Trata por los términos que fue perdiendo las mercedes
que el Señor le había hecho y cuán perdida vida comenzó a
tener: dice los daños que hay en no ser muy encerrados
los monesterios de monjas.
1. Pues ansí comencé de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones y andar tan estragada1 mi alma en muchas vanidades, que ya yo tenía vergüenza de en tan particular amistad como es tratar de oración tornarme a llegar a Dios; y ayudóme a esto que, como crecieron los pecados, comenzóme a faltar el gusto y regalo en las cosas de virtud. Vía yo muy claro, Señor mío, que me faltaba esto a mí por faltaros yo a Vos.
Éste fue el más terrible engaño que el demonio me podía hacer debajo de2 parecer humildad, que comencé a temer de tener oración, de verme tan perdida, y parecíame era mijor andar como los muchos,3 pues en ser ruin era de los peores, y rezar lo que estaba obligada y vocalmente, que no tener oración mental y tanto trato con Dios la que merecía estar con los demonios, y que engañaba a la gente, porque en lo esterior tenía buenas apariencias; y ansí no es de culpar a la casa adonde estaba, porque con mi maña procuraba me tuviesen en buena opinión, anque no de advertencia, fingiendo cristiandad; porque en esto de proquesía° y vanagloria, gloria a Dios, jamás me acuerdo haberle ofendido que yo entienda; que en viniéndome primer movimiento,4 me daba tanta pena, que el demonio iba con pérdida y yo quedaba con ganancia, y ansí en esto muy poco me ha tentado jamás. Por ventura si Dios primitiera me tentara en esto tan recio como en otras cosas, también cayera; mas Su Majestad hasta ahora me ha guardado en esto, sea por siempre bendito; antes me pesaba mucho de que me tuviesen en buena opinión, como yo sabía5 lo secreto de mí.
2. Este no me tener por tan ruin venía que,6 como me vían tan moza y en tantas ocasiones, y apartarme muchas veces a soledad, a rezar y leer mucho, hablar de Dios, amiga de hacer pintar su imagen en muchas partes y de tener oratorio7 y procurar en él cosas que hiciesen devoción, no decir mal, otras cosas de esta suerte, que tenían apariencia de virtud; y yo que de vana me sabía estimar en las cosas que en el mundo se suelen tener por estima; con esto me daban tanta y más libertad que a las muy antiguas, y tenían gran siguridad de mí; porque tomar yo libertad ni hacer cosa sin licencia, digo por agujeros u° paredes u de noche, nunca me parece lo pudiera acabar conmigo en monesterio hablar de esta suerte, ni lo hice, porque me tuvo el Señor de su mano. Parecíame a mí (que con advertencia y de propósito miraba muchas cosas) que poner la honra de tantas en aventura, por ser yo ruin, siendo ellas buenas, que era muy mal hecho; ¡como si fuera bien otras cosas que hacía! A la verdad no iba el mal de tanto acuerdo como esto fuera, anque era mucho.
3. Por esto me parece a mí me hizo harto daño no estar en monesterio encerrado,8 porque la libertad que las que eran buenas podían tener con bondad (porque no debían más, que no se prometía clausura), para mí, que soy ruin, hubiérame cierto llevado a el infierno si con tantos remedios y medios, el Señor, con muy particulares mercedes suyas, no me hubiera sacado de este peligro; y ansí me parece lo es grandísimo9 monesterio de mujeres con libertad; y que más me parece es paso para caminar al infierno las que quisieren ser ruines, que remedio para sus flaquezas.
Esto no se tome por el mío,10 porque hay tantas que sirven muy de veras y con mucha perfeción al Señor, que no puede Su Majestad dejar (sigún es bueno) de favorecerlas, y no es de los muy abiertos, y en él se guarda toda relisión, sino de otros que yo sé y he visto.
