El jefe fetichista de braguitas

En el elegante lobby, Neil la agarró por el codo.

Nadine se detuvo, después se giró para mirar a su marido.

-No tienes que pasar por esto, ¿lo sabes verdad?

-¿Quieres un ascenso o no?

Parecía nervioso. –Claro. Pero...

-Y necesitamos el dinero, ¿o no?

- Claro que necesitamos el dinero extra. Pero no es que precisamente podamos exigir esto legalmente. De hecho, creo que esto se consideraría muy ilegal. Sin mencionar inmoral.

-Pero si te chivas a las autoridades, ¿qué pasaría con tu carrera?

-Terminaría. No podrían despedirme de inmediato por las políticas sobre irregularidades, pero jamás me darían un ascenso. Y nadie del sector me contrataría. No para un trabajo de administración. Me quitarían todas las responsabilidades y en unos años cuando la prensa no estuviera prestando atención, entonces me despedirían por no estar haciendo nada.

-Entonces ¿por qué estamos discutiendo?

-Yo, esto, yo...

-No quieres que este luego enfadada contigo, ¿no?

-Si.

-No te culpo. Culpo a tu jefe-, Nadine sonrió. – A lo mejor me folla bien.

Neil necesitaba ese ascenso. Cuando habló por primera vez con Nadine sobre el tema, el hecho de pensar en ello le daba asco. ¿Ir a un hotel como una autentica puta para llevar a cabo una fantasía enferma fetichista de braguitas para un ascenso?

Mandó a Neil a dormir al sofá por simplemente plantearlo.

Pero mientras estaba tumbada en la cama sola de noche, pensando en ello, no podía creer lo mojada que se estaba poniendo. Tenía que admitirlo, la vida sexual « normal» que tenían ella y Neil se estaba quedando obsoleta. A lo mejor ella tenía sus propias necesidades y deseos. Imaginarse a sí misma follada por otro hombre hizo que se le excitase el coño por primera vez en meses.

Pronto no podía dejar de pensar en ello. Con cada oportunidad que tenía se metía los dedos en el coño y se tocaba el clítoris, jugaba con vibradores, fantaseaba sobre lo que Neil le había pedido que hiciera. No podía dejar que él supiese lo mucho que quería tirarse a su jefe, tenía que mantenerlo en secreto.

No es que el jefe de Neil, Lyle, fuese feo. Tenía unos pocos años más que Neil,  y todavía estaba en forma y era guapo. Cuando Nadine le estrechó la mano por primera vez en la fiesta de Navidad, al tocarle sintió una corriente eléctrica que le recorrió el cuerpo, y creía que había visto un brillo de interés en sus ojos.

Tardó un tiempo, pero cuando Neil le dijo lo mucho que la deseaba su jefe, no se sorprendió. Lo que le sorprendió fue que se lo dijera primero a Neil, para que arreglara su encuentro.

Y claro, también su fetichismo con las braguitas.

Neil insistió en esperarla en el lobby. Se sentó en un gran sillón lujoso mientras Nadine caminaba hacia el ascensor, sintiéndose cohibida por la bolsa de plástico que llevaba consigo. ¡Si alguna de las personas respetables  de su alrededor supiese lo que llevaba dentro! Llamó a la puerta de la habitación del hotel y en seguida escuchó pisadas dirigiéndose a la puerta.

El jefe de Neil llevaba puesta una bata larga azul. Parecía que acababa de salir de la ducha. Estaba limpio. Bien. Se dió cuenta que también estaba recién afeitado. Otra cosa buena. Neil no se molestaba en afeitarse de noche antes de hacerle el amor, y a ella no le gustaba el roce de la barba sobre su piel sensible.  

-Genial. Pasa. ¿Quieres tomar algo?

-¿Tienes un gin tonic?, preguntó Nadine. Quería calmar los nervios, aunque se había tomado ya tres copas en el bar del hotel con Neil.

-Marchando uno.

Durante un tiempo bebieron y charlaron hablando del tiempo. Aunque no  daba muestras de ello, pensó que a lo mejor Lyle estaba tan nervioso como ella.

Finalmente dijo: -Espero que Neil te haya informado de mi petición especial.

-Si, está en mi bolsa.

Se le alegró la cara, obviamente complacido de que hubiera seguido sus órdenes.

Los labios vaginales mojados de Nadine se frotaron contra sus braguitas de encaje.

- Sí, señor... soy una chica sucia y tengo muchas cosas sucias que enseñarte. Espero que te gusten.

Los ojos de Lyle se posaron en los suyos de inmediato.

