemisferio izquierdo es el encargado del razonamiento analítico, lógico; mientras que el hemisferio derecho se ocupa del pensamiento basado en sentimientos, en la intuición. Estudiosos de la materia afirman que en el cerebro de la mujer existen más conexiones nerviosas entre los dos hemisferios, que en el de los hombres. Esto no significa que uno es más inteligente que el otro, pero sí explica que, por lo general, la emoción está presente en todos los razonamientos de la mujer. También ayuda a comprender por qué cada uno percibe la realidad de forma diferente.

Los hombres, por tener menos conexiones nerviosas entre el lado racional y el emocional, usan más el pensamiento lógico y analítico, mientras la mujer, por tener más conexiones nerviosas entre los dos hemisferios, se le hace muy difícil dejar a un lado sus emociones y concentrarse en lo puramente racional. Ese mayor número de conexiones nerviosas le permiten a la mujer realizar diferentes tareas al mismo tiempo, como cocinar mientras lava ropa, atiende el teléfono y supervisa las asignaciones de los hijos. Los hombres, sin embargo, solo pueden concentrarse en una tarea y tienen la capacidad de abstraerse tanto, que en ese momento disminuye su agudeza auditiva. Por su parte, las mujeres pueden identificar emociones de otras personas con más precisión. En la solución de problemas, la mujer se enfoca en el proceso y el hombre en la meta. A pesar de las diferencias entre el hombre y la mujer, todos los seres humanos tienen la capacidad de aprender, para poder satisfacer las necesidades de la gente que aman.

En mi experiencia en consejería he visto hombres que después de evaluar una situación usando solamente un razonamiento lógico, llegaron a la equivocada conclusión de que era mejor señalar lo que estaba incorrecto y el resto del tiempo, si ellos no argumentaban nada era muy lógico que sus esposas pensaran que todo estaba bien. Se dicen a sí mismos: «A fin de cuentas, ¿para qué hablar tanto?». Para las féminas ese planteamiento no significa lo mismo. Cuando no hay halagos ni palabras de afecto, la mujer siente que todo anda mal.

No obstante, a pesar de estas diferencias cada uno debe aprender a complementarse y a sacar ventajas de esas desigualdades. La diversidad de opiniones enriquece cuando se aprende a armonizar. En mi caso particular, yo ayudé a mi esposo a cultivar la emoción, a manifestar sentimientos y a afinar su sensibilidad. A su vez, él me ayudó a fortalecer mi razonamiento en la toma de decisiones, sin dejar de considerar las emociones. Ambos hemos aprendido a tomar decisiones alumbrándonos el uno al otro y, como resultado, tenemos un matrimonio exitoso que siempre consulta las decisiones del hogar.

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Es necesario comprender que a pesar de las diferencias fisiológicas, los hombres y las mujeres pueden celebrar la vida, si cada uno decide esforzarse por complacer al otro.

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Es necesario comprender que a pesar de las diferencias fisiológicas, los hombres y las mujeres pueden celebrar la vida, si cada uno practica el amor verdadero, ese que es capaz de percibir y llenar la necesidad de su pareja.

Por esta razón es tan importante que el hombre conozca cómo es la mujer y lo que ella requiere, para lograr satisfacer sus necesidades emocionales.

La mujer necesita ser comprendida, ser halagada, le gustan los detalles, se centra en las relaciones interpersonales y está muy orientada a las emociones. Cuando la mujer se encuentra con el hombre, ella por un lado derrochando a manos llenas los sentimientos y palabras, y él economizándolas y midiendo cada una de estas, se lleva tremendo impacto. Ella necesita hablar y ser escuchada, mientras que él encuentra que es un desperdicio de palabras y de tiempo hablar tanto. El hombre sabio que conoce cuán importantes son las palabras y los halagos para su esposa, para su novia o para sus hijos —o en sus relaciones interpersonales— decide aprender a halagar y a disfrutar de una buena conversación. Cuando amas y te interesas en la gente, te esfuerzas por satisfacerlos y hacerlos felices.