4. Digo que me hace gran lástima; que ha menester el Señor hacer particulares llamamientos, y no una vez, sino muchas para que se salven, sigún están autorizadas las honras y recreaciones del mundo, y tan mal entendido a lo que están obligadas, que plega a Dios no tengan por virtud lo que es pecado, como muchas veces yo lo hacía; y hay tan gran dificultad en hacerlo entender, que es menester el Señor ponga muy de veras en ello su mano.
Si los padres tomasen mi consejo, ya que no quieran mirar a poner sus hijas adonde vayan camino de salvación, sino con más peligro que en el mundo, que lo miren por lo que toca a su honra; y quieran más casarlas muy bajamente, que meterlas en monesterios semejantes, si no son muy bien inclinadas y plega a Dios aproveche, u se las tengan en su casa. Porque, si quiere ser ruin, no se podrá encubrir sino poco tiempo, y acá muy mucho, y en fin lo descubre el Señor; y no sólo daña a sí, sino a todas; y a las veces las pobrecitas no tienen culpa, porque se van por lo que hallan; y es lástima de muchas que se quieren apartar del mundo y, pensando que se van a servir a el Señor y a apartar de los peligros del mundo, se hallan en diez mundos juntos, que ni saben cómo se valer ni remediar; que la mocedad y sensualidad y demonio las convida y enclina a siguir algunas cosas que son de el mesmo mundo; ve allí que lo tienen por bueno, a manera de decir. Paréceme como los desventurados de los herejes, en parte, que se quieren cegar y hacer entender que es bueno aquello que siguen, y que lo creen ansí sin creerlo, porque dentro de sí tienen quien les diga que es malo.
5. ¡Oh, grandísimo mal, grandísimo mal de religiosos (no digo ahora más mujeres que hombres) adonde no se guarda relisión!; adonde en un monesterio hay dos caminos: de virtud y relisión, y falta de relisión, y todos casi se andan por igual; antes mal dije, no por igual, que por nuestros pecados caminase más el más imperfeto, y, como hay más de él, es más favorecido. Úsase tan poco el de la verdadera relisión, que más ha de temer el fraile y la monja que ha de comenzar de veras a siguir del todo su llamamiento a los mesmos de su casa, que a todos los demonios; y más cautela y disimulación ha de tener para hablar en la amistad que desea tener con Dios, que en otras amistades y voluntades que el demonio ordena en los monesterios. Y no sé de qué nos espantamos haya tantos males en la Iglesia, pues los que habían de ser los dechados para que todos sacasen virtudes, tienen tan borrada la labor que el espíritu de los santos pasados dejaron en las relisiones.11 Plega la divina Majestad ponga remedio en ello, como ve que es menester, amén.
6. Pues comenzando yo a tratar estas conversaciones, no me pareciendo —como vía que se usaban— que había de venir a mi alma el daño y destraimiento° que después entendí era semejantes tratos, pareciéndome que cosa tan general como es este visitar en muchos monesterios que no me haría a mí más mal que a las otras que yo vía eran buenas —y no miraba que eran muy mijores y que lo que en mí fue peligro en otras no le sería tanto, que alguno dudo yo le deja de haber, anque no sea sino tiempo malgastado— estando con una persona, bien al principio del conocerla, quiso el Señor darme a entender que no me convenían aquellas amistades, y avisarme y darme luz en tan gran ceguedad. Representóseme Cristo delante con mucho rigor dándome a entender lo que de aquello le pesaba: vile con los ojos del alma más claramente que le pudiera ver con los del cuerpo, y quedóme tan imprimido que ha esto más de veinte y seis años12 y me parece lo tengo presente. Yo quedé muy espantada y turbada, y no quería ver más a con quien13 estaba.