¿Había dicho eso en serio? Esas palabras eran parte de sus propias fantasías, lo que se había imaginado que le diría cuando estaba tumbada en la cama, metiéndose los dedos, frotándose el clítoris mojado, corriéndose una y otra vez sólo pensando en ese momento.

-¿Quieres mis braguitas? Tengo braguitas sucias. ¿Quieres olerme las braguitas usadas?-. Lo dijo con una voz suave como un susurro.

Nadine metió la mano en la bosa y le tiró unas cuantas braguitas.

Tuvo una erección de golpe y se le levantó la bata. Nadine ganó mucha confianza viendo el efecto que las braguitas estaban provocando en él.

-¿Te gustan mis braguitas?-, se las puso debajo de la nariz. –Están llenas de flujo de mi coño. ¿A que te encanta como huelen? ¿Qué quieres hacer con ellas?, ¿Probarlas? ¿Ponértelas alrededor del rabo?

Le quitó las braguitas de las manos y se las puso en la cara. Respiró profundamente, oliéndolas intensamente. Emitió gemidos graves mientras esnifaba las manchas oscuras de las braguitas blancas.

Nadine pensó en Neil sentado en el lobby, sin duda pensando en lo que ella y Lyle estarían haciendo. ¡Si pudiese ver lo que hacía su jefe ahora mismo!

También pensó en las todas las veces que ella había necesitado un buen polvo, y él se había negado o estaba demasiado cansado. Eso hizo que estuviera más decidida con respecto a Lyle y a lo que él quisiera, y más.

Mientras Lyle continuaba perdiéndose en su éxtasis de braguitas, Nadine se arrodillo en el suelo delante de él, y le agarró la polla. ¡Era ENORME! –No me extraña que tu apodo sea «El Toro»-, dijo sin apartar la mirada de ese monstruoso rabo.

Tomó el palpitante rabo entre las manos, y sintió el control. Nadine lo miró mientras él se volvía a perder en su mundo de oler braguitas. Tenía el poder sobre él, un poder que jamás había tenido la oportunidad de sentir con Neil.

Le besó la punta del nabo, después enrolló la lengua entorno al capullo, poniéndole cachondo. Le lamió el agujerito, saboreando la primera lefa. Él todavía gemía, oliendo las braguitas.

Se metió la polla más adentro de la boca. Tenía un rabo muy largo y grueso. Tuvo que abrir bien la boca para metérselo, y le dolió al meterla del todo.

-¡Braguitas! ¡Más braguitas!-, gritó pareciendo desesperado.

Le había guardado muchas braguitas. En la bolsa estaban todas las braguitas que se había puesto durante las semanas anteriores. De algodón normales que se había puesto para correr por el parque. De nylon que había llevado al trabajo. De raso negras con las que dormía. Y rosas seductoras de volantes que se había puesto mientras se masturbaba.

No había lavado ninguna. Se aseguró que estaban bien impregnadas de flujo incrustado, todo para él.

Neil no apreciaba sus braguitas.

Lyle era extremadamente agradecido. Ahora estaba acariciando un par de seda contra su mejilla mientras olía otro par. El aroma de ella unido al olor de sus braguitas lo estaban poniendo muy cachondo. Después tomó un par de braguitas negras con una lazada en la parte delantera y de algodón por detrás.

-Me puse esas mientras estaba pensando en nuestra cita aquí-, dijo Nadine. – Me he corrido en ellas muchas veces, mientras soñaba en follarte. Neil no sabe las ganas que tenía de que llegara este día.

La respiración de él se aceleró, puso los ojos en blanco por el éxtasis.

Ella estaba en trance mirándolo. Tenía la lengua fuera, chupando los flujos de coño secos que tenían pegadas las braguitas. No se podía imaginar lo cachonda que se estaba poniendo. Tenía el coño revolucionado solo con mirarlo. Su cuerpo le deseaba más y más. ¡El sexo en casa nunca hacía sido tan excitante!

A la vez que lamía las braguitas de manera casi furiosa, usó la mano libre para guiarle la boca de vuelta a su polla. Ella mientras se frotaba con los dedos el coño empapado.

Quería ser follada por ese rabo palpitante que le llenaba la boca.

Él le tiró de su largo pelo castaño. Lo miró mientras se la chupaba con chupadas largas y lentas, con la boca abierta al máximo y mientras se la comía usaba dos dedos para complacerse el excitado coño. 

Al final ella ya no pudo aguantarse más. Y él parecía que pudiera pasarse el resto de la noche sólo oliéndole braguitas.

Nadine se la agarró con la mano. -¿No quieres un chocho real en vez de olerme las braguitas?-. Hizo una pausa para que él respondiera. –Venga hombre, por favor fóllame.