Cuando los hombres me dicen en las consejerías que a ellos no les gusta hablar mucho, les pregunto: «¿Y por qué cuando estás en el proceso de conquista te fluyen las palabras y los detalles, y una vez te casas, todo desaparece como por arte de magia?». Te brotan las palabras y las atenciones porque estás en un proceso de conquista. Si pudiste ser hablador y detallista en el momento en que estabas seduciendo a tu esposa, quiere decir que tienes la capacidad de lograrlo.

Si pudiste hablarle en la época de enamoramiento, quiere decir que puedes hacerlo si te lo propones. Al casarse no termina el proceso de conquista, solo comienza. A veces creo que hay hombres que piensan que contraer matrimonio es como comprar una casa. Una vez se firma la escritura, la casa pertenece a quien la compró. No se dan cuenta que una vez se adquiere una propiedad, el proceso no termina allí porque es necesario darle mantenimiento y hacerle mejoras que llenen las necesidades que van surgiendo en la familia. Aquéllos que no se ocupan de la casa que compraron, la pierden o la mantienen en pésimas condiciones.

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Al casarse no termina el proceso de conquista, solo comienza.

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El ser humano fue creado por Dios con una capacidad extraordinaria para aprender y transformar las circunstancias en beneficio de él y de los demás. Si ya sabes lo significativo que es el reconocimiento para todos en este planeta, ¿por qué no comienzas a practicar? Los primeros días tal vez te sentirás ridículo, cursi, hipócrita o hasta flojo como hombre. Pero eso lo que quiere decir es que te falta práctica. Sigue repitiendo el procedimiento y luego prepárate para recibir los resultados extraordinarios. Te darás cuenta de que en el fondo de los corazones de hombres y mujeres, existe la imperiosa necesidad de sentirse halagados y amados. En un gran por ciento de las consejerías que he ofrecido, la mayoría de las mujeres piden más conversación, más expresiones de cariño, más afecto, más atención y más halagos. ¿Sabes lo que contestan la mayoría de los hombres ante esa petición?: «Es que ya yo soy así» o «Ella me conoció así». Esta contestación denota mediocridad, falta de sensibilidad y poca receptividad hacia el aprendizaje de otras maneras para poder llenar las expectativas de nuestra pareja. Lo curioso es que cuando la esposa se cansa de esa actitud y plantea que se quiere divorciar, él decide que realizará la hazaña que sea con tal de no perderla. Recuerda que siempre debes ser sensible a las necesidades de la gente que amas. Por otra parte, el hombre necesita sentirse admirado por su esposa. ¡Pero cuántas veces son más las críticas que las mujeres hacen a sus esposos que los momentos de admiración! Es menester que la mujer desarrolle la costumbre de destacar lo bueno, para que cuando corrija, esa palabra caiga en un terreno fértil de tal manera que logre los cambios deseados.

Conoce la historia de Maribel. Esta mujer llegó a mi oficina muy decepcionada y triste. Estuvo casada por diez años con un hombre quince años mayor que ella. En aquel tiempo ella tenía veinte años y él treinta y cinco. Él ya era un profesional experimentado en ingeniería y ella todavía estaba estudiando, pero terminó su carrera después de casada. Al principio todo era novedad, enamoramiento y la relación estaba matizada por el idealismo: un profesional, un hombre de experiencia que le hacía sentirse muy segura y a quien consideraba su príncipe azul. La novedad pinta con tonalidades rosadas todo lo que más adelante resulta ser una negra y amarga realidad.

En el proceso de conquista él la hacía sentir como su niña mimada. Estaba pendiente de la hora en que regresaba del trabajo, si había almorzado bien, cómo le había ido en la oficina; en fin, parecía muy detallista. Se casaron y con el matrimonio llegaron las responsabilidades. La conquista ya no era importante para aquel hombre, quien pensó que casarse era como obtener un título de propiedad. Fue así como Maribel sintió que se había roto el encanto. Juan se sumergió en el trabajo y cuando llegaba a su casa, cenaba y continuaba con sus asuntos laborales en la computadora. Si terminaba y todavía le quedaba ánimo, encendía el televisor. De esa manera él desarrolló una intensa rutina diaria, totalmente al margen de su esposa y de los dos hijos que procrearon. Cuando ella le manifestaba su necesidad de cariño y de atención, él le acariciaba la cabeza como si fuera su hija pequeña, pero en el momento en que ella le argumentaba por su actitud, él asumía una postura de autoridad. Le manifestaba de forma errónea, porque aunque por lo general era pausado, en los momentos en que ella le hacía un señalamiento de lo que necesitaba, él alzaba la voz profiriéndole hasta palabras soeces. Automáticamente ella callaba por temor a que sus hijos escucharan y porque se sentía intimidada ante un hombre mayor que ella.