7. Hízome mucho daño no saber yo que era posible ver nada si no era con los ojos de el cuerpo, y el demonio, que me ayudó a que lo creyese ansí y hacerme entender que era imposible, y que se me había antojado, y que podía ser el demonio y otras cosas desta suerte, puesto que14 siempre me quedaba un parecerme era Dios y que no era antojo; más, como no era a mi gusto, yo me hacía a mí mesma desmentir; y yo, como no lo osé tratar con nadie, y tornó después a haber gran importunación, asigurándome que no era mal ver persona semejante, ni perdía honra, antes que la ganaba, torné a la mesma conversación, y an en otros tiempos a otras, porque fue muchos años los que tomaba esta recreación pestilencial, que no me parecía a mí, como estaba en ello,15 tan malo como era, anque a veces claro vía no era bueno; mas ninguna no me hizo el destraimiento que esta que digo, porque la tuve mucha afición.
8. Estando otra vez con la mesma persona, vimos venir hacia nosotros (y otras personas que estaban allí también lo vieron) una cosa a manera de sapo grande,16 con mucha más ligereza que ellos suelen andar. De la parte que él vino no puedo yo entender pudiese haber semejante sabandija en mitad del día ni nunca la habido,17 y la operación que hizo en mí me parece no era sin misterio; y tampoco esto se me olvidó jamás. ¡Oh grandeza de Dios, y con cuánto cuidado y piadad me estábades avisando de todas maneras, y qué poco me aprovechó a mí!
9. Tenía allí una monja que era mi parienta,18 antigua y gran sierva de Dios y de mucha relisión. Ésta también me avisaba algunas veces, y no sólo no la creía, mas desgustábame con ella, y parecíame se escandalizaba sin tener por qué.
He dicho esto para que se entienda mi maldad y la gran bondad de Dios y cuán merecido tenía el infierno por tan grande ingratitud; y también porque, si el Señor ordenare y fuere servido en algún tiempo lea esto alguna monja, escarmienten en mí; y les pido yo, por amor de nuestro Señor, huyan de semejantes recreaciones. Plega a Su Majestad se desengañe alguna por mí de cuantas he engañado diciéndoles que no era mal, asigurando tan gran peligro con la ceguedad que yo tenía, que de propósito no las quería yo engañar; y por el mal ejemplo que las di, como he dicho, fui causa de hartos males, no pensando hacía tanto mal.
10. Estando yo mala en aquellos primeros días, antes que supiese valerme a mí, me daba grandísimo deseo de aprovechar a los otros; tentación muy ordinaria de los que comienzan, anque a mí me sucedió bien. Como quería tanto a mi padre, deseábale con el bien que yo me parecía tenía con tener oración —que me parecía que en esta vida no podía ser mayor que tener oración—, y ansí, por rodeos, como pude, comencé a procurar con él la tuviese: dile libros para este propósito. Como era tan virtuoso como he dicho, asentóse también en él este ejercicio, que en cinco u seis años (me parece sería) estaba tan adelante, que yo alababa mucho a el Señor, y dábame grandísimo consuelo. Eran grandísimos los trabajos que tuvo de muchas maneras: todos los pasaba con grandísima conformidad. Iba muchas veces a verme, que se consolaba en tratar cosas de Dios.
11. Ya después que yo andaba tan destruida19 y sin tener oración, como vía pensaba que era la que solía, no lo pude sufrir sin desengañarle; porque estuve un año, y más, sin tener oración, pareciéndome más humildad, y ésta, como después diré,20 fue la mayor tentación que tuve, que por ella me iba a acabar de perder: que con la oración un día ofendía a Dios y tornaba otros a recogerme y apartarme más de la ocasión. Como el bendito hombre venía con esto, hacíaseme recio verle tan engañado en que pensase trataba con Dios como solía, y díjele que ya yo no tenía oración, anque no la causa. Púsele mis enfermedades por enconveniente,° que anque sané de aquella tan grave, siempre hasta ahora las he tenido y tengo bien grandes; anque de poco acá no con tanta reciedumbre,21 mas no se quitan de muchas maneras. En especial tuve veinte años vómitos por las mañanas, que hasta más de mediodía me acaecía no poder desayunarme; algunas veces más tarde. Después acá que frecuento más a menudo las comuniones es a la noche, antes que me acueste, con mucha más pena, que tengo yo de procurarle22 con plumas y otras cosas, porque si lo dejo es mucho el mal que siento, y casi nunca estoy a mi parecer sin muchos dolores, y algunas veces bien graves, en especial en el corazón; anque el mal que me tomaba muy contino es muy de tarde en tarde. Perlesía23 recia y otras enfermedades de calenturas24 que solía tener muchas veces, me hallo buena ocho años ha. De estos males se me da ya tan poco que muchas veces me huelgo, pareciéndome en algo se sirve al Señor.
