Trata de lo mucho que debió a el Señor en darle
conformidad con tan grandes trabajos, y cómo tomó por
medianero y abogado al glorioso San Josef,
y lo mucho que le aprovechó.
1. Quedé de estos cuatro días de parajismo de manera que sólo el Señor puede saber los incomportables tormentos que sentía en mí. La lengua hecha pedazos de mordida; la garganta de no haber pasado nada y de la gran flaqueza, que me ahogaba, que an el agua no podía pasar; toda me parecía estaba descoyuntada, con grandísimo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo, porque en esto paró el tormento de aquellos días, sin poderme menear ni brazo, ni pie, ni mano, ni cabeza, más que si estuviera muerta, si no me meneaban; sólo un dedo me parece podía menear de la mano derecha.1 Pues llegar a mí, no había cómo; porque todo estaba tan lastimado, que no lo podía sufrir. En una sábana, una de un cabo y otra de otro,2 me meneaban: esto fue hasta Pascua florida.
Sólo tenía que, si no llegaban a mí, los dolores me cesaban muchas veces; y a cuento de descansar un poco, me contaba por buena, que traía temor me había de faltar la paciencia; y ansí quedé muy contenta de verme sin tan agudos y continos dolores, anque a los recios fríos de cuartanas dobles,3 con que quedé, recísimas, los tenía incomportables; el hastío muy grande.
2. Di luego tan gran priesa de irme a el monesterio, que me hice llevar ansí.4 A la que esperaban muerta recibieron con alma; mas el cuerpo peor que muerto, para dar pena verle. El extremo de flaqueza no se puede decir, que sólos los huesos tenía ya. Digo que estar ansí me duró más de ocho meses; el estar tullida, anque iba mijorando, casi tres años.5 Cuando comencé a andar a gatas, alababa a Dios. Todos los pasé con gran conformidad; y, si no fue estos principios, con gran alegría, porque todo se me hacía nonada comparado con los dolores y tormentos del principio: estaba muy conforme con la voluntad de Dios, anque me dejase ansí siempre.
Paréceme era toda mi ansia de sanar por estar a solas en oración, como venía mostrada,6 porque en la enfermería no había aparejo.7 Confesábame muy a menudo. Trataba mucho de Dios, de manera que edificaba a todas, y se espantaban de la paciencia que el Señor me daba; porque, a no venir de mano de Su Majestad, parecía imposible poder sufrir tanto mal con tanto contento.
3. Gran cosa fue haberme hecho la merced en la oración que me había hecho; que ésta me hacía entender qué cosa era amarle; porque de aquel poco tiempo vi nuevas en mí estas virtudes, anque no fuertes, pues no bastaron a sustentarme en justicia: no tratar mal de nadie por poco que fuese, sino lo ordinario era escusar toda mormuración, porque traía muy delante cómo no había de querer ni decir de otra persona lo que no quería dijesen de mí. Tomaba esto en harto estremo para las ocasiones que había, anque no tan perfetamente que algunas veces, cuando me las daban grandes, en algo no quebrase: mas lo contino era esto; y ansía las que estaban conmigo y me trataban persuadía tanto a esto, que se quedaron en costumbre. Vínose a entender que adonde yo estaba tenían siguras las espaldas, y en esto estaban con las que yo tenía amistad y deudo,8 y enseñaba; anque en otras cosas tengo bien que dar cuenta a Dios de el mal enjemplo° que les daba. Plega a Su Majestad me perdone, que de muchos males fui causa, anque no con tan dañada intención como después sucedía la obra.
4. Quedóme deseo de soledad, amiga de tratar y hablar en9 Dios; que si yo hallara con quién, más contento y recreación me daba que toda la pulicía10 (u grosería, por mijor decir), de la conversación del mundo; comulgar y confesar muy más a menudo y desearlo; amiguísima de leer buenos libros; un grandísimo arrepentimiento en habiendo ofendido a Dios, que muchas veces me acuerdo que no osaba tener oración, porque temía la grandísima pena que había11 de sentir de haberle ofendido, como un gran castigo. Esto me fue creciendo después en tanto estremo, que no sé yo a qué compare este tormento. Y no era poco ni mucho12 por temor jamás, sino como se me acordaba los regalos que el Señor me hacía en la oración y lo mucho que le debía, y vía cuán mal se lo pagaba, no lo podía sufrir,13 y enojábame en estremo de las muchas lágrimas que por la culpa lloraba cuando vía mi poca enmienda, que ni bastaban determinaciones ni fatiga en que me vía para no tornar a caer en puniéndome14 en la ocasión. Parecíanme lágrimas engañosas y parecíame ser después mayor la culpa, porque vía la gran merced que me hacía el Señor en dármelas, y tan gran arrepentimiento. Procuraba confesarme con brevedad y, a mi parecer, hacía de mi parte lo que podía para tornar en gracia.
Estaba todo el daño en no quitar de raíz las ocasiones y en los confesores, que me ayudaban poco; que, a decirme15 en el peligro que andaba y que tenía obligación a no traer aquellos tratos, sin duda creo se remediara, porque en ninguna vía16 sufriera andar en pecado mortal sólo un día, si yo lo entendiera.