Los años pasan... y el mucho soportar cansa a cualquier persona. Maribel no fue la excepción. Ella se cansó de que aquel hombre no le dedicara tiempo de cantidad y calidad, ni a ella ni a sus hijos. Se sentía como uno de los muebles que estaba ubicado en la casa adornando cualquier esquina. En la entrevista me dijo: «Tengo un hombre mudo que apenas habla lo necesario. Me siento sola y nuestros hijos no saben lo que es el calor de un padre». Por último, ella le pidió que buscaran consejería matrimonial, pero él no le dio mucha importancia y le dijo que posiblemente iría más adelante. Maribel, ante su indiferencia y su poco interés en el asunto, decidió buscar ayuda para sanar su destrozada vida interior y poder manejar aquella difícil situación. Había llegado a padecer tanta soledad emocional durante los diez años de matrimonio, que tenía mucha ira retenida y demasiado coraje contra él. Ella, quien siempre se había distinguido por su buen carácter, se dio cuenta de que se estaba convirtiendo en una amargada. Entendió que tenía que liberar todo aquel estrés y resentimiento, para poder darles a sus hijos una buena calidad de vida.

Este es un caso que se repite una y otra vez en muchos hogares y lo veo muy a menudo en las consejerías. Féminas que se quejan de que sus cónyuges no son cariñosos ni les gusta hablar y varones que se quejan de que sus esposas son muy habladoras. Hombres que gastan sus 12,000 palabras diarias en sus trabajos, y cuando llegan al hogar enmudecen y permanecen aislados en su mundo. Por otra parte, su esposa ha gastado solamente 15,000 palabras en el trato con sus hijos durante el día, así que le quedan 10,000 que se van acumulando en su corazón día tras día, pues cuando él llega al hogar es incapaz de escucharla y hablar con ella porque ya gastó las suyas. Él no está dispuesto a hacer el esfuerzo de producir una conversación. Todos esos pensamientos y palabras que jamás pudieron salir del corazón de esta mujer se fosilizan y se convierten en rencor, indiferencia, resentimiento y desamor. El hombre de esta historia conocía muy bien las matemáticas, por la profesión que había estudiado, pero no sabía nada de la matemática del amor.

En la matemática del amor, un reconocimiento o un gesto de ternura se multiplican y el producto es maravilloso. Sin embargo, la crítica, los largos silencios, la indiferencia y la falta de sensibilidad ante la otra persona, se convierten en resta y el resultado puede llegar a cero.

Este ingeniero sabía medir estructuras, pero no calcular las necesidades del corazón de su esposa ni de sus hijos. Las familias silentes se van secando poco a poco hasta morir emocionalmente: mueren sus sueños, sus ideas, sus caricias y hasta su amor. Cada miembro de esa familia vive en la soledad de su mundo y así pierden una de las satisfacciones más grandes de la vida: compartir juntos las penas, las alegrías, los fracasos, los éxitos, la risa, el llanto; en fin, todas las experiencias que se manifiestan en el núcleo familiar. Lo triste de todo esto es que aunque algunas familias tienen un final feliz porque ocurre una restauración, hay otras cuyo final es la muerte de la relación, porque ya la pareja está tan dolida y destruida que se siente incapaz de seguir trabajando por un fin común. ¿Por qué llegar a este trágico final? ¿Por qué no comienzas a ver las necesidades de tu pareja y decides suplirlas? Cuando te esfuerzas para hacer felices a otros comienzas a ser feliz tú mismo.