12. Y mi padre me creyó que era esta la causa, como25 él no decía mentira, y ya, conforme a lo que yo trataba con él, no la había yo de decir. Díjele, porque mijor lo creyese (que bien vía yo que para esto no había disculpa), que harto hacía en poder servir el coro; y aunque tampoco era causa bastante para dejar cosa que no son menester fuerzas corporales para ella, sino sólo amar y costumbre, que el Señor da siempre oportunidad si queremos. Digo «siempre», que,26 anque con ocasiones y an enfermedad algunos ratos impida para muchos ratos de soledad, no deja de haber otros que hay salud para esto; y en la mesma enfermedad y ocasiones es la verdadera oración, cuando es alma que ama, en ofrecer aquello y acordarse por quién lo pasa, y conformarse con ello y mil cosas que se ofrecen; aquí ejercita el amor, que no es por fuerza que ha de haberla cuando hay tiempo de soledad, y lo demás no ser oración. Con un poquito de cuidado, grandes bienes se hallan en el tiempo que con trabajos el Señor nos quita el tiempo de la oración, y ansí los había yo hallado cuando tenía buena conciencia.
13. Mas él,27 con la opinión que tenía de mí y el amor que me tenía, todo me lo creyó; antes me hubo lástima. Mas como él estaba ya en tan subido estado, no estaba después tanto conmigo, sino, como me había visto, íbase, que decía era tiempo perdido. Como yo le gastaba en otras vanidades, dábaseme poco.
No fue sólo a él, sino a otras algunas personas las que procuré tuviesen oración. An andando yo en estas vanidades, como las vías amigas de rezar, las decía como ternían° meditación y les aprovechaba, y dábales libros; porque este deseo de que otras sirviesen a Dios, desde que comencé oración, como he dicho, le tenía. Parecíame a mí que, ya que yo no servía al Señor como lo entendía, que no se perdiese lo que me había dado Su Majestad a entender; y que le sirviesen otros por mí. Digo esto para que se vea la gran ceguedad en que estaba, que me dejaba perder a mí y procuraba ganar a otros.
14. En este tiempo dio a mi padre la enfermedad de que murió, que duró algunos días.28 Fuile yo a curar, estando más enferma en el alma que él en el cuerpo, en muchas vanidades, anque no de manera que —a cuanto entendía— estuviese en pecado mortal en todo este tiempo más perdido que digo; porque, entendiéndolo yo, en ninguna manera lo estuviera. Pasé harto trabajo en su enfermedad; creo le serví algo de los que él había pasado en las mías. Con estar yo harto mala me esforzaba, y con que en faltarme él me faltaba todo el bien y regalo, porque en un ser me le hacía,29 tuve tan gran ánimo para no le mostrar pena, y estar hasta que murió como si ninguna cosa sintiera, pareciéndome se arrancaba mi alma cuando vía acabar su vida, porque le quería mucho.