Todas estas señales de temer a Dios me vinieron con la oración, y la mayor era ir envuelto en amor, porque no se me ponía delante el castigo. Todo lo que estuve tan mala me duró mucha guarda17 de mi conciencia cuanto a pecados mortales. ¡Oh, válame Dios, que deseaba yo la salud para más servirle y fue causa de todo mi daño!
5. Pues, como me vi tan tullida y en tan poca edad, y cuál me habían parado los médicos de la tierra, determiné acudir a los del cielo para que me sanasen, que todavía deseaba la salud, anque con mucha alegría lo llevaba. Y pensaba algunas veces que si estando buena me había de condenar, que mijor estaba ansí; mas todavía pensaba que serviría mucho más a Dios con la salud. Este es nuestro engaño: no nos dejar del todo a lo que el Señor hace, que sabe mijor lo que nos conviene.
6. Comencé a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de oraciones, que nunca fui amiga de otras devociones que hacen algunas personas, en especial mujeres, con cerimonias° que yo no podía sufrir y a ellas les hacía devoción: después se ha dado a entender no convenían, que eran supresticiosas,° y tomé por abogado y señor a el glorioso San Josef, y encomendéme mucho a él. Vi claro que ansí de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ora° haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, ansí de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo espiriencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que ansí como le fue sujeto en la tierra (que como tenía nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar) ansí en el cielo hace cuanto le pide.18
Esto han visto otras algunas personas, a quien yo decía se encomendasen a él, también por espiriencia: y ansí muchas que le son devotas de nuevo, espirimentando esta verdad.
7. Procuraba yo hacer su fiesta con toda solenidad° que podía, más llena de vanidad que de espíritu, quiriendo se hiciese muy curiosamente y bien, anque con buen intento. Mas esto tenía malo, si algún bien el Señor me daba gracia que hiciese, que era lleno de imperfeciones y con muchas faltas. Para el mal y curiosidad y vanidad tenía gran maña y diligencia. El Señor me perdone.
Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran espiriencia que tengo de los bienes que España, uno de los principales propagadores fue Bernardino de Laredo en la alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida; si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío.
8. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso santo a mí y a otras personas; mas por no hacer más de lo que me mandaron, en muchas cosas seré corta, más de lo que quisiera; en otras más larga que era menester; en fin, como quien en todo lo bueno tiene poca descrición.° Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por espiriencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el niño Jesús, que no den gracias a San Josef por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el camino. Plega el Señor no haya yo errado en atreverme a hablar en él,19 porque anque publico serle devota, en los servicios y en imitarle siempre he faltado.
Pues él hizo, como quien es, en hacer de manera que pudiese levantarme y andar y no estar tullida; y yo, como quien soy, en usar mal de esta merced.
9. ¡Quién dijera que había tan presto de caer después de tantos regalos de Dios, después de haber comenzado Su Majestad a darme virtudes, que ellas mesmas me despertaban a servirle; después de haberme visto casi muerta, y en tan gran peligro de ir condenada; después de haberme resucitado alma y cuerpo, que todos los que me vieron se espantaban de verme viva! ¡Qué es esto, Señor mío! ¿En tan peligrosa vida hemos de vivir? Que escribiendo esto estoy y me parece que con vuestro favor y por vuestra misericordia podría decir lo que san Pablo, anque no con esa perfección: fue no vivo yo ya, sino que Vos, Criador mío, vivís en mí,20 sigún ha algunos años que, a lo que puedo entender, me tenéis de vuestra mano, y me veo con deseos y determinaciones y en alguna manera probado21 por espiriencia en estos años en muchas cosas, de no hacer cosa contra vuestra voluntad, por pequeña que sea, anque debo hacer hartas ofensas a Vuestra Majestad sin entenderlo. Y también me parece que no se me ofrecerá cosa por vuestro amor que con gran determinación me deje de poner a ella, y en algunas me habéis Vos ayudado para que salga con ellas; y no quiero mundo, ni cosa de él, ni me parece me da contento cosa que no salga de Vos, y lo demás me parece pesada cruz.
Bien me puedo engañar, y ansí será, que no tengo esto que he dicho; mas bien véis Vos, mi Señor, que, a lo que puedo entender, no miento, y estoy temiendo, y con mucha razón, si me habéis de tornar a dejar; porque ya sé a lo que llega mi fortaleza y poca virtud, en no me la estando Vos dando siempre y ayudando para que no os deje; y plega a Vuestra Majestad que an ahora no esté dejada de Vos, pareciéndome todo esto de mí.
No sé cómo queremos vivir, pues es todo tan incierto. Parecíame a mí, Señor mío, ya imposible dejaros tan del todo a Vos; y como tantas veces os dejé, no puedo dejar de temer; porque en apartándoos un poco de mí, daba con todo en el suelo. Bendito seáis por siempre, que, anque os dejaba yo a Vos, no me dejastes° Vos a mí tan del todo que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamábades° de nuevo, como ahora diré.