ERRORES COMETIDOS POR EL HOMBRE EN ESTOS CASOS

Casarse con alguien que tiene una diferencia de edad muy marcada. En el periodo de noviazgo hasta la diferencia de edad se idealiza, pero la realidad nos dice que con el tiempo esta diferencia se percibe cada vez más y puede afectar negativamente, tanto a quien es mayor como a quien es menor en la relación. Aunque hay parejas que alegan que son muy felices a pesar de la diferencia de edades, es innegable que este es un elemento más que puede amenazar una relación. En este caso particular él trata a su esposa como si fuera una hija. Le da instrucciones todo el tiempo, la regaña cuando ella le pregunta sobre algún aspecto de la relación y no la deja inmiscuirse en las decisiones más importantes del hogar. Él siente que posee toda la experiencia.

Creer que al casarse se convierte en dueño y señor de su esposa. Tu esposa es tu compañera, no tu esclava ni tu propiedad. El hombre y la mujer están a un mismo nivel de importancia. Ninguno se puede enseñorear del otro y ambos se deben respetar. Cuando una escucha a algunos decir: «Yo no dejo que mi esposa se recorte», se da cuenta de que hay matrimonios basados en el poder desigual.

Enamorar a la mujer solo en la etapa de noviazgo y dejar de hacerlo una vez se casan. El varón está tan apegado a la idea de conquista y de poder, que cuando se casa siente que ya terminó el reto y deja de enamorar con detalles a su pareja. Los detalles no necesariamente tienen que ser cosas materiales; pueden ser demostraciones de afecto y de servicio. Debido a su indiferencia, algunos caballeros son abandonados por sus cónyuges. Es sorprendente que cuando un hombre ve que va a perder a su esposa, se activa de nuevo en él la llama de la conquista; la busca y le promete villas y castillas con tal de que vuelva. Pero una vez logra que ella lo acepte de nuevo, vuelve a mostrarse indiferente. Es como si todo el tiempo estuviese activo su deseo de aventura y una vez logra lo que quiere, vuelve a lo mismo. El verdadero amor acepta que se equivoca, se arrepiente de su error, pide un perdón sincero y cambia la mala conducta.

Pensar solo en sí mismo. El egoísmo es señal de inmadurez espiritual y emocional. Cuando el amor se ha perfeccionado en tu vida, aprendes a amarte a ti mismo y a valorar las necesidades de los demás. En el momento en que te casas, tu prioridad debe ser el bienestar de tu familia. Pensar solo en ti echa a perder la relación con tu esposa y tus hijos. El esfuerzo y el tiempo que inviertes en ellos producirán fuertes lazos de amor que prevalecerán por siempre. Aislarse emocionalmente de la familia puede provocar desde problemas de drogas en los hijos, embarazos no deseados y hasta suicidios. Aunque el hombre por naturaleza no se inclina a hablar de emociones y sentimientos, necesita tener la disposición de aprender a hacerlo.

Querer demostrar su autoridad gritando y profiriendo palabras hirientes. Las personas usan los gritos y las palabras soeces para amedrentar a los demás porque se sienten muy inseguros, porque tienen mucha frustración e ignoran qué hacer en una situación determinada. Dado que la mujer suele tener más facilidad verbal para elaborar buenos argumentos en medio de una discusión, muchos hombres se sienten perdidos, y recurren a los gritos y a los insultos para hacer valer su palabra. La próxima vez que vayas a alzar la voz, recuerda que lo que está gritando en ti es la frustración, el miedo y la inseguridad.

No aceptar ayuda profesional. Pensar que no necesita ninguna ayuda por la creencia equivocada de que «ya él es así y no va a cambiar». No tienes que morir con tus deficiencias de carácter. Todas las personas tienen la capacidad de aprender cuando reconocen sus debilidades. El hombre triunfador es aquél que se expone al cambio y confía en que cada día puede ser mejor.

Perderse la maravilla de la paternidad. Cuando ignoras las necesidades emocionales de tu esposa y tus hijos, vives desconectado de ellos y perdiendo la oportunidad de escuchar cuando te digan un día: «No hay nadie como tú papá». ¿De qué te vale saber mucha matemática y muchos tecnicismos e ignorar las técnicas del amor y del afecto? Derrochar las horas en el trabajo y ser tacaño con el tiempo de amar te priva del placer de compartir y disfrutar con tu familia. Todo en la vida tiene su tiempo, debes buscar siempre el balance.