15. Fue cosa para alabar a el Señor la muerte que murió, y la gana que tenía de morirse, los consejos que nos daba después de haber recibido la Estrema Unción, el encargarnos le encomendásemos a Dios y le pidiésemos misericordia para él, y que siempre le sirviésemos, que mirásemos se acababa todo; y con lágrimas nos decía la pena grande que tenía de no haberle él servido, que quisiera ser un fraile, digo, haber sido de los más estrechos que hubiera. Tengo por muy cierto que quince días antes le dio el Señor a entender no había de vivir; porque antes de éstos, anque estaba malo, no lo pensaba. Después, con tener mucha mijoría y decirlo los médicos, ningún caso hacía de ello, sino entendía en ordenar su alma.
16. Fue su principal mal de un dolor grandísimo de espaldas que jamás se le quitaba; algunas veces le apretaba tanto que le congojaba mucho. Díjele yo que, pues era tan devoto de cuando el Señor llevaba la cruz acuestas, que pensase Su Majestad le quería dar a sentir algo de lo que había pasado con aquel dolor. Consolóse tanto que me parece nunca más le oí quejar. Estuvo tres días muy falto el sentido. El día que murió se le tornó el Señor tan entero que nos espantábamos; y le tuvo hasta que a la mitad del Credo, diciéndole él mesmo, espiró. Quedó como un ángel; ansí me parecía a mí lo era él, a manera de decir, en alma y dispusición,° que la tenía muy buena.30
No sé para qué he dicho esto, si no es para culpar más mi ruin vida después de haber visto tal muerte, y entender tal vida, que por parecerme en algo a tal padre la había yo de mijorar. Decía su confesor, que era dominico muy gran letrado,31 que no dudaba de que se iba derecho al cielo, porque había algunos años que le confesaba y loaba su limpieza de conciencia.
17. Este padre dominico, que era muy bueno y temeroso de Dios, me hizo harto provecho, porque me confesé con él y tomó a hacer bien a mi alma con cuidado y hacerme entender la perdición que traía. Hacíame comulgar de quince a quince días; y poco a poco, comenzándole a tratar, tratéle de mi oración. Díjome que no la dejase, que en ninguna manera me podía hacer sino provecho. Comencé a tornar a ella, anque no a quitarme de las ocasiones, y nunca más la dejé.
Pasaba una vida trabajosísima, porque en la oración entendía más mis faltas. Por una parte me llamaba Dios, por otra yo siguía a el mundo. Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme atada las de el mundo. Parece que quería concertar estos dos contrarios, tan enemigo uno de otro, como es vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales. En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor, sino esclavo; y ansí no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración) sin encerrar conmigo mil vanidades.
Pasé ansí muchos años, que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir32 que no dejase lo uno u lo otro; bien sé que dejar la oración no era ya en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes.
18. ¡Oh, válame Dios, si hubiera de decir las ocasiones que en estos años Dios me quitaba, y cómo me tornaba yo a meter en ellas, y de los peligros de perder del todo el crédito que me libró! ¡Yo a hacer obras para descubrir la que era, y el Señor encubrir los males y descubrir alguna pequeña virtud, si tenía, y hacerla grande en los ojos de todos, de manera que siempre me tenían en mucho! Porque, anque algunas veces se traslucían mis vanidades, como vían otras cosas que les parecían buenas, no lo creían.
Y era que había ya visto el Sabidor° de todas las cosas que era menester ansí para que en las que después he hablado de su servicio me diesen algún crédito; y miraba su soberana largueza, no los grandes pecados, sino los deseos que muchas veces tenía de servirle y la pena por no tener fortaleza en mí para ponerlo por obra.
19. ¡Oh, Señor de mi alma! ¿Cómo podré encarecer las mercedes que en estos años me hicistes? ¡Y cómo en el tiempo que yo más os ofendía, en breve me disponíades con un grandísimo arrepentimiento para que gustase de vuestros regalos y mercedes! A la verdad tomábades, Rey mío, el más delicado y penoso castigo por medio que para mí podía ser, como quien bien entendía lo que me había de ser más penoso. Con regalos grandes castigábades mis delitos. Y no creo digo desatino, anque sería bien que estuviese desatinada tornando a la memoria ahora de nuevo mi ingratitud y maldad.