Lyle se detuvo, con la cara contraída por la ira. Le tiró un par de braguitas a la cara. Después la levantó por el pelo y las manos. –Estúpida zorra. Ya te diré yo cuando te quiero follar.

Nadine sintió miedo por su vida. Nadie le había dicho que esto era parte del programa.

La empujó para atrás mientras gritaba. Se quedó tumbada de espaldas sobre la cama. Él se quitó la bata quedándose completamente desnudo. Tenía los ojos llenos de ira profunda, bajó las manos para tirarle de la falda y para subírsela por encima de las caderas.

Se quedó mirándole el hueco de entre las piernas, viendo las braguitas blancas empapadas que llevaba puestas. La mancha oscura húmeda del centro de las braguitas relucía por todos los flujos.

Su expresión cambió de inmediato de ira a un brillo suave e hipnótico de éxtasis.

Se inclinó, tomó las braguitas y se las quitó separándoselas del coño, tan suavemente que parecía que tenía miedo de romperlas. Se tomó su tiempo para sentir los restos de flujo con los dedos, toqueteando las  pastosas secreciones entre los dedos, para después probarlas. Se lamió los fluidos de los dedos y después los lamió de las braguitas.

Le miró el coño rasurado, y acto seguido apunto su polla hacia su raja. Se la metió mientas sujetaba las braguitas con una mano.

Joder, y ella gritó. Por fin su coño estaba recibiendo un buen empujón. Le agarró las piernas, arrastrándola hasta el mismo borde de la cama, y después él se las colocó sobre los hombros. La embistió con tanta fuerza que ella se tuvo que agarrar a las sábanas, clavando las uñas con cada enérgica embestida. Nadine gimió como una perra.

De pronto él se apartó, dejándole el coño bien abierto. -¡Ponte a cuatro patas!-, le ordenó.

La obligó a ponerse a cuatro patas y empezó a tirársela por atrás, tirándole de las piernas para abrírselas al máximo y así tener un  acceso  total a su raja.

Ella arqueó la espalda dándole vía libre, abrió el chocho del todo para poder metérselo entero. Él la agarró por las caderas, separándole los cachetes con los pulgares, y abriéndole el culo al máximo. A ella se le cortaba el aliento mientras la follaba, y le empezó a temblar todo el cuerpo.

El orgasmo más increíble le partió el cuerpo en dos.  Su coño se aferró con fuerza a él.

Él espero hasta que ella dejara de gritar y que su coño dejara de retorcerse, y entonces retiró la polla y le dio un azote en el culo.

Ella se giró para mirarle, extenuada. –Dios, ¿aun no te has corrido?

- ¡A lo mejor es que eres un polvo de mierda!-, parecía y sonaba enfadado de nuevo. –A lo mejor necesitas más práctica.

Tiró de ella, para luego empujarla sobre la cama poniéndole las piernas hacia arriba de nuevo para penetrarla como ya lo había hecho. Él sintió una vez más su chocho empapado. Agarró las braguitas que le había quitado y se las puso bajo la nariz. Respiró profundamente, asimilando los olores del flujo impregnado. La embistió más fuerte.

Los gemidos de ella aumentaron de tono.

Él la miró desde arriba y le puso las braguitas en la cara. Ahogándola con sus propias braguitas, obligándola a olerlas y probarlas. Intentó apartar la cara, pero él no se lo permitió.

Se inclinó hacia delante, aun follándola, y empezó a besarla, besarla a través de las braguitas de manera que ambos las saborearon. Esto le puso tan cachondo que se le puso rígido el rabo dentro de ella, explotándole de lefa hasta el fondo del coño.

- Me llaman «El Toro» por algo y tú vas a saber el porqué, puta.

Le retiró la polla de dentro. Ella rápidamente se quitó las braguitas de la boca, todavía en sorprendida de lo cachonda que estaba por haberle hecho olerse y probar las braguitas.

Sujetó en alto las braguitas que le había quitado. –Me quedo con estas.

-Claro-. Ella no quiso discutir. Por supuesto que iba a quedarse con las otras también. Tendría que ir de compras para remplazarlas.

Mientras bajaba en el ascensor, la lefa le recorría los muslos. Esperaba que nadie se diera cuenta. Ese hombre era un auténtico animal.

Cuando llegó al lobby Neil tenía muy mala pinta. Agarró a Nadine y la abrazó fuertemente. –Estas bien, nena. Lo siento mucho.

¿Cómo podría decirle que había sido el mejor sexo de su vida?

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Fin

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[1] En inglés French Kiss significa beso con lengua (N. del T.)

[2] En inglés French Ticklers (N. del T.)

[3] En inglés French Lessons hace referencia al sexo oral (N. del T.)