No decirle a la esposa lo bien que se siente a su lado ni reconocer o expresar lo bueno que hay en ella. Pensar que solo hay que señalar cuando hay algo incorrecto porque «si todo está bien, para qué hablar tanto». Las palabras de reconocimiento son muy importantes, tanto en la vida de los hombres como en la de las mujeres.

ESTRATEGIAS PARA QUE EL HOMBRE RENAZCA

Evalúa el diálogo diario con tu familia. Hablar y manifestar tus emociones te hace sentir libre y, de esa manera, les abres la puerta a los que te rodean para que logres que se acerquen a ti. Así pueden compartir contigo experiencias significativas que promueven su crecimiento y superación personal. Cuando te evalúes toma en consideración: si tus familiares se acercan a ti con confianza o con temor, si prefieren delegar en otra persona para que te diga los mensajes o si te ocultan información. Si tus respuestas a estas preguntas son afirmativas, necesitas mejorar tu comunicación emocional. Pídele autorización a un familiar tuyo con quien hayas tenido un conflicto, para grabar una conversación con él. Evalúa el tono de voz, la calidad y el significado de las palabras, así como el contenido del diálogo. Analiza si tu expresión motivó un cambio positivo de actitud o si fue hiriente y mordaz. ¿Te sientes satisfecho de cómo resolviste la situación?

Abrir un espacio para que tus familiares te digan con honestidad cómo se sienten, te permitirá aprender nuevas formas de comunicación no violenta. Recuerda que no es lo mismo como tú te ves a cómo te ven los demás.

Abre tu mente a la posibilidad de encontrar una persona en quien confiar. Tener el apoyo de una persona ajena al problema te brinda claridad y otra perspectiva de la situación, porque no está involucrada emocionalmente como lo estás tú. Cuando tienes un accidente, el que está afuera puede narrar lo que pasó porque es un espectador. De la misma manera, un consejero o un psicólogo analiza los problemas desde afuera sin que los sentimientos le nublen el entendimiento. Así, lo que hace es prenderle la llama de la esperanza al cliente para que él mismo pueda descubrir que cada problema tiene la semilla de la solución. También hay personas que no son psicólogos pero tienen el amor, la sabiduría y la empatía para ayudarte a ver las avenidas que te conducen a elevarte por encima de tus problemas o debilidades de carácter. Evalúa cuáles son tus flaquezas y reconoce si necesitas ayuda profesional. Si es así, reserva una cita hoy con un experto de la conducta. Es de sabios admitir cuando uno no puede resolver una situación por sí solo. No esperes tocar fondo, pero si lo has hecho, ten presente que al llegar al fondo la única salida es hacia arriba. ¡Anímate, hay esperanza!

Planifica un proyecto que sea importante para todos. Reconoce que no somos totalmente autosuficientes; en la vida nos necesitamos unos a otros. Aprende a disfrutar del trabajo en grupo. En la vida cada uno debe aportar lo mejor que sabe hacer en beneficio de los demás. La familia es un gran equipo en el que todos aportan sus capacidades para el beneficio de todos. Un buen modo de ensayar sería organizar un viaje de vacaciones. Para planificarlo, pueden reunirse en familia y determinar el lugar. En esa etapa descubrirán sus gustos personales y sus sueños, entre otros. Aprenderán a comunicar sus deseos, a hablar por turnos, a escuchar las ideas que cada uno trae, a escoger lo que más beneficie al grupo y a estar contentos con la decisión que prevalezca. Luego de escoger el lugar, pueden determinar los sitios que van a visitar. También pueden calcular la cantidad de dinero que necesitan y qué actividades hacer para generar más ingresos. Todo esto ayuda a la familia a unirse y a amarse, aunque a veces piensen diferente.

Evalúa tu programa de trabajo y esfuérzate por reducirlo a ocho o a diez horas laborables. Esta es una buena forma de bajar tus revoluciones, para que puedas observar cuáles son las necesidades emocionales de la gente que amas y que te aman a ti.