Era tan más penoso para mi condición recibir mercedes, cuando había caído en graves culpas, que recibir castigos; que una de ellas me parece, cierto, me deshacía y confundía más y fatigaba que muchas enfermedades con otros trabajos hartos juntos; porque lo postrero33 vía lo merecía, y parecíame pagaba algo de mis pecados, anque todo era poco sigún ellos eran muchos; más verme recibir de nuevo mercedes, pagando tan mal las recibidas, es un género de tormento para mí terrible, y creo para todos los que tuvieren algún conocimiento u amor de Dios; y esto por una condición virtuosa lo podemos acá sacar. Aquí eran mis lágrimas y mi enojo de ver lo que sentía, viéndome de suerte que estaba en vísperas de tornar a caer; anque mis determinaciones y deseos entonces, por aquel rato, digo, estaban firmes.
20. Gran mal es un alma sola entre tantos peligros: paréceme a mí que si yo tuviera con quien tratar todo esto que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios.
Por eso aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mesmo: es cosa importantísima, anque no sea sino ayudarse unos a otros con sus oraciones; quanto más que hay muchas más ganancias. Y no sé yo por qué (pues de conversaciones y voluntades humanas, anque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos), se ha de primitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos, que de todo tienen los que tienen oración. Porque si es de verdad el amistad que quiere tener con Su Majestad, no haya miedo de vanagloria; y cuando el primer movimiento le acometa, saldrá de ello con mérito; y creo que el que tratando con esta intención lo tratare, que aprovechara a sí y a los que le oyeren y saldrá más enseñado; an sin entender cómo, enseñará a sus amigos.
21. El que de hablar en esto tuviere vanagloria, también la terna en oír misa con devoción, si le ven, y en hacer otras cosas que, so pena de no ser cristiano, las ha de hacer, y no se han de dejar por miedo de vanagloria.
Pues es tan importantísimo esto para almas que no están fortalecidas en virtud —como tienen tantos contrarios y amigos para incitar al mal—, que no sé cómo lo encarecer. Paréceme que el demonio ha usado de este ardid como cosa que muy mucho le importa: que se ascondan tanto de que se entienda que de veras quieren procurar amar y contentar a Dios, como ha incitado se descubran otras voluntades mal honestas, con ser tan usadas que ya parece se toma por gala y se publican las ofensas que en este caso se hacen a Dios.
22. No sé si digo desatinos; si lo son, vuesa merced los rompa;34 y si no lo son, le suplico ayude a mi simpleza con añidir° aquí mucho: porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas35 unos a otros los que le sirven, para ir adelante, sigún se tiene por bueno andar en las vanidades y contentos del mundo; y para éstos36 hay pocos ojos; y, si uno comienza a darse a Dios, hay tantos que mormuren, que es menester buscar compañía para defenderse, hasta que ya estén fuertes en no les pesar de padecer, y si no, veránse en mucho aprieto.
Paréceme que por esto debían usar algunos santos irse a los desiertos; y es un género de humildad no fiar de sí, sino creer que para aquellos con quien conversa le ayudará Dios; y crece la caridad con ser comunicada, y hay mil bienes que no los osaría decir, si no tuviese gran espiriencia de lo mucho que va en esto.
Verdad es que yo soy más flaca37 y ruin que todos los nacidos; mas creo no perderá quien, humillándose, anque sea fuerte, no lo crea de sí, y creyere en esto a quien tiene espiriencia. De mí sé decir que, si el Señor no me descubriera esta verdad y diera medios para que yo muy ordinario38 tratara con personas que tienen oración, que cayendo y levantando iba a dar de ojos39 en el infierno; porque para caer había muchos amigos que me ayudasen, para levantarme hallábame tan sola, que ahora me espanto cómo no me estaba siempre caída; y alabo la misericordia de Dios, que era sólo el que me daba la mano.
Sea bendito por siempre jamás, amén.