En la carrera de la vida, la velocidad nos impide captar el detalle. Cuando bajas el ritmo y caminas conscientemente, aprecias, valoras y disfrutas del paisaje de la gente que te ama.

Si todavía no te has casado y piensas hacerlo, analiza las consecuencias que han tenido que afrontar otras personas que han contraído matrimonio sin tomar en cuenta la diferencia de edad. Hay una alta probabilidad de que al casarte con una mujer menor, sentirás todo el tiempo el temor de que otro hombre — con unos atributos que ya tú no tienes—, enamore a tu esposa. Si, por el contrario, te casas con una mujer mucho mayor es probable que termines atendiendo situaciones de enfermedades como diabetes, artritis, Parkinson o Alzheimer, entre otras. Si después de conocer esto todavía insistes en casarte, es tu decisión, pero debes asumir las consecuencias con responsabilidad y sin quejarte. La gente se casa idealizando todo, pero la realidad de la diferencia de edad es muy triste, aunque hay sus excepciones.

Reconquista a tu esposa. Cuando veas que la relación con tu pareja se torna fría, en vez de acusarla, toma nota de las cosas que hacías para enamorarla en la etapa de noviazgo y comienza a practicarlas otra vez. Te sorprenderás de los resultados.

Cultiva tu paternidad. En los casos en que no se ha ejercido una paternidad responsable, no se debe pretender que sean los hijos quienes busquen un acercamiento. Explícales cómo te equivocaste al no valorar tu función como padre y pídeles perdón por el daño que les hayas causado. Demuéstrales cuánto te arrepientes del tiempo perdido. El perdón es el pegamento que restaura las relaciones rotas. Nada es imposible para el perdón. No puedes volver atrás, pero sí tienes la oportunidad de recomenzar la relación y aprovechar al máximo los momentos para demostrarse amor.

EJERCICIOS REFLEXIVOS PARA EL HOMBRE

1. ¿Te sientes en la libertad de poder hablar de tus temores y sentimientos más íntimos con tu novia, esposa o con alguna persona significativa? Explica.

2. ¿Te casarías con una mujer mayor o menor que tú? ¿Por qué?

3. ¿Qué aspectos puedes mejorar en la forma de comunicarte y cuáles estás dispuesto a trabajar para perfeccionarte?

4. Evalúa tus conversaciones:

t.jpg ¿Cuánto tiempo dedicas a dar órdenes?

t.jpg ¿Cuánto tiempo inviertes en señalar lo incorrecto?

t.jpg ¿Cuánto tiempo ocupas en reconocer y ser agradecido con los que comparten contigo cada día?

ERRORES COMETIDOS POR LA MUJER EN ESTOS CASOS

Casarse con un hombre mayor que ella. En el momento de enamorarte de un hombre considerablemente mayor que tú, debes analizar las razones que te mueven a hacerlo. Por lo general, la mujer se relaciona con un hombre mayor buscando la seguridad que ella cree que los jóvenes de su edad no le pueden ofrecer. No se percata de que ella tampoco tiene mucha experiencia. Sin embargo, lo mejor sería seleccionar un joven que fuera responsable y que juntos fueran capacitándose para la vida: terminar de estudiar, trabajar y ahorrar, comprar una casa y luego de que se hayan conocido bien y ganado experiencia, casarse. Cuando buscas un hombre mayor también encuentras situaciones mayores: manejar relaciones con ex esposas, hijos de matrimonios anteriores, pensiones alimentarias, o posibles conflictos entre los hijos que tengas con él y los que ya él tiene. Por otro lado, la mujer puede estar buscando el amor de un padre que estuvo ausente (bien sea porque hubiera muerto, porque abandonó a la familia o porque, aunque estaba presente en el hogar, no le dio las atenciones que un hijo necesita). Así que la mujer vive buscando una figura de autoridad y la experiencia de alguien que les pueda dirigir. En el caso de esta relación de matrimonio desigual, ella se convierte en una hija más que se acostumbra a una relación unilateral en la que él es quien tiene el poder y actúa como si fuera su papá.

Dejarse impresionar por la apariencia de seguridad que le ofrece la imagen idealizada del príncipe azul. Durante los años de adolescencia las damas construyen en su mente a un hombre ideal, que integra las mejores características de cada uno de los galanes de Hollywood y los príncipes de Disney. Aunque ese caballero no existe en la realidad, sí es real en la imaginación de muchas jóvenes. Por eso viven buscando su príncipe azul, como si fueran las doncellas desvalidas de los cuentos de hadas. Tu seguridad nunca debe provenir de otras personas, porque estas te pueden fallar o te pueden faltar en algún momento. Tu seguridad debe descansar en que Dios te creó con unas grandes capacidades, y te ha dado la inteligencia y la sabiduría para realizar todo lo que te propongas hacer, cuando confías en Él y en ti misma, Además, Dios ha prometido en su Palabra que estará con sus hijos hasta el fin. Es importante señalar que por más que Dios te dé inteligencia, si no lo crees y piensas que tu seguridad depende de otra persona, no lograrás tus propósitos. Necesitas comprender que eres valiosa y tienes seguridad porque eres hija de Dios. Cuando conoces que esa es tu verdadera identidad, fortaleces tu autoestima.

Esperar demasiado tiempo soportando maltrato en silencio por miedo, en lugar de buscar consejería matrimonial. Ninguna relación puede estar basada en el miedo. El temor denota inseguridad en ti misma y le das permiso a la otra persona para que ejerza control sobre ti. Los problemas hay que enfrentarlos desde que se asoman en el panorama porque, de lo contrario, cada día se complican más hasta llegar a afectar la salud emocional tuya y la de tus hijos. El miedo te paraliza, pero Dios te vivifica y te llena de sabiduría para que lo puedas vencer. El miedo se derrota haciendo lo que temes.

Procrear hijos en una relación llena de conflictos. En lugar de resolver primero los problemas, muchas veces la mujer tiene hijos en relaciones tormentosas creyendo que transformarán a su esposo en un hombre más sensible, de mejor carácter, y que lo mantendrán más tiempo en el hogar. Esta es una idea errónea porque en un hogar disfuncional, la llegada de un hijo es otro elemento que se incorpora al conflicto. Un hijo implica más responsabilidades y exige más tiempo, por lo que genera mucho estrés en ambos. Si la relación de la pareja no es suficientemente sólida, tiene más probabilidades de sucumbir ante el reto que implica cuidar un bebé.

Volverse tan iracunda y amargada como el esposo, y desquitarse con sus hijos. Se debe imitar lo bueno y desechar lo malo. ¿Cómo imitar la conducta que a ti misma te ha provocado tanto dolor? ¿Por qué desquitarte con ellos el maltrato que te produce tu esposo? Soportas a tu esposo por miedo y, sin estar consciente de lo que haces, descargas tu frustración en tus hijos porque son frágiles e indefensos. La persona que maltrata se aprovecha de la debilidad de otros y así se sigue la larga cadena del maltrato. No conviertas a tus hijos en otro eslabón de esa cadena.

ESTRATEGIAS PARA QUE LA MUJER FLOREZCA

Ocúpate desde ahora de evaluar las consecuencias de casarte con un hombre mayor que tú. Prepárate mentalmente para fijar tu atención en hombres que no sean mayores ni menores que tú, o que la diferencia de edad no sea muy marcada. Si eres mucho menor que tu esposo querrás —de forma inconsciente— aparentar la misma edad de él. He visto jóvenes vestirse como una mujer madura porque su esposo ya tiene cincuenta años. Por otro lado, si eres mucho mayor que tu esposo vivirás esforzándote por lucir lo más joven posible porque siempre albergarás el temor de que él se enamore de otra más joven. Piensa que tendrás que afrontar la carga del rechazo social y decídete a relacionarte con hombres de tu edad. Las relaciones de por sí requieren un gran esfuerzo para que la mujer y el hombre puedan entenderse; imagínate si le añades la complicación de la edad.

Analiza las razones por las que quieres casarte. Evalúa cómo te sientes en este momento. ¿Te sientes feliz? ¿Te sientes realizada? Cuando te enamores, ocúpate de estar segura de que quieres a ese hombre para compartir tu felicidad y no para que te haga feliz o por alcanzar algo (posición social, dinero, beneficios) como las princesas en los cuentos de hadas.

Conócete a ti misma. Escribe una lista de lo que tú quieres lograr en tu vida y de todo lo que te hace feliz. Cuando mencionas específicamente lo que anhelas, sabes lo que en realidad quieres y trabajas para lograrlo.

Antes de lanzarte a buscar pareja, define de forma específica cómo quieres que sea tu esposo. Después de estar satisfecha con quien eres como persona, estarás capacitada para definir lo que quieres de un hombre. Haz una lista de las características que buscas en un esposo. Las personas salen a buscar un automóvil que tenga cuatro ruedas, pero todos los autos tienen cuatro ruedas. En el ejemplo del carro, puedes definir cuál quieres si conoces lo que necesitas y lo que te gusta; como si puede transitar por caminos difíciles o si te alcanza el presupuesto, entre otras consideraciones. Si identificas tus necesidades emocionales y físicas, así como tus capacidades y tu valía, estarás en posición de escoger a una persona acorde a tu valor. Muchas féminas piensan que si buscan un varón con la capacidad de generar un ingreso acorde con sus necesidades las tildarán de interesadas, cuando la realidad es que ninguna persona debe casarse con alguien que le ocasione problemas económicos. Esto no quiere decir que estés buscando un hombre para mejorar tu situación económica, sino que razonas y eliges responsablemente con quién vas a compartir tu vida. Si evalúas a conciencia con qué tipo de hombre quieres casarte, tendrás menos probabilidades de establecer una relación con un maltratante.

Fortalece tu autovalía. Amarte y valorarte a ti misma es un proceso que requiere lograr una conexión con Dios, adquirir unos conocimientos de autoayuda, así como desarrollar tus capacidades físicas, mentales, emocionales y espirituales. No te acuestas hoy sin valor y te levantas mañana con valor. Empieza a colocar la primera piedra de la edificación de tu autoestima. Lo primero es reconocer que eres una creación de Dios; eso nada más te hace valiosa. Luego, decídete a hacer todo aquello que no te has atrevido. Según vayas alcanzando logros se fortalecerá tu capacidad para valorarte. Eso crecerá día a día; es un proceso que no termina.

Observa en las noticias televisadas cómo se comporta la gente en las diferentes situaciones de la vida. Fíjate cómo discuten, pelean y se dejan llevar por arrebatos de ira; y observa las consecuencias. Así mismo te ves cuando actúas de esa manera. Aprende a verbalizar con prudencia las cosas que no te gustan. Resístete a tolerar lo intolerable, pero siempre ten presente que en todo lo que digas o hagas te respetes a ti misma, a los demás y a Dios, quien te creó para bendición. Tú eres valiosa.

Si quieres sufrir, sufre tú sola. Ejerce tu sexualidad responsablemente. No traigas hijos al mundo si no has podido resolver tu propio sufrimiento. Mira hacia el futuro y responde con honestidad si tu matrimonio tiene las condiciones para formar a un individuo sano física, emocional y espiritualmente. Analiza y planifica previamente si traerás un hijo al mundo con una conciencia de bendición o si solo vendrá a perpetuar la larga cadena de dolor y sufrimiento que tú misma has cargado. Y si concebiste ya o tuviste hijos en un estado de inconsciencia, ámalos y decide romper con la cadena del maltrato.

EJERCICIOS REFLEXIVOS PARA LA MUJER

1. ¿Te casarías con un hombre mayor o menor que tú? ¿Por qué?

2. Mientras reflexionabas sobre el caso citado, ¿recordaste algún problema que has postergado por miedo a enfrentarlo? ¿Todavía crees que se resolverá con el tiempo? ¿Qué piensas hacer?

3. ¿Cuál es tu miedo más profundo y cómo lo vas a vencer?

SEMILLAS DE AMOR



Si lo que aprendiste en tu hogar de origen te ha provocado tanto dolor, no lo sigas repitiendo. Hoy puedes aprender nuevas estrategias para vivir a plenitud, porque el proceso de aprendizaje nunca termina.